Hay días que empiezan con el pie izquierdo... definitivamente, y el de hoy fue uno de ellos. Me levanté con infinito sueño. Habría necesitado al menos un par más de horitas para levantarme como nueva, pero no solo el despertador se puso pesado, sino que tenía cita con mi médico. Nada grave: el típico chequeo médico. Desterré la idea de hacer pereza y caminé directa a la ducha. Iba bien de hora. La cita era a las 9:00. Bajé a desayunar a la cafetería del hotel: mi zumo, mi piña, mi café y mi muffin tostado, con mantequilla y miel. Que mira que hay opciones en el buffet, pero entre que voy a veces como un autómata y entre que realmente es lo que más me apetece, tomo el 99% de los días lo mismo, aunque hoy me salió un tanto chungalí. El café, - he decidido llamarlo así, porque es la traducción literal de coffee, pero deberían rebautizar el término, porque de solo recordar esos cafés de mi Europa... ¡aaahhh!, se me ilumina la cara, ¡eso sí son cafés! -, ... decía que el café es... americano, pero descubrí esta mañana que tiene grados de calidad. En concreto, el que me ha servido Dan esta mañana con la sonrisa de siempre era, yo diría, no potable. Sabía a sucedáneo de café, sin gracia, amargo y quemado. Y por si fuera poco, el muffin, que siempre dejo en el tostador mientras tomo la piña, salió un tanto quemado. Y ahí estaba yo, sentada en la mesa, con el "café" y el muffin morenito. Mal empiezo el día, pensé, pero todo tiene a veces un aspecto positivo. Mi desayuno no tenía arreglo, y no tenía tiempo de tostar otro muffin, eso estaba claro, pero el momento se equilibró cuando levanté la vista en pleno bocado y me encontré con un peque rubito de alrededor de un año, poniendo morritos como solo los niños saben poner. Sonreí. Era de foto. Su papá intentaba hacer que se comiera una suerte de potito e imitaba, sin ser consciente, los gestos de su hijo. Que el niño era mono, pero el papá estaba para mojar pan. Momento nivelado, me dije. Y terminé mi desayuno con buena onda.
Salí a buen ritmo por Milk St hacia Washington St. Eran las 8:50. El médico estaba cerca, pero por asegurar la puntualidad aceleré, cargada con bolso y portátil, dando tan buenas zancadas como los botines de tacón me permitían.Llegué al edificio y unos minutos antes de las 9:00 estaba ante la recepcionista. Cuando le dije que tenía cita descubrí que realmente ¡era a las 11:00, no a las 9:00!, pero poco importó, me informó que esa mañana no estaba la doctora, que habían dejado un mensaje en mi móvil para avisarme, que si no lo había escuchado. Me hice de cruces y concerté una nueva cita. Salí dispuesta a averiguar cómo configurar el teléfono para que me avisara de los mensajes y para saber cómo diantres podía escucharlos (confieso ahora que llevo parte del día intentándolo y no lo he logrado, pero lo haré).
The Charles River |
El día era de foto. Brillante y soleado. Me gusta caminar a esas horas por el centro, que está lleno de vida, mientras los comercios empiezan a abrir y la gente corre a sus trabajos. Disfruté del momento y entré en el metro. Eran solo cuatro estaciones hasta la oficina. Esperé en el andén y llegó mi tren. Encontré asiento y no fui consciente de que mi cerebro había perdido la cobertura. Me sumí en mis pensamientos, dejando vagar la mente hasta el momento en que ante mis ojos desfiló el Charles River. ¡Hey!, ¡el río!, pero... No, no me había pasado de estación como tal vez estéis pensando. Peor. Me había montado en dirección contraria, ¡arrrrrggghhhh! Bajé en Kendall/MIT y me puse a buscar cómo cambiar el sentido. Imposible, o al menos no fui capaz, tuve que salir a la calle, cruzar, entrar de nuevo en la estación, pagar otra vez con la Charlie Card y esperar a mi tren hacia el sentido correcto. Jamás tengo la suerte de ver el Charles por las mañanas camino del curro, porque no es parte del recorrido, pero hoy lo iba a ver dos veces, ¡ja! Me pareció que, de nuevo, el momento se compensaba con otro positivo. Recorrí las estaciones restantes hasta la oficina, con mi cerebro ya de vuelta y alerta, disfrutando del paseo inesperado.
No he tenido más contratiempos el resto del día pero, de tenerlos, sé que habría olfateado y paladeado el aire, abierto poros y oídos, y aguzado la vista... looking on the bright side of life :-) al más puro estilo Monty Python.