miércoles, 21 de octubre de 2009

No Internet Available

No tengo Internet. Algo gordo ha ocurrido, hará una media hora, y se han despanzurrado todas las cosas que tenía corriendo gracias a la savia internetera que corría por las venas del Pc. Dicen lo de siempre: avería técnica generalizada en la zona. A saber si se trata de un cable pelado o es algo verdaderamente complejo, pero el caso es que aquí me hallo, escribiendo lo que podrá ser (si Internet vuelve algún día) una entrada en mi blog.

Te acostumbras a algo y en el momento en que te falta te encuentras un tanto raro. Por Dios, si he estado a punto de buscar el teléfono de atención al cliente de mi operador en la web. Ppfffffffffff!!! Que hasta he enviado unos cuantos tweets vía móvil… Pero no hay color, porque no veo mi timeline. No veo nada. Es como un diálogo de besugos entre yo y yo, y ¿qué voy a decir? Ya me conozco, con lo cuál ni me contesto.

Me digo ¿qué hago?, ¿qué hace una persona que pasa tantas horas diarias delante del ordenador y casi siempre haciendo algo que requiere conexión? Cuando estoy de viaje o por ahí, ni me acuerdo, aunque he echado un ojillo al iPhone y cualquier día se viene conmigo. Pero estando de relax en casa, para mí es fundamental. En fin… Pasó por mi mente lo de encender la tele, pero lo descarté rápido. Aunque, quién sabe, como esto vaya para largo me veo viendo… ¿viendo qué? Si no sé ni qué programación hay, jajaja…

Mis constantes vitales y mis pulsaciones parecen normales. No observo manchas en el iris, ni pigmentaciones o sarpullidos en la piel. Las ojeras ya estaban está mañana, así que no cuentan. ¿Significa esto que no estoy enganchada a Internet? Llevo ya casi una hora, y extrañamente estoy tranquila, pero ¡estoy intentando a cada rato ver si ha resucitado! Y nada. Que está haciéndose la interesante y pasa de mí. Pero sé que está con otr@s, ¡qué desvergonzada! Huys… que me veo encendiendo la caja tonta o retomando mi libro de la mesilla de noche.
...

Fuera llueve. Mejor dicho, diluvia. Voy a cerrar la ventana que se me inunda la casa y para eso no necesito Internet, y ya que me levanto voy y ceno algo. Lo mismo a mi vuelta todo ha regresado a la normalidad :-)
...

Pues no, así que cambio la cara: :-(, ¡ea!. Y encima me he recorrido 34 canales de TDT en busca de algo que me retuviera y… nada. Aunque me conozco, salvo que hubiera encontrado algo realmente apasionante, estaría asomándome por aquí de nuevo a probar fortuna.
...

Me he puesto música. El iTunes, claro, porque Spotify no puedo. Y doy vueltas por la casa. Pico algo en la cocina, aunque acabo de cenar como quien dice. Riego una maceta aquí y otrá allá. Me peso al pasar por uno de los baños y ver la báscula. ¡He perdido un kilo! ¿Ya? ¿Tan pronto? ¿Tanto me está afectando esto? ¿Significa esto que Internet engorda o que el mono adelgaza?
...

Y canto, ¡hala! Que lo hago fatal, pero me importa un comino. Es mi mono y lo paso como quiero. Y que se le ocurra a un vecino asomarse, que como tenga Internet le hago prisionero y le asalto la casa, lol. Pasó por mi mente lo de llamar a alguno para pedir una tacita de Internet, por caridad, suficiente para ir de surfing por un ratito. Ay… Y mientras esto parece un disco rayado: “Resolviendo la dirección xxx” “Servidor no encontrado”.
...

A lo tonto, a lo tonto, llevo casi 2 horas sin Internet, y será la música, ¡quién sabe!, pero al final estoy pasando un rato de lo más agradable. Me voy a secar la melena, que el secador sólo necesita electricidad. Cruzo los dedos para que no le dé por morir esta noche, que lleva días con extraños ruiditos...
...

