Llevaba un rato tirada en el sofá,
desanimada, triste, cansada de estar sola en esta casa tan grande, con la tele
puesta pero sin prestarle ninguna atención. Dejé la copa de vino sobre la
mesita y salí al jardín a respirar un poco de aire fresco en esa noche tan calurosa. Caminé descalza, sintiendo la hierba húmeda bajo mis pies. Adoro esa sensación. Me hace sentirme libre. Di unos pasos, me detuve y alcé la vista al cielo. Supongo que mi mente andaba en otra parte, pero al verlo
poblado de tantas estrellas y al ver esa maravillosa Luna llena, tan grande, quedé como
hipnotizada, inmóvil, como si algo me retuviera allí. Miré a la Luna cara a
cara y pedí un deseo, como hacía cuando era pequeña. Según mantenía la vista fija en ella, por un momento dudé de
todo y pensé que soñaba, creí que mi vista me estaba haciendo trampas. Lo que me
parecía estar viendo no tenía sentido. La Luna se veía distinta, lucía
diferente, y… ¿cómo explicarlo?... ¡tenía cara! Podía distinguir en la superficie ojos, nariz y
boca, y no hablo de manchas que puedan sugerir esa forma, hablo de ojos, nariz y boca como podrían aparecer en alguna película fantástica o de animación. Parpadeé varias veces para poder limpiar mis ojos y enfocar mejor. Allí seguía ella, ¡mirándome! Me sobresalté y se me escapó un “¡oh!” perfectamente audible cuando creí
ver que ella me guiñaba un ojo. Sacudí la cabeza. ¿¡Pero esto qué es!? ¿Soñaba? No había bebido más
que una copa de vino en la cena, y aunque volví a llenarla, acababa de dejarla
prácticamente intacta dentro. Miré de nuevo, primero de reojo, como para
pillarla en un renuncio y probarme a mí misma que no eran sino imaginaciones
mías. Lentamente alcé la cara y la miré de frente, como retándola. ¡El guiño se
repitió! Me quedé absorta y perpleja. Debía ser víctima de un envenenamiento o tal vez me habían drogado. ¿Qué piensa uno en estos casos? Antes de tener respuestas a mis preguntas, algo llamó mi atención por el rabillo del ojo. Como obedeciendo
a una señal, una estrella sobresalió de entre las demás y empezó a brillar con
más fuerza, rodeada de reflejos azulados, y al momento, en mi cabeza empecé a escuchar una
voz de mujer que me hablaba, y que en mi delirio atribuí a la Luna. Distintas
emociones luchaban en mi interior: quería escuchar, quería hacer fotos, quería llamar a alguien para tener un testigo y comprobar si veía visiones o no, y al mismo tiempo casi temía ser
víctima de una cámara oculta. Esto no podía estar pasando de verdad, pero la
voz me dijo:
—No te asustes, niña. He escuchado tu deseo, y voy a velar porque se cumpla. Voy a enviarte a una de mis estrellas para que te guíe hasta él.
Ahí pensé que indudablemente estaba loca de remate, casi me da la risa floja imaginando la cara de mis amigos cuando lo contara, pero la estrella azulada parpadeó y dejó escapar una especie de chispa que empezó a moverse hacía mí. No podía creer lo que estaba ocurriendo.
—No temas quemarte, —siguió hablando la Luna—, porque llegará a tus manos una pequeñísima partícula de ella, con forma de estrella, pero al atravesar la atmósfera perderá su calor y no te hará daño. Recíbela en tus manos.
Miré en torno a mí, por si había alguien escondido. Me daba reparo seguirle el juego y quedar como una tonta e ingenua, pero me dije "¡qué demonios!", y viendo que el pedacito de estrella venía efectivamente hacia mí, junté mis manos en forma de cuenco y las elevé para recogerla. Vi cómo venía muy rápido hacia mí, y empezó a reducir su velocidad. Cuando estaba ya casi en mis manos, se dejó caer lentamente, como flotando. Tenía más o menos forma de estrella. Parecía una piedra de un intenso color azul. La sostuve entre mis manos y emitió un destello. Y mi Luna me habló de nuevo:
—Llévala siempre contigo y atiende a su color. Te guiará hasta tus deseos si sabes escucharla. Cuando las decisiones que tomes sean correctas, permanecerá de color azul. Sin embargo, cuando la veas oscurecer y tornarse grisácea, párate a pensar y recapacita, porque será una señal de que no vas por buen camino y será conveniente que rectifiques.
