…el inicio de la historia lo puedes leer aquí
Se quedaron callados muchos minutos. Aia sollozando quedamente, Will ocultando sentimientos encontrados que mantenían una fiera lucha en su interior.
—Es muy tarde, Aia, estoy exhausto y creo que, esta noche, hasta tú necesitas descansar.
Separó lentamente sus brazos del cuerpo que había estado acunando en silencio. Le tomó la cara con las dos manos y contempló el óvalo perfecto de su rostro, su boca generosa y bien dibujada, su nariz recta y pequeña y, finalmente se detuvo en sus ojos, sus increíbles ojos de color pomelo. Le dio un dulce beso en la mejilla, se levantó y echó a andar camino a su habitación.
Will estaba destrozado. Dividido entre el amor que sentía por Aia y el veneno de los celos que empezaba a poseerlo. ¡Kurt! Un androide creado por él se había convertido en el obstáculo de su pasión por ella. Podría destruirlo, regalarlo, enviarlo a Ryan con sus padres para que dispusieran de él a su antojo... Echó de menos que no hubiera puertas como las que cerraban las estancias en el siglo pasado. Habría dado un gran portazo al entrar en su habitación, cuya puerta se deslizo con un beep invitándole a pasar no bien lo hubo detectado. Dio varias zancadas ya dentro, furioso, y barrió de un manotazo los objetos que había en su escritorio. Se llevaba las manos a la cabeza, llenando el aire de gritos sordos y muecas de lamentos desgarradores. Sentía el corazón encogido en su pecho. Su cabeza era un torbellino. Se sirvió un vaso de teenkay porque era lo más fuerte que pudo encontrar en su poco usado minibar, y se lo bebió de un trago. Se tumbó en la cama para intentar tranquilizarse, y acaso porque a veces el cuerpo es sabio y toma sus propias decisiones por nuestro bien, cayó en un sueño profundo casi al instante.
Transcurrieron varias horas cuando volvió a abrir los ojos. Aún era de noche. Notaba la boca reseca y tenía la sensación de haber tenido pesadillas, pero su mente estaba al tanto de la realidad de las últimas horas. Necesitaba salir y despejarse. Resuelto, se levantó y duchó, y se dirigió sin vacilar a su mini-nave. Despegó y empezó a alejarse de la superficie de Suinoi. A esa hora, cuando aún no había amanecido, lo que tenía ante sus ojos era soberbio. Las lunas parecían jugar y hacerse guiños, las estrellas llenaban el cielo y Moom City dormía ajena a ello. Tenía que tomar una decisión. Detuvo la nave a una distancia prudencial, suspendida en el firmamento, y empezó a enunciar los hechos que tenía ante sí, como si de un problema matemático se tratara.
A. Él amaba a Aia.
B. Aia amaba a Kurt.
C. Kurt era incapaz de amar por su condición de androide.
Si él destruía a Kurt o lo enviaba lejos, Aia sufriría, y tal vez para remediarlo, él se vería obligado a desinstalar todas las nuevas funcionalidades y dejar que volviera a ser su antigua ginoide, en cuyo caso, no sería necesario echar a Kurt, a quien tenía en gran estima, y todo volvería a ser como antes.
Si Aia llegaba a intuir su amor por ella y en consecuencia entrever su sufrimiento al no verse correspondido, sufriría también, e incluso podría entrar en conflicto con la 1ª Ley de la Robótica: "Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño". Podría tener consecuencias imprevisibles para ella.
Si modificaba a Aia para anular su amor por Kurt y plantar en cambio la semilla de un amor hacia él, iría en contra del puro principio del amor, que debe ser libre, sin sometimiento, sin obligación. Él quería ser amado por cómo era y lo que era, no quería un amor prediseñado.
Si decidía humanizar a Kurt...
Ideas de toda índole surcaban su mente y ésta barajaba múltiples escenas en el cielo, usado como una pizarra imaginaria e infinita. Cuando tuvo la certeza de que había considerado todas las opciones, con sus pros y sus contras, tomó una decisión y respiró tranquilo notando cómo el peso que había sentido sobre él empezaba a diluirse. Puso de nuevo rumbo a casa.
