Aunque hubiera mucha gente alrededor, ella notaba sólo su presencia. Intentaba mirarle sólo cuando era él quien hablaba o cuando le dirigía la palabra, para ocultar su evidente alelamiento, pero atisbaba por el rabillo del ojo, atenta a cada sonido que él produjera, y era plenamente consciente de si sonreía, inclinaba la cabeza o se subía las gafas con gesto despreocupado; cualquier cosa. Y así, cada día, en los momentos en que el grupo habitual hacía la pausa para el el desayuno en el bar o durante el rato, esta vez más largo, de la comida. Estaba casado, y nunca había dejado entrever que le fuera mal en su matrimonio, razones ambas que le hacían ser un candidato prohíbido, y más tratándose de un compañero de la oficina. Como ya duraba tiempo esta historia en su cabeza, había intentado incluso saltarse alguna comida o unirse a otro grupo de compañeros, pero no había funcionado, porque se encontraba después buscando excusas absurdas para pasar por delante de su mesa o cerca de su zona, y tener el placer de cruzar unas palabras con él. Y es que realmente era todo un placer hacerlo. Cuando estaban solos, hecho que pocas veces ocurría, se centraba y hundía en sus ojos verdes, miraba sin vergüenza su boca perfecta y besable, y reía a carcajadas, porque él, todo hay que decirlo, era un tío francamente divertido. Era inteligente, ingenioso, dulce y con un inmenso sentido del humor. También le había visto perder los estribos en alguna reunión, con lo que sabía que no era una malva. En cualquier caso, no podía evitarlo. Él estaba en su mente todo el tiempo. Despertaba, y pensaba en él. Se acostaba pensando si él ya dormía y si acaso pensaba en ella. Dejaba volar su mente en cualquier momento y perdía contacto con su alrededor, despertando cada vez que alguien mencionaba su nombre al preguntarle algo, trayéndola de vuelta a este mundo. Si alguien leyera su mente en esos instantes vería muchas veces cuerpos desnudos, piel contra piel, danzando acompasados al ritmo del más antiguo de los bailes, y la sonrisa que se dibujaba en su cara era de éxtasis. No estaba segura de no haber dejado escapar jamás algún jadeo, ¡tan vívido lo sentía!, y le ardía la cara al regresar de su sueño, al golpearse con la triste realidad de la sala de fotocopias, el despacho de su jefe, el autobús, la cola de la pescadería... demasiados escenarios pero siempre la misma escena. Él y ella juntos en la playa, en la alfombra junto a la chimenea, abrazados en un parque, en el cine, en su inmensa cama que tan solo ocupaban ella y sus almohadones cada noche. Ya era una obsesión. Su obsesión...
¿Qué haces cuando te ocurre esto? ¿Te lanzas a la piscina y confiesas? ¿O te haces un reset del corazón y cerebro para ser inmune y otear otros horizontes no prohíbidos? Si no detectas señales que indiquen que la otra persona es infeliz con su vida actual, creo que es mejor dejarlo ir.
Y vosotros, ¿qué pensáis?
Bonito relato.
ResponderEliminarPero me temo que sólo ves un lado, y está claro que no tiene nada que ver la situación de uno con la del otro.
Somos muchas las personas que de contínuo nos "enamoramos" de quienes nos rodean. Pero en el fondo lo que ocurre es que nos dejamos arrastrar por una FASCINACION, que aunque tiene un límite muy tenue y se confunde con el amor son cosas muy distintas. No es lo mismo estar fascinado o hechizado que enamorado.
Esa fascinación puede ser por ciertos rasgos de la otra persona, su inteligencia, su vitalidad, su físico, su sentido del humor, etc. A menudo es por una suma de esas características pero... ¿llamarlo "amor"? Quizá es excesivo.
De todos modos, hablando sobre "estrategias", es bien cierto que si esa otra persona es infeliz con su vida actual, aunque sea en un aspecto, siempre lo vas a acabar notando.
