Con todos los sentidos alerta, se deslizó fuera de la cama, sigilosa como una gata. Se vistió a oscuras, poniéndose en silencio las prendas que descansaban en la banqueta. Salió descalza y de puntillas de la habitación, llevando en su mano los zapatos de robar vidas, que se puso antes de coger su bolso y salir, con sumo cuidado de no hacer ruido al cerrar la puerta de la casa.
Deambuló por la ciudad el resto de la noche, aprovechando que esos zapatos le daban la magia necesaria para atisbar lo que a simple vista no se ve, para poder colarse en las casas y situarse a los pies de la cama de la persona elegida, concentrarse en ella durante la fase del sueño, y de ese modo ver su verdadera vida en imágenes. Había salido justo a eso, a recorrer el escaparate de vidas deseadas y poder elegir una que sustituyera a la suya. Así, en la noche, como una espía, fue acercándose a los sueños y realidades de aquellas mujeres a quienes consideraba afortunadas y felices, al menos a juzgar por lo que proyectaban.
Vio a esa mujer de armas tomar que trabajaba en el bufete de abogados. Era una diva que derrochaba éxito y perfume a partes iguales allá por donde pisaba y que, en el fondo, no era sino una pobre desgraciada que vivía sola, arrinconada en el sofá de cuero beige de su espacioso y caro salón, sin hacer otra cosa que lamentarse por su soledad, ganada a pulso por su forma de tratar a la gente, a la que usaba solo para sus fines y conveniencia.
Curioseó en los entresijos de la vida de esa otra chica del gimnasio, la que iba para top model o eso creía ella, rodeada siempre de hombres alabando su belleza y riéndole las gracias. ¡Pobre! También descubrió en ella la infelicidad, la dureza de una vida dominada por la báscula y por el espejo, que la hacían sentirse culpable por haber tomado para cenar una hoja de lechuga de más.
Descubrió que Marina, su vecina, la que parecía tener una vida perfecta con su marido y sus gemelos, se retorcía de celos cada día, dejando que su inseguridad creciera, y veía una posible amenaza cada vez que su marido mencionaba el nombre de una compañera de trabajo. Ello le había hecho ponerle los cuernos en repetidas ocasiones, como venganza, sin siquiera estar segura de que el bueno de su marido hubiera hecho lo mismo, pero aun así, con ello, no había calmado su creciente infelicidad.
Y así, una tras otra, desde su jefa a la encantadora novia de su amigo Jorge, fue visitando por unos minutos a aquellas mujeres a las que en algún momento había conocido, y habían dejado en ella la impronta de una mujer fracasada, algo debido tan solo al ejercicio que ella misma había ejecutado mentalmente al comparar ciertos instantes de su anodina vida con la aparente perfección y felicidad que parecían abundar en las de ellas.
Tras su recorrido, decidió, aún sorprendida de descubrir lo equivocada que había estado, que la gran mayoría de ellas eran un asco de vida, y que el resto no se diferenciaban tanto de la suya. Comprendió de pronto que, de hecho, prefería mil veces su vida, en la que detectaba ahora matices que había ido olvidando e ignorando. Tenía una familia maravillosa a la que adoraba, una pareja que la quería y con la que compartía innumerables momentos especiales, amigos de los buenos, un trabajo que le permitía desarrollar su creatividad... ¿Por qué había ignorado todo eso?, se preguntaba. Mucho se temía que de un tiempo a esta parte se había dejado llevar por lo que veía en algunas películas, y había obviado el hecho de que son solo ficción, y que, cuando aparece el The End, nos quedamos sin ver lo que viene después, tal vez no tan idílico, ya que al final siempre aparece algo de rutina, y alguna que otra discusión en esa pareja, por muy de cine que sea. Se había dejado tentar, añorante, por los recuerdos de ese maravilloso inicio de toda relación, en que, precisamente por no conocer del todo al otro, vivimos el momento de forma mágica, magnificando las sensaciones que nos recorren. Incluso había acariciado en sueños la idea de tener una aventura por revivir esos instantes. Pero por fin, su viaje nocturno le había abierto los ojos, su vida estaba bastante bien sin necesidad de compararla con ninguna otra. El paseo había logrado que viera la escena desde fuera y valorara todo lo positivo que estaba dejando de lado.
