viernes, 31 de diciembre de 2010

This Is Love

Recupero unas breves líneas que escribí hace tiempo en Tumblr (This Is Love), porque es un momento con especial significado en mi familia:

Son dos jóvenes. Corren los años 50. Están en su viaje de novios. Se hallan en La Tacita de Plata, Cádiz, en el puerto. Él es alto, apuesto y guapo. Ella es una preciosidad, más chiquita que él. Contemplan abrazados el mar, el ir y venir de los barcos, las gaviotas…


Él, absorto en el cielo y con la vista en su mar, sigue con los ojos el vuelo de una de las aves y dice:

¿No te gustaría ser gaviota?

Ella, pequeña, arrebujada en él, acercándose más, deliciosamente tierna y enamorada, vuelve hacia él su cara inocente y mirándole a los ojos le responde:

Si tú fueras gavioto
 
La joven pareja a la que se refieren estas letras no es otra que la de mis padres. Desde entonces, hemos reído con cariño cientos de veces con esta anécdota, imaginando a mi madre tan inocente y adorable, y la mirada de amor y ternura que, con certeza, le devolvió mi padre a "su peque". Han pasado casi 50 años desde que se casaron, y su amor ha ido creciendo con el paso de los años, tornándose más calmado, pleno, sincero y sabio. Siguen mirándose en muchos momentos a lo largo del día como entonces, y sus hijas nos emocionamos viendo ese amor, casi palpable, que llena el aire. No sé si será para llamarles  irresponsables, como canta Sinatra, but it's undeniably true que se aman.



martes, 28 de diciembre de 2010

Obsessive Love

Aunque hubiera mucha gente alrededor, ella notaba sólo su presencia. Intentaba mirarle sólo cuando era él quien hablaba o cuando le dirigía la palabra, para ocultar su evidente alelamiento, pero atisbaba por el rabillo del ojo, atenta a cada sonido que él produjera, y era plenamente consciente de si sonreía, inclinaba la cabeza o se subía las gafas con gesto despreocupado; cualquier cosa. Y así, cada día, en los momentos en que el grupo habitual hacía la pausa para el el desayuno en el bar o durante el rato, esta vez más largo, de la comida. Estaba casado, y nunca había dejado entrever que le fuera mal en su matrimonio, razones ambas que le hacían ser un candidato prohíbido, y más tratándose de un compañero de la oficina. Como ya duraba tiempo esta historia en su cabeza, había intentado incluso saltarse alguna comida o unirse a otro grupo de compañeros, pero no había funcionado, porque se encontraba después buscando excusas absurdas para pasar por delante de su mesa o cerca de su zona, y tener el placer de cruzar unas palabras con él. Y es que realmente era todo un placer hacerlo. Cuando estaban solos, hecho que pocas veces ocurría, se centraba y hundía en sus ojos verdes, miraba sin vergüenza su boca perfecta y besable, y reía a carcajadas, porque él, todo hay que decirlo, era un tío francamente divertido. Era inteligente, ingenioso, dulce y con un inmenso sentido del humor. También le había visto perder los estribos en alguna reunión, con lo que sabía que no era una malva. En cualquier caso, no podía evitarlo. Él estaba en su mente todo el tiempo. Despertaba, y pensaba en él. Se acostaba pensando si él ya dormía y si acaso pensaba en ella. Dejaba volar su mente en cualquier momento y perdía contacto con su alrededor, despertando cada vez que alguien mencionaba su nombre al preguntarle algo, trayéndola de vuelta a este mundo. Si alguien leyera su mente en esos instantes vería muchas veces cuerpos desnudos, piel contra piel, danzando acompasados al ritmo del más antiguo de los bailes, y la sonrisa que se dibujaba en su cara era de éxtasis. No estaba segura de no haber dejado escapar jamás algún jadeo, ¡tan vívido lo sentía!, y le ardía la cara al regresar de su sueño, al golpearse con la triste realidad de la sala de fotocopias, el despacho de su jefe, el autobús, la cola de la pescadería... demasiados escenarios pero siempre la misma escena. Él y ella juntos en la playa, en la alfombra junto a la chimenea, abrazados en un parque, en el cine, en su inmensa cama que tan solo ocupaban ella y sus almohadones cada noche. Ya era una obsesión. Su obsesión...
¿Qué haces cuando te ocurre esto? ¿Te lanzas a la piscina y confiesas? ¿O te haces un reset del corazón y cerebro para ser inmune y otear otros horizontes no prohíbidos? Si no detectas señales que indiquen que la otra persona es infeliz con su vida actual, creo que es mejor dejarlo ir.