Di las gracias a la Luna, que ya había recuperado su aspecto habitual, aunque seguía igual de hermosa. Permanecí allí un rato, recordando todo lo que había pasado en apenas unos minutos, grabando los detalles en mi memoria. Caminé de nuevo hacia la casa, acariciando la pequeña estrella entre mis manos. Sentía una inmensa calma, como si me hubiera librado de algún peso incierto. Subí directamente a mi habitación y caí dormida al instante, de un tirón hasta el día siguiente. Cuando desperté, mi encuentro vino a mi mente entre brumas, pero allí seguía la pequeña estrella como prueba tangible de que no lo había soñado.
Desde entonces siempre me acompaña, como si fuera mi amuleto, y me alerta cambiando su color si me meto por un sendero que no me lleva a ninguna parte. Tras una larga temporada en que ha estado mostrándome que mis pasos eran erráticos, estoy feliz porque ha recuperado de nuevo su precioso color azul.
—No te asustes, niña. He escuchado tu deseo, y voy a velar porque se cumpla. Voy a enviarte a una de mis estrellas para que te guíe hasta él.
Ahí pensé que indudablemente estaba loca de remate, casi me da la risa floja imaginando la cara de mis amigos cuando lo contara, pero la estrella azulada parpadeó y dejó escapar una especie de chispa que empezó a moverse hacía mí. No podía creer lo que estaba ocurriendo.
—No temas quemarte, —siguió hablando la Luna—, porque llegará a tus manos una pequeñísima partícula de ella, con forma de estrella, pero al atravesar la atmósfera perderá su calor y no te hará daño. Recíbela en tus manos.
Miré en torno a mí, por si había alguien escondido. Me daba reparo seguirle el juego y quedar como una tonta e ingenua, pero me dije "¡qué demonios!", y viendo que el pedacito de estrella venía efectivamente hacia mí, junté mis manos en forma de cuenco y las elevé para recogerla. Vi cómo venía muy rápido hacia mí, y empezó a reducir su velocidad. Cuando estaba ya casi en mis manos, se dejó caer lentamente, como flotando. Tenía más o menos forma de estrella. Parecía una piedra de un intenso color azul. La sostuve entre mis manos y emitió un destello. Y mi Luna me habló de nuevo:
—Llévala siempre contigo y atiende a su color. Te guiará hasta tus deseos si sabes escucharla. Cuando las decisiones que tomes sean correctas, permanecerá de color azul. Sin embargo, cuando la veas oscurecer y tornarse grisácea, párate a pensar y recapacita, porque será una señal de que no vas por buen camino y será conveniente que rectifiques.
Di las gracias a la Luna, que ya había recuperado su aspecto habitual, aunque seguía igual de hermosa. Permanecí allí un rato, recordando todo lo que había pasado en apenas unos minutos, grabando los detalles en mi memoria. Caminé de nuevo hacia la casa, acariciando la pequeña estrella entre mis manos. Sentía una inmensa calma, como si me hubiera librado de algún peso incierto. Subí directamente a mi habitación y caí dormida al instante, de un tirón hasta el día siguiente. Cuando desperté, mi encuentro vino a mi mente entre brumas, pero allí seguía la pequeña estrella como prueba tangible de que no lo había soñado.
Desde entonces siempre me acompaña, como si fuera mi amuleto, y me alerta cambiando su color si me meto por un sendero que no me lleva a ninguna parte. Tras una larga temporada en que ha estado mostrándome que mis pasos eran erráticos, estoy feliz porque ha recuperado de nuevo su precioso color azul.
Bonita historia. ¿Quien no querría algo así? Algo o alguien que nos diga si nuestros caminos son errados o no... Pero no hay que tentar al futuro :)
ResponderEliminarSaludiness!
En muchos casos, creo que si de verdad somos sinceros con nosotros mismos, sabemos si la estrella está azul o va perdiendo su color :)
EliminarBesos
Yo también me pido una de esas^^.Demasiadas veces no sabemos dónde acudir para saber si lo que hacemos es correcto o no,además,el azul es mi color preferido=)
ResponderEliminarSi me entero de dónde conseguirlas te enviaré una especial para ti, recortada de la estrella más azul y brillante del Universo.
Eliminar¡Gracias por la visita y el comentario, linda! Me apunto tu blog a my Greader! :)
como amuleto de la suerte ha estado muy bonita la historia, tal vez todos en algún momento deseamos tener algo así para hacer la vida más llevadera aunque es mejor aprender por uno mismo jeje.
ResponderEliminarTienes razón en lo aprender por uno mismo, pero a veces nos negamos a ser sinceros con nosotros y, más que como amuleto, su cambio de color es como una voz interior que te dice que algo no estás haciendo bien. Nosotros mismos lo intuímos, pero no lo admitimos y seguimos erre que erre.
Eliminar¡Un beso! :)