domingo, 17 de febrero de 2013

The Blue Envelope

Soy peluquera. Como puedes suponer, a lo largo del día me cuentan muchas historias. Mis clientas hablan de sus enfermedades, de lo listos que son sus nietos, de lo gorda que se ha puesto la vecina o de lo mala malísima que es la suegra, chismorrean de lo que ven en las revistas, de los famosos, de los casposos, de los escándalos que se van destapando en este país. Pero también, me cuentan sus vidas amorosas e infidelidades cada día. No siempre con palabras ni de modo consciente, pero de algún modo me lo cuentan, con sus cambios de look, su repentina preocupación por lucir impecables manicuras, su nerviosismo y brillo especial en los ojos, y lo percibo especialmente si las conozco desde hace tiempo y he visto que estas cosas solo las hacían muy de tanto en tanto o para una boda. Son mis clientas, sé de qué pie cojean. Hablan ilusionadas, vuelcan en mí confidencias que a veces no cuentan ni a sus mejores amigas. Soy una suerte de psicóloga tal vez, pues desde luego psicología no me falta, aunque ésta sea de andar por casa. Les hago preguntas, tantas como ellas me permiten, y ahondo tanto como puedo para hacerme una idea de la situación y darles mi opinión sincera. Son mis niñas, y cuando vuelven al cabo de la semana o del mes, nada más saludarlas ya sé si ha habido cambios buenos o malos desde la última vez.
 
Malena es una de ellas. Debe rozar la cuarentena, y la conozco desde hace años. Venía a cortarse las puntas y peinarse cada mes y medio, y excepcionalmente cuando tenía algún evento. Últimamente viene cada semana, a peinarse y a hacerse las uñas, y una vez al mes, pide cita para la de estética y se hace limpieza de cutis o alguno de esos tratamientos rejuvenecedores. Tiene un brillo especial en la piel, no solo producto de los tratamientos de belleza, sino más bien como si su piel sonriera, como si cada pose en ella tuviera ahora una gracia y frescura nuevas, que antes no estaban. Me empezó a contar su historia desde el primer día. Después de llevar años viuda, sola y aburrida, había decidido apuntarse a grupos de lo más diverso sin éxito aparente, hasta que por fin había conocido a alguien por Internet, en una de esas redes sociales de contactos tan en boga hoy en día. Estaba radiante, ilusionada y feliz como si tuviera veinte años. Me alegraba por ella, siempre había pensado que era un desperdicio que una mujer como ella estuviera sola. Era inteligente, atractiva, dulce y divertida.

Tras unas semanas, él le confesó que estaba casado, pero que no era feliz y quería dejarlo, lo cual les llevo a algunas tiranteces y a un intento de cortar por lo sano por parte de Malena, que tenía las ideas muy claras y no quería ser la amante. Quedó para hablar con él, y le dijo que no podía seguir más tiempo a dos aguas. Debía tomar una decisión: o seguir con su mujer, o dejarla y estar con ella. Le dejó bien claro que las medias tintas no le parecían justas para ninguna de las dos.

La última vez que vi a Malena vino a peinarse y a despedirse. En mi vida la había visto tan feliz. Él había accedido y, aunque sabía que sería un largo proceso que su mujer ni sospechaba, estaba decidido a pedirle el divorcio y empezar una nueva vida con Malena. Había dejado una larga carta a su mujer, explicando sus motivos, pidiéndole perdón por comunicárselo así y prometiéndole hablar en unos días, pues esa misma noche saldrían de viaje juntos, sin esconderse de nadie, y a su vuelta, contactaría con ella para hacer una separación lo más civilizada posible.
 
The blue envelope
De eso hacía ya una semana. Recuerdo claramente cada una de las cosas que hice ese día, hasta con quién hablé o qué comí. Al final del día, salí de la peluquería y conduje hacia casa, deseando abrirme una cerveza y descansar un rato. La estupefacción inicial que se dibujó en mi cara cuando entré y lo vi, me duró unos minutos. En el aparador de la entrada me esperaba un sobre azul. Tenía mi nombre escrito con la inconfundible letra de Carlos. Lo abrí a cámara lenta, sabiendo el contenido antes de leer una sola palabra. Lo leí de tirón. Como una sonámbula me dirigí a la nevera, saqué una cerveza y fui a sentarme al sofá del salón, muy tranquila. Tomé un trago directamente de la botella y, poco a poco, la sonrisa iluminó mi cara, mientras saboreaba un hecho que, sin saberlo, había estado deseando largamente.

—Soy... libre —musité.

Pues sí, ya ha pasado toda una semana. Malena y Carlos estarán a punto de volver. Seguramente piensan que mi reacción va a ser otra, quién sabe, pero no le voy a poner el más mínimo problema. Mentiría si dijera que no me duele, al menos un poquito, sobre todo comprender que él y yo no éramos felices juntos y no nos dábamos ni cuenta, habíamos puesto un velo a la realidad de la relación. Yo había llenado el vacío viviendo la vida de mis clientas, en lugar de vivir la mía propia. Nuestro día a día en cierto momento se volvió rutinario, y nos llevábamos bien, pero más como dos personas que comparten piso y coinciden a la hora de cenar, cruzan unas palabras y salen juntas de tanto en tanto. Tengo mucho cariño a Carlos, y le deseo lo mejor, y he de aceptar que ni yo era para él, ni él para mí. A veces hay que pararse en mitad de la vida, romper la rutina del dejarse llevar y asomarse desde fuera, como si vieras una película en la que los actores son otros y, en ese momento, preguntarte si serías feliz con una vida como la de la protagonista, y ser muy sincera y honesta contigo cuando respondas. En mi caso, fue la vida la que tomó la iniciativa, pues yo andaba en el limbo, pero no siempre es ella quien te organiza los pasos a seguir y te zarandea, y has de ser tú quien tome las riendas. Yo ahora tengo un nuevo camino ante mí, y estoy ilusionada y ansiosa por recorrerlo.