Y vosotros, ¿qué pensáis?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Wrap Up Of The Year

Creo que en las fechas en que estamos bien puedo hacer balance de mi primera experiencia en lo que a trabajar y vivir en el extranjero se refiere. Llevo prácticamente todo el año en Boston, ciudad que, decididamente, me encanta; pequeña, muy "caminable", luminosa, limpia, llena de gente amable. Adoro el puerto, el Charles river, el Faneuil Hall lleno de vida con sus tiendas, restaurantes y el Quincy Market, la zona de Washington St cerca del Macy's, el Common park, las calles de Newbury, Boylston, Charles, Tremont, Beacon... 

Faneuil Hall
En ese tiempo he podido escapar muy poco a España: al Madrid de mis amores, a Coma-ruga en verano para disfrutar de una corta semana de vacaciones con mi familia, a Barcelona para reencontrarme con amigos especiales... He recorrido un poco Massachusetts, lo que el tiempo libre me ha ido permitiendo, y escapé a New York cuando Jogi vino a verme. En Boston he visto la primavera, el verano, el otoño y aunque me ha dado tiempo a intuir el frío, escapé a tiempo a Chile hace unos días y de momento me he librado de las nevadas y las bajísimas temperaturas. He "vivido" todo el año en el hotel, y mi búsqueda de apartamento comenzó, se vio frustrada, y ha recomenzado de nuevo, aún sin frutos, con lo que claramente a mi vuelta seguiré en el empeño.

Este es mi primer proyecto internacional. Sin exagerar lo más mínimo puedo decir que ha sido un año duro de trabajo, en el que las largas jornadas laborales han sido la tónica, especialmente en agosto, con alguna semana record de más de 85 horas de trabajo que, sinceramente, espero no repetir. Demasiadas horas, sí, pero sin que me ciegue el optimismo, no he de hacer esfuerzos para que lo que venga a mi mente sean recuerdos inolvidables, entrañables, divertidos y especiales. Aún recuerdo aquel fin de semana maratoniano en que Raquel y yo recorríamos los desiertos pasillos de la oficina a las 4 de la mañana, cantando a voz en grito, o cuando al ritmo de la música nos marcábamos bailes con las sillas ante la mirada atónita de Barry, quien debía pensar "estos españoles están locos". Había que mantenerse despierto mientras los procesos se ejecutaban y esperábamos, pacientes, a que en México nos hicieran caso con las peticiones que íbamos encadenando. Cada ¡ahorita, ahorita! nos desesperaba, pero sólo recuerdo risas y buen rollo. Igual que en las semanas previas en que Fernando decía las palabras mágicas de "hoy, lo mismo, salimos pronto" y terminábamos saliendo a las mil, cenando frente al hotel a las 11:00 porque ya no había muchos más sitios donde pudiéramos hacerlo. Luis, el colombiano, repite incansable que en este proyecto le parece estar inmerso cada día en una peli de Almodóvar. Pero, volviendo a alejar el zoom de esas semanas y mirando en conjunto todo el período, aparece en escena toda la familia: mi familia bostoniana, compuesta por todos los compañeros (amigos, en realidad) a los que he ido conociendo día tras día, dentro y fuera de la oficina. Cuando estás en un proyecto fuera de casa pasas muchas horas con el resto de la gente, no tienes una vida a la que regresar cuando dejas la oficina, y sales a cenar, a tomar una cerveza, a dar un paseo, a ir de compras..., con tus compañeros, lo cual hace que pasemos muchas horas juntos, semana tras semana, especialmente cuando estábamos la mayoría en el hotel, en el que prácticamente ahora sólo quedo yo. Se produce un efecto "Gran Hermano", todo se vive más intensamente y se magnifica, y los lazos que se crean son fuertes. A medida que unos y otros nos mudemos a apartamentos y nos integremos individualmente en nuestra rutina diaria, se ampliará el grupo con integrantes autóctonos, pero de momento somos básicamente la gran familia española. Les quiero. Nos tenemos unos a otros para mimarnos y animarnos en momentos de bajón, para dar un abrazo al que lo necesita, para comernos a besos, para celebrar lo que se tercie, para compartir nuestros ratos de ocio... para vivir, en definitiva. Añoro en muchos momentos a mi familia y amigos, me encantaría poder chasquear los dedos y materializarme junto a ellos o traerlos junto a mí sin más que desearlo, pero no han inventado aún lo del teleport (científicos del mundo, ¿para cuándo?). Es entonces cuando más agradezco tener también aquí una familia a la que adoro.
 

