Martes... Desayunada, duchada, vestida y manos al volante, el día comienza con un par de atascos previos a llegar al trabajo. Hoy, para más inri, tenía que ir a otro edificio más lejos de casa que el habitual. Allí he pasado todo el santo día, con reuniones varias, trabajo en equipo, y algún que otro break para tomar un café, salir a la calle a disfrutar de este día tan primaveral, o para comer claro, que la alimentación no hay que descuidarla por muy liado que se esté. Pasaban de las 19:00 cuando he planteado mi retirada, casi ya resignada a topar con más atascos en el largo recorrido que me esperaba. Nada que ver. He disfrutado como una enana. Poder salir, callejear un poco y tomar la M40 ha sido pan comido, y ya en la autopista, con la música a tope y el techo solar abierto, iba feliz, cantando a voz en grito y sabiéndome no escuchada. Siendo el tráfico fluido como era, a lo sumo alguno ha oído una nota desafinada cuando... pfffiuuuuu!... he pasado a su lado como una bala. Mejor para él que solo haya sido eso, porque jamás he cantado bien, para qué negarlo o disimular. Ya de pequeña, en los cumpleaños, cuando tocaba lo de cantar en el momento de soplar las velas, intentaba hacer playback, y movía los labios sin cantar más que los finales de las estrofas ...iiiiiiiiz, ...iiiiiiz, ...oodooos, ...iiiiiiiiizzz... Curioso, si se tiene en cuenta que a mi hermana y a mí nos confunden la voz al hablar. Al cantar imposible. Ella canta bastante bien, pero yo no llego ni a los bajos ni a los altos. Si el timbre es similar, ¿qué se necesita para cantar bien?
En fin, yo estoy resignada, y ahora, al menos, me reservo el placer de esos momentos en el coche...
En fin, yo estoy resignada, y ahora, al menos, me reservo el placer de esos momentos en el coche...
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