viernes, 31 de diciembre de 2010

This Is Love

Recupero unas breves líneas que escribí hace tiempo en Tumblr (This Is Love), porque es un momento con especial significado en mi familia:

Son dos jóvenes. Corren los años 50. Están en su viaje de novios. Se hallan en La Tacita de Plata, Cádiz, en el puerto. Él es alto, apuesto y guapo. Ella es una preciosidad, más chiquita que él. Contemplan abrazados el mar, el ir y venir de los barcos, las gaviotas…


Él, absorto en el cielo y con la vista en su mar, sigue con los ojos el vuelo de una de las aves y dice:

¿No te gustaría ser gaviota?

Ella, pequeña, arrebujada en él, acercándose más, deliciosamente tierna y enamorada, vuelve hacia él su cara inocente y mirándole a los ojos le responde:

Si tú fueras gavioto
 
La joven pareja a la que se refieren estas letras no es otra que la de mis padres. Desde entonces, hemos reído con cariño cientos de veces con esta anécdota, imaginando a mi madre tan inocente y adorable, y la mirada de amor y ternura que, con certeza, le devolvió mi padre a "su peque". Han pasado casi 50 años desde que se casaron, y su amor ha ido creciendo con el paso de los años, tornándose más calmado, pleno, sincero y sabio. Siguen mirándose en muchos momentos a lo largo del día como entonces, y sus hijas nos emocionamos viendo ese amor, casi palpable, que llena el aire. No sé si será para llamarles  irresponsables, como canta Sinatra, but it's undeniably true que se aman.



martes, 28 de diciembre de 2010

Obsessive Love

Aunque hubiera mucha gente alrededor, ella notaba sólo su presencia. Intentaba mirarle sólo cuando era él quien hablaba o cuando le dirigía la palabra, para ocultar su evidente alelamiento, pero atisbaba por el rabillo del ojo, atenta a cada sonido que él produjera, y era plenamente consciente de si sonreía, inclinaba la cabeza o se subía las gafas con gesto despreocupado; cualquier cosa. Y así, cada día, en los momentos en que el grupo habitual hacía la pausa para el el desayuno en el bar o durante el rato, esta vez más largo, de la comida. Estaba casado, y nunca había dejado entrever que le fuera mal en su matrimonio, razones ambas que le hacían ser un candidato prohíbido, y más tratándose de un compañero de la oficina. Como ya duraba tiempo esta historia en su cabeza, había intentado incluso saltarse alguna comida o unirse a otro grupo de compañeros, pero no había funcionado, porque se encontraba después buscando excusas absurdas para pasar por delante de su mesa o cerca de su zona, y tener el placer de cruzar unas palabras con él. Y es que realmente era todo un placer hacerlo. Cuando estaban solos, hecho que pocas veces ocurría, se centraba y hundía en sus ojos verdes, miraba sin vergüenza su boca perfecta y besable, y reía a carcajadas, porque él, todo hay que decirlo, era un tío francamente divertido. Era inteligente, ingenioso, dulce y con un inmenso sentido del humor. También le había visto perder los estribos en alguna reunión, con lo que sabía que no era una malva. En cualquier caso, no podía evitarlo. Él estaba en su mente todo el tiempo. Despertaba, y pensaba en él. Se acostaba pensando si él ya dormía y si acaso pensaba en ella. Dejaba volar su mente en cualquier momento y perdía contacto con su alrededor, despertando cada vez que alguien mencionaba su nombre al preguntarle algo, trayéndola de vuelta a este mundo. Si alguien leyera su mente en esos instantes vería muchas veces cuerpos desnudos, piel contra piel, danzando acompasados al ritmo del más antiguo de los bailes, y la sonrisa que se dibujaba en su cara era de éxtasis. No estaba segura de no haber dejado escapar jamás algún jadeo, ¡tan vívido lo sentía!, y le ardía la cara al regresar de su sueño, al golpearse con la triste realidad de la sala de fotocopias, el despacho de su jefe, el autobús, la cola de la pescadería... demasiados escenarios pero siempre la misma escena. Él y ella juntos en la playa, en la alfombra junto a la chimenea, abrazados en un parque, en el cine, en su inmensa cama que tan solo ocupaban ella y sus almohadones cada noche. Ya era una obsesión. Su obsesión...
¿Qué haces cuando te ocurre esto? ¿Te lanzas a la piscina y confiesas? ¿O te haces un reset del corazón y cerebro para ser inmune y otear otros horizontes no prohíbidos? Si no detectas señales que indiquen que la otra persona es infeliz con su vida actual, creo que es mejor dejarlo ir.