Vamos que, in summary, el resultado del balance es positivo 100%, y sin dudarlo estoy dispuesta a repetir en el 2011. Ahora me toca descansar, disfrutar de mis merecidas y largas vacaciones con mi familia, desentumecer los músculos, vaciar la mente, reunir energías y embotellarlas, para ir liberándolas a medida que me hagan falta, y poder estar, a mi regreso a Boston, llena de vitalidad y con las pilas bien cargadas. Go for the New Year 2011!!! ;D

jueves, 16 de diciembre de 2010

When The Rook Flies Low...

Viernes pasado: comida de Navidad con los compañeros.

Temperatura que marcaban los mercurios en Boston: alrededor de 25 ºF, que vienen a ser unos -4 ºC.

Sensación térmica: depende de la constitución de cada uno, de la calle en la que estés y de si llevas un orujo en el cuerpo o ninguno, pero doy fe de que el grajo iba reptando por las calles, y de que eso de -4 ºC, nada de nada.

A rook
En esas circunstancias, ese viernes me abrigué (no hice como las bostonianas, que lucen escotes, minifaldas sin medias y calzado de verano con los dedillos al aire, que si soy yo se me caen uno por uno del frío; prometo averiguar algún día cómo lo resisten y cuál es su secreto). Fui a trabajar en taxi, y en coche hacia el restaurante. Las pocas veces que me aventuré a salir a la calle a fumar (sin comentarios) lo hice pertrechada con bufanda y abrigo bien cerrado hasta arriba. Me llevaron en coche hasta el sitio de copas al que fuimos después. Tras varias horas de pasarlo bien, regresé al hotel en taxi, que tuvimos la suerte de parar a pocos metros del local. Y, ahí es cuando llego yo y me pregunto,... ¿dónde ha sido que he pillado este tremendo catarro, resfriado o proceso gripal? ¿Quién me ha transmitido vía aérea uno de esos bichitos malos? Como me entere, me lo cargo, ¡ja! Que me ha tenido el tema como alma en pena, envuelta en toses, escalofríos y temblores, con dolor de cabeza y garganta, inapetente de todo, encerrada en mi castillo (léase hotel) hasta hoy. Y si hubiera sido una transmisión boca a boca, al menos habría tenido con quien delirar en mis momentos febriles, digo yo.

En fin, ya estoy más o menos restablecida, curada y casi sana del todo, pero no las tengo todas conmigo. Ayer se estropeó la calefacción en mi habitación. Me arrastré a recepción a contarles el problema. Era algo general que afectaba a muchas habitaciones, pero no a todas, y me ofrecieron cambiar de habitación. No way, me dije, que con lo hecha papilla que estaba no me veía yo empacando mis pertenencias para llenar las 4 maletas que traje, y sabiendo que los regalos que he ido comprando no tenían hueco en ninguna (ni tienen de momento, a ver cómo apaño esto). Me subieron un radiador pequeño que no sirve más que para hacerme compañía. Opté por meterme bajo el edredón y sobreviví a la noche. Hoy, cuando he vuelto del curro, he entrado a mi habitación con la esperanza de ver resuelto el problema, pero no. La nueva visita a recepción me ha hecho conocedora de la grata noticia de que no podrá solucionarse ¡hasta el fin de semana! Bbbbrrrrr.... Muero de sólo pensarlo y de ver previsiones de frío y nieve estando sin calefacción. ¿A que voy y no me curo?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Look On The Bright Side Of Life

