—Mamá, ¿qué te pasa estos días? Te veo tristona.
—Nada, hija —dice distraída.
—No, —dice meneando la cabeza muy seria—, ¡tsché, tsché!…, no digas eso de nada, como hacen en las pelis, que dicen nada y luego se lía parda. Dime,… ¿qué tienes?
—Nada, hija, de verdad. —Hace una pausa, como sopesando si hablar o no—. Estoy un poco plof como tú dices.
—Pero ese estar plof se deberá a algo, imagino. Anda, —dice tomándola del brazo—, vamos a la cocina, nos preparamos un rico té y unas galletas, y nos vamos al sofá a charlar tranquilamente.
Se lleva a su madre a la cocina y, mientras una prepara el té, la otra dispone en una bandeja servilletas, las tazas, el azúcar y un plato con toda suerte de galletas y media tarta de queso que sobró del día anterior. Entretanto hablan de los planes para el verano, que asoma ya, y que les va a pillar sin apartamento donde ir como no se decidan pronto por un destino.
—Ya conoces a tu padre. Le preguntas y se encoge de hombros, diciendo que le da igual, pero luego es el primero que, sin haber colaborado, pone todo tipo de pegas. Y es que ya cansa, nena. Lo pasamos genial aquel año en Moraira. ¿Te acuerdas? Si te digo la verdad, yo repetiría.
—Pues pasa de él, mam. Llama y alquila, que yo al menos unos días me uno a vosotros, y cuando esté hecho se lo cuentas. Le dices que lo he decidido yo.
—En fin…
—Sí. En fin… Bueno, al salón, que está todo listo, y me están entrando ganas de hincar el diente a esa tarta, que aún no la he probado, y es mi favorita.
—¡Qué tragaldabas eres, hija! ¡No sé dónde lo echas!, la verdad.
Llevan la merienda al salón y se sientan cómodamente. Se sirven el té, y empiezan a dar cuenta de las viandas.
—Supongo, de todas formas, que eso de las vacaciones no es lo que te hace estar así, como apagada, con lo luminosa y positiva que tú eres siempre.
—No, no es eso. Claro que no. Es… no sé ni cómo decirlo, porque no es algo concreto, es una sensación de tristeza porque ya no es como antes.
—¿Te refieres a ti y a papá?
—Sí. Tú sabes que adoro a tu padre, y él a mí. No imagino la vida sin él, la verdad. Pero se ha vuelto cada vez más solitario y casero. Ya no gusta de salir tanto o hacer planes los fines de semana. Se pone a leer o a ver su bendito fútbol y yo me siento sola. Charlamos menos, porque está concentrado en el libro o en el partido de turno,… y del sexo,… ¡ja!, ¡para qué te voy a contar! Ya ni me acuerdo de cuándo fue la última vez.
—Mam, te lo digo siempre. Tienes que buscarte tus propios hobbies. A ti con lo que te gusta ir al cine, a bailar, a cenar, a la sierra… ¿No tienes amigas o amigos con los que ir?
—Huy, amigos dice… Pero nena, ¡¿cómo voy a ir con otros?!
—Mamá, no me seas antigua, por Dios. ¿Qué hay de malo en ir a cenar con un amigo? ¿Por qué lo ves razonable si vas con Lara pero no si vas con Jaime?
—Hija, no creo que a tu padre le gustara. A mí tampoco me gustaría que él cenara con otras.
—A ver… papá es el que no sale a cenar, porque prefiere cenar en casa. Si saliera a cenar con otras y no contigo, sería raro tal vez, pero es que en este caso tú sí quieres salir. ¿No crees que si te quiere querrá verte feliz y que lo pases bien? Sea yendo de compras, al cine o a bailar. ¿Por qué habría de estar celoso?
—Si entiendo lo que dices, pero no sé… Esas moderneces tuyas…
—No, mam, es sentido común. Para mí, el que dos personas se quieran, no significa que hagan todo juntas. Si a ti te gusta… eehhhm… ¡qué sé yo!... ¡bailar!,... y al otro no, ¿vas a estar condenada a no bailar de por vida? No me parece ni medio bien. Sales, bailas, te diviertes, y llegas a casa ¡feliz!, y papá tan feliz de haberse concentrado en la novela a sus anchas.
—Suena fácil en tus labios, pero me parece peligroso.
—¿Por? —pregunta dando un bocado a la tarta.
—Sencillo. Si empiezo a frecuentar más la compañía de amigos y amigas que habitualmente no veo, crearé de nuevo lazos con ellos, y tal vez tu padre se sienta excluido.
—Se puede autoincluir en cuanto quiera. ¿Y cómo te sientes tú con respecto al fútbol o a sus lecturas? Por mucho que te invite a ver el Madrid-Barça con él, no te va nada, y la excluida eres tú, y no porque él te excluya, ¡lo haces tú! Decides que no es lo tuyo y pasas, y haces bien, porque no te apetece.
—Sigo pensando que es peligroso. Si creo lazos con otras personas sin estar tu padre, pueden convertirse en lazos fuertes, hasta amorosos diría yo. Y tú sabes que mi amor es tu padre.
