Viernes pasado: comida de Navidad con los compañeros.
Temperatura que marcaban los mercurios en Boston: alrededor de 25 ºF, que vienen a ser unos -4 ºC.
Sensación térmica: depende de la constitución de cada uno, de la calle en la que estés y de si llevas un orujo en el cuerpo o ninguno, pero doy fe de que el grajo iba reptando por las calles, y de que eso de -4 ºC, nada de nada.
A rook |
En esas circunstancias, ese viernes me abrigué (no hice como las bostonianas, que lucen escotes, minifaldas sin medias y calzado de verano con los dedillos al aire, que si soy yo se me caen uno por uno del frío; prometo averiguar algún día cómo lo resisten y cuál es su secreto). Fui a trabajar en taxi, y en coche hacia el restaurante. Las pocas veces que me aventuré a salir a la calle a fumar (sin comentarios) lo hice pertrechada con bufanda y abrigo bien cerrado hasta arriba. Me llevaron en coche hasta el sitio de copas al que fuimos después. Tras varias horas de pasarlo bien, regresé al hotel en taxi, que tuvimos la suerte de parar a pocos metros del local. Y, ahí es cuando llego yo y me pregunto,... ¿dónde ha sido que he pillado este tremendo catarro, resfriado o proceso gripal? ¿Quién me ha transmitido vía aérea uno de esos bichitos malos? Como me entere, me lo cargo, ¡ja! Que me ha tenido el tema como alma en pena, envuelta en toses, escalofríos y temblores, con dolor de cabeza y garganta, inapetente de todo, encerrada en mi castillo (léase hotel) hasta hoy. Y si hubiera sido una transmisión boca a boca, al menos habría tenido con quien delirar en mis momentos febriles, digo yo.
En fin, ya estoy más o menos restablecida, curada y casi sana del todo, pero no las tengo todas conmigo. Ayer se estropeó la calefacción en mi habitación. Me arrastré a recepción a contarles el problema. Era algo general que afectaba a muchas habitaciones, pero no a todas, y me ofrecieron cambiar de habitación. No way, me dije, que con lo hecha papilla que estaba no me veía yo empacando mis pertenencias para llenar las 4 maletas que traje, y sabiendo que los regalos que he ido comprando no tenían hueco en ninguna (ni tienen de momento, a ver cómo apaño esto). Me subieron un radiador pequeño que no sirve más que para hacerme compañía. Opté por meterme bajo el edredón y sobreviví a la noche. Hoy, cuando he vuelto del curro, he entrado a mi habitación con la esperanza de ver resuelto el problema, pero no. La nueva visita a recepción me ha hecho conocedora de la grata noticia de que no podrá solucionarse ¡hasta el fin de semana! Bbbbrrrrr.... Muero de sólo pensarlo y de ver previsiones de frío y nieve estando sin calefacción. ¿A que voy y no me curo?
vaya!!! :s pues si hasta el fin de semana no te arreglan la calefacción, vas a tener pingüinos haciéndote compañía jajaja, que te pongas pronto buena guapa!!! y ya me dirás cómo aguantan el frío las bostonianas :P
ResponderEliminarunbeso!
Espero de veras que sea antes, ayer me costó mucho entrar en calor. Y lo de las bostonianas es para verlo, ¡increíble! No son todas, evidentemente, y suelen ser las noches de los fines de semana, para presumir, algo que todas hemos hecho, pero a mí me resulta ridículo que vistan así en invierno con estas temperaturas, con la de complementos divinos que existen.
ResponderEliminarA ver qué descubro ;) ¡Un beso!
y te recuperaste por fin!
ResponderEliminarY colorín colorado, este cuento se ha acabado, se ha acabado y bien. :o)
JOrge
Pues sí, Jorge, al final me duró tres días con sus noches, y alguna que otra tos suelta después, pero llegué a Chile sin ser portadora de males, lo cual era mi objetivo: empezar las vacaciones sana, que la semana que tomé en julio estuvo accidentada :)
ResponderEliminarBesos!