Hay días que empiezan con el pie izquierdo... definitivamente, y el de hoy fue uno de ellos. Me levanté con infinito sueño. Habría necesitado al menos un par más de horitas para levantarme como nueva, pero no solo el despertador se puso pesado, sino que tenía cita con mi médico. Nada grave: el típico chequeo médico. Desterré la idea de hacer pereza y caminé directa a la ducha. Iba bien de hora. La cita era a las 9:00. Bajé a desayunar a la cafetería del hotel: mi zumo, mi piña, mi café y mi muffin tostado, con mantequilla y miel. Que mira que hay opciones en el buffet, pero entre que voy a veces como un autómata y entre que realmente es lo que más me apetece, tomo el 99% de los días lo mismo, aunque hoy me salió un tanto chungalí. El café, - he decidido llamarlo así, porque es la traducción literal de coffee, pero deberían rebautizar el término, porque de solo recordar esos cafés de mi Europa... ¡aaahhh!, se me ilumina la cara, ¡eso sí son cafés! -, ... decía que el café es... americano, pero descubrí esta mañana que tiene grados de calidad. En concreto, el que me ha servido Dan esta mañana con la sonrisa de siempre era, yo diría, no potable. Sabía a sucedáneo de café, sin gracia, amargo y quemado. Y por si fuera poco, el muffin, que siempre dejo en el tostador mientras tomo la piña, salió un tanto quemado. Y ahí estaba yo, sentada en la mesa, con el "café" y el muffin morenito. Mal empiezo el día, pensé, pero todo tiene a veces un aspecto positivo. Mi desayuno no tenía arreglo, y no tenía tiempo de tostar otro muffin, eso estaba claro, pero el momento se equilibró cuando levanté la vista en pleno bocado y me encontré con un peque rubito de alrededor de un año, poniendo morritos como solo los niños saben poner. Sonreí. Era de foto. Su papá intentaba hacer que se comiera una suerte de potito e imitaba, sin ser consciente, los gestos de su hijo. Que el niño era mono, pero el papá estaba para mojar pan. Momento nivelado, me dije. Y terminé mi desayuno con buena onda.


Salí a buen ritmo por Milk St hacia Washington St. Eran las 8:50. El médico estaba cerca, pero por asegurar la puntualidad aceleré, cargada con bolso y portátil, dando tan buenas zancadas como los botines de tacón me permitían.Llegué al edificio y unos minutos antes de las 9:00 estaba ante la recepcionista. Cuando le dije que tenía cita descubrí que realmente ¡era a las 11:00, no a las 9:00!, pero poco importó, me informó que esa mañana no estaba la doctora, que habían dejado un mensaje en mi móvil para avisarme, que si no lo había escuchado. Me hice de cruces y concerté una nueva cita. Salí dispuesta a averiguar cómo configurar el teléfono para que me avisara de los mensajes y para saber cómo diantres podía escucharlos (confieso ahora que llevo parte del día intentándolo y no lo he logrado, pero lo haré).

The Charles River
El día era de foto. Brillante y soleado. Me gusta caminar a esas horas por el centro, que está lleno de vida, mientras los comercios empiezan a abrir y la gente corre a sus trabajos. Disfruté del momento y entré en el metro. Eran solo cuatro estaciones hasta la oficina. Esperé en el andén y llegó mi tren. Encontré asiento y no fui consciente de que mi cerebro había perdido la cobertura. Me sumí en mis pensamientos, dejando vagar la mente hasta el momento en que ante mis ojos desfiló el Charles River. ¡Hey!, ¡el río!, pero... No, no me había pasado de estación como tal vez estéis pensando. Peor. Me había montado en dirección contraria, ¡arrrrrggghhhh! Bajé en Kendall/MIT y me puse a buscar cómo cambiar el sentido. Imposible, o al menos no fui capaz, tuve que salir a la calle, cruzar, entrar de nuevo en la estación, pagar otra vez con la Charlie Card y esperar a mi tren hacia el sentido correcto. Jamás tengo la suerte de ver el Charles por las mañanas camino del curro, porque no es parte del recorrido, pero hoy lo iba a ver dos veces, ¡ja! Me pareció que, de nuevo, el momento se compensaba con otro positivo. Recorrí las estaciones restantes hasta la oficina, con mi cerebro ya de vuelta y alerta, disfrutando del paseo inesperado.

