Jaime es alto, moreno y de cuerpo atlético. Es guapo, sin duda, y lo sabe, pero no ejerce de ello. Odia que las mujeres se acerquen a él solo por su físico imponente, y tal vez por ello tiende a endurecer el gesto, y andar como malhumorado sin estarlo, asustando con ello a muchas que piensan de él que es el típico chulito ligón de gimnasio. Solo cuando ya actúa en confianza y sin reservas, descubres que de duro tiene más bien poco, que su sonrisa es mágica y que es inteligente, divertido, educado y tierno. Está enamorado secretamente de Laura, pero no se ha atrevido a dar ningún paso, pues sus sensores no detectan en ella el más mínimo interés por él.
Laura es menuda y grácil, camina como si danzara de puntillas por la vida. Su delgadez y delicadeza se ven rotas tan solo por unos pechos redondos y perfectos, regalo de su padre, a quien lloró durante meses para que le pagara la operación. Su rostro es ovalado, y en él destacan sus marcados pómulos y sus grandes ojos color miel. Cuando sonríe, su boca grande, concebida para besar, deja ver una hilera de dientes blancos y un piercing en la lengua. Es una tía moderna, luchadora, con madera de líder, con las ideas muy claras y capacidad para llevarlas a cabo. Ha tenido relaciones con hombres, pero también con mujeres, y de un tiempo a esta parte se declara lesbiana. Su dominante personalidad ha sido la causa de sus últimos fracasos amorosos, pues atrae a chicas igualmente dominantes, engatusadas por su engañoso aspecto delicado, y al final el choque resulta inevitable. Últimamente ha puesto sus ojos en Carlota, pero ella parece no ser receptiva en absoluto.
Carlota es puro nervio y pura fibra en la oficina, habladora incansable no para quieta un momento, sus ojos azules bailan al compás que su dulce boca dicta. Expresiva por naturaleza, se acompaña de gestos con sus manos para enfatizar o modular cada palabra. Acude al gimnasio tres veces por semana, a quemar un poco de nervio, como ella dice, y su cuerpo es fiel resultado del esfuerzo que dedica a su cuidado. Cuando llega a casa se transforma en una chica hogareña y tranquila, que ansía encontrar una relación después de sus sonados fracasos, pues se enamora con facilidad y no sabe más que darse al 100%, lo cual hace que la caída sea dura cuando descubre que el otro no está dispuesto a dar lo mismo. Ha puesto los ojos en Jaime, tras descubrir que no es lo que parece y que, en el fondo, es dulce y tierno, pero no quiere precipitarse como siempre y, de momento, se mantiene en actitud observadora.
Los tres trabajan en diferentes departamentos de la misma empresa, pero en la misma planta, lo cual hace que coincidan a menudo en la zona de vending. Ello, unido a que el verano anterior les tocó trabajar durante un par de meses en horario nocturno, les permitió conocerse mejor. Se han hecho amigos y quedan con frecuencia muchos viernes, para poner el broche de cierre a la semana laboral. Fue uno de esos días cuando salió el tema. Los tres llevaban tiempo sin pareja, y de vez en cuando se lanzaban pullas al respecto, sin desvelar nunca lo que cada uno siente hacia otro de ellos. Pero aquel viernes, ayudados y desinhibidos por el vino de la cena, Laura confesó, medio en broma, medio en serio, que no le importaría nada intentarlo con Carlota. Ésta, en respuesta, dijo lo mismo en relación a Jaime, y él, finalmente, confesó que quien le atraía era Laura. Estallaron al unísono en una gran carcajada. Les parecía el colmo del despropósito que no se diera ni una sola coincidencia, y así, achispados y lanzados como estaban, empezaron a bromear acerca de ¿por qué no probar cada uno con los otros dos y al final decidir si había alguna posibilidad? Era como montar un trío, pero dos a dos. Hablaron de tomarse los tres unos días el siguiente fin de semana, desde el jueves, y dedicar así cada día a la prueba de una de las posibles parejas, dejando el domingo para la reflexión. El lunes sería el momento de compartir opiniones, sentimientos e ideas, quedando prohibido desvelar nada al resto hasta ese momento. No obstante, como eran conscientes de que habían bebido bastante, decidieron confirmar el plan el lunes siguiente en la oficina, y efectivamente así lo hicieron, pues ninguno de ellos se echó atrás. Quedó planificado qué pareja se asignaba a cada día, y ya solo quedaba esperar.
