viernes, 29 de marzo de 2013

Blue Madness

A todas las unidades... El sospechoso ha huido en un Saab plateado por Madison Avenue en dirección este. Va armado y es peligroso. Ha herido a un policía...

El mensaje suena en los coches patrulla. Las calles se llenan de sirenas de coches de policía y ambulancias. La mente de Mike es un ordenador que intenta dar con la ruta óptima de escape, mientras revive la locura del atraco de hace tres días. Escogieron varias cajas al azar y la que constituía su objetivo. Se sentían con derecho a recuperar lo que en otro tiempo fuera de su abuela, la Comtesse du Sheelly, y que su padre perdió apostando. Mike conduce con temeridad, esquivando coches en sentido contrario y saltándose semáforos, mientras baraja posibilidades. Habían quedado en dejar la ciudad el sábado, pero los golpes en la puerta de su apartamento aceleraron el plan. Ha escapado por la escalera de incendios, disparando a policías apostados en el callejón, y ha robado un coche a punta de pistola. Quieren cercarle. Su única opción es el barco, pero detesta la idea de que los explosivos sigan aún allí.

No lejos, un yate de lujo avanza despacio. Robert ha reservado mesa. Es el escenario elegido para proponer matrimonio a Claire. Lo hará antes del almuerzo, en cubierta, con el mar y el cielo de testigos. Ahora toman un cocktail en el bar. Salta a la vista que están enamorados, y no prestan atención a las noticias.

¡Espectacular persecución! Mientras esperamos imágenes en directo grabadas por un testigo, conectamos con Main St, donde la huida de un sospechoso del pasado atraco a Glady's Bank ha ocasionado múltiples accidentes. Como recordarán, la cámara acorazada fue forzada con explosivos y se llevaron el contenido de varias cajas de alquiler. ¡Ahora sí! Ann, ¡adelante!...

El barman sube el volumen, mientras Claire y Robert salen a cubierta, a sentir la brisa y ver a las gaviotas. Pasean abrazados, admirando la grandiosa belleza del mar.

El Saab llega al muelle a toda velocidad. Mike detiene el vehículo, sabe que les lleva escasos minutos de ventaja y corre hacia la lancha. Libera amarras hábilmente y sube sin perder un segundo. Arranca el motor y maniobra para salir a toda velocidad, mientras escucha las sirenas acercarse. Ha de llegar al otro lado de la bahía.

Yatch in the blue sea

En el yate, Robert, nervioso, con la mano en la cintura de Claire, la guía al sitio elegido. 

—Claire... He pensado mucho en este instante. Habría deseado que fuera en Venecia, pero no puedo esperar —dice poniendo una rodilla en tierra y sacando de su bolsillo una cajita—.

Un par de lanchas salen en pos de Mike, y van acortando distancias. Un helicóptero se suma a la persecución. Mike está perdido. Estarán sobre él en breve. No ve escapatoria.

Robert alza la vista hacia los azules ojos de Claire.

—¿Quieres casarte conmigo? —pregunta abriendo la caja y mostrando un maravilloso anillo.

Alertados por las noticias, varios pasajeros salen del bar a ver la persecución en directo. Claire y Robert están absortos en su mundo.

—Ya sabes la respuesta sin más que mirar mis ojos. Sí, Robert, ¡sí!

Una de las lanchas intenta cerrar el paso a Mike, quien vira a estribor, donde está la otra. Todo ocurre con mucha rapidez. Desde la lancha efectúan disparos y dan en el blanco. Mike se desploma, herido, sobre el timón, pero ve que el yate está en su trayectoria. Tiene que esquivarlo, pero no puede... "¡Los explosivos!", piensa.

Claire sostiene el anillo entre sus dedos, admirando la exquisita factura.

—¡Es precioso, Robert!

El impacto es inevitable. La motora embiste al yate por la mitad, la explosión se ve desde la costa. Todo es caos. Robert sale despedido al agua, seguido de Claire, de cuyos dedos escapa el anillo, directo al mar.