Y vosotros, ¿qué pensáis?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Wrap Up Of The Year

Creo que en las fechas en que estamos bien puedo hacer balance de mi primera experiencia en lo que a trabajar y vivir en el extranjero se refiere. Llevo prácticamente todo el año en Boston, ciudad que, decididamente, me encanta; pequeña, muy "caminable", luminosa, limpia, llena de gente amable. Adoro el puerto, el Charles river, el Faneuil Hall lleno de vida con sus tiendas, restaurantes y el Quincy Market, la zona de Washington St cerca del Macy's, el Common park, las calles de Newbury, Boylston, Charles, Tremont, Beacon... 

Faneuil Hall
En ese tiempo he podido escapar muy poco a España: al Madrid de mis amores, a Coma-ruga en verano para disfrutar de una corta semana de vacaciones con mi familia, a Barcelona para reencontrarme con amigos especiales... He recorrido un poco Massachusetts, lo que el tiempo libre me ha ido permitiendo, y escapé a New York cuando Jogi vino a verme. En Boston he visto la primavera, el verano, el otoño y aunque me ha dado tiempo a intuir el frío, escapé a tiempo a Chile hace unos días y de momento me he librado de las nevadas y las bajísimas temperaturas. He "vivido" todo el año en el hotel, y mi búsqueda de apartamento comenzó, se vio frustrada, y ha recomenzado de nuevo, aún sin frutos, con lo que claramente a mi vuelta seguiré en el empeño.

Este es mi primer proyecto internacional. Sin exagerar lo más mínimo puedo decir que ha sido un año duro de trabajo, en el que las largas jornadas laborales han sido la tónica, especialmente en agosto, con alguna semana record de más de 85 horas de trabajo que, sinceramente, espero no repetir. Demasiadas horas, sí, pero sin que me ciegue el optimismo, no he de hacer esfuerzos para que lo que venga a mi mente sean recuerdos inolvidables, entrañables, divertidos y especiales. Aún recuerdo aquel fin de semana maratoniano en que Raquel y yo recorríamos los desiertos pasillos de la oficina a las 4 de la mañana, cantando a voz en grito, o cuando al ritmo de la música nos marcábamos bailes con las sillas ante la mirada atónita de Barry, quien debía pensar "estos españoles están locos". Había que mantenerse despierto mientras los procesos se ejecutaban y esperábamos, pacientes, a que en México nos hicieran caso con las peticiones que íbamos encadenando. Cada ¡ahorita, ahorita! nos desesperaba, pero sólo recuerdo risas y buen rollo. Igual que en las semanas previas en que Fernando decía las palabras mágicas de "hoy, lo mismo, salimos pronto" y terminábamos saliendo a las mil, cenando frente al hotel a las 11:00 porque ya no había muchos más sitios donde pudiéramos hacerlo. Luis, el colombiano, repite incansable que en este proyecto le parece estar inmerso cada día en una peli de Almodóvar. Pero, volviendo a alejar el zoom de esas semanas y mirando en conjunto todo el período, aparece en escena toda la familia: mi familia bostoniana, compuesta por todos los compañeros (amigos, en realidad) a los que he ido conociendo día tras día, dentro y fuera de la oficina. Cuando estás en un proyecto fuera de casa pasas muchas horas con el resto de la gente, no tienes una vida a la que regresar cuando dejas la oficina, y sales a cenar, a tomar una cerveza, a dar un paseo, a ir de compras..., con tus compañeros, lo cual hace que pasemos muchas horas juntos, semana tras semana, especialmente cuando estábamos la mayoría en el hotel, en el que prácticamente ahora sólo quedo yo. Se produce un efecto "Gran Hermano", todo se vive más intensamente y se magnifica, y los lazos que se crean son fuertes. A medida que unos y otros nos mudemos a apartamentos y nos integremos individualmente en nuestra rutina diaria, se ampliará el grupo con integrantes autóctonos, pero de momento somos básicamente la gran familia española. Les quiero. Nos tenemos unos a otros para mimarnos y animarnos en momentos de bajón, para dar un abrazo al que lo necesita, para comernos a besos, para celebrar lo que se tercie, para compartir nuestros ratos de ocio... para vivir, en definitiva. Añoro en muchos momentos a mi familia y amigos, me encantaría poder chasquear los dedos y materializarme junto a ellos o traerlos junto a mí sin más que desearlo, pero no han inventado aún lo del teleport (científicos del mundo, ¿para cuándo?). Es entonces cuando más agradezco tener también aquí una familia a la que adoro.
 

