jueves, 18 de septiembre de 2014

A New Reality

Aquel día, —hoy lo sé—, abriste una puerta nueva para mí. Charlábamos apaciblemente, reíamos las ocurrencias que tenían nuestras mentes, estábamos conectados por las palabras. Algo cambió, sutilmente, y las palabras dibujaron imágenes vívidas, esparcieron olores, ofrecieron sabores a paladear, implicaron susurros y jadeos, unieron dos cuerpos lejanos. Entré de tu mano a un mundo desconocido, en el que, debo confesar ahora, sentía un poco de miedo. Me hallaba un tanto desubicada en él. Me sentía un poco tonta por no saber, me sentía observada y me incomodaba no haber estado antes en esa situación. Poco a poco, vencí mis temores iniciales guardándolos en un bote de galletas y amarré mis tabúes a un poste, para que no pudieran liberarse. Tan solo me dejé llevar. Primero, tus palabras me guiaban, dibujaban la escena, con tanta delicadeza y naturalidad que era fácil entrar en el juego. Luego fue tu voz, que me puso en un dulce trance.

Estamos bailando. Lo sabes, ¿verdad? dijiste en cierto momento.

Sí. Era un baile. Nuestro baile. Cerré los ojos. Todo tuvo sentido y dejé que tu voz me guiara por un laberinto de pasiones.

 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Disappointment


—Me has decepcionado.

Tres palabras que cayeron a plomo. Y tras esa lapidaria frase, todo cambió. El cielo, azul, dejó de ser etéreo, se fagocitó al increíble Sol que lucía esa mañana y se tornó gris marengo, vomitando, tras su digestión, infinitas estrellas que en su correr veloz y alocado atravesaron la Luna y la rompieron en mil pedazos. Todo quedó negro y cayó sobre mí, clavándose como cristales y robándome el aire. Mi mundo se hizo más pequeño, y yo con él. Quedé reducida a una criatura diminuta, indigna de tu comprensión, a un ser que no merecía la suficiente empatía como para que te pusieras en mi piel y, con tu sabiduría, entendieras mi necesidad de amor, mi sensibilidad. No fue así, y fui arrojada a la charca de los desterrados.

 

 
Pero no me dejé vencer. Lamí mis heridas como un cachorro y encontré mi Sol y mi Luna. Mi sensibilidad, cuando es preciso, se convierte en huracán, y me ayudó a levantarme. Pude aclarar mi mente, intuir malentendidos y comprender que, en el fondo, quien me había decepcionado con su actitud, habías sido tú, y que la culpa no había sido sino mía, tan solo por esperar demasiado de ti.

No iba a dejar que una frase dicha a destiempo, y tal vez elegida sin considerar todo su calado, se colara por mis rendijas y se alimentara cada día haciendo más grande la brecha. No. Sin dudarlo, hice las paces contigo e hice las paces conmigo misma. Aprendí de todo ello, y hoy, camino sin rencores, un poco más sabia.

 
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Hundred

Cierta noche de agosto, me hallaba yo sumida en mis pensamientos mientras remojaba mi cuerpo en la piscina para aliviar los calores del verano. Estaba en la parte poco profunda, tomando un refrescante mojito a la luz de la Luna, cuando la tranquilidad de la noche se vio interrumpida por la llegada inesperada de mi moonboy favorito: Kay. Como siempre, llegó radiante, dispuesto a contarme sus viajes e historias con Naya, la estrella errante.
 
No te he hablado del planeta Hundred, ¿verdad? —preguntó, sabiendo que, solo con la pregunta, ya me tenía atrapada y con la boca abierta, dispuesta a deleitarme con sus aventuras.
 
Sin darme tiempo a responder, comenzó a relatarme que se trataba de un planeta de una lejana galaxia, aún no descubierta por los humanos. Me contó que el nombre se debía a que todos los habitantes vivían cien años exactamente, ni un segundo más, ni un segundo menos. Todos, sin excepción, disfrutaban de ese período con plena salud, sin malestares de ningún tipo, en perfectas condiciones físicas y mentales y que, llegado el momento, morían, sin dolor, como una llamita que se extingue lentamente y en silencio.
 
Desde que nacían se ponía en marcha el contador, y al alcanzar los veinticinco años, y nunca antes, les estaba permitido pararse en una edad y vivir el resto de su vida con ese aspecto. Solo podían hacer la elección una vez, y después no había marcha atrás. Desde ese instante, el paso del tiempo quedaba paralizado en lo que al aspecto del cuerpo, interior y exteriormente, se refería, todo deterioro se congelaba en una edad, y se vivía de ese modo hasta alcanzar los cien años. Esa decisión era a todas luces importante, y por ello, no estaba permitida antes de alcanzar los veinticinco años, para dejar que la mente evolucionara, la personalidad se formara y el individuo contara con cierta experiencia vital.
 