Estacionó la nave y entró. Estaba tranquilo y se sentía liberado ahora que sabía qué hacer, aunque le quedaba mucho trabajo por delante. Por el momento, necesitaba hablar con Aia, y sentía cierto cosquilleo y nerviosismo anticipando la conversación en su cabeza. Encendió su tablet y en la pantalla, la luz verde parpadeante indicó la posición de Aia dentro de la casa. Supo que estaba en el acuario y fue directo hacia allí.
Estaba en una espaciosa sala en la tripa de la casa-nave, rodeada de enormes ventanales a todo lo ancho y largo. En el centro se ubicaba el imponente acuario de 10m de largo y 60.000 litros. Aia esta parada frente a él, muy quieta, con una mano sobre el cristal. Parecía hablar con los peces y no había advertido la presencia de Will. Se acercó despacio y se situó detrás de ella, abrazándola por detrás.
—¿Estás mejor, Aia?
—Will, ¿es siempre así de doloroso?
—Pequeña, el amor es maravilloso cuando es correspondido. Cuando no,... no te voy a mentir... duele, y mucho, pero no hay que tomarlo como un rechazo. Simplemente amas o no, te aman o no. Si a quien amas no te corresponde, has de aprender a comprender y aceptar que ese amor no era para ti. Pero no hay que buscar culpables, porque no es culpa de nadie, ni de ti, ni del otro. El amor, el de verdad, ha de ser libre, sincero y no pedir nada a cambio, y si odias al otro por no amarte o pretendes forzar que te amen, es que realmente no amas.
—Ya.
—Antes no podías amar ni sentir, Aia. Ahora, tal vez no exactamente como un humano, pero de alguna forma amas y sientes. Piénsalo bien antes de responder y dime: ¿quieres ser como eras o quieres seguir así?
—Ya lo tengo pensado, no he hecho otra cosa en las últimas horas. Desde anoche he analizado todo lo que he encontrado sobre el amor en mi banco de datos. Las grandes pasiones e historias de amor, con su parte deliciosa y su parte amarga... Y,... a pesar de este momento que estoy viviendo ahora, sé que prefiero ser así. Supongo que habré de aprender a redirigir mis sentimientos cuando no sean correspondidos.
—¡Genial! Me alegra oír eso, aunque eso que dices no es fácil. Tal vez para ti lo sea algo más, por cómo he diseñado tu software, pero para un humano resulta más difícil, mas no imposible. De todas formas...
Se detuvo. Lo había meditado suspendido entre las estrellas y era el momento de materializarlo en palabras. Desvió la vista momentáneamente hacia los peces del acuario, como para reunir fuerzas y alejar todo atisbo de duda en su decisión.
—¿Si? —dijo Aia.
—Pues, verás, le he dado muchas vueltas y llegué a una conclusión, que se ve reforzada por lo que acabas de decirme. No quiero que sufras, Aia —hablaba muy despacio, sopesando cada palabra—. Te quiero... mucho... —hizo una pausa, porque se le quebraba la voz—. Me parte el corazón verte triste, y me siento responsable de ello, pues fui yo quien te permitió sentir. Por ello, he de brindarte al menos una oportunidad de ser feliz.
—No me debes nada y no has de sentirte culpable. Aprenderé a superarlo. Te estoy infinitamente agradecida por haberme creado así, y si puedo...
—Shhhh —la interrumpió Will poniéndole un dedo en los labios—. Déjame acabar... He decidido... hacer la misma operación con Kurt y...
—Aahhh —exclamó Aia sin poder evitarlo al oír la noticia. Se le iluminaron los ojos, tristes hasta ese momento, y miraba a Will muy atenta, con los sensuales labios entreabiertos y conteniendo la respiración, ansiosa de escuchar más.
¡Estaba tan linda! Realmente estaba enamorada. Por muchas mediciones y complicados informes que analizara, Will no podía saber qué sentía exactamente Aia, y si era en algún modo comparable con lo que sentía él por ella. Habría deseado besar esos labios que él había dibujado, abrazarla y hacerle el amor toda la noche... Detuvo su línea de pensamiento de inmediato. De seguir por ahí tal vez cambiaría de idea y quería demasiado a Aia como para hacerle infeliz.
