jueves, 18 de septiembre de 2014

A New Reality

Aquel día, —hoy lo sé—, abriste una puerta nueva para mí. Charlábamos apaciblemente, reíamos las ocurrencias que tenían nuestras mentes, estábamos conectados por las palabras. Algo cambió, sutilmente, y las palabras dibujaron imágenes vívidas, esparcieron olores, ofrecieron sabores a paladear, implicaron susurros y jadeos, unieron dos cuerpos lejanos. Entré de tu mano a un mundo desconocido, en el que, debo confesar ahora, sentía un poco de miedo. Me hallaba un tanto desubicada en él. Me sentía un poco tonta por no saber, me sentía observada y me incomodaba no haber estado antes en esa situación. Poco a poco, vencí mis temores iniciales guardándolos en un bote de galletas y amarré mis tabúes a un poste, para que no pudieran liberarse. Tan solo me dejé llevar. Primero, tus palabras me guiaban, dibujaban la escena, con tanta delicadeza y naturalidad que era fácil entrar en el juego. Luego fue tu voz, que me puso en un dulce trance.

Estamos bailando. Lo sabes, ¿verdad? dijiste en cierto momento.

Sí. Era un baile. Nuestro baile. Cerré los ojos. Todo tuvo sentido y dejé que tu voz me guiara por un laberinto de pasiones.

 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Disappointment


—Me has decepcionado.

Tres palabras que cayeron a plomo. Y tras esa lapidaria frase, todo cambió. El cielo, azul, dejó de ser etéreo, se fagocitó al increíble Sol que lucía esa mañana y se tornó gris marengo, vomitando, tras su digestión, infinitas estrellas que en su correr veloz y alocado atravesaron la Luna y la rompieron en mil pedazos. Todo quedó negro y cayó sobre mí, clavándose como cristales y robándome el aire. Mi mundo se hizo más pequeño, y yo con él. Quedé reducida a una criatura diminuta, indigna de tu comprensión, a un ser que no merecía la suficiente empatía como para que te pusieras en mi piel y, con tu sabiduría, entendieras mi necesidad de amor, mi sensibilidad. No fue así, y fui arrojada a la charca de los desterrados.

 

 
Pero no me dejé vencer. Lamí mis heridas como un cachorro y encontré mi Sol y mi Luna. Mi sensibilidad, cuando es preciso, se convierte en huracán, y me ayudó a levantarme. Pude aclarar mi mente, intuir malentendidos y comprender que, en el fondo, quien me había decepcionado con su actitud, habías sido tú, y que la culpa no había sido sino mía, tan solo por esperar demasiado de ti.

No iba a dejar que una frase dicha a destiempo, y tal vez elegida sin considerar todo su calado, se colara por mis rendijas y se alimentara cada día haciendo más grande la brecha. No. Sin dudarlo, hice las paces contigo e hice las paces conmigo misma. Aprendí de todo ello, y hoy, camino sin rencores, un poco más sabia.

 
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Hundred

Cierta noche de agosto, me hallaba yo sumida en mis pensamientos mientras remojaba mi cuerpo en la piscina para aliviar los calores del verano. Estaba en la parte poco profunda, tomando un refrescante mojito a la luz de la Luna, cuando la tranquilidad de la noche se vio interrumpida por la llegada inesperada de mi moonboy favorito: Kay. Como siempre, llegó radiante, dispuesto a contarme sus viajes e historias con Naya, la estrella errante.
 
No te he hablado del planeta Hundred, ¿verdad? —preguntó, sabiendo que, solo con la pregunta, ya me tenía atrapada y con la boca abierta, dispuesta a deleitarme con sus aventuras.
 
Sin darme tiempo a responder, comenzó a relatarme que se trataba de un planeta de una lejana galaxia, aún no descubierta por los humanos. Me contó que el nombre se debía a que todos los habitantes vivían cien años exactamente, ni un segundo más, ni un segundo menos. Todos, sin excepción, disfrutaban de ese período con plena salud, sin malestares de ningún tipo, en perfectas condiciones físicas y mentales y que, llegado el momento, morían, sin dolor, como una llamita que se extingue lentamente y en silencio.
 
Desde que nacían se ponía en marcha el contador, y al alcanzar los veinticinco años, y nunca antes, les estaba permitido pararse en una edad y vivir el resto de su vida con ese aspecto. Solo podían hacer la elección una vez, y después no había marcha atrás. Desde ese instante, el paso del tiempo quedaba paralizado en lo que al aspecto del cuerpo, interior y exteriormente, se refería, todo deterioro se congelaba en una edad, y se vivía de ese modo hasta alcanzar los cien años. Esa decisión era a todas luces importante, y por ello, no estaba permitida antes de alcanzar los veinticinco años, para dejar que la mente evolucionara, la personalidad se formara y el individuo contara con cierta experiencia vital.
 