Ya estaba yo evaluando en mi mente en qué edad me plantaría yo, suponiendo, como bien me confirmó Kay cuando le pregunté, que la elección se hacía al alcanzar una edad, ni antes ni después, es decir, no elegías pararte en los cincuenta si todavía tenías treinta, pero llegado a los cincuenta, no valía retroceder y pararse en una edad menor. 
 
Kay pasó un tiempo allí, recorriendo las ciudades y pueblos del planeta, y le llamó poderosamente la atención que todos los habitantes con los que se encontraba, podían considerarse jóvenes, todos habían optado por congelar su aspecto entre la edad mínima y aproximadamente los treinta y cinco, al menos a juzgar por el aspecto que mostraban.
 
Incluso para Kay, inmortal y eternamente joven como todos los moonboys, no dejaba de ser chocante y curioso. Desde ese momento, su viaje turístico por Hundred cobró una nueva dimensión y tuvo como meta encontrar a alguien algo mayor. No podía creer que nadie hubiera sentido la tentación de dejar que el tiempo siguiera su curso. Cuando casi había abandonado toda esperanza y cercana ya la fecha en que Naya pasaría a recogerlo para llevarlo a su Luna, encontró lo que buscaba: una pareja de ancianos. Una adorable pareja de ancianos, para ser más exactos: Elia y Noob.
 
Ninguno de los dos quiso parar el reloj y ya iban por los sesenta y siete. Nacieron en el mismo momento y llevaban juntos desde los veintitantos. Rodeados de amigos que se congelaban como si no hubiera otra elección posible, pensaron ¿por qué no seguir? Opinaban que plantarse en una edad era como anclarse en el pasado, como seguir mascando un chicle que ya ha perdido el sabor, como comer todos los días lo mismo y vestir siempre la misma ropa, como repetir un día eternamente, viendo exactamente la misma cara en el espejo cada mañana. Ellos decidieron vivir de verdad. Sabiendo que su salud sería completa hasta el final, les pareció que lo más sabio, inteligente y emocionante era disfrutar de los cambios que la vida y el paso del tiempo operaban en sus cuerpos, del mismo modo que gozaban siempre del cambio de las estaciones, de la llegada de la primavera tras el invierno, y del otoño tras el verano. Cada etapa les aportaba nuevos matices, nuevas vivencias. Envejecer juntos les hacía avanzar. Querían vivir la maravilla de sentirse diferentes cada día. Cuando Kay les preguntó por qué, cruzaron una deliciosa mirada cómplice y respondieron al unísono una sola palabra:
 
Plenitud.
 
Katharine Hepburn & Spencer Tracy (or Elia & Noob?)

 

martes, 9 de septiembre de 2014

Ghost Station

Abrí los ojos y me sobresaltó el ruido del tren acercándose. ¿Qué hacía yo allí? Estaba en el andén, sentada en un banco. Debí haberme quedado dormida esperando al metro al volver a casa. Un poco aturdida aún, subí al vagón en cuanto abrieron las puertas. Me encontraba cansada, pero extrañamente ligera. Era de noche y el vagón iba bastante atestado para lo normal a esas horas de un martes. Tenía frente a mí a una mujer. Lucía en su cara la mayor de las sonrisas. Me fijé en que realmente sonreía como si escuchara a alguien, y de hecho me sorprendió verla hablar y reír al momento, como si realmente mantuviera una conversación. Hablaba sola, como si se dirigiera a alguien sentado a su izquierda. Sus gestos acompañaban perfectamente la impresión de que así era, asintiendo de tanto en tanto, o poniendo su mano donde supuestamente podría estar la del otro. Miré a mi alrededor, por si alguien más lo había advertido, pero nadie parecía prestar atención o, tal vez, a esas horas no era algo inusual y pensaban que no estaba bien de la azotea o que había tomado unas copas de más. Estaba empezando yo también a pensarlo cuando caí en la cuenta de que el hueco que ocupaba su supuesto acompañante permanecía vacío desde que entré, a pesar de que en cada estación, aunque bajaban unos cuantos, seguía subiendo gente. El vagón continuaba llenándose, pero nadie ocupaba ese hueco. Tal vez era por respeto a la pobre mujer que, sin perder la sonrisa, seguía manteniendo una animada conversación.
 
Vi que hizo ademán de levantarse y me sentí impelida a seguirla, por pura curiosidad. Me levanté yo también, y me puse tras ella y su acompañante invisible. La verdad es que me sentía realmente intrigada y fascinada.

