Andaba yo esta mañana en una reunión de trabajo con otros dos compañeros. Llevábamos horas encerrados (es un decir, porque la puerta del despacho la teníamos abierta), analizando documentos, a veces de lo más denso, y exprimiéndonos la materia gris que tanto le gustaba ejercitar a Poirot. Habíamos hecho sólo un coffee break de los cortitos, de esos en que aprovechas para hacer todo a la vez y terminas por sacar el café de la máquina y engullirte un bollito, al tiempo que haces un par de llamadas con el móvil (que cualquier día me tiro el café en la oreja y me bebo el móvil), y te pasas por el baño antes de volver a la reunión. Ya reanudada, hemos seguido al menos otra hora y nos hallábamos en el típico punto de desentendimiento, en que te suena a algún dialecto de un poblado de la China profunda lo que dicen los otros y no entiendes ni papa. Y, ¡momento mágico!, una compañera ha hecho su aparición por la puerta preguntando algo. En ese cruce de qué tal, todo bien, ah, pues me alegro, se me ha ocurrido decirle: "Anda, nenita, cuéntanos una anécdota de las de tu hija, que son muy graciosas" (tiene una gracia especial para contarlas), y así lo ha hecho. Ha sido como un bálsamo, porque además de oírse las risotadas desde fuera del despacho, creo que ha roto el maleficio que nos tenía hechizados y nos ha permitido completar el resto de puntos a tratar tan ricamente.
Sé que estas cosas por escrito nunca son lo mismo, pero no se me ha ocurrido grabarla para la posteridad, así que, cuento a continuación más o menos lo que ella dijo.
Sé que estas cosas por escrito nunca son lo mismo, pero no se me ha ocurrido grabarla para la posteridad, así que, cuento a continuación más o menos lo que ella dijo.
Carlota (de 2 años) y su mami:
—Noooo, Carlota... las braguitas no, que vamos de viaje y a veces se te escapa el pipí. Ven que te ponga un pañal.
—¡Mamá!, que soy "gande", —dice poniendo morritos al tiempo que eleva una ceja muy seria—, ya no soy un bebé. ¡Pañal no!
—Tienes razón, tesoro. Pañal no, que eso es para bebés y tú ya eres grande. Ponemos braga-pañal, que es de grandes, ¿vale?
—Sí, de "gandes"...
—Pues como sabes dónde están y eres grande, ve y tráete uno, como una chica mayor.
—¡Sí!. - Desaparece trotando por el pasillo feliz y contenta -.
—Noooo, Carlota... las braguitas no, que vamos de viaje y a veces se te escapa el pipí. Ven que te ponga un pañal.
—¡Mamá!, que soy "gande", —dice poniendo morritos al tiempo que eleva una ceja muy seria—, ya no soy un bebé. ¡Pañal no!
—Tienes razón, tesoro. Pañal no, que eso es para bebés y tú ya eres grande. Ponemos braga-pañal, que es de grandes, ¿vale?
—Sí, de "gandes"...
—Pues como sabes dónde están y eres grande, ve y tráete uno, como una chica mayor.
—¡Sí!. - Desaparece trotando por el pasillo feliz y contenta -.
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—¿Lo encuentras, cielo? —a voces desde la habitación—.
—¡Sí!, ya "etá". —Y se empieza a oír la carrera de vuelta a la habitación—. ¡Lo encontré!
— ¡Jajaja, jaja, jajajaa...!, —se dobla de risa, sin poder contenerse, viendo cómo su hija entra corriendo y, alargando la mano, le acerca un... ¡¡¡salvaslip!!!—.
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