Se ha portado como un jabato. ¡Ese sí que sabe! No te deja colgada en un momento así. Aunque otros lo hicieron. Aún recuerdo cuando tuve que pedir el secador a la vecina, para evitar ir a currar como una loca huida de algún sitio al día siguiente. Y al final casi fue peor. Su secador secaba, sí, y tanto que secaba. Me quemó el pelo en una zona, porque no había manera de regular la temperatura. Bueno, al menos hoy no he tenido tal percance.

Y la música sigue sonando y animándome, mientras Internet me evita y me saca la lengua tal que así :-P

Y fumo algún que otro cigarro. Me había pensado lo de no comprar más tabaco hoy, pero al final compré una cajetilla a la hora de comer. Mucho p’al body habría sido eso de pasar ¡dos monos hoy! Aunque poco imaginaba yo de eso esta mañana. Que de haberlo sabido, lo mismo me habría hecho plan de salir por ahí a cenar, y volver a casa para meterme en la cama, o me habría escapado a comprar un iPhone, jajaja… Nah, eso no lo habría hecho, tan mal no estoy. Creo que tengo salvación pero… ¡que me restablezcan el servicio YA, hombre!
...

Resignada ya a no tener Internet hasta mañana, al menos hasta que llegue a la oficina. Tenerlo en casa será cosa de que arreglen lo que sea que no me ha permitido subir esta entrada al blog… Aunque, pensándolo bien… esta entrada no habría existido de no haber sido por este desaguisado, ¿no?

Ya es casi la 1:00 am y el despertador sonará en unas horas, haya o no Internet, así que cierro filas y mañana será otro día.


miércoles, 14 de octubre de 2009

Reading Carefully

A veces voy tan acelerada por la vida que igual chocó con paredes, que descascarillo mi cadera contra los pomos de las puertas (me salen unos cardenales la mar de monos, todo hay que decirlo) o leo un texto en diagonal, por aquello de las prisas, rellenando los huecos con mi imaginación más que con las palabras que realmente contienen. Y es que es conveniente prestar atención cuando se lee, porque a veces se cae en errores... como éste:

Cierto amigo me recomendó un día un buen dentista, que resultaba ser su primo. No me dio sus datos de contacto en aquel momento, y fue hace poco, tras hablar con él por teléfono, cuando recordé su consejo y me di cuenta de que aún no disponía de los datos. Al saberle metido en un avión en ese momento, decidí enviarle un SMS, para que no se me pasara preguntarle y me contestara cuando pudiera.
 
Moona:

Pasó la tarde, y yo salí a cenar a mi japonés preferido, donde me puse las botas degustando sushi & sashimi, y acompañándolo de un delicioso vino. Ya no me acordaba del SMS enviado antes, y el sonido de recepción de nuevo mensaje en el móvil, según entraba en casa, me pilló desprevenida. Era de mi amigo. Abrí el mensaje, y leí:

Mi amigo:

Me quedé de piedra, y pensé, ¿eh?, este tío es imbécil y en su casa no lo saben. ¿A cuento de qué me dice esto?, ni que yo fuera por la vida creyéndome la reina de Saba, ¡será idiota! Pero... ¿qué mosca le ha picado? Es majo, pero no es George Clooney. ¿Le he hecho algún feo y mi memoria de mosquito me impide recordarlo? No parecía molesto hace un rato cuando hablé con él. Pero la que sí estaba de repente molesta era yo, y ni corta ni perezosa, sin pensarlo mucho más (¡ay, las prisas!) le respondí:

Moona:
(una es así, aún enfadada sigue mandando besos)

Y al instante recibo:

Mi amigo:

Ahí me dije, ¿qué?, ¿cómo que qué?, ¿qué de qué, idiota?, ¿ahora vamos de graciosos o qué?. Pero en el fondo me chocó ese "¿qué?" suyo. Quiso la casualidad que tuviera su mensaje aún guardado (los suelo borrar tras leerlos) y pudiera releer de nuevo con más calma. Y releí. ¡Dios! ¡Qué chasco! Había escrito:

Mi amigo:

¡Ooooops! ¡Glubs! Menuda metedura de pata. Me moría de vergüenza, y me llamé torpe una y mil veces. Yo poniéndole verde, y él, pobre, inocente de todo, y seguramente planteándose el borrar mi nombre de su agenda por no tener que vérselas más con las acusaciones de una petarda. No tarde en responder diciendo:

Moona:

Mi amigo:
(claro, ¿qué otra cosa me iba a decir?, ¿que me cuide la vista o que me cuide de leer si bebo vino?)


