jueves, 27 de agosto de 2009

Mamá... Que Ya Soy "Gande"

Andaba yo esta mañana en una reunión de trabajo con otros dos compañeros. Llevábamos horas encerrados (es un decir, porque la puerta del despacho la teníamos abierta), analizando documentos, a veces de lo más denso, y exprimiéndonos la materia gris que tanto le gustaba ejercitar a Poirot. Habíamos hecho sólo un coffee break de los cortitos, de esos en que aprovechas para hacer todo a la vez y terminas por sacar el café de la máquina y engullirte un bollito, al tiempo que haces un par de llamadas con el móvil (que cualquier día me tiro el café en la oreja y me bebo el móvil), y te pasas por el baño antes de volver a la reunión. Ya reanudada, hemos seguido al menos otra hora y nos hallábamos en el típico punto de desentendimiento, en que te suena a algún dialecto de un poblado de la China profunda lo que dicen los otros y no entiendes ni papa. Y, ¡momento mágico!, una compañera ha hecho su aparición por la puerta preguntando algo. En ese cruce de qué tal, todo bien, ah, pues me alegro, se me ha ocurrido decirle: "Anda, nenita, cuéntanos una anécdota de las de tu hija, que son muy graciosas" (tiene una gracia especial para contarlas), y así lo ha hecho. Ha sido como un bálsamo, porque además de oírse las risotadas desde fuera del despacho, creo que ha roto el maleficio que nos tenía hechizados y nos ha permitido completar el resto de puntos a tratar tan ricamente.

Sé que estas cosas por escrito nunca son lo mismo, pero no se me ha ocurrido grabarla para la posteridad, así que, cuento a continuación más o menos lo que ella dijo.



Carlota (de 2 años) y su mami:

Noooo, Carlota... las braguitas no, que vamos de viaje y a veces se te escapa el pipí. Ven que te ponga un pañal.

¡Mamá!, que soy "gande", dice poniendo morritos al tiempo que eleva una ceja muy seria, ya no soy un bebé. ¡Pañal no!

Tienes razón, tesoro. Pañal no, que eso es para bebés y tú ya eres grande. Ponemos braga-pañal, que es de grandes, ¿vale?

Sí, de "gandes"...

Pues como sabes dónde están y eres grande, ve y tráete uno, como una chica mayor.

¡Sí!. - Desaparece trotando por el pasillo feliz y contenta -.

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¿Lo encuentras, cielo? a voces desde la habitación—.

—¡Sí!, ya "etá". Y se empieza a oír la carrera de vuelta a la habitación—. ¡Lo encontré!

— ¡Jajaja, jaja, jajajaa...!, —se dobla de risa, sin poder contenerse, viendo cómo su hija entra corriendo y, alargando la mano, le acerca un... ¡¡¡salvaslip!!!—.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Mosquito Attack

... Sigue siendo verano, es innegable. Primero, porque estamos en agosto y en el hemisferio norte. Segundo, porque el calor que venimos padeciendo no es típico de invierno, por mucho que la climatología ande revuelta gracias a nuestros continuados ataques al planeta. Tercero,... ¡me han picado los mosquitos esta noche! He amanecido con unas bonitas picaduras en el brazo, de lo más decorativo. Lo bueno es que ni me enteré.




No puedo soportar cuando estás en tu camita, relajada o a veces ya casi frita, y lo oyes... ¡Pffffeeeeewwwww! (¿o suena mejor Ñññiiiiuuuuuuumm? Soy malísima para las onomatopeyas. Tomo nota mental de intentar averiguar por qué los chicos imitan los sonidos mejor que las chicas). ¡Ahí está!. Un bicho vuela bajo, rasante, derrapando en su trayectoria junto a mi oído... Mosquito detectado. Me saltan las alarmas. Es algo superior a mí. Que sé que no me va a comer, vaya. Que soy más fuerte, grande y temible que él. También lo sé. Pero es que ya soy incapaz de volver a dormir hasta que no haya conseguido acabar con él o echarlo de mi casa. El sólo hecho de pensar que, cuando esté en el mejor de mis sueños, ese pequeño individuo la emprenderá contra mí, es suficiente para despertarme del todo. Me da por pensar que tal vez elija mis párpados, para más inri, y me pongo nerviosa. Ya me veo con los ojos hinchados y repletos de picaduras. No queda otra que ir a la caza y captura. Y eso hago. Antes de nada, cierro puertas y ventana para aislarlo, y me aseguro de seguir oyéndolo o viéndolo por la habitación. Si no doy con él, a veces decido volver a abrir todo y contar con que se haya largado, a sabiendas de que puede estar agazapado, esperando un descuido. Pero es que si no lo veo, no lo veo, y abrir de nuevo para que entre el aire (si existe) es imprescindible con estos calores. Pero si lo encuentro y localizo, soy la loca que, armada con una toalla, camiseta o lo que pille, y mostrando los dientes cual salvaje, la lía a trapazos contra el enemigo cada vez que se para quieto, y ando subiendo y bajando de la cama, y correteando por la habitación. Normalmente tengo éxito en la misión, y eliminado el cadaver, abro todo y a dormir plácidamente, o lo que el calor y ruidos de aires acondicionados de los vecinos me permitan...