Laura es menuda y grácil, camina como si danzara de puntillas por la vida. Su delgadez y delicadeza se ven rotas tan solo por unos pechos redondos y perfectos, regalo de su padre, a quien lloró durante meses para que le pagara la operación. Su rostro es ovalado, y en él destacan sus marcados pómulos y sus grandes ojos color miel. Cuando sonríe, su boca grande, concebida para besar, deja ver una hilera de dientes blancos y un piercing en la lengua. Es una tía moderna, luchadora, con madera de líder, con las ideas muy claras y capacidad para llevarlas a cabo. Ha tenido relaciones con hombres, pero también con mujeres, y de un tiempo a esta parte se declara lesbiana. Su dominante personalidad ha sido la causa de sus últimos fracasos amorosos, pues atrae a chicas igualmente dominantes, engatusadas por su engañoso aspecto delicado, y al final el choque resulta inevitable. Últimamente ha puesto sus ojos en Carlota, pero ella parece no ser receptiva en absoluto.
Carlota es puro nervio y pura fibra en la oficina, habladora incansable no para quieta un momento, sus ojos azules bailan al compás que su dulce boca dicta. Expresiva por naturaleza, se acompaña de gestos con sus manos para enfatizar o modular cada palabra. Acude al gimnasio tres veces por semana, a quemar un poco de nervio, como ella dice, y su cuerpo es fiel resultado del esfuerzo que dedica a su cuidado. Cuando llega a casa se transforma en una chica hogareña y tranquila, que ansía encontrar una relación después de sus sonados fracasos, pues se enamora con facilidad y no sabe más que darse al 100%, lo cual hace que la caída sea dura cuando descubre que el otro no está dispuesto a dar lo mismo. Ha puesto los ojos en Jaime, tras descubrir que no es lo que parece y que, en el fondo, es dulce y tierno, pero no quiere precipitarse como siempre y, de momento, se mantiene en actitud observadora.
Los tres trabajan en diferentes departamentos de la misma empresa, pero en la misma planta, lo cual hace que coincidan a menudo en la zona de vending. Ello, unido a que el verano anterior les tocó trabajar durante un par de meses en horario nocturno, les permitió conocerse mejor. Se han hecho amigos y quedan con frecuencia muchos viernes, para poner el broche de cierre a la semana laboral. Fue uno de esos días cuando salió el tema. Los tres llevaban tiempo sin pareja, y de vez en cuando se lanzaban pullas al respecto, sin desvelar nunca lo que cada uno siente hacia otro de ellos. Pero aquel viernes, ayudados y desinhibidos por el vino de la cena, Laura confesó, medio en broma, medio en serio, que no le importaría nada intentarlo con Carlota. Ésta, en respuesta, dijo lo mismo en relación a Jaime, y él, finalmente, confesó que quien le atraía era Laura. Estallaron al unísono en una gran carcajada. Les parecía el colmo del despropósito que no se diera ni una sola coincidencia, y así, achispados y lanzados como estaban, empezaron a bromear acerca de ¿por qué no probar cada uno con los otros dos y al final decidir si había alguna posibilidad? Era como montar un trío, pero dos a dos. Hablaron de tomarse los tres unos días el siguiente fin de semana, desde el jueves, y dedicar así cada día a la prueba de una de las posibles parejas, dejando el domingo para la reflexión. El lunes sería el momento de compartir opiniones, sentimientos e ideas, quedando prohibido desvelar nada al resto hasta ese momento. No obstante, como eran conscientes de que habían bebido bastante, decidieron confirmar el plan el lunes siguiente en la oficina, y efectivamente así lo hicieron, pues ninguno de ellos se echó atrás. Quedó planificado qué pareja se asignaba a cada día, y ya solo quedaba esperar.
Mixed up feet |
El fin de semana llegó. El jueves se citaron Jaime y Laura, el viernes les tocó a Laura y a Carlota, y el sábado cerraron el ciclo Carlota y Jaime. No había reglas. Cada pareja pasó el día y noche como más le apeteció, decidiendo juntos qué hacer para conocerse mejor, si habría o no sexo, si les bastaba con una hora o si necesitaban de todo el día. El domingo cada uno meditó y reflexionó a su manera, valorando cada aspecto de la persona que inicialmente les atrajo y también de la persona a la que atrayeron. Era complicado, desde luego. Cuando descubres que atraes a alguien, que de pronto eres especial para esa persona, germina en ti una especie de sentimiento recíproco aunque hasta el momento no hubiera existido semilla alguna. Es como si brotara por generación espontánea. Por otra parte, tener en carne y hueso ante ti a la persona que ha poblado tus fantasías más secretas y ha campado a sus anchas por tus sueños, produce una emoción y vértigo deliciosos, unidos también al miedo a chocar con una verdad y realidad diferente a la imaginada.