Horas después, el muelle es un hervidero de actividad. Policías, equipos médicos y periodistas reparten su tiempo entre los ocupantes del yate. Claire está empapada, arropada por una manta, conmocionada por lo sucedido y por lo que va descubriendo.

—Nunca dijo que no supiera nadar —repite una y otra vez, balanceándose de atrás a delante sin parar de tiritar—. Ni que se llamara Sheelly.

La agente le acerca la foto del contenido de la caja robada, esperando respuesta.

—Sí —dice señalando uno de los anillos—. Reconozco éste.

—¿Dónde lo ha visto? —pregunta la agente.

—♪ En el fondo del mar ♪♫...

La canción, y su risa, desquiciada e histérica, llenan de irrealidad y sinsentido el muelle.




Nota: Este post es el que envié para la Escena 7 propuesta por Literautas, que debía ocurrir (en todo o en parte) en un barco, y tenía que suceder un robo. En el taller, enviamos nuestro texto y recibimos tres comentarios anónimos acerca de la forma y contenido, que incluyen una opinión personal. Me frustró que algunos no entendieran la historia (os recuerdo que condensada en un máximo de 750 palabras) y me pregunto si la entenderéis o no (que sé que sois muy listos, jajaja, pero me quedo más tranquila sabiéndolo). ¿Os queda claro quién cometió el robo, qué eran Mike y Robert, si vive alguno de los dos? ¿Dudas? ¿Os apetece hacer un comentario formal? No es malo criticar, es la única forma de aprender. Os invito a leer el resto de las escenas escritas por el resto de participantes aquí.
 
 
 

domingo, 17 de marzo de 2013

The Lost Senses


Ayer, te miraba y veía chispitas en tus iris…
una aquí, otra allá,

todas ellas compitiendo con las mías
a ver cuál brillaba más o hacía la pirueta más graciosa,
jugando a crear colores nuevos cuando chocaban.

Ayer, nuestras manos se unían,
saboreándose,
muy atentas a cada surco,
reaprendiéndose a base de recorrerse con las yemas,
jugando como chiquillas a fundir los pulgares en un beso.

Ayer, tus labios bebían de los míos,
a sorbitos y a tragos,
calmando la sed o provocándola,
dejando que nuestras lenguas hablaran un lenguaje mudo,
antiguo, lleno de rugidos, jadeos y dibujos.

Ayer, tu olor era mi perfume,
cubría mi piel,
vistiéndola poro a poro,
con mimos cálidos en invierno y de té verde en verano,
alimentando mi cuerpo y dejándolo satisfecho y hambriento de más.

Ayer, nuestros pasos resonaban juntos en la noche,
caminábamos de la mano de día,
abrazados o compartiendo meñique de tarde,
saltando en todos los charcos que nos salían al paso,
porque la vida se goza aspirándola y metiéndola de lleno en ti.

Ayer, mis sentidos se mezclaban, crecían en revoltijo
creando sentidos nuevos de nombres desconocidos.
Mis ojos te comían, mis labios te miraban,
mis manos aspiraban tu aroma y lo encerraban en frasquitos de esencia
para poder olerte a escondidas,
mi nariz seguía el trazo de tu pecho
luchando con mi boca para que no se entretuviera,
mis oídos sentían cada escalofrío de tu espalda
porque tus poros gemían a cada beso,
mi piel escuchaba a la tuya y seguía su voluntad
como conducida por un maestro de orquesta.

 
Sleeping woman by Anuraag Fulay

Hoy..., ya no estás.
Mis ojos perdieron su luz,
mis manos están vacías,
mi boca ya no sonríe y no sabe calmar su sed,
mi nariz busca anhelante como un yonqui el rastro de tu aroma,
mis pies dejan huellas invisibles y caminan silenciosos sin nadie al lado.
 
Hoy mis sentidos vagan adormecidos, drogados y aburridos,
como extraños en un mundo sensorial que no comprenden.
No encuentran nada que les despierte.
Les faltas tú.
Me faltas .


