martes, 11 de enero de 2011

Unrequited Love

Recorría con sus ojos grises la botella de cerveza, ya vacía, como si nunca antes hubiera reparado en ella, absorto, ajeno a las miradas que despertaba. Sonaba Creep, de Radiohead, pero él no escuchaba la música. De alguna manera sus sentidos estaban anulados, y su cerebro, como si de un proyector se tratara, reproducía la escena una y otra vez en la gran pantalla de su mente. La escuchaba reír, y veía los rizos de su cabeza moverse, cayendo desordenadamente con las agitaciones que la risa causaba en su cuerpo. Era una risa fresca, sana, limpia, sincera, casi de niña. Ella, parando un segundo de reír, mirándole frente a frente, con los ojos brillantes y bailarines, le decía:
 
—No puedo evitarlo. Casi aún no me lo creo y no hago más que pellizcarme. Soy tan feliz. ¡Él me hace tan feliz!
 
Y acompañando esa frase, su mirada evocaba seguramente los ojos del otro, la cara del otro, sus manos, su boca... Y ese otro... no era él...

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