viernes, 22 de junio de 2012

Sincerity As Strategy

—Tienes un moco —dijo él sin elevar demasiado la voz.

—Perdona, ¿cómo dices? —dijo Lynn intentando escuchar lo que le decía el tipo que, de pie junto a ella, se sujetaba a la barra cerca de la puerta. El traqueteo del metro y las conversaciones circundantes dificultaban oír con claridad.

—Sí, decía..., —dijo acercándose un poco más para no tener que hablar alto—, que tienes un moco. Es un moquito, en realidad —dijo Matt minimizando el problema—. Uno pequeño, a la derecha de tu nariz. Se quedó ahí perdido cuando te sonaste —añadió, con una sonrisa, como quitándole importancia, como quien alerta a otro de que le cayó una briznita de hierba en el hombro.
—Gracias, muchas gracias —dijo Lynn, roja como un tomate, pasándose la mano con disimulo por la cara, e intentando pescar al minúsculo habitante evadido de narilandia que campaba ahora por su cara—. ¿Ya? Dime que sí, por favor —preguntó ansiosa en voz baja.

—¡Jajaja! Sí, tranquila, ya está. Ni rastro de él. Perdona si te molesté. Es que soy muy sincero y a veces debería aprender a tener la boca cerrada pero, la verdad, a mí me gustaría que en un caso similar en que paseo un moco por la ciudad, alguien se apiadara y me advirtiera. No es algo vergonzoso. Esas cosas pasan hasta en las mejores familias. Si no tienes un espejo delante para verte, le puede pasar a cualquiera. 

—Mmmmmsssí, supongo que tienes razón. Pero resulta algo violento cuando es a uno a quien le toca —replicó ella.

—Te entiendo. Yo soy muy observador y me cuesta callarme ciertas cosas. En sitios llenos de gente donde tienes un tiempo de espera por delante, como el metro, por ejemplo, me fijo en las personas. A veces estoy tentado de decir lo que veo si pienso que así puede mejorar. En tu caso pensé que era lo más sensato, pero no siempre lo hago. Por ejemplo, ¿ves a aquella chica de la esquina? —preguntó indicando con la mirada hacia dónde debía volver la vista.

—¿La rubia? —preguntó Lynn al tiempo que miraba disimuladamente.

—Sí, la rubia. Creo que necesita un asesor de imagen. Yo le cortaría el pelo diferente y le cambiaría el color. Se ve que es teñido pero tan amarillo que resulta chabacano, con lo mona que es —decía Matt animado—. Si le diera un color más natural, más dorado, o incluso... un bonito cobrizo, ¿por qué no?, y le diera movilidad para que no se apelmazara sobre su cabeza como un casco, estaría mucho más guapa. Esos preciosos ojos grises y sus facciones destacarían más. Pero claro, ¡no le voy a soltar todo esto!.

—No, claro, pero veo que tienes buen ojo —contestó Lynn asintiendo de acuerdo.

—Hay gente que necesita consejo, te lo digo yo. Apuesto a se visten cada mañana a oscuras o por sorteo de prendas, porque esas combinaciones de colores no pueden ser adrede. Y veo personas con muchas posibilidades, pero todas ellas desaprovechadas. Esos casos son los que más me motivan. Esa posibilidad de cambiar un aspecto y mejorarlo, sin más que hacer unos leves cambios. Me encanta —dijo Matt.

—Se ve que te gusta, sí. ¡Lo dices con tanta pasión! Tus ojos se iluminan al hablar de ello.

—Fíjate en ese otro tío. A tus ocho. Apoyado contra la barra. El del traje azul —dijo Matt—. Quítale ese traje, que le queda pequeño, y dale uno de su talla. Dile que no se encorve, coño, que se estire un poco. Prohíbele ponerse esa corbata de por vida. Haz que se deje las patillas un poquito más largas, que casi las lleva a la altura de los ojos. Es más, que cambie de peluquero, porque va peinado como un señor mayor. Y los zapatos, que los regale o, mejor aún, que los tire. Le cambiaría también las gafas. Tiene una nariz interesante, pero esas gafas hacen que parezca enorme, porque son pequeñas para él —diagnosticó Matt.

—Pues sí, me lo imagino con los cambios que propones y estaría mejor, pero claro, soltarle todo eso sin tener confianza es otra cosa —dijo Lynn.

—Exacto —replicó Matt.

You never know what happens inside

Callaron ambos por unos instantes, cada uno observando con discrección a la gente del vagón, como jugando a cambiar mentalmente a alguien más. De pronto Lynn se sonrojó y preguntó, casi con miedo:

—Estoooo... una pregunta... Aparte del moco —dijo volviendo a enrojecer—, ¿cuál es mi diagnóstico? A mí ya me lo puedes decir, ¿no? —preguntó sonriendo.