Pronto amanecería, y sintió de repente una urgencia por volver a su casa, por meterse de nuevo en su cama y abrazar a Lucas, por hacerle el amor con desatada pasión. Se sentía más viva y despierta que nunca. Dirigió los pasos de sus zapatos mágicos rumbo al hogar y, silenciosa como había salido unas horas antes, se paró ante la puerta de su casa, se descalzó y abrió con infinito cuidado. Anduvo de nuevo de puntillas, desnudándose por el pasillo a medida que se acercaba a la habitación. Entró en silencio y dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad mientras se metía en la cama, alargando sus manos hacia Lucas. Pero allí no había nadie. La cama estaba vacía. Encendió la luz, asustada, y de un salto corrió a mirar en el resto de la casa. No había nadie más que ella. No entendía dónde podía estar. No había nota que explicara nada, ni llamadas en su móvil.
Se sentó en la cama, intranquila y confundida, ocultando la cara entre sus manos, intentando pensar, sin entender. Pero tímidamente una idea oscura surcó su mente. Se levantó y se giró hacia el armario de Lucas y lo abrió. Allí, en las barras de la parte baja del armario, perfectamente limpios y alineados, estaban sus pares de zapatos. Todos menos uno. Descubrió horrorizada que faltaban sus zapatos de robar vidas.
Deambuló por la ciudad el resto de la noche, aprovechando que esos zapatos le daban la magia necesaria para atisbar lo que a simple vista no se ve, para poder colarse en las casas y situarse a los pies de la cama de la persona elegida, concentrarse en ella durante la fase del sueño, y de ese modo ver su verdadera vida en imágenes. Había salido justo a eso, a recorrer el escaparate de vidas deseadas y poder elegir una que sustituyera a la suya. Así, en la noche, como una espía, fue acercándose a los sueños y realidades de aquellas mujeres a quienes consideraba afortunadas y felices, al menos a juzgar por lo que proyectaban.
Vio a esa mujer de armas tomar que trabajaba en el bufete de abogados. Era una diva que derrochaba éxito y perfume a partes iguales allá por donde pisaba y que, en el fondo, no era sino una pobre desgraciada que vivía sola, arrinconada en el sofá de cuero beige de su espacioso y caro salón, sin hacer otra cosa que lamentarse por su soledad, ganada a pulso por su forma de tratar a la gente, a la que usaba solo para sus fines y conveniencia.
Curioseó en los entresijos de la vida de esa otra chica del gimnasio, la que iba para top model o eso creía ella, rodeada siempre de hombres alabando su belleza y riéndole las gracias. ¡Pobre! También descubrió en ella la infelicidad, la dureza de una vida dominada por la báscula y por el espejo, que la hacían sentirse culpable por haber tomado para cenar una hoja de lechuga de más.
Magic Shoes, by Aleksandra Nowak |
Descubrió que Marina, su vecina, la que parecía tener una vida perfecta con su marido y sus gemelos, se retorcía de celos cada día, dejando que su inseguridad creciera, y veía una posible amenaza cada vez que su marido mencionaba el nombre de una compañera de trabajo. Ello le había hecho ponerle los cuernos en repetidas ocasiones, como venganza, sin siquiera estar segura de que el bueno de su marido hubiera hecho lo mismo, pero aun así, con ello, no había calmado su creciente infelicidad.
Y así, una tras otra, desde su jefa a la encantadora novia de su amigo Jorge, fue visitando por unos minutos a aquellas mujeres a las que en algún momento había conocido, y habían dejado en ella la impronta de una mujer fracasada, algo debido tan solo al ejercicio que ella misma había ejecutado mentalmente al comparar ciertos instantes de su anodina vida con la aparente perfección y felicidad que parecían abundar en las de ellas.