Chamberí Station, by Daniel Dionne
 
Salimos del vagón y comenzamos a caminar hacia la salida. Ella seguía charlando y riendo al subir por las escaleras mecánicas, con el brazo izquierdo plegado, como si lo enlazara con el de alguien. Yo iba unos metros detrás, y enfilamos por un largo pasillo de una zona comercial. Al pasar por delante de uno de los escaparates de las tiendas, me giré por puro acto reflejo, para echar un vistazo casual, y entonces lo vi. El cristal reflejaba perfectamente a un hombre que caminaba hablando solo por delante de donde se supone que estaba yo. Ni la mujer ni yo aparecíamos en la imagen. No pude contener una exclamación de asombro y giré de inmediato la cabeza hacia delante, para ver, como antes, a la mujer sin el hombre. Ella, dándose cuenta de todo, se detuvo un momento y caminó hacia mí. Tomó mis manos con dulzura y me dijo:
 
—Primer día por aquí, ¿verdad? Te acostumbrarás enseguida, querida. Te llevará un par de días poder ver... a los vivos. Podrás hasta comunicarte con aquellos que puedan vernos. —Hizo una pausa, dándome tiempo a empezar a entender—. Siento comunicártelo así, pero... tú y yo, y la mayoría de los que iban en el vagón, ya estamos muertos.

 

lunes, 8 de septiembre de 2014

As I Began To Love Myself

Hace poco hice una escapada a Denia con mi queridísima Isabelle. Hubo un poco de todo en tan corto período, en el que no faltaron nuestras largas charlas, de esas en que conoces tanto a la otra persona que parece que a veces sobran las palabras y una sola mirada lo dice todo. Y no sé cómo surgió en la conversación, la verdad, pero en algún momento, ella recordó un maravilloso poema que, afanosa, buscó en su móvil y pasó a leerme en español, entonando deliciosamente, con un leve toque de acento francés. El poema fue escrito por Charles Chaplin cuando cumplió setenta años, un 16 de abril de 1959. Os dejo la versión en inglés.

 
 
As I began to love myself I found that anguish and emotional suffering
are only warning signs that I was living against my own truth.
Today, I know, this is “authenticity”.
 
As I began to love myself I understood how much it can offend somebody
as I try to force my desires on this person, even though I knew the time
was not right and the person was not ready for it, and even though this
person was me. Today I call it “respect”.
 
As I began to love myself I stopped craving for a different life,
and I could see that everything that surrounded me was inviting me to grow.
Today I call it “maturity”.
 
As I began to love myself I understood that at any circumstance,
I am in the right place at the right time, and everything happens
at the exactly right moment. So I could be calm.
Today I call it “self-confidence”.
 
As I began to love myself I quit steeling my own time,
and I stopped designing huge projects for the future.
Today, I only do what brings me joy and happiness, things I love to do
and that make my heart cheer, and I do them in my own way and in
my own rhythm. Today I call it “simplicity”.
 
As I began to love myself I freed myself of anything that is no good for
my health – food, people, things, situations, and everything that drew
me down and away from myself. At first I called this attitude
a healthy egoism. Today I know it is “love of oneself”.
 
As I began to love myself I quit trying to always be right, and ever since
I was wrong less of the time. Today I discovered that is “modesty”.
 
As I began to love myself I refused to go on living in the past and worry
about the future. Now, I only live for the moment, where everything
is happening. Today I live each day, day by day, and I call it “fulfillment”.

As I began to love myself I recognized that my mind can disturb me
and it can make me sick. But As I connected it to my heart, my
mind became a valuable ally. Today I call this
connection “wisdom of the heart”.
 
We no longer need to fear arguments, confrontations
or any kind of problems with ourselves or others.
Even stars collide, and out of their crashing new worlds are born.
Today I know that is "Life"!
 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Addicted


Llevaba muy poco tiempo sin fumar, y aún no podía quitárselo de la cabeza con facilidad. Antes o después, algo desencadenaba en su mente el recuerdo del cigarrillo: el café de la mañana, el momento de la cervecita en el aperitivo, o los momentos de presión en la oficina. Cuando eso ocurría, tenía que hacer grandes esfuerzos por pensar en otra cosa, llenar su cabeza con algo que no implicara humo. Sabía, todo ex-fumador lo sabe, que estaba siendo tentada por "la bicha", como ella decía. Sabía que si lograba ignorarla y se controlaba, ese breve momento de ansiedad se reduciría paulatinamente y desaparecería. La verdad es que lo estaba llevando bastante bien. Al principio, con la fuerza que te da intentar algo por primera vez y los ánimos de los que te quieren, se le hizo más sencillo. Pasadas unas semanas, aunque paradójicamente debería ser más fácil al estar más desenganchada de la dependencia física y al estar motivada por haber acumulado todos esos días, se le presentaba con mayor insistencia la tentación, como un eco que se repite una y otra vez antes de que salgas de su radio de alcance y te alejes para siempre. Cuando la bicha acechaba, pasaban por su mente mil y una razones que apoyaban la idea de que, total, nada pasaba por dar una sola caladita o por fumar solo un cigarrillo. Eso no mermaría su firme decisión de dejarlo, se decía a sí misma intentando creerlo así.
 