—Decía, señorita enamorada, que he decidido que Kurt pase por el mismo proceso. Realmente ya he estado trabajando en todo lo que necesito para la operación en un androide que, como comprenderás, en algunos aspectos es... ligeramente diferente a la tuya.
Pudo comprobar, orgulloso de su logro, cómo Aia se sonrojaba, y esta vez no podía deberse a unas luces reflejadas en su rostro.
—¡Jajaja! Eres adorable, Aia. ¡Te has sonrojado! —le dijo, y juraría que el color subió de nuevo unos tonos—. En fin, puedo empezar mañana mismo con los preparativos. Pero he de ser sincero contigo. No quiero que te hagas ilusiones, pues el que Kurt pase por lo mismo, no garantiza que se enamore de ti. Ahora no te rechaza, simplemente está incapacitado para amar. Después... ¿quién sabe? Puede que se enamore de ti o de otro. La verdad, no quiero ni pensar en las posibilidades. Imagina qué pasaría si se enamora de mí, jajaja... Y, Aia, además has de estar preparada por si...
Aia no le dejó acabar, pues se abrazó a él en un gesto lleno de amor. Lo rodeó con sus brazos, riendo como una niña. Lo apretaba acurrucada en su pecho, y cuando separó un poco su rostro y tuvo el de él frente a frente, le dio un beso en los labios. Sus bocas se unieron en perfecta sincronía, y el beso dulce y tierno al principio, dio paso a un juego de lenguas que exploraban la boca del otro y de labios que se reencontraban como si hubieran sido parte del mismo todo. Will se detuvo, separándola un poco.
—Aia... ¿qué est...?
Fue ella esta vez la que le puso un dedo en los labios y le dijo:
—Will... si como científico quieres investigar los resultados de esta operación en un androide, hazlo, y si quieres elegir a Kurt, perfecto,... pero no lo hagas por mí.
—No entiendo... Tú...
—Yo, doctorcito mío, ya tengo a mi hombre... —y sonriendo ante la cara de puzzle de él, añadió: —Will..., ese hombre… ¡eres tú! Estoy enamorada de ti. Creo que siempre lo he estado, pero antes de la operación no lo sabía. Desde que puedo sentir, ha sido como encontrar una nueva frecuencia dentro de mí, y vibra contigo, amor. Sé que te engañé, y lo siento, lamento muchísimo que hayas sufrido por unas horas, pero necesitaba saber que lo que tú sentías era amor, y sé que lo es, del bueno, del verdadero. Estabas dispuesto a perderme por verme feliz, aunque fuera con otro. Has descartado eliminar mis mejoras o forzar mi amor por ti, y hallaste una posibilidad de darme una opción con Kurt y, sobre todo, has intentado por todos los medios que no intuyera tu amor por mí, para no ponerme en peligro al chocar con las leyes de la Robótica… Ahora sé que estás enamorado... Para mí es evidente, todos mis sensores lo captan.
—Aia... —Will no sabía qué decir. Se sentía engañado, y al mismo tiempo feliz, pues ello daba la vuelta a todo. Eso sí que era una sorpresa, la mejor de las sorpresas.
—Hum... deduzco que ahora viene la parte en que me regañas... ¿Me equivoco? —dijo Aia abrazándose más a él.
—Pues sí, te equivocas, listilla. Lo he pasado muy mal, no lo puedo negar. Creí volverme loco. Y lo que no entiendo es en qué momento me he despistado y he incluido esas dotes de actriz en tu software, o tal vez son armas de ginoide, al más puro estilo de las armas de mujer. Ya hablaremos más despacio de todo ello, pero ahora… mentiría si dijera otra cosa. Sólo puedo pensar en llevarte a mi habitación y hacerte el amor como a una mujer de verdad.