Tras su recorrido, decidió, aún sorprendida de descubrir lo equivocada que había estado, que la gran mayoría de ellas eran un asco de vida, y que el resto no se diferenciaban tanto de la suya. Comprendió de pronto que, de hecho, prefería mil veces su vida, en la que detectaba ahora matices que había ido olvidando e ignorando. Tenía una familia maravillosa a la que adoraba, una pareja que la quería y con la que compartía innumerables momentos especiales, amigos de los buenos, un trabajo que le permitía desarrollar su creatividad... ¿Por qué había ignorado todo eso?, se preguntaba. Mucho se temía que de un tiempo a esta parte se había dejado llevar por lo que veía en algunas películas, y había obviado el hecho de que son solo ficción, y que, cuando aparece el The End, nos quedamos sin ver lo que viene después, tal vez no tan idílico, ya que al final siempre aparece algo de rutina, y alguna que otra discusión en esa pareja, por muy de cine que sea. Se había dejado tentar, añorante, por los recuerdos de ese maravilloso inicio de toda relación, en que, precisamente por no conocer del todo al otro, vivimos el momento de forma mágica, magnificando las sensaciones que nos recorren. Incluso había acariciado en sueños la idea de tener una aventura por revivir esos instantes. Pero por fin, su viaje nocturno le había abierto los ojos, su vida estaba bastante bien sin necesidad de compararla con ninguna otra. El paseo había logrado que viera la escena desde fuera y valorara todo lo positivo que estaba dejando de lado.
Pronto amanecería, y sintió de repente una urgencia por volver a su casa, por meterse de nuevo en su cama y abrazar a Lucas, por hacerle el amor con desatada pasión. Se sentía más viva y despierta que nunca. Dirigió los pasos de sus zapatos mágicos rumbo al hogar y, silenciosa como había salido unas horas antes, se paró ante la puerta de su casa, se descalzó y abrió con infinito cuidado. Anduvo de nuevo de puntillas, desnudándose por el pasillo a medida que se acercaba a la habitación. Entró en silencio y dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad mientras se metía en la cama, alargando sus manos hacia Lucas. Pero allí no había nadie. La cama estaba vacía. Encendió la luz, asustada, y de un salto corrió a mirar en el resto de la casa. No había nadie más que ella. No entendía dónde podía estar. No había nota que explicara nada, ni llamadas en su móvil.
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Qué buena eres Moona!!! Qué historia!! Qué lección nos das. Es un tema muy común dudar de las relaciones cuando son largas sin pararse a pensar que cada fase trae algo nuevo y bueno, que lo importante es seguir enamorándose cada día, que la emoción del principio pasa y tú lo has mostrado muy muy bien en tu historia. Felicidades por ese talento que tienes!!
ResponderEliminarUn abrazo lento
Tegala, ¡me sacas los colores!
EliminarCreo que nos estamos volviendo un poco inconformistas y desagradecidos y no valoramos lo que tenemos, especialmente porque lo comparamos con lo que tienen otros. Tendríamos que despertarnos unos a otros de la tontuna con un chascar de dedos a tiempo :)
Aunque tengo pocos días grises, cuando amanezca un poco floja de ánimo, voy a releer los comentarios que me vais dejando, como este tuyo, maravilloso, capaz de alegrar a cualquiera.
¡Muchos besos, linda! :*
Ya tenía ganas de leerte de nuevo. Disfruto con cada uno de tus relatos.
ResponderEliminarQue equivocados estamos al ir comparando. Es importante ir almacenando esos pequeños detalles, a veces, insignificantes que forjan y forman una relación (del tipo que sea) que la hacen única y especial. Valorar hasta lo menos bueno.
Gracias por tu don compartido. Beso enorme!!
¡Ay, mi dulce Evita! El calor derrite las neuronas, creativas o no :)
EliminarCreo que hay que ser sincero con uno mismo y valorar lo que se tiene, sin comparar, sino valorarlo en su propia esencia. Si no es bueno, mejor cambiarlo, pero si sí lo es, dejarse de tonterías y cuidarlo cada día.
Mil gracias a ti por leerlo y dejarme tu huella :***
Fantástico relato Moona!! Me ha gustado muchisimo. Artista!
ResponderEliminar¡Me alegro, viajera incansable! :)
EliminarReparte besos, que te mando muuuuchos :*
Sensacional! Realmente mágico este relato, con un final magnífico, de los que me gustan a mi, con una bofetada argumental que sorprende y te da que pensar...
ResponderEliminarFelicidades ;)
Mil gracias. Definitivamente tengo los mejores lectores del mundo. Me dejas feliz de saber que te gustó. Voy a brincar por ahí para celebrarlo, cual cabra locuela.
Eliminar¡Besos! :)