Sonia piensa en todo ello mientras batalla con las increíbles ganas de fumar que siente en este instante. Sentada en la terraza de un bar, la brisa del mar lleva hasta su nariz el olor del cigarrillo que, dos mesas más allá, otra mujer fuma con evidente placer. La observa mientras ella se refresca con un mojito, lo cual tal vez no ha sido lo más inteligente para luchar contra las ganas de fumar. Acaso un vino blanco habría servido mejor. No quita los ojos del cigarrillo de la mujer. Observa hipnotizada cómo lo lleva a su boca, frunce los labios dando una calada profunda, y libera lentamente el humo, que asciende directo al cielo en pequeñas volutas. Como en un segundo plano, una idea empieza a tomar forma y abrirse paso en su mente, mientras el cerebro que ocupa su primer plano hace la vista gorda, aparentando interés en las gaviotas y en el mar. Impulsada por la idea que acapara su mente, se levanta para dirigirse a la fumadora de la terraza dispuesta a pedirle un cigarrillo.
 
The lovely Audrey Hepburn
 
Un paso. Su vista fija en la elegante mano que sostiene el humeante tesoro. Otro paso. Sus fosas nasales aletean, nerviosas. Un paso más. La bicha sonríe por dentro, acariciando con antelación ese pequeño instante de triunfo. Le separan de la meta apenas unos metros. Otro paso. Su campo de visión, reducido, no ve otra cosa que a su presa. Avanza de nuevo su pie derecho. Sus labios, entreabiertos, anticipan el momento. Siente un golpe por la derecha cuando da el siguiente paso. Se ha tropezado con alguien. Se gira, para entender qué es lo que retrasa su momento. Es una boca. Solo ve una boca. No piensa más. Se deja llevar por un impulso desconocido, sedienta. Une su boca a esos labios. Necesita beber lo que tengan que ofrecer.
 
Hace ya tres años de aquel encuentro. Consiguió vencer a la bicha y sigue sin fumar. Su adicción es diferente ahora. Se llama Irene. 
 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Some Day


Las manecillas avanzan... Pasan los minutos y las horas, se hacen días y acumulan meses, y aquí sigo yo, esperando que aparezcas. Tenemos una cita, ¿no recuerdas, amor? No, claro que no lo recuerdas, pues de hacerlo aquí estarías. Sonaría el timbre de la puerta y, al abrirla, me encontraría contigo, con tu yo de esta vida. Tal vez me pillaras tras despertar de la siesta, aún somnolienta y perdida, sin vestir de calle, acaso en zapatillas de andar por casa, o tal vez abriera desnuda, cubierta por una toalla tras salir de la ducha. ¡Qué ricura de imprevisto hallarte! ¡Vivan los momentos naturales, frescos, sin preparativos, sin adulterar, sin maquillar! Viva la energía que se genera cuando dos que se quieren vuelven a reencontrarse, días después, semanas o, como aquí, toda una vida. No dudaría un instante en salir tal cual a la calle, a la vida, a que me lleves donde el corazón te susurre al oído como si te contara un secreto, para darme una sorpresa y entender que, en el fondo, sí te acuerdas. Pudiera ser también que en lugar de salir yo, entraras a mi casa. No para amarnos, que eso vendrá después, cuando en tu memoria estallen los recuerdos que tu alma guarda, sino para dejar que te mire y me emborrache, que mis ojos se gasten dulcemente en cada línea de tu cara y recorran cada poro y lo hagan suyo, aprendiéndose de nuevo tu ser, tu color, tu olor, tu sabor. Y cerrarlos, sabiendo que esta vez, al abrirlos, no habrá sido un sueño y seguirás ahí, cerrarlos para que mi memoria redibuje tu nuevo yo, sabiendo que estás a mi lado, que si estiro un poquito la mano, me la atraparás entre las tuyas y me la cubrirás de besos. Pero no, corazón, no te acuerdas de la cita. Si lo hicieras no estaría yo escribiendo estas líneas. Andaría disfrutándote como en otras vidas, riéndole al destino los juegos que nos gasta para juntarnos. Tal vez no sea el momento aún y ha de pasar tiempo, tal vez esta vida no me toca tenerte, sino echarte de menos hasta el final. No te preocupes, amor, que aunque sea éste el caso, yo... sí recuerdo, y nos veremos en la siguiente.

Heart Galaxy by the astronomer Julien Girard @djulik
 

jueves, 21 de agosto de 2014

Let It Go

Medio tambaleándose, Cris llega a casa y exhala un suspiro de alivio al quitarse los tacones que, como el bolso, deja tirados junto a la puerta. Solo piensa en tumbarse. Hoy no es capaz ni de desmaquillarse y ponerse sus cremas, ni de desvestirse y, según entra en la habitación, se deja caer en la cama, rendida. Viene de cenar con Kay, un cirujano encantador con quien ya ha salido varias veces. Él la ha traído a casa, pero ha tenido que volver al hospital porque está de guardia.

Mientras ella duerme, las tres partes integrantes de Cris, —cuerpo, corazón y mente—, inician una conversación acerca de Kay. O mejor dicho, Hearty y Sexy, pues Brainy, un tanto entre brumas, no se deja oír esta vez.