No he tenido más contratiempos el resto del día pero, de tenerlos, sé que habría olfateado y paladeado el aire, abierto poros y oídos, y aguzado la vista... looking on the bright side of life :-) al más puro estilo Monty Python.

lunes, 15 de noviembre de 2010

All Around The World

Otro día sin ti. Sola en la casa, en la cama… ¿Dónde estás? ¿Cuándo vas a aparecer en mi vida? ¿Cuál es tu nombre? ¿Dónde vives? Quiero encontrarte, pero necesito datos. No me han dado un radar para localizarte, y estoy cansada de esperar…

Estos, o parecidos, son los pensamientos de muchas mujeres y hombres que, tras uno o varios fracasos amorosos, desean encontrar a alguien que les ame. Ansían no estar solos, quieren tener a un compañero a quien amar y con quien compartir y hacer planes, necesitan vaciar su mente de los recuerdos que aún perduran del último amor. Muchos siguen anclados en ese pasado, intentando descifrar qué hicieron mal y de algún modo culpándose, porque hubo un momento en que lo tenían todo y eran felices, pero algo cambió, y a veces en su desesperación, creen que fue debido a ellos.
El amor no se puede forzar. Amas o no. Sientes o no. No hay un interruptor ni un switch que activar para ponerlo en modo ON. Si estás con alguien a quien amas y no eres correspondido, acéptalo. No es el fin del mundo. Si de verdad quieres a esa persona, querrás su felicidad, no querrás atarla a ti, poseerla y dominarla, porque eso no es amor, y los celos tampoco son amor. Todo eso es no quererte nada. ¿Por qué te vas a conformar con las sobras, con un amor descafeinado, con las migajas de la mesa? Si amas 100%, no pidas menos, pero no fuerces el corazón del otro, porque será una batalla perdida. ¿Quieres vivir engañado sabiéndote no correspondido? No supliques, no implores, no te rebajes, cree en TI y quiérete, porque , como el resto del mundo, mereces ser feliz, y entre todos los millones de personas que pueblan el planeta, alguien aparecerá antes o después.

Cortar una relación amorosa no es cortar una relación con el otro. Es cierto que si hubo celos, discusiones, fuertes peleas y, sobre todo, pérdida de respeto, cerrar esa brecha a veces es casi imposible. Pero las relaciones en las que subyace una profunda y gran amistad pueden seguir existiendo aún después de romper el vínculo amoroso, aunque a veces haya que dejar pasar un tiempo, porque no es tan rápido como chasquear los dedos y aceptar la nueva situación.
 

En mi caso, adoro a mis ex, con locura, sé que puedo contar con ellos como amigos. Quiero verles felices y ellos a mí. He tenido la suerte de topar con personas adultas, y poder continuar la relación, aunque de modo diferente. Me siento afortunada. Estoy sola, sin pareja actual, deseando que aparezcas en escena (¿dónde diantres estás?), pero feliz...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Living a Movie

Tenía el despertador frente a sus ojos constatando que, si no salía de la cama ya, llegaría tarde a la reunión. No pensó. Barrió de un manotazo la pereza que flotaba en el ambiente y saltó de la cama directa a la ducha. Mientras el agua caliente tonificaba su cuerpo, su cerebro paseaba mentalmente por los armarios, eligiendo prendas, y hacía apuestas acerca de si llegaría a tiempo de tomar un café antes de entrar a la sala. Se envolvió en el albornoz, se secó rápido y corrió a la habitación para vestirse a la carrera. Hoy no había tiempo de body lotion. Seleccionó una camisa, y se embutió en un traje pantalón negro, corriendo a darse un poco de maquillaje y vaporizar un poco de perfume. Portátil, móvil, bolso. Todo listo. Cerró la puerta de casa con llave apresuradamente, sin pararse a poner la alarma, y bajó en ascensor hasta el garaje.


