Que es que me pasa cada cosaaaaa... Ays, estoy atolondrada a veces. Se lo acabo de contar a un amigo por e-mail, y me he dicho, voy a compartirlo con más gente, que hace días que tengo el blog desatendido.
La historia es que andaba canina de lectura, ya casi con el colmillo fuera. Tenía un par de libros aún por leer, pero me agobiaba ver que se me estaba acabando la munición. Y yo seguía leyendo, como hago cada noche, pero no veía el momento de escapar a la librería a por más. Pero el viernes pasado llegó el día, y me escapé a poner fin a tanta desazón.
En una libreta pequeña que llevo en el bolso, tengo anotados títulos de libros a comprar, porque luego llego a la librería y no atino a elegir. Anoto algunos que me recomiendan o de los que lees buenas críticas. Tenía anotado el de Brooklyn Follies, de Paul Auster, que me gusta mucho. Sin consultar mi chuleta (que seguía en el bolso), lo vi en inglés cuando curioseaba en la sección de libros-en-otros-idiomas. Lo cogí casi mecánicamente, sin darme cuenta, junto con otro título en inglés (que es que me tomo en serio eso de la práctica del idioma sajón). Me fui a la caja con ambos libros, toda contenta, y saqué mi libreta. Comienzo a recorrer los títulos anotados con mi apretada caligrafía y le empiezo a preguntar a la chica por algunos para añadir a la cesta, y al segundo NO de su parte, topan mis ojos con el de Brooklyn. Le pregunto por él. Me dice que SÍ, que ese sí lo tiene. Y... (¡que me aspen si sé porque mi cerebro desconecta de sus funciones en algunos momentos!)... le pregunto si lo tiene en inglés… ¿…? Dice que cree que sí, y vamos juntas a la zona de donde acababa de cogerlo yo. Vemos con sorpresa que no quedan, a pesar de que a ella le aparecía en el ordenador un ejemplar. Pero yo no me arredro, y ni corta ni perezosa le digo: "¿y en español?, ¿lo tienes en español?". Me dice que sí. Nos movemos de sección, lo buscamos, lo encontramos, lo cojo, y pago los tres libros en caja tan contenta.
La historia es que andaba canina de lectura, ya casi con el colmillo fuera. Tenía un par de libros aún por leer, pero me agobiaba ver que se me estaba acabando la munición. Y yo seguía leyendo, como hago cada noche, pero no veía el momento de escapar a la librería a por más. Pero el viernes pasado llegó el día, y me escapé a poner fin a tanta desazón.
En una libreta pequeña que llevo en el bolso, tengo anotados títulos de libros a comprar, porque luego llego a la librería y no atino a elegir. Anoto algunos que me recomiendan o de los que lees buenas críticas. Tenía anotado el de Brooklyn Follies, de Paul Auster, que me gusta mucho. Sin consultar mi chuleta (que seguía en el bolso), lo vi en inglés cuando curioseaba en la sección de libros-en-otros-idiomas. Lo cogí casi mecánicamente, sin darme cuenta, junto con otro título en inglés (que es que me tomo en serio eso de la práctica del idioma sajón). Me fui a la caja con ambos libros, toda contenta, y saqué mi libreta. Comienzo a recorrer los títulos anotados con mi apretada caligrafía y le empiezo a preguntar a la chica por algunos para añadir a la cesta, y al segundo NO de su parte, topan mis ojos con el de Brooklyn. Le pregunto por él. Me dice que SÍ, que ese sí lo tiene. Y... (¡que me aspen si sé porque mi cerebro desconecta de sus funciones en algunos momentos!)... le pregunto si lo tiene en inglés… ¿…? Dice que cree que sí, y vamos juntas a la zona de donde acababa de cogerlo yo. Vemos con sorpresa que no quedan, a pesar de que a ella le aparecía en el ordenador un ejemplar. Pero yo no me arredro, y ni corta ni perezosa le digo: "¿y en español?, ¿lo tienes en español?". Me dice que sí. Nos movemos de sección, lo buscamos, lo encontramos, lo cojo, y pago los tres libros en caja tan contenta.
Misión cumplida, pensaba yo. Qué liberación. Fue sólo al llegar a casa e ir a ponerles el nombre y fecha (cosa que no sé por qué siempre hago), cuando caí en la cuenta de mi absurda compra... ¡el mismo libro en dos idiomas! Pensaba quedarme los dos si no me dejaban cambiarlo, pero han sido muy amables y no me han puesto pegas en permitirme dejar uno y llevarme a cambio otros dos. Al final me quedé con la versión inglesa de Auster. Eso sí… los de la librería se deben estar carcajeando aún a mi costa.