—Cris ha bebido, ¡se ha pimplado la botella de Xyrah ella sola! —dice Sexy bajando la voz—. Créeme. Te digo que Brainy está difusa y por eso no dice ni mu. ¿No se lo notas? Está en estado letárgico. Vamos, que está KO. Podemos hablar ahora a nuestras anchas sin que se meta a sermonearnos y sabotear todo, como siempre, viendo segundas intenciones en todo y desconfiando.

¡Síiii, bien cierto eso último! Estoy hasta el moño de la barrera que se ha puesto desde lo de Peter —replica Hearty convencida—. Eso de que te dejen a dos meses de la boda es duro, pero ya ha pasado mucho tiempo. Debería dejarse fluir más a menudo, sin analizar todo. Yo me resistí al principio, pero Kay me tiene ganada, ya sabes cómo soy, en cuanto me tocan un poco la fibra sensible y me dan mimos, me ganan.

—¡Claro! Lo mismo me pasa a mí, guapa. No con la fibra, claro... Bueno, tú ya me entiendes —dice con una risita—. Si me palpitan todas las terminaciones y me recorre de pies a cabeza un calambrazo sublime, no me resisto, y tan solo pido más.

—Ya, te entiendo perfectamente. Cuando tú sientes eso a mí también me llega. Me envuelve una especie de confort que me hace querer abrazarlo y no soltarlo nunca. Yo lo llamo ataque de amor, y es que me lo comería a besos.

—Tus ataques de amor son responsables muchas veces de que a mí se me altere todo, ¡qué te crees! Va todo relacionado. Y es que Kay tiene un tacto, ¡pfiuuuuu! A veces solo con rozar mi mano me enciende todas las luces. No sé cómo lo hace. ¡Qué artista!




—A mí también me gusta —suelta Brainy de repente—. ¡Hip!... Me tiene sorbido el seso, nunca mejor dicho. Es tan... ¡hip!... tan... ¡ains! Creo que me he enamorado.

—¡La leche con lo que sale esta ahora! —dice Hearty de un respingo—. ¿Pero te estás escuchando, tía? Lo que te pasa es que estás aún bajo los efectos del vino.

—No, no... que sé lo que me digo. ¡Hip! Nunca he conocido a nadie que me comprenda tan bien. Lo tiene todo.

—Tú lo que tienes es una tajada del quince —sigue Sexy—, y estás en fase de exaltación a la amistad, a punto de pasar a la de "Asturias, Patria Querida", que te conozco.

—No, no seáis idiotas  —replica Brainy poniendo un gesto muy serio—. ¡Hip! ¡Maldito hipo! Escuchadme, por favor. ¿Cuándo hemos estado de acuerdo las tres? Este Kay tiene algo. Es cierto que Cris bebió más que él, y ahora está flotando en la nube etílica, pero ahora mismo está soñando con Kay y, ¿habéis visto qué cara de felicidad y de éxtasis la suya?

Y verdaderamente, Cris, dormida, sonríe, con cara de felicidad plena. Sexy y Hearty no saben qué pensar. Es cierto que rara vez están de acuerdo las tres, pero Brainy es tan manipuladora que no se fían.

Cris abre los ojos de pronto. Todo le da vueltas. Siente que su estómago quiere darse la vuelta como un calcetín y vaciar todo lo que contiene. Se levanta de un salto, y tambaleándose aún, tropieza con la pata de la banqueta. "¡Auch! ¡Qué daño!" Llega al baño, y se arrodilla como puede ante la taza del váter. Como siempre que se encuentra en este estado, se promete a sí misma no volver a probar el vino en su vida, pero sabe que se le pasará. Vacía por dentro y rota por el esfuerzo, pero bastante más serena, vuelve a la cama y se desploma. Ahora sí va a caer dormida en segundos, sin nada que le dé vueltas.

—Hemos vuelto a perder a Brainy —sentencia Hearty.

—¿Tú crees?

—Absolutamente. Tras ese vaciado de estómago, te aseguro que dormirá como un lirón varias horas.

—¡Vaya! ¡Qué mala suerte! Para una vez que coincidimos las tres. Cuando decidimos apostar por alguien por mayoría no suele funcionar, y lo sabes. Siempre hay una de nosotras dando la murga.

—Ya... Pero, Sexy... ¿Tú estás segura de que mis ataques de amor y tus orgasmos son reales y no nos está manipulando Brainy para hacernos sentir que este Kay es la bomba?

—Tan poderosa no es, ¿no?

—Pues sí.. No... ¡No lo sé! Lo mismo se ha hartado ya de la búsqueda y ha decidido rendirse ante el primero que parece un buen plan. Y, ¿sabes qué?... Estoy pensando que... ¿qué más da? Si a la larga resulta que no lo es, ella misma se dará cuenta, y seguro que nos llega la onda expansiva, queramos o no, pero hasta entonces...

