No le apetecía nada, pero estaba indefenso ante el pertinaz Lucas, no solo porque
fuera un gigante, sino porque era su mejor amigo, y finalmente decidió
no malgastar la energía en batallas perdidas. Iría a la fiesta de máscaras, y
lo haría por Lucas, pero no tenía intención de quedarse mucho.
—¿De dónde saco yo vestimenta para algo así? ¡Es este sábado! —murmuraba Adrián mientras rebuscaba en el armario.
Su
insistente negativa a ir se debía a la reciente ruptura con Alba. Desde que la conoció y durante casi un año,
habían sido inseparables y felices hasta que, hacía tres meses, había surgido
otra persona que sumió a Alba en un mar de dudas, y planteó dejar la relación. Él decidió
que era el fin, que no iba a quedar en el banquillo, esperando por si
el nuevo jugador era expulsado y él volvía a entrar en el juego. Fue como un
mazazo y aún la quería. Lo sentía aún reciente y no le apetecía nada hacer
sociedad.
Tras algunas
llamadas a amigos consiguió ropa elegante, de corte
medieval y una preciosa máscara forrada en raso negro con una particular
forma de nariz puntiaguda que, junto a la abertura oblicua para los ojos, le hacía
parecer otro. Completado con su melena, el conjunto quedaría redondo.
Y
llegó el sábado. Adrián salió de la ducha y se secó enérgicamente. Se afeitó y se
arregló un poco las patillas. Entró en la habitación, donde las prendas,
dispuestas sobre la cama, esperaban a cobrar vida. Se vistió, ajustó bien los
blancos puños de vuelo, que asomaban por la manga de la levita morada, y se
puso un vistoso pañuelo color mostaza en el bolsillo superior. Se colocó la máscara.
¡Listo! Estaba impactante. Sonrió satisfecho a la imagen que le devolvía el espejo.
Llegaron
ya empezada la fiesta. No querían ser de los primeros
y, cuando aparecieron, el inmenso salón ya bullía de conversaciones, risas y movimiento.
El anfitrión no había reparado en gastos, su fortuna se lo permitía. Los
camareros pasaban bandejas con exquisitos canapés y excelentes vinos. El
champán soltaba las lenguas y quebraba posturas. Tras un rato, Adrián, despistado por Lucas, se
encontraba solo, pero relajado y disfrutando. Divisó a unos metros a una sugerente pelirroja vestida de verde, que en ese momento apuraba su copa. Sin dudarlo, tomó de la bandeja que pasaba dos
copas al vuelo y se acercó a ella.
—¿Más champán?
—dijo tendiéndole una.
—¡Claro!
Pero brindá conmigo —aceptó ella con una sonrisa y marcado acento argentino.
Venetian Masque by Ariadna Pinyana |
Iniciaron una charla, superficial al principio, algo más personal después. Las máscaras ocultaban sus rostros, pero la boca de ella, siempre sonriente, enmarcada por la impresionante melena, le tenía rendido. Solo pensaba en besarla. Bailaron, bebieron, rieron... Adrián se había quitado la máscara, incapaz de soportarla por más tiempo, pero Selena aún la conservaba y su rostro era un misterio.
Iniciaron una charla, superficial al principio, algo más personal después. Las máscaras ocultaban sus rostros, pero la boca de ella, siempre sonriente, enmarcada por la impresionante melena, le tenía rendido. Solo pensaba en besarla. Bailaron, bebieron, rieron... Adrián se había quitado la máscara, incapaz de soportarla por más tiempo, pero Selena aún la conservaba y su rostro era un misterio.
El
tiempo había pasado volando y en contra de las intenciones iniciales de Adrián,
la cosa se había alargado y fuera del palacete pronto amanecería. Selena era
encantadora. En un arrebato, Adrián propuso salir a ver amanecer sobre el mar,
y al poco, descalzos los dos, pisaban la fina arena de la playa, aún fría a
esas horas. Caminaron un rato, sin dejar de conversar, y se sentaron a ver despuntar el día
junto al espigón, al resguardo de miradas curiosas.
—¿Puedo
ver tu rostro ahora? —preguntó Adrián dulcemente.