—¡Riiiiiiiiiiinnnnng, riiiiiinnng!

Ese debe ser Carlos.

 

12 comentarios:

  1. Muy bueno, me ha encantado
    me pilló por sorpresa el giro intermedio...
    y me encanta ese final coherente y explicativo que podría ayudar a más de uno/una.
    Un abrazo enorme

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    1. Me alegro de que te gustara. A veces cuando se acaba una relación no nos paramos a pensar si, tal vez y siendo sinceros con nosotros mismos, no es lo mejor que nos puede pasar. Aferrarse a mantener, como sea, algo resquebrajado y roto, nunca me ha parecido una opción inteligente. Soy más de llorar lo que necesite, sorberme los mocos, recoger los trocitos del corazón disperso, y tirar "p'alante" con sonrisa y paso firme :)

      Un beso

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  2. A veces sin quererlo otros toman las decisiones que te liberan y te hacen ver que hay un camino delante de ti, que por ti mismo no eras capaz de reconocer ni de afrontar.

    Muy buena historia Moona, ya veo que tus musas no son tan esquivas. ;)

    Al leer el nombre de la clienta me han entrado muchas ganas de releer Malena es un nombre de tango, gracias por traerlo a mi memoria.

    Un besazo enorme, Maga de las letras. ;**

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    1. A veces nos ocultamos la realidad que vivimos, por miedo, por aburrimiento, porque preferimos mirar a otro lado, no sea que tengamos que enfrentarnos a una ruptura, con lo montadita que tenemos ya la vida. ¡Qué pereza empezar otra vez!, ¿no?, a conocer a su familia, a descubrir sus manías, etc... No, claro, mejor aguantar y hacer como que todo va bien.

      Si uno es feliz, ¡perfecto!, pero si no, si no abres los ojos o tienes la suerte de que alguien te haga ver la realidad, lo mismo te tiras así toda la vida. Y, la verdad, no es tan grave, pero, ¿qué quieres que te diga?, a mí me gustan los colores, las gamas, las luces, y ver todo gris me aburriría soberanamente y languidecería como una vela :)

      Un beso con mucho mimo, linda :*

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  3. Linda historia, Moona, con final motivador, porque una ruptura no es el fin del mundo. Como dices en los comentarios, hay que seguir avanzando, y para mejor.

    Un beso :)

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    1. ¡Gracias, Mónica! Claro que sí, siempre hacia adelante, aunque a veces sí duela y mucho, porque la vida sigue, y hay que seguir atesorando experiencias :)

      Un beso

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  4. Me gusta, me gusta. Me gusta ese giro que no me esperaba hasta que ya lo tenía encima...me gusta esa liberación sentida ante lo que todos verían como fracaso. Me gusta esa madurez del personaje aunque eso no pasa con frecuencia, por desgracia.

    Un abrazo fuerte, fuerte.

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    1. Me alegro, me alegro, me alegro infiniiiiito, Tegala. Es cierto que esa madurez no abunda, y aunque estemos en el mismo caso que ella, la mayor parte de las veces nos negamos a aceptar que ahí no había nada, y que eso no era amor del rico. Dar ese paso es de valientes :)

      Un abrazo dulce, como tú :*

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  5. No me esperaba el giro que ha dado la historia en serio jajaja, de hecho es más, cuando hay una ruptura comienza una nueva vida y lo mejor es no buscar el amor, ya llegará, es lo que estoy haciendo yo jeje, disfrutar de la vida, hakuna matata!!!

    un beso!!

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    1. Me gusta buscar finales con sorpresa, lo confieso, aunque no siempre lo consigo :)

      Sigue disfrutando del día a día, que ya llegará lo que tenga que llegar.

      Un beso :)

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  6. Me ha gustado mucho la historia!!! Tu relato describe la situacion de derrumbamiento de cientos de miles de parejas. Un secreto a voces que ocurre dia a dia pero que la gente oculta con agendas ocupadas y muecas de felicidad fingida. Carlos necesito ser infiel para ver que hay mundo mas alla de una relacion que no se sostiene. Encantadora la madurez con la que encaja la infidelidad la peluquera. Hubiera sido muy facil para ella condenar a Carlos y a Malena en base a prejuicios sociales. Como siempre tu relato valiente... Una infidelidad que termina de forma feliz y que es el empujon que todos necesitaban para una nueva vida de esperanza.

    Muchos besos del Marin.

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    1. Ays, ¡cómo me alegra cuando alguno de mis niños de Boston asoma! Me alegro mucho de que te gustara. Creo que es cierto que hoy en día muchas parejas se dejan llevar y perpetúan la relación, a sabiendas de que no son felices, tal vez amparados en la comodidad de la rutina o tal vez temerosos del incierto futuro en caso de separación, pero yo por más que lo pienso, no sé vivir en color gris y optaría por cortar. Y además, ¡que no es el fin!, jajaja, hay vida y esperanza :)

      Mil gracias por asomarte, Marín, y muchos besos transoceánicos :***

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