El tráfico estaba infernal esa mañana. Conducía con agilidad, y detestaba a los listos que se saltan las colas y se incorporan a la salida en el último momento, pero sus muchos años de portarse bien le hacían merecedora de un momento de morro, ¿no?; hoy llegaba tarde. Avanzó por el carril hasta casi el final, vigilando una posible brecha que le permitiera entrar, y tuvo suerte. Se abrió un hueco que parecía decir "he nacido para ti". Lo aprovechó sin dudar, pero al conductor que iba detrás no le gustó nada. Ella siempre era el conductor que veía que el listo de turno iba a entrar en el último momento, pero ni pitaba ni aceleraba para impedirlo. Lo último en esos casos es provocar un accidente, eso era de sentido común. Pero el bobo de detrás, aunque no aceleró, se puso a pitar. Le habría mandado a la M con un gesto, pero se contuvo y levantó la mano pidiendo perdón, al tiempo que miraba por el retrovisor. ¡Vaya! El tío que veía conduciendo detrás no estaba nada mal. ¡Monísimo! Pero ya no pitaba, le sonreía en señal de "ok, por hoy vale, te perdono la vida". Ella sonrió también para sus adentros y se concentro en la conducción.

Llegó a su destino y aparcó el coche en su plaza. Recogió sus bultos y fue directa con ellos a la cafetería. Se había saltado el desayuno por las prisas, pero entrar en una reunión que podía durar toda la mañana sin su bendito café no entraba en sus planes. Dio los buenos días a Julio, pidió su café para llevar y un croissant, y pagó aliviada al ver que tenía 5 minutos para llegar a la sala de reuniones. Salió hacia ella, con el bolso y el portátil colgando uno en cada hombro, café en mano y mordisqueando las patas del croissant. 
Entró en el ascensor y cuando ya las puertas se cerraban, volvieron a abrirse para dejar paso a un trajeado apresurado, tanto que por hacerse hueco antes de que el ascensor despegara, la arrolló sin poder evitarlo, haciendo que el café regara su chaqueta y el mordisqueado croissant besara el suelo. Damn! Había sido un accidente, ¡sí!, y el tío era el segundo tío bueno de la mañana, ¡también!, pero ahora no ni tenía café ni bollito, y en su chaqueta chorreaba aún el café caliente. El chico bombón se deshizo en excusas, pero ella le quitó hierro al asunto. No era momento de matar a nadie y entrar a la reunión con el asesinato escrito en el rostro. Llegó su planta y salió apresurada al baño, para al menos poder recomponer su indumentaria. No habría café, de acuerdo, pero entrar hecha unos zorros le minaría la moral más. Menos mal que el traje era negro. Un poco agua y chorro de aire caliente del secamanos dirigido a la chaqueta hícieron milagros. Voló literalmente y entró en la sala. Habían llegado ya cuatro de los asistentes. Dio los buenos días y sacó su portátil de la funda, haciéndose con una de las pocas tomas eléctricas que había disponibles. En unos segundos comenzaría la reunión...