Selena se llevó las manos a la cabeza con delicadeza y, despacio, se retiró la máscara. Adrián quedó mudo al ver ante sus ojos a una desconocida Alba, pelirroja y diferente. Unido al acento argentino, era normal que no la hubiera reconocido. Ahora se sentía como un perfecto imbécil y sin dudarlo, se levantó para irse, pero ella lo detuvo agarrando su mano.
—Adrián, por favor —ya sin falsear su voz—, escúchame.
Le explicó que realmente no hubo nada serio con el otro chico, ni con nadie, pero conociéndole, sabía que no podría llamar a su puerta sin más diciendo que todo había sido un error. Así pues, acudió a Lucas, y le convenció para que lo llevara a la fiesta. Necesitaba acercarse a él y tantearle de incógnito.
—He meditado mucho. Sé que te echo de menos y que te quiero.
—Alba, no es tan fácil. He pasado tres meses de infierno. ¿Quieres que lo olvide sin más?, ¿que haga como si nada? Tengo miedo, pánico más bien, de que vuelvas a dudar..., de dudar yo mismo.
—Te entiendo, amor. Yo también. Pero hay que vivir el ahora. El miedo no puede atenazarnos, sino darnos alas.
Ambos quedaron en silencio por unos segundos, con la mirada perdida en el horizonte donde el sol despuntaba. Alba, se giró hacia él y mirándole con ternura le dijo:
—¿Te... atreverías a intentarlo de nuevo?
Adrián respiró hondo y cerró los ojos. Al abrirlos, la atrajo hacia sí y, por toda respuesta, le dio el mejor beso que tenía, uno lleno de esperanza.
Nota: Este post (retocado) es el que envié para la Escena 6 propuesta por Literautas, que tenía que ocurrir durante un carnaval o una fiesta de disfraces, y debía haber un personaje que tuviera miedo de algo, por los motivos que fuera. Yo estaba flaca de inspiración, pero me forcé a escribir, para no perder el hábito. Algunos de los posts escritos para la escena por otros participantes me han parecido geniales. Si queréis echar un vistazo, podéis hacerlo aquí.
Selena se llevó las manos a la cabeza con delicadeza y, despacio, se retiró la máscara. Adrián quedó mudo al ver ante sus ojos a una desconocida Alba, pelirroja y diferente. Unido al acento argentino, era normal que no la hubiera reconocido. Ahora se sentía como un perfecto imbécil y sin dudarlo, se levantó para irse, pero ella lo detuvo agarrando su mano.
—Adrián, por favor —ya sin falsear su voz—, escúchame.
Le explicó que realmente no hubo nada serio con el otro chico, ni con nadie, pero conociéndole, sabía que no podría llamar a su puerta sin más diciendo que todo había sido un error. Así pues, acudió a Lucas, y le convenció para que lo llevara a la fiesta. Necesitaba acercarse a él y tantearle de incógnito.
—He meditado mucho. Sé que te echo de menos y que te quiero.
—Alba, no es tan fácil. He pasado tres meses de infierno. ¿Quieres que lo olvide sin más?, ¿que haga como si nada? Tengo miedo, pánico más bien, de que vuelvas a dudar..., de dudar yo mismo.
—Te entiendo, amor. Yo también. Pero hay que vivir el ahora. El miedo no puede atenazarnos, sino darnos alas.
Ambos quedaron en silencio por unos segundos, con la mirada perdida en el horizonte donde el sol despuntaba. Alba, se giró hacia él y mirándole con ternura le dijo:
—¿Te... atreverías a intentarlo de nuevo?
Adrián respiró hondo y cerró los ojos. Al abrirlos, la atrajo hacia sí y, por toda respuesta, le dio el mejor beso que tenía, uno lleno de esperanza.
Nota: Este post (retocado) es el que envié para la Escena 6 propuesta por Literautas, que tenía que ocurrir durante un carnaval o una fiesta de disfraces, y debía haber un personaje que tuviera miedo de algo, por los motivos que fuera. Yo estaba flaca de inspiración, pero me forcé a escribir, para no perder el hábito. Algunos de los posts escritos para la escena por otros participantes me han parecido geniales. Si queréis echar un vistazo, podéis hacerlo aquí.