Vamos que, in summary, el resultado del balance es positivo 100%, y sin dudarlo estoy dispuesta a repetir en el 2011. Ahora me toca descansar, disfrutar de mis merecidas y largas vacaciones con mi familia, desentumecer los músculos, vaciar la mente, reunir energías y embotellarlas, para ir liberándolas a medida que me hagan falta, y poder estar, a mi regreso a Boston, llena de vitalidad y con las pilas bien cargadas. Go for the New Year 2011!!! ;D

jueves, 16 de diciembre de 2010

When The Rook Flies Low...

Viernes pasado: comida de Navidad con los compañeros.

Temperatura que marcaban los mercurios en Boston: alrededor de 25 ºF, que vienen a ser unos -4 ºC.

Sensación térmica: depende de la constitución de cada uno, de la calle en la que estés y de si llevas un orujo en el cuerpo o ninguno, pero doy fe de que el grajo iba reptando por las calles, y de que eso de -4 ºC, nada de nada.

A rook
En esas circunstancias, ese viernes me abrigué (no hice como las bostonianas, que lucen escotes, minifaldas sin medias y calzado de verano con los dedillos al aire, que si soy yo se me caen uno por uno del frío; prometo averiguar algún día cómo lo resisten y cuál es su secreto). Fui a trabajar en taxi, y en coche hacia el restaurante. Las pocas veces que me aventuré a salir a la calle a fumar (sin comentarios) lo hice pertrechada con bufanda y abrigo bien cerrado hasta arriba. Me llevaron en coche hasta el sitio de copas al que fuimos después. Tras varias horas de pasarlo bien, regresé al hotel en taxi, que tuvimos la suerte de parar a pocos metros del local. Y, ahí es cuando llego yo y me pregunto,... ¿dónde ha sido que he pillado este tremendo catarro, resfriado o proceso gripal? ¿Quién me ha transmitido vía aérea uno de esos bichitos malos? Como me entere, me lo cargo, ¡ja! Que me ha tenido el tema como alma en pena, envuelta en toses, escalofríos y temblores, con dolor de cabeza y garganta, inapetente de todo, encerrada en mi castillo (léase hotel) hasta hoy. Y si hubiera sido una transmisión boca a boca, al menos habría tenido con quien delirar en mis momentos febriles, digo yo.

En fin, ya estoy más o menos restablecida, curada y casi sana del todo, pero no las tengo todas conmigo. Ayer se estropeó la calefacción en mi habitación. Me arrastré a recepción a contarles el problema. Era algo general que afectaba a muchas habitaciones, pero no a todas, y me ofrecieron cambiar de habitación. No way, me dije, que con lo hecha papilla que estaba no me veía yo empacando mis pertenencias para llenar las 4 maletas que traje, y sabiendo que los regalos que he ido comprando no tenían hueco en ninguna (ni tienen de momento, a ver cómo apaño esto). Me subieron un radiador pequeño que no sirve más que para hacerme compañía. Opté por meterme bajo el edredón y sobreviví a la noche. Hoy, cuando he vuelto del curro, he entrado a mi habitación con la esperanza de ver resuelto el problema, pero no. La nueva visita a recepción me ha hecho conocedora de la grata noticia de que no podrá solucionarse ¡hasta el fin de semana! Bbbbrrrrr.... Muero de sólo pensarlo y de ver previsiones de frío y nieve estando sin calefacción. ¿A que voy y no me curo?