Pasaban por sus manos muchas cabezas cada día. De mujeres, principalmente, pero también de hombres, niños y niñas. La diversidad era enorme. Cabellos rubios, morenos, pelicanos, castaños y pelirrojos, naturales y teñidos, lisos y rizados, largos y cortos. Lavaba y peinaba cabezas de estudiantes, de profesores, de amas de casa, de abogados estirados, de humildes panaderos, de mozos de hotel, de políticos, de aficionados al fútbol, de lectores de prensa rosa, de pilotos, de intelectuales sesudos, de deportistas, de jubilados, de banqueros, de chonis, de pijas, de curas...
Mandy les dejaba hablar. No sabía si era cosa del sillón tan cómodo donde les colocaba, dispuesta a dejar que sus mágicas manos iniciaran el contacto, o si se trataba de algún ingrediente del champú lo que les afectaba de tal modo, pero el caso es que todos, sin excepción, a medida que les masajeaba y frotaba la cabeza, se confesaban ante ella como si hablaran consigo mismos, y de sus bocas brotaba todo aquello en lo que creían, lo que les motivaba o preocupaba, sus convicciones, sus miedos. Ella escuchaba, asentía, reía, hacía preguntas precisas al hilo de la conversación, y para cuando el agua corría abundantemente aclarando esas cabezas, ella tenía una opinión bastante formada. Ya sabía dónde estaban los problemas, qué convenía dejar como estaba y qué no, qué clamaba por una abrupta eliminación para evitar que causara males mayores y qué convenía incentivar y promover para mejorar el mundo. Sí. Mejorar el mundo, ese era su propósito. Mandy no sabía desde cuándo había comenzado, ni desde luego a qué podía deberse, pero cierto día descubrió su "poder".
Al principio fantaseaba, como siempre, y según cortaba un mechón, daba baño de color o domaba una onda rebelde a golpe de secador, su mente se concentraba y, sin dejar entrever nada, imaginaba estar realizando cambios en las ideas que poblaban esa cabeza parlante, ideas erróneas desde su punto de vista, que convenía modificar cuanto antes. A medida que cada uno de sus clientes iba regresando al cabo de la semana o del mes e iniciaban la charla, ella empezó a darse cuenta de que algo en ellos era diferente, como cuando se rebana el trozo pocho de una fruta. La pija que abusaba de la polaca que tenía por interna, tenía menos aires de superioridad; el empresario que pagaba en negro había ido regularizando a su plantilla y se había convertido en alguien honrado; el presuntuoso que apoyaba con vehemencia toda decisión de su partido, ahora parecía pensar por sí mismo y le notaba más propenso al diálogo y a ver puntos de vista diferentes. Todo ello empezó desde el momento en que se afanó, tijera o secador en mano, en eliminar mentalmente todas esas tontunas que escuchaba mientras recortaba una nuca o alisaba una melena. ¿Era ella la responsable de esos cambios que observaba? Mandy tenía los pies muy en la tierra, y al principio pensó que era casualidad, claro, ¿qué otra cosa podía ser? Pero al ir comprobando que todos, en mayor o menor medida, habían cambiado realmente, empezó a sospechar que tal vez no fuera algo casual, más bien causal, y sospechaba que, justamente ella, era la artífice del cambio.
Alzó la vista al ver entrar a uno de sus nuevos clientes y le sonrió, enigmática, al tiempo que le acompañaba al sillón de lavado y le colocaba la capa de corte:
—Buenos días, Sr. Rajoy. ¿Qué va a ser? ¿Lavar y cortar?
Es muy difícil opinar cuando se trata de cuestiones en las que la política está en juego y, lo pero, pertenecen a otro país, así que dejo el guiño final y me centro en lo literario: muy bien llevado y engancha, sin dudas.
ResponderEliminarUn beso.
HD
Todo un lujo contar con un comentario tuyo, Humberto. Muchas gracias por asomar por aquí.
Eliminar¡Un beso! :)
Moona, como siempre, sorprendente, fantástica...qué decir!! Qué sigas escribiendo, que me encanta leerte...todos tenemos ideas en nuestra cabeza que hay que cambiar y ojalá alguien con la cabeza bien "amueblada" nos permitiera ver el error...y mejor si es mientras nos hace un favorecedor cambio de look!!!
ResponderEliminarUn abrazo lento y cálido
Tegala, mil gracias por pasar por aquí. Confieso que hacer entrar a Mariano en la pelu fue idea de último momento, pero sí, por una parte estaría bien, aunque me viene a la cabeza eso de "who watches the watchmen?", y entonces creo que necesitaríamos una peluquera para Mandy :)
Eliminar¡Un beso!
¿dónde está esa peluquera? porque quiero conocerla!!!! jajaja el final ha sido mortal, muy grande!!! ójala cambiásemos nuestros defectos con una sesión de peluquería jaja
ResponderEliminarun abrazo guapa!!!
¡Jajaja!, ¿y le dejarías hacer? Yo no sé si me fiaría :)
EliminarUn beso
que va, era una forma de hablar, me gusto tal y como soy :)
ResponderEliminarun beso!!