Tres horas y media después salía de la sala. Había ido bien. Había presentado su propuesta y por la cara de su jefe al otro lado de la pantalla de la videoconferencia, diría que estaba contento. El proyecto avanzaba bien y por fin daba sus frutos. Al menos no se sentía tan tonta después de haber sacrificado los fines de semana de los dos últimos meses. Ya estaba encarrilado todo, aunque hubiera costado tanto tiempo y esfuerzo. Y en breve... escaparía a las Virgin Islands. Necesitaba ese viaje. Descansar. Olvidar reloj, portátil, emails, móviles... Dedicarse a dormir, nadar, pasear, leer, tomar daikiris y bailar... cualquier cosa que pudiera hacer sin planificar y a la que pudiera decir que no, si ese fuera su capricho llegado el momento. Lo único triste es que iría sola. Había intentado coincidir en vacaciones con algunos de sus amigos, con su familia, con compañeros de trabajo... Fue inútil. Siempre tocaba cambio de planes y cancelar posibles reservas. Pero se negaba a no tener unas vacaciones que necesitaba con urgencia por el hecho de ir sola. ¿Por qué era tan fácil en las películas? En ellas todo era posible. El conductor de la mañana podría haberse cruzado en su camino de nuevo en el parking, intercambiando conversación y terminando ésta en una cita. O el despistado del ascensor bien podría haber propiciado la típica escena de caída de papeles al suelo por tropezón fortuito entre chica y chico, que los acerca a milímetros y tiene como desenlace de nuevo una cita. No. Eso ocurría en las películas. A los buenos no se les acababan las balas ni les dolían tanto las heridas, las chicas amanecían impecables tras 24 horas de persecución, los besos nunca necesitaban un Smint... Eso era ficción, claramente. Ella era una romántica, aventurera, soñadora, crédula, enamoradiza, con mucha imaginación, que en sueños veía posibles historias inverosímiles y diversas: ser secuestrada por extraterrestres y ser elegida portavoz de la Tierra, ganar medallas de oro en los juegos olímpicos en varias disciplinas, tener super poderes, elevarse unos metros y volar con su coche para saltarse los atascos, ser la heroína del cuento y salvar al que está en apuros, y ¡cómo no!, toparse con el guapo de la peli y protagonizar cualquiera de las escenas en que las chicas, desde el sofá de casa o la butaca del cine, soltamos ese ¡oooohhhh, aaaaaahhh! interno, o hasta audible, de envidia y admiración, porque querríamos ocupar el lugar que ocupa la chica de la peli en ese preciso instante. En fin... Había que poner los pies en el suelo y dejar de soñar tanto. El día ya estaba hecho. Saldría de la oficina en cuanto enviara el acta de la reunión, e iría a casa para dar el último vistazo a las maletas y poder dormir antes de salir mañana a su destino vacacional.

Cuatro horas despues salía hacia casa. No había comido apenas y como iba a estar ausente, tenía la nevera vacía. Decidió pasar por el Delicatessen para comprar algo de cenar. Dejó el coche delante de la tienda y entró. Paseaba indecisa por los pasillos, debatiéndose entre el sushi & sashimi o algún plato thai. Optó por ambos. Cogió también una botella de Merlot y croissants para desayunar al día siguiente. Como siempre, había olvidado coger una cesta, y llevaba todo entre las manos haciendo equilibrio. Llegó a la caja para pagar. Sólo una cajera y tres personas. Se le cansaba el brazo, y por querer apoyar la botella en el borde del mostrador, tiró los croissants y la bandeja de sashimi. El chico que había delante se volvió, para ayudarla. Se agachó y, en cuclillas, coincidió con ella frente a frente. Se miraron. El tiempo se detuvo... Click!... Ambos sonrieron, y él dijo con toda normalidad: "Por fin te encuentro. Vámonos". La cogió de la mano y dejaron atrás sushi, croissants, vino, todo...

jueves, 24 de junio de 2010

Rolling On Bed Laughing

Esta es de esas anécdotas que no sabes si contar, porque te sientes como boba, y hasta sin el como, pero ya que me he puesto a ello sigo, que no soy yo de enseñar el caramelo y guardarlo en el bolsillo de nuevo.

Trabajo de momento en una oficina, retirada del hotel donde me alojo mientras estoy aquí en Boston, pero esa tarde tenía una reunión en el edificio noble, que casualmente queda justo al lado. Mi jefe me había pedido que le informara tan pronto acabara. Así que, no más pisé la calle para caminar hacia el hotel, le llamé por teléfono. Le pillé ocupado y no me cogió la llamada. Subí a mi habitación, me puse ropa cómoda y abrí de nuevo el portátil para seguir conectada trabajando desde allí. Al poco me devolvió la llamada. Me levanté a por el móvil, que había dejado a la entrada, cerca del bolso. Contesté, y me puse a contarle, caminando de acá para allá por la habitación. Recuerdo que me vi caminando y pensé “Voy a hacer un surco en la moqueta. Mejor me siento”. Ni corta ni perezosa me dirigí al sitio más confortable: la cama. Esa pedazo cama king-size que me acoge cada noche y me envuelve tan bien. Me senté. Pero del estar sentada pasé al estar tumbada, y tan grande es la cama y tan boba yo, que seguía hablando con él desgranando los pormenores de la reunión, cuando empecé a rodar por la cama, cual croqueta. Blablabla vuelta a la derecha, blablabla vuelta a la izquierda, blablabla... Y el largo de la cama, en la que yo estaba atravesada, pensé que me daba para rodar una vuelta completa. Creo que mientras seguía mi cháchara, sin parar de hablar, me reté a mí misma dándome más impulso en el rodar, pero…., calculé mal… Fatal, diría yo, o incluso ni calculé, pues todo ocurrió muy rápido. Tanto rodar y rodar me llevó al borde sin darme cuenta y del blablabla que escuchaba mi jefe pasó a oír un alarido “Aaaaughhhhhh Wooooouuuhhh”, acompañado de un “¡Booomm!” y seguido de una cascada de carcajadas.
 

