lunes, 28 de octubre de 2013

The Green Heart

Decidí visitar a la bruja. No se me ocurría qué otra cosa podía hacer. Me había quedado sin ideas y estaba aterrado, pero si había una posibilidad, una sola, aunque fuera diminuta, tenía que intentarlo, o si no, sería uno más de esos niños con papás divorciados. Había muchos en mi clase. Mi amigo Germán decía que era guay, pero yo no lo veía así, a pesar de que, según él, así obtenía lo mejor de cada uno y le hacían regalos de lo más cool. No, para mí no tenía nada de guay y oía a Germán llorar por la noche algún día que dormía en su casa. Él creía que no me enteraba, pero escucharles discutir e insultarse por teléfono, o ver cómo intentaban ponerle en contra del otro, le rompía el alma.

Amani vivía cerca de nuestra casa, junto al bosque. No sabía si era una bruja, una hechicera, o simplemente una tía rara, pero cuando montábamos en bici por la explanada cerca de su pequeña casa, veíamos cosas raras, explosiones de luces de colores en las ventanas, animales que salían de la nada por el camino, su casa llena de sol mientras caía una tromba de agua alrededor... No sé, en el barrio los rumores acerca de ella eran inquietantes.

Dejé la bici apoyada junto a la cerca y me aproximé a su casa por el camino empedrado. Antes de llamar pensé asomar la nariz por una de las ventanas, por si veía algo que me hiciera cambiar de idea. Me acerqué con sigilo a una de ellas, agachado, y estando bajo el alféizar subí la cabeza muy lentamente, hasta que mis ojos alcanzaron el cristal para ver.

—¡Buuuuhhh! —la cara de Amani apareció al otro lado de la ventana.

El susto me hizo caer de espaldas. Pero me levanté rápidamente, resuelto a huir como alma que lleva el diablo.

—No huyas, pequeño McAllister —dijo abriendo la ventana, mientras en mi escapada tropezaba y caía de nuevo—. ¡Jajaja! Vamos, muchacho, no tienes nada que temer.

Me levanté y mis rodillas sangraban. Me volví a mirarla, dudando. Al fin y al cabo seguía necesitando su ayuda.

—Anda, Ron, ven y deja que te cure esa herida tan fea —me invitó sonriendo.



A Heart Tree

Me encogí de hombros, pensando “¡qué caray!”, y di media vuelta. Me abrió antes de que mis nudillos tocaran la puerta. Sus rizos rojizos enmarcando unos increíbles ojos azules le daban un aspecto divertido y su dulce voz y su sonrisa me dieron la bienvenida, ahuyentando definitivamente mis miedos.

Me hizo pasar al salón. El olor a incienso invadió mis fosas nasales, y los colores y muebles de la estancia me hicieron sentirme cómodo al instante. Se sentó junto a mí en el sofá y, no sé cómo, en sus manos se materializó lo necesario para limpiar mi herida y ponerme un pequeño apósito con infinita delicadeza. Del mismo modo, la taza con chocolate caliente que me ofreció pareció salir de la nada.

—¿Qué puedo hacer por ti, pequeño? —dijo acariciando mi cabeza.

—Creo que ya lo sabes.

—Así es, —admitió—, pero para que funcione he de oírtelo decir.

—Pues… Necesito una poción, un encantamiento, magia, lo que sea, para que mis padres recuerden por qué se enamoraron.

Me miró como los mayores miran a veces a los niños. Con esa expresión de lástima expresando “¡Ay!, es complicado, eres muy pequeño, algún día lo entenderás”.

—Mira —proseguí—, no quiero que estén juntos si no se quieren, no quiero que finjan por mí. Yo quiero que sea de verdad, y vengo porque creo que sí se quieren, pero se les ha olvidado cuánto y por qué. Solo quiero refrescarles la memoria.

—Es la petición más bonita que me han hecho nunca.

Sacó un corazón verde de una cajita, y me lo dio, indicándome que debía plantarlo en el jardín. No quiso aceptar los billetes arrugados que saqué de mi bolsillo. Dijo que se conformaba con que la visitara de vez en cuando y lo he hecho desde entonces.

—¡Y esa es la historia de Amani! —concluí—. Y ahora, apresurémonos. Le prometí que te llevaría esta tarde. Quiere conocerte.

—O sea… ¿es una bruja buena? —preguntó mi hermano Nicholas.

—Juzga por ti mismo, enano. Dos años después, naciste tú, y hace tres Lillian. Y nunca he visto a papá y mamá tan enamorados. ¿Sigue dándote miedo?

—No —dijo Nicholas guardando sus temores en el bolsillo—. Creo que me va a caer genial.



Nota: Post escrito para la Escena 11 "Entre brujas" propuesta por Literautas. Puedes ver los relatos participantes aquí. Creo que voy a leérselo a mi sobri Guillermo, que anda un poco temeroso de las brujas. Lo mismo le gusta Amani, que es una tía majísima :)

2 comentarios:

  1. Y así es como son las verdaderas brujas!! Muy bueno, linda!!
    Un abrazo de chocolate caliente!

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  2. ¿Verdad que sí? Feliz de verte por aquí, preciosa.

    Un abrazo de vuelta, mamita (cada vez que recuerdo mi despiste me pongo colorá), con aroma de biberones y bebés :*

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