Deambulo
descalza por la casa, inundada por la luz del mediodía que entra a raudales por
las ventanas. Camino con toda mi conciencia. Las plantas de mis pies sienten la
superficie cálida de la madera a cada paso. Voy hacia la terraza y me detengo un instante para acariciar
las hojas de la Kentia con las yemas de mis dedos. Sigo avanzando y salgo afuera. El sol da
de lleno en los baldosines y cae sobre mi empeine cuando piso la terraza. El suelo quema. Muevo los dedos, alegrando la terraza con mis coloridas uñas. Hace calor, el sol resbala sobre mis hombros, lamiéndolos. Una leve brisa me hace levantar la vista hacia el cielo para sentirla en mi rostro y cuello mientras mueve suavemente mi
melena. Capturo el momento con los ojos cerrados, mientras escucho los trinos de los pájaros que gorjean a su antojo y a los niños que corren y ríen abajo en el patio.
Dejo la terraza y entro de nuevo a la agradable sombra del interior de la casa. Mi vestido de gasa deja intuir al trasluz las largas y delgadas piernas y unas braguitas azules. Soy de pronto muy consciente de mi cuerpo. Me siento un tanto excitada. Debe ser el calor, el olor a verano que impregna la casa.
Zen :) |
Voy a la cocina. Los trigueros siguen a fuego lento en la sartén, tan verdes y brillantes,
y oliendo tan bien... Aleteo mi nariz y los olores me inundan. Me llega el aroma de
la hierbabuena que tengo en la terraza. Huele a vida. Doy una vuelta a los trigueros, que ya casi están. Tú te acercas por detrás. No te oí llegar, tan absorta estaba en mi sentir el instante. Rodeas mi
cintura con el brazo derecho y tus dedos palpan mi piel, mientras dejas una copa de vino para mí sobre la encimera. Bajo
un poco el fuego hasta apagarlo y me giro despacio para tenerte frente a mí. Miro tus ojos negros que bailan ante mí, risueños. Tu beso sella
mis labios, jugoso, dulce, apasionado. Me transmite tu sabor y detecto notas de
vainilla y tal vez de castañas. Sabes rico. Quiero más.