—... lo mejor que podemos hacer las tres es... dejarnos llevar, y disfrutar.

—¡Esa es mi chica!
 

lunes, 7 de julio de 2014

Nada

Tendidos boca abajo, uno junto al otro, dejan que el sol de la tarde caldee sus cuerpos. Escuchan el ronroneo del mar de fondo y sienten la brisa acariciando su piel.
 
Kevin, con los ojos entrecerrados, la mira, pensando en su interior que no la cambiaría por ninguna otra, a pesar de que sus pechos no tengan la firmeza de antes, de que su vientre no sea tan plano y de que sus ojos se llenen de arruguitas cuando le dedica una de sus preciosas sonrisas. El tiempo también ha pasado para él, no tiene la misma mata de pelo que hace años y se dice a sí mismo muchas veces que ha de hacer más deporte, pero hoy por hoy, su barriga lo precede al doblar cada esquina. La sigue mirando y sabe que el día a día con ella no depara grandes sorpresas, pero nunca es aburrido y está siempre regado de buena onda y de color. Al principio de su relación, y a petición de él, ambos acordaron permitir que ocasionalmente existieran relaciones sexuales externas a la pareja. Y así ha sido para Kevin, que a veces tiene aventuras con otras mujeres, un calentón aquí, un polvo allá, pero son mujeres por las que no pierde el sueño,  no conoce ni sus gustos, ni sus ilusiones, ni sus problemas, no piensa en ellas cuando le apetece compartir algo o cuando pasea por el bulevar intentando encontrar un detalle que llevar a su chica. Carla es su ser humano favorito, su compañera, quien le conforta y entiende. Cada día la ama más, aunque de tanto en tanto existan esas aventuras a las que él no da ninguna importancia, pero a las que no quiere renunciar.
 
 
Carla le mira, ocultando el rostro con la melena y su brazo, tal vez para esconder las imágenes que revive en su mente. Son de hace dos noches, cuando se escabulló entre los brazos de Adam pretextando reuniones a última hora. Es tan dulce con ella que se ha hecho adicta, la hace sentirse aventurera, una heroína moderna, deseada, en definitiva, algo que con Kevin parece haberse diluido en el tiempo. Está planteándose dejarle por Adam. No es por sus infidelidades, pues accedió a abrir la puerta a ellas al inicio de la relación, convencida de que no tendría tanta importancia que él compartiera un rato con otra de vez en cuando, del mismo modo que el resto de actividades que ambos realizan con terceros. La puerta, además, también ha estado abierta para Carla, claro, pero ella es de naturaleza distinta a la de Kevin y está segura de que él ya contaba con eso. Ella no es de irse con desconocidos a la primera de cambio, no le surge el deseo por otro en plena  calle por muy atractivo que sea, caso en que lo mirará admirativamente, eso seguro, pero no saltará alarma alguna. Para tener sexo con alguien Carla necesita cierta confianza y complicidad, adquirida a medida que va conociendo a la persona, sea en el trabajo, el gimnasio, el parque, ¿qué más da? Tuvo dos aventuras. La primera fue un experimento para ella misma, pues necesitaba saber si era capaz, y asaltó a besos a un desconocido camino del baño un día que tomaba algo en un garito con unas amigas. Los besos subieron la temperatura y ella lo arrastró al baño de chicas, de donde salió tras diez minutos, con la sensación de "misión cumplida" y subidón de adrenalina, pero con la certeza de que eso no era para ella y de que el disfrute alcanzado tampoco fue la bomba. La segunda aventura fue con un proveedor a quien veía con frecuencia, pero no quedó en un encontronazo puntual y se extendió más en el tiempo, siendo casi una relación paralela a la suya. Se terminó al cabo de año y medio por aumento de rutina y falta de interés. Ya llevaba tiempo sin nada hasta que surgió Adam, su tercera aventura en todos estos años. No fue planeado y, como en la ocasión anterior, surgió del roce. Carla no es celosa, nunca lo fue, de haberlo sido no podría haber accedido a este plan de relación abierta propuesto por Kevin, pero, con el paso del tiempo, comprobó que las cosas habían cambiado, ya no tenía la atención de Kevin y una mujer necesita sentirse querida y deseada, especialmente a medida que pasa el tiempo y su cuerpo va perdiendo forma y firmeza. Saber que tu pareja besa cuellos tersos, mordisquea pezones erectos de pechos turgentes y agarra cinturas sin michelines, no tendría importancia para Carla si luego él llegara a su cuerpo con la misma avidez, si la cubriera de mimos y la atrajera hacia su pecho en un abrazo. Pero ya no es así, ella siente que Kevin perdió el deseo de hacer el amor con ella o que las ocasiones son más escasas de lo que a ella le gustaría, y ello le hace sentirse fea, vieja y nada atractiva. Por primera vez se pregunta: "¿por qué ya no me desea? ¿está enamorado de otra?". Todo ello la ha empujado más hacia Adam. Cuando está con él es feliz, se siente poderosa, vital, una diosa, el centro de atención, y es justamente lo que necesita en este momento de su vida.
 