De nuevo puede ser un aspecto cualquiera, no necesariamente el físico/sexual. Puede ser una persona ciertamente feliz con su pareja en el 90%-95% de su relación, pero... le falta "algo", y puede ser echar unos polvos, echar unas charlas, echar unas risas, una compañía a la que le gusten las mismas películas o que le encante pasear por un parque bajo la lluvia.
El caso es que, si las tiene, se le nota que sean las que sean esas carencias en su vida de pareja las está buscando fuera.
Pero... claro, cuando una persona está HECHIZADA como pareces estarlo tú no puede limitarse a aceptar en convertirse en ese 5%-10% del otro, en el "complemento". Lo quiere absorber totalmente, hacerlo suyo... y me temo que eso no tiene buena pinta.
No es imposible, ojo, pero demostrar a otro que tú eres el complemento 100% cuando ese otro ya tiene cubiertas sus "necesidades" al 90% es muy, muy dificil.
En resumen, las opciones que a mí se me ocurren son:
- Hacer el reset que mencionas, duele pero es una solución eficaz.
- Aceptar ser ese 5%, 10%, 15% (si es que existe la necesidad) por aquello de que es mejor disfrutar de una parte que de nada.
- No hacer nada, y disfrutar de ese precioso estado de embobamiento-fascinación mientras dure... tarde o temprano se pasa, o tarde o temprano la otra persona se da cuenta y actúa en consecuencia (lo cual puede suponer un corte tajante, o bien tender una mano diciendo "sí, te necesito"... quien sabe)
Creeme, que sé bien de lo que hablo con todo esto. No en vano siempre estoy "enamorado" de un buen puñado de personas...
(... y, evidentemente, tú eres una de ellas. Pero no te lo voy a decir)
Querido Anónimo, Mucho me temo que no soy yo la HECHIZADA del post. Empecé a escribir un relato sin más, y justo al llegar al tema "obsesión" me sedujo más la idea de abrir un debate y preguntar.
ResponderEliminarY me ha encantado tu réplica. Estoy 100% de acuerdo con tu punto de vista. Esa primera impresión, que tal vez creamos amor, no es más que un espejismo, magnificado tal vez por el hecho de no poder probar de esa fruta tan exótica, pero prohíbida. Sólo aconsejaría un lanzarse a la piscina y dar un primer paso si de veras hay señales por parte del otro y su relación es claramente insatisfactoria.
Soy enamoradiza, pero intento no meterme en barrizales ;)
¡Un beso!
Me has dejado sin palabras ¡A mi!
ResponderEliminarjajajaja
lo pensaré... ya te diré algo,
consejo general...
déjate llevar por lo que sientes,
no por tu corazón... sino, por lo otro
(y no es una metáfora sexual)
no no, lo otro... lo que eres
Ay, Kike, sí, pero a veces hay que ponerse un amarre, porque si te dejas llevar lo mismo la lías parda sin pretenderlo ;)
ResponderEliminarme ha encantado el relato, yo sin dudarlo ni un momento, le diría que me gusta, aunque la cosa está jodida y es muy difícil que pase algo, pero es mejor decirle lo que sientes en vez de quedártelo para ti.
ResponderEliminarunbeso!
Yo soy transparente y, tal vez sin confesar se me notaría, pero confesar abiertamente cuando la otra pareja tiene una relación ya en marcha y es buena, es arriesgarse a enrarecer las cosas.
ResponderEliminarUn beso, loquita! ;)
Me ha pasado lo que cuentas, hace ya años... y se quedó en el terreno de la fantasía para siempre. Creo que fue mejor que nunca se cumpliera, como algunas fantasías, porque así siempre queda algo con lo que jugar en las habitaciones privadas de nuestra mente.
ResponderEliminarMuy buena la entrada, invita a imaginar :-)
Muy cierto, Luis. Y al fin y al cabo, en ese terreno de la fantasía que mencionas, queda de alguna manera siempre vivo, y te permite jugar y recrear una y otra vez, sin emborronar nada con lo que tal vez habría pasado de haberla llevado a cabo, especialmente cuando no termina del todo bien.
ResponderEliminarGracias por visitarme y dejar tus comentarios ;)