Moona:

Pfiuuuuuu, ays... todo se aclaró y solucionó. Me partía de risa yo sola, y él se partía también al día siguiente cuando me llamó para ver si "ya estaba más tranquila" y le expliqué lo que había leído inicialmente y todo lo que pasó por mi cabeza en esos momentos con respecto a su persona. Charlamos un buen rato y nos despedimos, aún como amigos. En adelante, me cuidaré mucho de leer con detenimiento todos los próximos mensajes que reciba, en especial los suyos.

martes, 13 de octubre de 2009

Laugh Therapy

Un portazo, seguido de un grito animal. El silencio de la noche queda roto. El grito torna en lamento, hondo quejido desgarrador de almas. Se le escapa el color del rostro, ahora cerúleo y brillante en la oscuridad. Rostro de muerta. Paralizada, exánime, mira la puerta sin comprender, sin querer creer. Tiritando inicia un llanto quedo, inconsolable, llanto de niña. Su barbilla tiembla mientras el mar brota de sus ojos y resbala por su blanca piel. Está congelada, gélida, sin sentirse confortada al abrigo del edredón que la envuelve. No es capaz de reaccionar. Se ha roto en mil pedazos. Sólo llora y gime. No quiere consuelo, quiere llorar su dolor para superarlo. Parece anestesiada. El sol se detuvo. El mundo paró su giro planetario. Todo quedó en silencio, en tinieblas, sin estrellas, sin luna, sin arco iris, sin colores. Quedó suspendida en el vacío, sin caer, sin poder tampoco remontar el vuelo. Está sin brújula, desorientada. Agotada y exangüe se tumba en la cama. No puede pensar. Ya no brota llanto. No le quedan lágrimas, y sus ojos enrojecidos sólo ansían cerrarse. Y los cierra. Y se tiende sobre la cama. Y se deja llevar por ese cansancio infinito que le nubla los sentidos. Se sume en el sueño sin remedio, mientras su respiración se normaliza y las convulsiones de su cuerpo cesan. 


Duerme. Duerme, mi niña. Duerme, Princesa... Una mano invisible acaricia con  suavidad su cabello y sus sienes, y la calma. Y ella duerme, duerme y duerme.

Y muchas, muchas horas después... despierta. Y se siente sola y vacía, un tanto extraña, y a la vez, completamente relajada. Todo está oscuro. Siente la necesidad de respirar aire fresco, y de ver la luz. No quiere más negrura, ansía claridad. Liberando tras de sí el edredón se dirige al ventanal. Y corre las gruesas cortinas, y sube las persianas, y abre las ventanas una a una, de par en par. Y la luz inunda todo, y ve el claro día en el valle. Y se llena los pulmones con el aire de la mañana, tiritando un poco porque está desnuda. Pero su piel agradece los escalofríos y no se cubre con nada. Inhala y expele aire con fruición y ansia, y sus ojos, con las pestañas pegadas entre sí por tanto llanto, se deleitan en el paisaje, como viéndolo por vez primera. Alza la vista al cielo azul, y cierra los ojos sintiendo el sol mimar su piel. Y sus comisuras comienzan a dibujar una sonrisa. Es como un bálsamo. Siente relax y cosquillas. Siente la vida recorrer su cuerpo. Tiene ganas de reír de pronto. Sí, sí, síiiiiiii... Piensa que está loca, pero ríe, ríe, más alto, a carcajadas. Su boca abierta es una fiesta, baila y gira junto a la ventana, feliz y liberada, y su risa cantarina recorre el valle y trepa a las cimas cercanas resbalando imparable por las laderas al otro lado...