—¡Jajaja! A ver... Pues, es cierto lo que te he dicho acerca de que me gusta observar a la gente e imaginar cambios en ellos, y si se da la opción, contárselos. Ya te dije que soy muy sincero. Pero hay algo que no te he dicho y creo que es hora de que confiese, y espero que no te haga enfadar —dijo Matt, mientras Lynn le miraba con sus inmensos ojos verdes fijos en él. Tomo aire y reanudó su explicación—. Entré en el vagón y lo primero que llamó mi atención fuiste tú. Yo estaba al otro lado, creo que un par de puertas más allá, y me costó un poco, pero logré acercarme hasta aquí y agarrarme a la barra junto a ti. Confieso que me encanta como vas vestida y ya me pareciste preciosa según te venía observando de de lejos, cosa que confirmé al verte de cerca. Resultado final: no te cambiaría nada, sinceramente —finalizó Matt.

—¿De veras? ¡Vaya!, ¡qué bien! —y quedó pensativa un segundo, porque algo no cuadraba—. Pero..., —prosiguió—, no acabo de entender por qué habría de enfadarme. Es bueno todo lo que dices. ¿Qué más ocultas? —preguntó Lynn incisiva, bromeando como si fuera un rehén a quien se apunta con un potente foco para que confiese.

—Bueno, verás... Me pareció que estabas ensismismada en tus pensamientos, y te noté un tanto triste. A mí solo se me pasaba por la cabeza conocerte, tomar algo contigo, charlar y poder verte sonreír. Tienes una sonrisa preciosa, por cierto. Pero, no sabía cómo entablar conversación y pensé que seguramente estás acostumbrada a que los chicos te digan lo bonita que eres y estés ya aburrida de ese rollo, y además tu semblante triste me hacía temer una contestación borde, así que, ¡tuve que inventar algo para poder hablar contigo y llamar tu atención! —remató Matt, poniendo una deliciosa cara de traviesa culpa.

—¡Será posible! Me has hecho pasar un momento muy incómodo, ¡en serio! —empezó a responder Lynn, con un poco de enfado en la mirada pero, tal vez por la cara de culpa de Matt, por la original manera de entrarla, o porque, la verdad, el tío que tenía delante estaba como un queso y era divertido, pensó que no perdía nada por dejarse llevar un poco, y fue cambiando su expresión sin darse cuenta, dibujando en su cara una sonrisa—. Bueno, vale, fuera mosqueo que, en el fondo, no puedo decir que no seas original. Si sigue en pie lo de tomar algo, acepto encantada. ¿Bajamos en la próxima? Es mi parada.

—¡Claaaaro! ¡Genial! No te haré repetirlo. Soy todo tuyo —dijo Matt feliz de ver que, a veces, las cosas salían bien.

El tren hizo su entrada en la estación y salieron del vagón charlando, como si se conocieran de toda la vida. En el asiento del vagón, junto al sitio que acababan de abandonar, un niño de unos doce años sonreía para sus adentros, como en posesión de información muy valiosa, mientras pensaba: "¡Ya sé cómo ligarme a la niña de las trenzas de mi cole!".


8 comentarios:

  1. Muy, muy bueno...me ha encantado!! Genial, genial!! Yo tampoco me habría enfadado ante tanta originalidad!! jajaja. Muy bueno, de verdad...y el niño de 12 años muy inteligente...que aprenda bien la lección!!
    Un abrazo

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    1. ¡Qué tesoro de comentario, Tegala! Feliz como una perdiz de que te haya gustado :D

      ¡Un beso!

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  2. ¡¡Qué maravilla de relato, has hecho que mi llegada a casa tenga otro color, una sonrisa enorme leyéndolo!!
    Tan real como la vida misma, eso de observar a la gente, intentar adivinar sus vidas, creer que los cambios que nosotros les haríamos serían los mejores, no poder evitar mirar esas ojos tristes o esas miradas felices....

    Y terminar de leerte queriendo tener un "moco" y que un desconocido se acerque a mi.. ;D

    ¡Qué buena eres Srta. Moona! Un besazo enorme (y como es mi primer comentario en tu blog, me he explayado, jajjaaj)

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    1. ¡Qué linda!, tú expláyate lo que quieras, y si esto ha servido para que tu sonrisa asome, genial.

      ¡Un beso! ;)

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  3. Uy, uy, uy... Esa técnica me la apunto yo (que al fin y al cabo mentalmente es como si tuviera 12 años).

    Me ha parecido muy simpático el relato (hacia tiempo que no te leía, Moonina.

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    1. Ay, Eros, Eros, crack, como te vea usando esta técnica me parto. Pásate por aquí cuando gustes :)

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  4. ¡Qué bonito! Y tierno, y dulce, y simpático... La verdad es que inspira muchas cosas. Desde luego, ¡es muy original! La entrada en el relato es ya de por sí impactante, jajaja (captando muy bien la atención, jajaja, a la manera clásica de la sorpresa).
    Al final parece que todos hacemos lo mismo, inventar vidas, ser espectadores de lo que nos rodea e intentar tomar el timón de la nuestra...
    ¡Un abrazote!

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    1. ¡Qué de cosas, Ana! Sí, observar a los demás como seres cambiantes y mutables. A mí me pasa como a Matt, y me dan ganas muchas veces de tener varita mágica y cambiar aquí y allá :)

      ¡Un beso, linda!

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