Me lanzo al vacío y por unos instantes me siento etérea e ingrávida. Estoy feliz.
Tomo conciencia de mi cuerpo, de
cada minúscula fibra de mi ser y… vuelo. ¡Estoy volando! Siento el aire
contra mi cara, es vigorizante. La adrenalina me recorre de pies a cabeza. Me siento muy viva. Planeo entre las nubes con
los brazos extendidos y dejo que su frescor me llene. Giro y bajo a mi antojo, me dejo llevar en ese baile aéreo, ajena a la altitud, ajena a tus pensamientos. Tal vez me observas, ¿quién sabe? Pero, la verdad, me trae sin cuidado. Esta es mi mañana, este es mi momento. Estoy jugando con la
corriente, me río como una niña a cada pirueta cuando atravieso las nubes que
me salen al paso y asomo de nuevo al otro lado, entre algodones, borracha de
mar azul, ¿o es cielo? Ya no sé. No pienso, solo me permito sentir, sentirme, impregnarme de esa libertad, mientras vacío mis bolsillos de mentiras y rencores. Una mirada
hacia abajo me avisa de que aquello que empezó viéndose tan chiquitito se está
acercando. El altímetro me devuelve la cifra 1.024 m y tiro de la anilla
sonriendo, sin poder evitar pensar que eso son 210.
Mi paracaídas se abre sin problemas y respiro calmada, dedicándome a observar mi valle desde las alturas, a reconocer cada rinconcito desde mi posición privilegiada, a vivir con plenitud cada uno de los últimos metros, atesorando las sensaciones que me inundan mientras maduro la idea de dejarte, de decirte adiós. Quiero la libertad que vibra ahora dentro de mí.
Voy dirigiéndome a la verde pradera, acercándome al punto de parada y descendiendo en contra del viento para que vaya frenando mi avance gentilmente, como si fuera un galán que me lleva de la mano a la pista de baile. Ya estoy casi ahí. Mis pies tocan el suelo con suavidad, y a mis espaldas, la lona se posa lentamente sobre el terreno. Levanto mi cara al cielo y le guiño un ojo pensando “Esto lo repetiremos. Lo sabes, ¿verdad?”.
Mi paracaídas se abre sin problemas y respiro calmada, dedicándome a observar mi valle desde las alturas, a reconocer cada rinconcito desde mi posición privilegiada, a vivir con plenitud cada uno de los últimos metros, atesorando las sensaciones que me inundan mientras maduro la idea de dejarte, de decirte adiós. Quiero la libertad que vibra ahora dentro de mí.
Voy dirigiéndome a la verde pradera, acercándome al punto de parada y descendiendo en contra del viento para que vaya frenando mi avance gentilmente, como si fuera un galán que me lleva de la mano a la pista de baile. Ya estoy casi ahí. Mis pies tocan el suelo con suavidad, y a mis espaldas, la lona se posa lentamente sobre el terreno. Levanto mi cara al cielo y le guiño un ojo pensando “Esto lo repetiremos. Lo sabes, ¿verdad?”.
Un día deberíamos hacer paracaidismo... hay que probarlo todo :)
ResponderEliminarYa lo tengo semi investigado. Ahorramos un poco y ¡saltamos! :)
Eliminar¡¡He volado contigo...porque tus palabras dan alas!! Genial relato Súper Moona. ;***
ResponderEliminarCuando quieras volamos otra vez, pero a la próxima tú llevas el "timón". Nos lanzamos de la mano y llenamos de carcajadas el recorrido hasta donde me lleves :***
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