—¿En qué piensas? —pregunta Kevin.
 
—En nada. ¿Y tú?
 
—En nada.

martes, 27 de mayo de 2014

Blowing A Kiss


Esta mañana no sabía nada de ella. Iba hacia el trabajo, soportando estoicamente el mismo atasco de siempre. Llevaba mi música puesta, que suele animarme. No soy de los que se desesperan en cuanto se monta el circo. Sé que no sirve de nada, así que prefiero tomarlo con calma y disfrutar del momento centrado en otras cosas. Me gusta perder la vista en el cielo de Madrid mientras conduzco pensando en lo que me depara el día, y a veces, en los atascos, me dedico a observar a los conductores que circulan a mi lado.

A mi izquierda, un niño pegaba la cara en el cristal de su ventanilla, dejando que su nariz se aplastara. Se separó y me sonrió tímidamente al verse sorprendido. Le devolví la sonrisa, como diciendo "no pasa nada, chaval", y seguí a lo mío según avanzaba un poco mi carril. Apenas unos metros después, nuevo parón. Esta vez, a mi derecha, una mujer se afanaba en escribir en su móvil aprovechando la detención, pero lo dejó caer sobre su regazo al reanudarse la marcha. Su lugar lo ocupó un señor con cara de malas pulgas. Por suerte, duró poco la visión y avancé de nuevo otro poquito. Percibí por el retrovisor que se colaba tras de mí un coche que cambiaba de carril. Un atasco es como un tablero de bloques que se van colocando lentamente, y a veces hay que aprovechar los espacios que se abren. Vi en el luminoso que quedaba aún un kilómetro de tapón y me vino a la mente la pila de cosas por hacer según llegara a la oficina.
 
Me fijé entonces en la chica que conducía detrás de mí. Estábamos prácticamente parados en ese tramo, avanzando solo unos metros cada vez, y ello me permitía mirarla descaradamente. Iba con la música puesta también, o eso sospeché, porque aunque no oía lo que ocurría en su vehículo, movía la boca a ratos y llevaba la cabeza de un lado al otro con cierto ritmo. Sí, sin duda cantaba. De tanto en tanto sus manos agarradas a la parte alta del volante, liberaban los pulgares y daban golpecitos rítmicamente, como si marcaran el compás a golpe de baqueta. Llegó el momento del estribillo y explotó a cantar y contorsionarse bailando todo lo que un coche permite. Desde luego lo vivía, lo dio todo en esa canción. No pude evitar girarme y hacerle una seña levantando el pulgar y acto seguido juntar mis palmas en un aplauso. Al darse cuenta se sonrojó por haber sido pillada in fraganti y estalló en carcajadas. Ya me lo había parecido, pero al verla reír, confirmé mi sospecha: era toda una preciosidad.

Blow a kiss, by Ailenni

 Ella vio un hueco abierto a su derecha y efectuó un cambio de carril. Yo estaba en ascuas por verla más de cerca. En paralelo a mí, bajó su ventanilla y yo hice lo propio.
 
—Me pillaste. ¡Qué vergüenza! Es que me encanta esa canción.
 
Chapeau! —repliqué sonriendo—. Lo mejor de mi día hasta ahora.
 
—¡Jajaja! Me alegro de haber contribuido.
 
Avanzamos aprovechando que nuestros carriles iban en paralelo, y nos mirábamos de tanto en tanto.
 
—¡Oye! —alcé mi voz sobre el ruido de los coches—. ¿Y si te propongo contribuir más? Te invito a una cerveza esta tarde. Me llamo Darío.
 
—Ehhhmmmm… Estoy loca pero… ¿por qué no? Soy Eva. Espera, te paso mi teléfono.
 
Empezó a hurgar en su bolso frenéticamente y al instante sacó un papel de la cartera y un boli, y se puso a anotar algo. Hizo una pelotita con el papel y me lo lanzó a través de la ventana, con tan poca suerte que fue directo al asfalto. Ambos soltamos al unísono un "¡Noooo!" y echamos a reír. Las filas avanzaban y había que reanudar la marcha, nos gustara o no.
 
—¡Quiero verte! —voceé por la ventana y avancé un poco.
 
—Vale —dijo colocándose a mi altura—. Sobre las ocho estaré libre. ¿Dónde?
 
—¿Conoces The Irish Rover? Nos vemos allí.
 
Tenía que decir algo rápidamente. Intuía que su salida se aproximaba y ella callaba mientras ambos avanzábamos despacio.
 
—¡Hecho! —respondió por fin. Se llevó la mano a los labios y me lanzó un beso antes de desaparecer por la derecha.
 
Hace muchas horas de eso. Acabo de salir de la ducha y de ahí, rumbo a conocer a Eva. Llevo todo el día sin poder quitarme ese beso de la cabeza. Y sé que quiero más.