El lunes cada uno de ellos llegó a la oficina con una idea en mente. El momento elegido para ponerlas en común era la hora de la comida. Se juntarían en la cantina, y tal vez descubrieran al menos una coincidencia. Podía ocurrir de todo, desde que a cada uno ahora le motivara justo el que antes no, a que saliera una pareja con tan solo que uno de ellos cambiara su opción. Dado que eran amigos habían acordado aceptar lo más deportivamente posible el resultado, y seguir celebrando sus noches de viernes.
A la una y media en punto, cada uno de ellos se dirigió al ascensor para unirse al resto. Bajaron a la cafetería nerviosos y en silencio, casi evitando mirarse por no desvelar lo que les pasaba por la mente. En fila, cada uno con su bandeja llena, se dirigieron a la mesa del rincón donde solían sentarse.
—¡Qué buena pinta tiene hoy la ensaladilla! —dijo Carlota rompiendo el hielo.
—Yo no pude resistirme a los tortellini —replicó Laura.
—Chicas, si queréis hacemos preámbulo de conversación de relleno o diálogo de besugos, pero, seamos serios, creo que todos nos morimos por saber, ¿me equivoco? —confesó finalmente Jaime.
—Tú como siempre tan práctico y directo al grano —le miró Laura con una sonrisa—. Pero sí, tienes razón, cuanto antes empecemos a hablar, antes terminaremos. Detestaría que llegara la hora de volver y se hubieran quedado las cosas en el aire.
—Estoy contigo —dijo Carlota—. Queda ver quién habla primero, y os propongo que, para empezar, digamos uno a uno si hemos cambiado nuestra visión anterior a este fin de semana tan intenso. Si todos pensamos igual, me temo que indicará que seguimos en un círculo amoroso que gira solo en un sentido; si no, solo aquéllos para los que haya cambiado su sentimiento serán libres de decidir, en función de las respuestas de los otros, si aclaran que el sentimiento inicial ya no existe, y si ha sido sustituido por otro o no.
—Me parece una idea genial, la verdad —contestó Jaime.
—Y a mí —añadió Laura—. En cuanto a quién empieza, salvo que haya algún voluntario, si os parece lo podemos resolver con mi dado de la suerte —dijo al tiempo que metía la mano en su bolso para recuperar el mencionado cubito—. En cuanto sea capaz de encontrarlo en este bolso tan grande, lo lanzo. Si sale 1 o 4 empiezas tú, Jaime; si sale 2 o 5 empieza Laura; si sale 3 o 6, seré yo la primera en confesar. Y para ver quien sigue después, asignamos pares a uno e impares a otro, y vuelvo a lanzar.
Laura fue sacando cosas del bolso y apilándolas sobre la mesa, para poder rebuscar mejor y dar con el maldito dado, mientras Jaime observaba atónito la cantidad de cosas tan dispares, y aparentemente tan inútiles, que salían de allí.
—¡Por fin! ¡Aquí está! —dijo poniendo un pequeño dado rojo sobre la mesa—. Bueno, —prosiguió intentando captar la atención sobre el objeto—, ¡atentos!, que voy a hacer el primer lanzamiento.
The red dice that lives in Laura's handbag |
Viendo que Carlota permanecía muda y con la vista puesta insistentemente en alguna parte que quedaba a espaldas de ella y Jaime, Laura llamó su atención.
—Nena, estás ida. ¿Qué miras tan atentamente?
—Os escucho, pero no os veo. No puedo parar de mirarlo. Me acabo de transportar a otro universo paralelo —respondió Carlota sin desviar la vista de lo que fuera que atraía su atención.
Laura y Jaime, sin ningún tipo de disimulo, volvieron la cabeza al unísono para descubrir a un tío que acababa de pagar en caja y avanzaba por el pasillo con su bandeja. Debía tener unos treinta años, era alto, con buena planta, de pelo castaño y ojos claros. Llevaba una arreglada barba de dos días y, no es que fuera demasiado guapo, pero algo en su aspecto lo hacía atractivo, y evidentemente a Carlota se lo pareció hasta el punto de quedarse colgada de esa manera. También Laura y Jaime parecían estar embobados con él.
Se veía claramente que estaba echando un vistazo al comedor, en busca de un hueco donde sentarse, y Laura no se lo pensó dos veces. Haciendo señas con la mano como cuando llamas a un taxi y luciendo su mejor sonrisa, le dijo:
—¡Vente! Tenemos hueco y acabamos de sentarnos.
El chico sonrió a su vez, aliviado y agradecido por la ayuda, y mientras se dirigía a la mesa, Carlota, bajando la voz para que solo Laura y Jaime la oyeran, pero muy convencida de sus palabras, dijo:
—¡Chicos! Me da el presentimiento de que tal vez el círculo se amplíe, así que... game over! ¡Tenemos que empezar de nuevo!