 
...More nonsense and ravings :)

jueves, 7 de marzo de 2013

The Three Denials

Salgo a disfrutar de este día tan luminoso dando un paseo. Adoro los días luminosos. El Sol tiene ese mágico poder de dar vida a los objetos; los matiza y los redefine maravillosamente, haciendo que parezcan nuevos. El aire huele a verano, mi cuerpo se activa y una sincera sonrisa se dibuja en mi cara. Las hojas se mecen y el viento pronuncia tu nombre en suave murmullo. Ainssss... ¡ya empezamos! Yo hago oídos sordos y simulo que no me entero, como que no va conmigo y que no significa nada para mí. Decido hacerle boicot y tarareo cualquier melodía repetida, como si fuera un mantra.

Sigo adelante, mientras observo mi entorno. ¡Cuántas veces caminamos sin mirar! Porque ver, vemos, pero no miramos. Así que, yo veo, y miro al cielo azul, salpicado a capricho de nubes con formas sugerentes, roto por las estelas blancas que dejan los aviones. Me fijo en la abuela del parque con su nieto, en la chica que me adelanta trotando con los cascos puestos y ceñida en un chándal divino de la muerte, en el chico tumbado en el césped leyendo de su tablet. En ese mirar mío, un banco a la sombra me sale al paso, invitándome a descansar un rato. Acepto la sugerencia agradecida con una sonrisa y me siento. Creo que es buen momento para sacar mi Moleskine y anotar lo que me rondaba por la cabeza, antes de que la esquiva musa se desvanezca. Me pongo a escribir, pero al detenerme un segundo buscando en mi mente la palabra adecuada, mis ojos se posan en el respaldo del banco. ¡No puede ser! ¿Me persigues aquí también? Ahí está. Leo tu nombre, grabado sobre la madera, tal vez con unas llaves. La inspiración se ha dado definitivamente a la fuga y cierro mi libreta de un manotazo, decidida a no dejar que mis pensamientos ahonden en ti. Le dije al viento que no. Se lo repito ahora a la madera del banco. ¡No! Decido ignorarte y no perder la sonrisa, y echo a andar de nuevo.

Mis pasos me conducen fuera del parque y al cabo de un rato me sumerjo de lleno en una calle comercial y bulliciosa. Paseo tranquila, esquivando a la gente, parando de tanto en tanto para mirar un escaparate bien dispuesto o hacer una foto urbana a algo que llama mi atención. Mi estómago gruñe, recordándome que comí hace ya tiempo. Me viene el vago recuerdo de que en la siguiente manzana hay una pequeña cafetería, acogedora y deliciosa, y mis pies caminan directos a ella con ligereza. Pido un café a la vainilla y un croissant, y los saboreo mientras me vuelco enfrascada en escribir de nuevo. Me levanto a pagar, y ¡no doy crédito! El chico que me cobra luce sobre el uniforme la chapa con su nombre, que resulta ser... tu nombre. ¿Es obsesión mía o acaso una confabulación? Muevo la cabeza desechando el enfado que pugna por brotar y salgo a la calle. Me da la risa tonta. Es de locos. Será casualidad, no digo que no, pero tanta ya me escama.

De la risa paso a ver cómo mi voluntad es anulada, y mi cuerpo camina, empujado por una decisión que no sé ni cómo ni cuándo he tomado, pero, he debido ser yo, ¿qué otro si no? No soy una marioneta movida por hilos, aunque es así como siento este caminar dirigido. Llego a mi destino, abro la puerta sin poder evitarlo y entro. Si ha de ser así, que sea.

Tras algo más de media hora salgo de nuevo a la calle, sintiéndome extrañamente liberada, y notando un leve escozor en mi espalda. Tal vez este tatuaje que adorna ahora mi cuerpo te exorcice de mi mente... para siempre.


If this doesn't work, next thing to do is a spell