Ya estaba yo evaluando en mi mente en qué edad me plantaría yo, suponiendo, como bien me confirmó Kay cuando le pregunté, que la elección se hacía al alcanzar una edad, ni antes ni después, es decir, no elegías pararte en los cincuenta si todavía tenías treinta, pero llegado a los cincuenta, no valía retroceder y pararse en una edad menor. 
 
Kay pasó un tiempo allí, recorriendo las ciudades y pueblos del planeta, y le llamó poderosamente la atención que todos los habitantes con los que se encontraba, podían considerarse jóvenes, todos habían optado por congelar su aspecto entre la edad mínima y aproximadamente los treinta y cinco, al menos a juzgar por el aspecto que mostraban.
 
Incluso para Kay, inmortal y eternamente joven como todos los moonboys, no dejaba de ser chocante y curioso. Desde ese momento, su viaje turístico por Hundred cobró una nueva dimensión y tuvo como meta encontrar a alguien algo mayor. No podía creer que nadie hubiera sentido la tentación de dejar que el tiempo siguiera su curso. Cuando casi había abandonado toda esperanza y cercana ya la fecha en que Naya pasaría a recogerlo para llevarlo a su Luna, encontró lo que buscaba: una pareja de ancianos. Una adorable pareja de ancianos, para ser más exactos: Elia y Noob.
 
Ninguno de los dos quiso parar el reloj y ya iban por los sesenta y siete. Nacieron en el mismo momento y llevaban juntos desde los veintitantos. Rodeados de amigos que se congelaban como si no hubiera otra elección posible, pensaron ¿por qué no seguir? Opinaban que plantarse en una edad era como anclarse en el pasado, como seguir mascando un chicle que ya ha perdido el sabor, como comer todos los días lo mismo y vestir siempre la misma ropa, como repetir un día eternamente, viendo exactamente la misma cara en el espejo cada mañana. Ellos decidieron vivir de verdad. Sabiendo que su salud sería completa hasta el final, les pareció que lo más sabio, inteligente y emocionante era disfrutar de los cambios que la vida y el paso del tiempo operaban en sus cuerpos, del mismo modo que gozaban siempre del cambio de las estaciones, de la llegada de la primavera tras el invierno, y del otoño tras el verano. Cada etapa les aportaba nuevos matices, nuevas vivencias. Envejecer juntos les hacía avanzar. Querían vivir la maravilla de sentirse diferentes cada día. Cuando Kay les preguntó por qué, cruzaron una deliciosa mirada cómplice y respondieron al unísono una sola palabra:
 
Plenitud.
 
Katharine Hepburn & Spencer Tracy (or Elia & Noob?)

 

martes, 9 de septiembre de 2014

Ghost Station

Abrí los ojos y me sobresaltó el ruido del tren acercándose. ¿Qué hacía yo allí? Estaba en el andén, sentada en un banco. Debí haberme quedado dormida esperando al metro al volver a casa. Un poco aturdida aún, subí al vagón en cuanto abrieron las puertas. Me encontraba cansada, pero extrañamente ligera. Era de noche y el vagón iba bastante atestado para lo normal a esas horas de un martes. Tenía frente a mí a una mujer. Lucía en su cara la mayor de las sonrisas. Me fijé en que realmente sonreía como si escuchara a alguien, y de hecho me sorprendió verla hablar y reír al momento, como si realmente mantuviera una conversación. Hablaba sola, como si se dirigiera a alguien sentado a su izquierda. Sus gestos acompañaban perfectamente la impresión de que así era, asintiendo de tanto en tanto, o poniendo su mano donde supuestamente podría estar la del otro. Miré a mi alrededor, por si alguien más lo había advertido, pero nadie parecía prestar atención o, tal vez, a esas horas no era algo inusual y pensaban que no estaba bien de la azotea o que había tomado unas copas de más. Estaba empezando yo también a pensarlo cuando caí en la cuenta de que el hueco que ocupaba su supuesto acompañante permanecía vacío desde que entré, a pesar de que en cada estación, aunque bajaban unos cuantos, seguía subiendo gente. El vagón continuaba llenándose, pero nadie ocupaba ese hueco. Tal vez era por respeto a la pobre mujer que, sin perder la sonrisa, seguía manteniendo una animada conversación.
 
Vi que hizo ademán de levantarse y me sentí impelida a seguirla, por pura curiosidad. Me levanté yo también, y me puse tras ella y su acompañante invisible. La verdad es que me sentía realmente intrigada y fascinada.