Volvieron a unir sus labios y fundir sus bocas. Si hubieran estado atentos a los sensores de la sala, habrían observado un aumento claro de la temperatura, pero estaban muy ocupados descubriéndose el uno al otro. Will la llevó abrazada a su habitación, e hicieron el amor una y mil veces, adaptándose el uno al otro y dando rienda a la pasión contenida por tanto tiempo, descubriéndose por fin uno ante el otro sin máscaras.
Will, de lado y apoyado sobre un codo la contemplaba a su lado. Ella reposaba, con el largo cabello azabache diseminado por la almohada y los ojos entrecerrados como si durmiera, aunque ambos sabían que no lo necesitaba.
—¿Te he dicho que te quiero? —le dijo Will.
Ella abrió los ojos y se volvió hacia él, recibiendo como premio un beso.
—Varias veces en las últimas horas, mi amor —le dijo.
—¡Vaya! Creo que lo he mantenido encerrado dentro de mí tanto tiempo que me parecen pocas las veces que lo confiese y ahora me recreo en cada palabra cuando lo expreso abiertamente. Ha sido mi sueño desde que inicié los cambios sobre ti, pero sabía que no habría garantías. En el amor nunca las hay. Por ello estaba dispuesto a intervenir a Kurt. Y aun así supongo que lo haré, pero antes he de incluir nuevos cambios, y el principal, será el de permitir que se dispare un inhibidor del amor hacia alguien cuando se detecte que no eres correspondido. Si puedes evitar sufrimiento, ¿por qué no hacerlo?
—Creo que es una idea excelente, Will. Poder sentir la magia del amor, vivirlo, y sólo hacerlo desaparecer cuando no es mutuo... —Se quedó pensativa un momento—. Pero dime…, —prosiguió—, si yo hubiera amado a Kurt de verdad, ¿quién habría inhibido tu amor por mí para evitarte sufrir?
—Nadie, Aia. Los humanos no somos tan fácilmente reprogramables. Habría tenido que aprender a vivir con ello. No habría dejado de quererte, pero el verte feliz con Kurt me haría feliz, y tal vez encontrara otras formas de ver mi amor correspondido, o de enamorarme de nuevo. Sólo te habría pedido una cosa…, y ahora tiene más sentido aún que lo haga.
—¿Qué es? —preguntó Aia curiosa.
—¿Te gustaría ser la primera ginoide en en dar a luz a un niño..., a nuestro hijo? Si mis investigaciones siguen por el camino que van, dentro de muy poco será posible.
—¡¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiii!!! ¡Ahora entiendo todo! ¡De eso trataba tu presentación en el congreso! ¡Me ocultaste los motivos! —intentaba poner cara de enfadada, pero la idea le gustaba tanto que no le salía y resplandecía feliz.
—Al irse mis padres, no he podido ser el tío Will y malcriar al sobrino que tal vez tenga, y pasé la infancia con la nariz tan metida en libros, números y fórmulas que, aunque miraba por el rabillo del ojo a los otros niños, me perdí todos los juegos que ideaban y disfrutaban. Me muero de ganas de jugar a batallas galácticas, al lasertag, a luchas con robots, a echar carreras con mini-naves... —decía Will con la mirada brillante y perdida probablemente en otra época.
—En ese caso..., —le interrumpió mimosa, acercando su cuerpo desnudo y perfecto al de él hasta situarse encima, besando sus labios y susurrándole al oído—, creo que tenemos mucho trabajo por delante...
—Aia..., —replicó Will confundido aunque encantado con la propuesta—, no funciona así en este caso,... no te puedes quedar embarazada...
—Will..., tú me has enseñado que es posible todo lo que puedas imaginar... Y estamos juntos... Déjate llevar...
Sensacional!
ResponderEliminarSi me gustó la primera parte... la segunda ha estado a la altura.
Eres una fabulosa aprendiz de Susan Calvin
Un abrazo enorme
Gracias a ti, por leerlo, comentarlo y ayudarme con mis dudas acerca del final :)
ResponderEliminarualaaa!!! que chuloooo!!! me ha gustado mucho!! :D
ResponderEliminarunbeso!!
¡Contigo da gusto, Mª Jesús! :)))
ResponderEliminar¡¡¡Besos!!!