viernes, 20 de mayo de 2011

Unexpected Passion

Casi por los pelos entró en el ascensor cuando las puertas habían empezado a cerrarse. No había hecho más que salir de casa para ir a cenar con amigos, y al llegar a su coche había descubierto que no llevaba las llaves. Las había dejado olvidadas en casa. ¡Qué fastidio! Le tocaba subir de nuevo. Si no hubiera cambiado de bolso en el último minuto ya estaría de camino al restaurante. Le tocaría ahora conducir con agilidad. Así, tan de bruces y acelerada como entraba, casi atropella a la única persona que había dentro. Era un chico, de unos 38 años, que no le resultaba familiar. Saludó con un "¡hola!", y desvió la mirada un poco turbada mientras pulsaba el botón del piso 23. Creía notar las mejillas ardiendo. Entre la carrera y el encontronazo inesperado con ese... ese... ¡Dios mío!, ¡era el tío más atractivo que veía en meses! Y lo tenía a escasos centímetros, encerrado en el ascensor con ella. "Paciencia, respira", —se dijo—, "que va a notar que te ha dejado chocada de verdad". Lo mismo con suerte era un nuevo vecino y podría alegrarse la vista de vez en cuando. Él parecía divertido con la situación. Debía de notar a simple vista que ella se sentía atraída, y la miraba con descaro, paseando la vista de arriba a abajo por su cuerpo, deteniéndose en el cuello, el escote, la cintura, las piernas... y volviendo a subir hacia su cara. El ascensor seguía su curso, pero era lento, y hoy lo parecía más que nunca. El otro piso marcado era el 25. Bajaría ella antes y podría por fin respirar y soltar ese rugido de hembra que se iba gestando dentro. Iban por el piso 9. Necesitaba mover el cuello, casi anquilosado de mirar en escorzo al panel que indicaba el piso con tal de evitar su mirada. Giró la cabeza y se encontró con sus ojos y una dulce sonrisa. Piso 13. Le flaqueaba el alma. Él, sin mediar palabra, levantó una mano con suma delicadeza, y le rozó apenas los labios, para retirar un mechón rebelde que se había colocado allí en el giro. Según ella entreabría los labios para emitir el gracias de rigor, él se acercó más y deslizó la manó por detrás de su cuello, atrayéndola hacia sí y besándola, suavemente primero, y con pasión desatada al instante, al ver que ella, tras la sorpresa inicial, se abandonaba y le respondía con igual avidez. El ascensor continuaba su lenta marcha hacia las alturas y ellos se recorrían con bocas y manos, sedientos de placer. Piso 18. Las prendas parecían competir por ver cuál de ellas era la primera en ser arrancada. ¡Cling! Piso 23. Se detuvieron jadeantes. Ella se separó suavemente para salir, y dio un paso hacia el descansillo de su planta sin soltar su mano. Él la miraba expectante.

—¿Cómo te llamas? —dijo ella.
 
—Alex —respondió él.

Anticipando en su mente lo que le dirían sus amigos si supieran el motivo del plantón y sabiéndose una irresponsable sin cura, le arrastró hacia fuera y le condujo hasta su puerta diciendo: "Alex, bienvenido a mi casa", al tiempo que abría la puerta y se cerraba la del ascensor.
...
...
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¡Cling!
Piso 25...

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