Chamberí Station, by Daniel Dionne
 
Salimos del vagón y comenzamos a caminar hacia la salida. Ella seguía charlando y riendo al subir por las escaleras mecánicas, con el brazo izquierdo plegado, como si lo enlazara con el de alguien. Yo iba unos metros detrás, y enfilamos por un largo pasillo de una zona comercial. Al pasar por delante de uno de los escaparates de las tiendas, me giré por puro acto reflejo, para echar un vistazo casual, y entonces lo vi. El cristal reflejaba perfectamente a un hombre que caminaba hablando solo por delante de donde se supone que estaba yo. Ni la mujer ni yo aparecíamos en la imagen. No pude contener una exclamación de asombro y giré de inmediato la cabeza hacia delante, para ver, como antes, a la mujer sin el hombre. Ella, dándose cuenta de todo, se detuvo un momento y caminó hacia mí. Tomó mis manos con dulzura y me dijo:
 
—Primer día por aquí, ¿verdad? Te acostumbrarás enseguida, querida. Te llevará un par de días poder ver... a los vivos. Podrás hasta comunicarte con aquellos que puedan vernos. —Hizo una pausa, dándome tiempo a empezar a entender—. Siento comunicártelo así, pero... tú y yo, y la mayoría de los que iban en el vagón, ya estamos muertos.

 

lunes, 8 de septiembre de 2014

As I Began To Love Myself

Hace poco hice una escapada a Denia con mi queridísima Isabelle. Hubo un poco de todo en tan corto período, en el que no faltaron nuestras largas charlas, de esas en que conoces tanto a la otra persona que parece que a veces sobran las palabras y una sola mirada lo dice todo. Y no sé cómo surgió en la conversación, la verdad, pero en algún momento, ella recordó un maravilloso poema que, afanosa, buscó en su móvil y pasó a leerme en español, entonando deliciosamente, con un leve toque de acento francés. El poema fue escrito por Charles Chaplin cuando cumplió setenta años, un 16 de abril de 1959. Os dejo la versión en inglés.

 
 
As I began to love myself I found that anguish and emotional suffering
are only warning signs that I was living against my own truth.
Today, I know, this is “authenticity”.
 
As I began to love myself I understood how much it can offend somebody
as I try to force my desires on this person, even though I knew the time
was not right and the person was not ready for it, and even though this
person was me. Today I call it “respect”.
 
As I began to love myself I stopped craving for a different life,
and I could see that everything that surrounded me was inviting me to grow.
Today I call it “maturity”.
 
As I began to love myself I understood that at any circumstance,
I am in the right place at the right time, and everything happens
at the exactly right moment. So I could be calm.
Today I call it “self-confidence”.
 
As I began to love myself I quit steeling my own time,
and I stopped designing huge projects for the future.
Today, I only do what brings me joy and happiness, things I love to do
and that make my heart cheer, and I do them in my own way and in
my own rhythm. Today I call it “simplicity”.
 
As I began to love myself I freed myself of anything that is no good for
my health – food, people, things, situations, and everything that drew
me down and away from myself. At first I called this attitude
a healthy egoism. Today I know it is “love of oneself”.
 
As I began to love myself I quit trying to always be right, and ever since
I was wrong less of the time. Today I discovered that is “modesty”.
 
As I began to love myself I refused to go on living in the past and worry
about the future. Now, I only live for the moment, where everything
is happening. Today I live each day, day by day, and I call it “fulfillment”.

As I began to love myself I recognized that my mind can disturb me
and it can make me sick. But As I connected it to my heart, my
mind became a valuable ally. Today I call this
connection “wisdom of the heart”.
 
We no longer need to fear arguments, confrontations
or any kind of problems with ourselves or others.
Even stars collide, and out of their crashing new worlds are born.
Today I know that is "Life"!
 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Addicted


Llevaba muy poco tiempo sin fumar, y aún no podía quitárselo de la cabeza con facilidad. Antes o después, algo desencadenaba en su mente el recuerdo del cigarrillo: el café de la mañana, el momento de la cervecita en el aperitivo, o los momentos de presión en la oficina. Cuando eso ocurría, tenía que hacer grandes esfuerzos por pensar en otra cosa, llenar su cabeza con algo que no implicara humo. Sabía, todo ex-fumador lo sabe, que estaba siendo tentada por "la bicha", como ella decía. Sabía que si lograba ignorarla y se controlaba, ese breve momento de ansiedad se reduciría paulatinamente y desaparecería. La verdad es que lo estaba llevando bastante bien. Al principio, con la fuerza que te da intentar algo por primera vez y los ánimos de los que te quieren, se le hizo más sencillo. Pasadas unas semanas, aunque paradójicamente debería ser más fácil al estar más desenganchada de la dependencia física y al estar motivada por haber acumulado todos esos días, se le presentaba con mayor insistencia la tentación, como un eco que se repite una y otra vez antes de que salgas de su radio de alcance y te alejes para siempre. Cuando la bicha acechaba, pasaban por su mente mil y una razones que apoyaban la idea de que, total, nada pasaba por dar una sola caladita o por fumar solo un cigarrillo. Eso no mermaría su firme decisión de dejarlo, se decía a sí misma intentando creerlo así.
 
