El silencio reinaba en la habitación. La luz comenzaba a filtrarse por la pequeña brecha que había dejado abierta entre las cortinas, y flotaba, tímida, dando vida a los objetos que componían la estancia, redibujando sus perfiles y haciendo que cobraran vida de nuevo. Estaba amaneciendo.
Olivia se desperezaba lentamente, fatigada, aún ebria de sensaciones. Sus ojos cerrados. No se sabía despierta, no se sabía dormida. Despertaba durmiendo, dormía despertando. Vagaba entre imágenes incongruentes e imposibles, mezcla de planos irreales y reales, coloreados por un loco. Deambulaba por un mundo paralelo. En su mente persistían aún los retazos del último sueño, donde los sonidos reverberaban amortiguados, haciéndose metálicos o tornando en graves en su rebotar en los objetos, derramándose en su cabeza hasta desvanecerse. Era ese delicioso momento en que retienes las vivencias que has sentido como reales hace tan sólo... ¿segundos? Se acariciaba con suavidad, mimosa, dejándose llevar en ese duermevela, como si fuera una niña a la que hubiera que calmar con dulzura. Tenía la piel ardiendo, los labios entreabiertos, los pezones duros, los muslos húmedos,... y sonreía beatíficamente mientras se iba haciendo borrosa la última imagen de ella, la mujer del sueño, la diosa que la había poseído como nunca un hombre lo hizo, la mujer que la había transportado a un mundo mágico de placeres, una mujer sin nombre... ... Se oía la ducha...
Olivia se desperezaba lentamente, fatigada, aún ebria de sensaciones. Sus ojos cerrados. No se sabía despierta, no se sabía dormida. Despertaba durmiendo, dormía despertando. Vagaba entre imágenes incongruentes e imposibles, mezcla de planos irreales y reales, coloreados por un loco. Deambulaba por un mundo paralelo. En su mente persistían aún los retazos del último sueño, donde los sonidos reverberaban amortiguados, haciéndose metálicos o tornando en graves en su rebotar en los objetos, derramándose en su cabeza hasta desvanecerse. Era ese delicioso momento en que retienes las vivencias que has sentido como reales hace tan sólo... ¿segundos? Se acariciaba con suavidad, mimosa, dejándose llevar en ese duermevela, como si fuera una niña a la que hubiera que calmar con dulzura. Tenía la piel ardiendo, los labios entreabiertos, los pezones duros, los muslos húmedos,... y sonreía beatíficamente mientras se iba haciendo borrosa la última imagen de ella, la mujer del sueño, la diosa que la había poseído como nunca un hombre lo hizo, la mujer que la había transportado a un mundo mágico de placeres, una mujer sin nombre... ... Se oía la ducha...