Allí estaba yo, sentada en el suelo, con el móvil a un metro o más, riendo como una posesa y llevándome la mano a la cadera derecha, que fue la que recibió el golpe. Recuperé el teléfono riendo aún, y al otro lado imaginaba a mi jefe con los ojos muy abiertos y cara de interrogante, y él me decía:

—¿Qué ha pasado? ¿estás bien? ¿quieres llamarme en unos minutos?
 

Creo que hasta debió pensar que yo estaba allí con alguien, jugueteando en la cama, tal era la juerga que yo tenía encima de pronto, y es que me parecía tan tan tan absurda la caída que no sabía si era mejor pasar de ello o intentar explicarlo.

En fin, doy fe de que el moradito existe en mi cadera derecha, y mis compañeros prometen asegurarse de que estoy bien sentadita y lejos de una cama cuando hablen conmigo, que no quieren verme accidentada al día siguiente :-)

jueves, 11 de marzo de 2010

Unsolved Equations

Y aquí estoy de nuevo: de vuelta en los Madriles, tras haber hecho mi tercera escapada a Boston por motivos de trabajo. Pero al menos los fines de semana dejaban tiempo para turistear, y pude ir a Cape Cod y a Rodhe Island. Lo he pasado en grande, la verdad. Estas allí, lejos de tu familia y amigos, pero rodeada de compañeros que, de algún modo, se convierten en tu familia, y se crean lazos especiales. Es como una especie de Gran Hermano, tal vez, y todo se magnifica. Ahora les echo de menos estando aquí, aunque es cierto que acabo de aterrizar como quien dice, y no me ha dado tiempo a calentar motores y dejarlos al ralentí. En dos o tres semanas, cuando me vea de nuevo haciendo maletas para volver, será a los de aquí a los que me dé penita dejar.

Y yo soy la misma, sigo siendo la chica envuelta en la incertidumbre, porque aún quedan muchos interrogantes por despejar, y por más que me afano para resolver ecuaciones, éstas no me las enseñaron en la carrera. Será cuestión de seguir caminando, paso a paso, cruzando los puentes que aparezcan en mi camino, o saltando por ellos para remojarme de vez en cuando. ¡Es la vida! :-)


domingo, 17 de enero de 2010

Riding on Life

Mucho tiempo llevo sin pasar por aquí a sembrar unas letras que juntas, como hormiguitas, formen palabras y, a veces, párrafos con sentido. He vivido muchas cosas desde mi última entrada, buenas y malas, y casi sin darme cuenta, el reloj de arena del 2009 fue dado la vuelta y ya corre, a su ritmo, grano a grano, el tiempo del 2010. Mi cabeza está llena de preguntas sin respuesta, y nadie, salvo yo, podrá ir contestándolas, o tal vez algunas queden para siempre así. De nada me ayudaría acudir a una echadora de cartas o consultar la bola de cristal. Sólo serviría para esconder la cabeza bajo tierra y dejar que otros tomen las decisiones por mí, cuando soy yo quien debe hacerlas propias. Cuando queremos hacer un cambio importante nos refugiamos a veces en excusas, y es que no se puede estar aquí y allí al mismo tiempo, ni se pueden tener siempre todas las cartas sobre la mesa. Las más de las veces hay incógnitas, pero si esperas a desvelar cada una de ellas, tal vez el tren se irá y no llegará otro para llevarte a tu destino.

Veremos cómo evoluciona mi amasijo de interrogantes y qué me depara este año que comienza. Sólo sé que esta vez no tengo intención de quedarme esperando a que la vida pase ante mí, y pienso montar en ella, aunque sea sin silla, a pelo, ¡como una amazona!.