Sonia piensa en todo ello mientras batalla con las increíbles ganas de fumar que siente en este instante. Sentada en la terraza de un bar, la brisa del mar lleva hasta su nariz el olor del cigarrillo que, dos mesas más allá, otra mujer fuma con evidente placer. La observa mientras ella se refresca con un mojito, lo cual tal vez no ha sido lo más inteligente para luchar contra las ganas de fumar. Acaso un vino blanco habría servido mejor. No quita los ojos del cigarrillo de la mujer. Observa hipnotizada cómo lo lleva a su boca, frunce los labios dando una calada profunda, y libera lentamente el humo, que asciende directo al cielo en pequeñas volutas. Como en un segundo plano, una idea empieza a tomar forma y abrirse paso en su mente, mientras el cerebro que ocupa su primer plano hace la vista gorda, aparentando interés en las gaviotas y en el mar. Impulsada por la idea que acapara su mente, se levanta para dirigirse a la fumadora de la terraza dispuesta a pedirle un cigarrillo.
 
The lovely Audrey Hepburn
 
Un paso. Su vista fija en la elegante mano que sostiene el humeante tesoro. Otro paso. Sus fosas nasales aletean, nerviosas. Un paso más. La bicha sonríe por dentro, acariciando con antelación ese pequeño instante de triunfo. Le separan de la meta apenas unos metros. Otro paso. Su campo de visión, reducido, no ve otra cosa que a su presa. Avanza de nuevo su pie derecho. Sus labios, entreabiertos, anticipan el momento. Siente un golpe por la derecha cuando da el siguiente paso. Se ha tropezado con alguien. Se gira, para entender qué es lo que retrasa su momento. Es una boca. Solo ve una boca. No piensa más. Se deja llevar por un impulso desconocido, sedienta. Une su boca a esos labios. Necesita beber lo que tengan que ofrecer.
 
Hace ya tres años de aquel encuentro. Consiguió vencer a la bicha y sigue sin fumar. Su adicción es diferente ahora. Se llama Irene. 
 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Some Day


Las manecillas avanzan... Pasan los minutos y las horas, se hacen días y acumulan meses, y aquí sigo yo, esperando que aparezcas. Tenemos una cita, ¿no recuerdas, amor? No, claro que no lo recuerdas, pues de hacerlo aquí estarías. Sonaría el timbre de la puerta y, al abrirla, me encontraría contigo, con tu yo de esta vida. Tal vez me pillaras tras despertar de la siesta, aún somnolienta y perdida, sin vestir de calle, acaso en zapatillas de andar por casa, o tal vez abriera desnuda, cubierta por una toalla tras salir de la ducha. ¡Qué ricura de imprevisto hallarte! ¡Vivan los momentos naturales, frescos, sin preparativos, sin adulterar, sin maquillar! Viva la energía que se genera cuando dos que se quieren vuelven a reencontrarse, días después, semanas o, como aquí, toda una vida. No dudaría un instante en salir tal cual a la calle, a la vida, a que me lleves donde el corazón te susurre al oído como si te contara un secreto, para darme una sorpresa y entender que, en el fondo, sí te acuerdas. Pudiera ser también que en lugar de salir yo, entraras a mi casa. No para amarnos, que eso vendrá después, cuando en tu memoria estallen los recuerdos que tu alma guarda, sino para dejar que te mire y me emborrache, que mis ojos se gasten dulcemente en cada línea de tu cara y recorran cada poro y lo hagan suyo, aprendiéndose de nuevo tu ser, tu color, tu olor, tu sabor. Y cerrarlos, sabiendo que esta vez, al abrirlos, no habrá sido un sueño y seguirás ahí, cerrarlos para que mi memoria redibuje tu nuevo yo, sabiendo que estás a mi lado, que si estiro un poquito la mano, me la atraparás entre las tuyas y me la cubrirás de besos. Pero no, corazón, no te acuerdas de la cita. Si lo hicieras no estaría yo escribiendo estas líneas. Andaría disfrutándote como en otras vidas, riéndole al destino los juegos que nos gasta para juntarnos. Tal vez no sea el momento aún y ha de pasar tiempo, tal vez esta vida no me toca tenerte, sino echarte de menos hasta el final. No te preocupes, amor, que aunque sea éste el caso, yo... sí recuerdo, y nos veremos en la siguiente.

Heart Galaxy by the astronomer Julien Girard @djulik