jueves, 22 de marzo de 2012

The Last One

Siempre se había considerado afortunado, como si alguien velara por él y le ayudara en las situaciones de peligro. Había salido casi ileso de aquella inesperada caída desde un segundo piso. La casualidad quiso que bajo el balcón del que cayó hubiera un contenedor en el que alguien había tirado un viejo colchón. Tal vez a su dueño le hacía imposible conciliar el sueño, muelle aquí y muelle allá, pero a él le había amortiguado el golpe, y salió ágilmente del contenedor, como si nada, casi más preocupado de haberse ensuciado que de otra cosa.

Plaf!!!
A aquella ocasión le siguieron otras. Como en la que estuvo tres días vomitando y con fiebre muy alta por alguna intoxicación alimentaria. No sabía qué había podido ser, pero sospechaba que la dueña del bar donde desayunaba cada mañana le había intentado envenenar. No llegó a tener la certeza, pero no había vuelto a aquel bar. Aún sentía escalofríos cada vez que recordaba lo mal que se llegó a sentir y los delirios en los que estuvo sumido esos días. Se le ponían los pelos de punta.

Poison
Tuvo también mucha suerte cuando el claxon de aquel autobús le asustó en pleno paseo, y la pesada maceta que caía libre sin que nadie lo apercibiera, se estrelló finalmente contra la acera un segundo antes de aplastarlo. Apenas le rozó el bigote, solía presumir ante sus amigos cuando relataba la anécdota.

Crash!!!
El agua también le hizo alguna jugarreta cierto verano. Disfrutaba de la brisa en un catamarán, estirándose cuan largo era y sintiendo el sol sobre su espalda. Una moto de agua conducida por algún niñato hizo que el patrón virara bruscamente, y desprevenido y sin hallar dónde agarrarse, cayó al agua. El nerviosismo de no saber nadar hizo que tragara agua, demasiado salada para su gusto, y que empezara a hundirse sin remedio. No habría salido de no ser por Eva, que se lanzó sin dudarlo a sacarlo de allí. Nunca le estará suficientemente agradecido.

Help!!!
A veces pensaba si no se estaría volviendo demasiado despistado y descuidado. Y es que su chica le tenía en las nubes. Tonteaba con otras de vez en cuando, y hubo otras antes que ella pues no había duda de que era el padre de más de una criatura, ya que ojos como los suyos no podían achacarse a la casualidad. Pero volvía siempre a Tania y a sus peques, con los que jugaba sin parar por toda la casa. Aún recordaba aquel percance que sufrió estando Tania embarazada. Estaban de obras en casa, y el electricista dejó varios cables a la vista fuera del enchufe que estaba revisando, mientras fue a dar la luz a otra habitación. Curioso e inquieto como era, sin darse cuenta del peligro, a punto estuvo de electrocutarse cuando toqueteó distraídamente los cables poniendo en contacto los que no debía. Suerte que soltó a tiempo y todo quedó en una pequeña anécdota con olor a chamusquina, de la que se llevó de regalo alguna que otra quemadura.

Huysssss!
No faltaron sus escarceos con las armas de fuego, pero no como tirador, sino como blanco, eso sí, accidental. Habían ido al campo, a disfrutar de un fin de semana de acampada. Hubo tiempo para hacer turismo y corretear en plena naturaleza, y para poner su vida en peligro de nuevo. Eva y Guzmán habían llevado unas latas para practicar el tiro con una escopeta de perdigones. Adivina quién se puso en plena trayectoria por perseguir una mariposa que lo tenía absorto. ¡Adoraba los insectos, especialmente las mariposas! Esa pasión le causó una herida en la pierna derecha. Le tuvieron que extraer el perdigón, que afortunadamente no alcanzó ningún órgano vital, y anduvo cojeando un par de semanas y luciendo un aparatoso vendaje.

Pum!
Habían sido, sin duda, numerosas ocasiones de peligro de las que había salido airoso. Aquella mañana de sábado había salido muy temprano, en esas horas en que circulan de vuelta a casa los que tras cerrar el garito optan por irse a dormir y no seguir la juerga en un after-hours. Tal vez fue debido al alcohol, tal vez al sueño y cansancio, nunca lo sabremos. El conductor pareció no verlo y su coche lo embistió. Todo lo que Óscar pudo ver desde el suelo fueron sus luces traseras alejándose a toda velocidad. Nadie parecía prestarle atención. Su cuerpo yacía quieto sobre la calzada mojada, en un escorzo imposible. Se sentía extraño. Notaba que lo que sea que lo mantenía en este mundo se iba diluyendo poco a poco. Se sentía flotando. Dirigió la vista hacia lo que intuía borrosamente como su ventana. Dentro descansaban Tania y los niños, ajenos a todo. Tal vez aquella pequeña silueta desdibujada que parecía entrever era uno de sus pequeños, tal vez solo una maceta. Exhaló un último suspiro pensando en Tania y dejó que la vida lo abandonara.

Fatal accident
Si hubiera podido preguntar a los humanos habría sabido, desde hace mucho tiempo, que los gatos tienen siete vidas, y habría puesto mucho más cuidado en conservar la última.

Óscar's son

2 comentarios:

  1. descubro este blog... al feed... lo leeré con atención

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    1. ¡Bienvenido, Óscar! Tu visita me ha hecho descubrir el tuyo :)

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