Cierta tarde de primavera conocí a un marinero. Aún no sé si el destino tuvo algo que ver. Paseamos por la playa, recogiendo conchas y charlando, y nos sentamos en la arena para ver juntos la puesta de sol. Mientras presenciábamos el espectáculo me contaba sus anécdotas y viajes. Me parecía conocerlo desde siempre. Recuerdo que en cierto momento nos abrazamos mientras el sol se ponía, con tanta naturalidad como si siempre hubiéramos estado así. Nos hicimos amigos, y al poco tiempo amantes. En algún momento, desoyendo lo que mi cabeza me decía, me enamoré de él, pero nunca se lo dije. Creo que incluso me lo oculté a mí misma. Tal vez fue ese mi error, o tal vez, aún confesándoselo y confesándomelo, nada habría cambiado. Acaso en las cosas del amor no hay ni error ni culpa que valga, y sucede que son o no son, sin más. Puede ser que entonces yo no fuera lo bastante valiente como para para quitarme la venda protectora y ver, y es ahora cuando ya no lo tengo, que me estoy dando cuenta de cuánto lo amo. Pero es tarde.
Aprendí muchas cosas a su lado y disfruté de cada momento, de su voz y sus historias, de sus bromas, de sus ojos, de sus abrazos, de su boca, y sobre todo aprendí que la amistad está por encima del amor, y es que es otra forma de amor, la más bonita, tal vez. Ahora ya no estamos juntos, no. Él tuvo que partir y navega de nuevo, rumbo a otras playas, a otra ciudad, donde encontrará el amor que le haga echar el ancla a su barco.
Yo seguí con mi vida, y conocí a otros hombres, algunos de ellos marinos, tal vez porque buscaba en ellos algo de él. Sigo adelante, feliz, porque lo llevo conmigo allá donde voy, y hasta, a veces, las olas traen hasta mis pies alguna botella con sus mensajes, y eso me ayuda a seguir conectada y no echarlo tanto de menos cada día. Algunas tardes de domingo bajo a la playa donde lo conocí, y paseo tranquila. Mi mente se llena de recuerdos, y cuando el último rayito de sol se esconde, mis ojos compiten con el mar fabricando alguna lágrima que las olas, envidiosas, lamen y se llevan consigo en su retroceso. Me levanto, y emprendo la vuelta a casa. Mientras camino, aún con el surco de sal en mi cara, sonrío de corazón, porque siento que, allá donde esté, él es feliz.
Aprendí muchas cosas a su lado y disfruté de cada momento, de su voz y sus historias, de sus bromas, de sus ojos, de sus abrazos, de su boca, y sobre todo aprendí que la amistad está por encima del amor, y es que es otra forma de amor, la más bonita, tal vez. Ahora ya no estamos juntos, no. Él tuvo que partir y navega de nuevo, rumbo a otras playas, a otra ciudad, donde encontrará el amor que le haga echar el ancla a su barco.
Sunset |
Yo seguí con mi vida, y conocí a otros hombres, algunos de ellos marinos, tal vez porque buscaba en ellos algo de él. Sigo adelante, feliz, porque lo llevo conmigo allá donde voy, y hasta, a veces, las olas traen hasta mis pies alguna botella con sus mensajes, y eso me ayuda a seguir conectada y no echarlo tanto de menos cada día. Algunas tardes de domingo bajo a la playa donde lo conocí, y paseo tranquila. Mi mente se llena de recuerdos, y cuando el último rayito de sol se esconde, mis ojos compiten con el mar fabricando alguna lágrima que las olas, envidiosas, lamen y se llevan consigo en su retroceso. Me levanto, y emprendo la vuelta a casa. Mientras camino, aún con el surco de sal en mi cara, sonrío de corazón, porque siento que, allá donde esté, él es feliz.
Precioso
ResponderEliminarYou'll never walk alone
Un abrazo enorme
As long as I have a Friend like you! Thank you, sweetie! :*
EliminarYou're welcome :)
EliminarAlways
que POTITO!!!!!
ResponderEliminarque bonito es el amor!!! aunque yo le hubiese confesado mis sentimientos, yo es que para estas cosas, soy muy directa jaja.
ResponderEliminarmuy bonito el texto :)
¡Mil gracias por la visita, leerlo y dejar un comentario, linda! Sí, decididamente es mejor confesar lo que sientes, aunque te encuentres con que no eres correspondido, pero a veces se teme que te quieran de rebote :)
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