—Lo sé, si no hay más que veros. ¿Pero propones encerrarte y no relacionarte para no caer en la tentación? Los lazos de los que hablas son algo perfectamente normal. El corazón humano tiende a expandirse. No es idea suya eso de que el amor se dé sólo entre dos. Es un órgano generoso. El amor no se gasta, siempre hay más para dar. Y cuando existe un lazo es normal que te apetezca abrazar, besar, y llegado un punto hasta hacer el amor con otras personas, mamá. Es esta sociedad la que ha establecido que nos juntemos en parejas y criemos niños, porque de otro modo sería un caos. Pero los sentimientos y apetencias hacia otros están ahí, son un hecho. No nos anulan esa facultad con una vacuna cuando nacemos. En cuanto hay fisuras, surgen esas ganas, y aunque te unas a una pareja y todo esté cubierto al principio, a la larga es difícil de mantener, porque cambiamos, nos hacemos más raros y más egoístas. En el fondo sabes que es así, y por eso dices que no te gustaría que papá se fuera a cenar con otra mujer. ¿No confías en él?.
—Sí, claro que lo hago.
—No confías en ti entonces, en poder retenerle. Crees que si sale de vez en cuando con una amiga a cenar, porque a ti no te apetece, se creará un vínculo entre ambos y temes que tal vez una noche, se dé el momento en que haya algo más. ¿Y qué si es así? Se le da demasiada importancia al sexo, porque si lo piensas, es justamente el sexo el que te está frenando y hace que desestimes lo de salir con Jaime, por ejemplo, al cine, cenar o tomar una copa.
—Tal vez tengas razón, y haya algo de cierto, pero es que si tu padre tiene roces por su lado y yo por el mío, ¿qué sentido tiene que estemos juntos? ¿Para esto nos casamos?
—Mam, casados o arrejuntados, me da igual que me da lo mismo. Creo que dos están juntos porque se quieren y quieren compartir muchos instantes de sus vidas, pero no necesariamente todos, por aquello de los diferentes gustos, hobbies y aficiones, que opino que vienen bien y son siempre enriquecedores. Por supuesto es maravilloso cuando el amor dura y se hace más grande con el paso del tiempo, pero lamentablemente no ocurre siempre así. Dime..., ¿por qué sigues con papá?
—¡Pues porque le quiero, hija! Me hace reír con sus ocurrencias a lo largo del día, es tierno conmigo, me abraza por las noches y sigue llamándome ‘peque’, me gusta conversar con él, es inteligente… Es, en definitiva, un compañero maravilloso. Es sólo... tal vez, que le echo de menos en ocasiones.
—Yo creo que si quieres a una persona, es lógico que quieras disfrutarla, pero no puedes atarla y reservarla en una jaula sólo para ti, has de dejar que vuele y sea feliz haciendo otras cosas aunque tú no participes en ellas. Y si amas de verdad, te hará feliz ver al otro feliz. ¡Qué posesivos somos, joder! El amor no es posesivo, mam. Se trata de tener confianza en ti y en el otro. Si lo pasa bien con otras personas no por ello te va a querer menos. Y, además, si a fuerza de tener ‘roces’ como tú dices, uno de los dos descubre que quiere algo más serio con esa otra persona, c’est la vie! Tal vez eso saque a la luz que la relación no era tan buena como parecía y se había tornado en rutina, costumbre y miedo a la soledad más que en amor. Ahora, ¡allá cada cual! Los hay que prefieren cerrar los ojos y ser medio felices.
—Creo que no valgo para hacer eso que dices, y tu padre tampoco. Nos hemos educado con otras ideas y tú lo ves todo muy hippie, hija, muy de ir con flores en el pelo y clamando por el amor libre y esas cosas, pero eso no encaja con nosotros.
—Jajajaja, mamá,... por favor, no lleves las cosas al extremo. Empecé diciéndote que salgas más, aunque papá no lo haga. Puedes hablar con él, decirle lo que te pasa, y atacarle por la noche en plan tigresa. Tal vez él esté también un poco aburrido y por eso se refugia en la lectura y el deporte, pero aun así, porque le conozco, creo que él saldrá muy de vez en cuando, justo como hace ahora, porque es más casero. Si tú necesitas hacerlo con más frecuencia o hasta apuntarte a clases de tai chi, hazlo. Y si estás temerosa, más me huelo que es porque tienes miedo de ti misma. Temes caer en los brazos de algún amigo de esos atractivos que tienes, y estando falta de sexo ¡ya ni te cuento!. Además, que te estoy hablando de salir por ahí. No te he dicho que eches un polvo y se te quitarán todos los males, ¿verdad?, te hablé de planes inocentes y normales... Si tú no lo ves con inocencia, y me estás mirando con esa cara, me da que es porque se te ha pasado alguien por la cabeza en alguna ocasión, por mucho que quieras a papá. Ya te dije que es lo normal. Somos humanos… —Se queda pensativa un rato, y prosigue: —Cuando he mencionado a Jaime antes,… ¡sonreíste!… Y, ahora que lo pienso…, —dijo enarcando una ceja—, Jaime veranea en Moraira…
—Hija,…, —se detiene unos segundos, como dudando entre seguir o callar—. Verás…, déjame contarte una historia…
Y el té se acabó, y la tarta, y casi las galletas con el segundo té que hicieron, pues la conversación siguió, siguió y siguió por dos horas más…