Nota: Post escrito para la Escena 18 "Móntame una escena: el circo y el beso" propuesta por Literautas. La escena debía contener las palabras circo y beso y como reto proponía no usar adjetivos calificativos. Creo que al final logré erradicarlos todos :)
 

lunes, 28 de abril de 2014

The Last Request


Era la cuarta vez que se oían las risas y los chillidos infantiles, y Harry no estaba dispuesto a dejar que le dieran la noche y le impidieran disfrutar de la velada. Había alquilado un castillo escocés por una semana con otra pareja de amigos. Él no tenía niños, pero la otra pareja tenía a Lena, una hija adolescente que pasaba de todo la mayor parte del tiempo, y a Jan, un pequeño diablo de cuatro años que todas las noches, sin excepción, se paseaba con una sábana por el ala este, pretendiendo ser un temible fantasma. Ann y Jack, sus padres, eran blandos con él, y al final el pequeño se salía con la suya casi siempre.

—Dejadme a mí—dijo Harry levantándose y haciendo una seña a Ann para que permaneciera quieta.

Subió las escaleras de dos en dos sin hacer ruido, y se asomó al pasillo que daba a las habitaciones donde dormían los niños. Allí estaba el pequeño tunante, justo en medio del pasillo, arrastrando la sábana que lo medio cubría y avanzando hacia la habitación de Lena, para volver a asustarla. Harry dejó que por enésima vez abriera la puerta de la habitación de su hermana y entrara haciendo "¡Uuuuuuhhhh! ¡Zoy un fantazma!" y ante el fingido grito de horror de su hermana, echara a reír como un loco quitándose la sábana de la cabeza.

Se acabó el juego —tronó la voz de Harry, acallando de pronto la risa de Jan que se dio un susto de muerte al no esperar que apareciera nadie tras él—. A dormir, mocoso. Como salgas de tu habitación, subiré personalmente a ponerte el culo colorado. Tus padres lo toleran, pero yo no estoy dispuesto a aguantarlo. Y los fantasmas no existen, que te quede bien claro. Y a ti, —le dijo a Lena—, debería darte vergüenza, que ya eres mayorcita para esto, ¿no?

Agarró con malas mañas a Jan del brazo, y tras dar un portazo lo arrastró hacia su habitación, mientras el pequeño lloriqueaba.

—De aquí no sales hasta mañana. ¡A dormir!

Lena, aún parada ante la puerta tras el tremendo portazo, pensó que ese Harry era un perfecto cretino, no entendía cómo sus padres no se daban cuenta. ¡Tratar así a su hermano! Joder, que tenía cuatro años. Se giró hacia la cama de nuevo y casi se cae del susto al ver allí sentada a una chica. Solo su dulce y calmada voz suplicándole que no gritara le hicieron contenerse.


—No te asustes, no voy a hacerte daño.
 
Enchanted Castle

—¿Qqq...uién eres? ¿Cómo has entrado aquí? ¿Vives en el castillo?

—Me llamo Allie, y... no grites, por favor, pero... soy un fantasma y... necesito tu ayuda.

Tenía un tono de voz tan afable que Lena supo que no tenía nada que temer, y se sentó junto a ella. Con dulzura infinita, le contó que llevaba un año muerta, pero no podía irse dejando a su novio Ran tan deshecho después de su muerte. Había una chica, Samy, que era perfecta para él, pero por más que lo había intentado, sus caminos aún no se habían cruzado. Estaba segura de que cuando lo hicieran, Ran podría olvidarla por fin y que juntos serían felices. Tras el susto e incredulidad iniciales, Lena, romántica incurable, se prestó a ayudarla a cambio de un favor.

Al día siguiente, Lena fue en bici al pueblo. Gracias a las indicaciones de Allie, localizó fácilmente el colegio donde Samy trabajaba. Se detuvo a cierta distancia y cuando vio que salía, reanudó el pedaleo para pasar junto a ella y fingir una caída. Tendida en el suelo se quejó exageradamente de haberse roto un hueso y Samy, tal como esperaba Lena, corrió presta a ayudar. Lena le suplicó que la llevara hasta el hospital y que pidiera que le atendiera el Dr. Hubert, diciendo que era un amigo suyo. Éste, claro está, no era otro que Ran. Ya en el hospital, en cuanto vio que Samy hablaba con Ran explicándole la caída y se dirigían hacia el box donde ella esperaba, Lena se las ingenió para escabullirse y volver al castillo. Al fin y al cabo, ya había hecho lo prometido y solo restaba dejar que el tiempo siguiera su curso.

—Ya está, —le dijo a Allie en su habitación esa noche—, ahora te toca a ti, aunque no sé yo...

—Sé lo que vas a decir. No temas. Tengo mis contactos. Confía en mí.

Esa noche, mientras la oscuridad reinaba en el castillo, el peor y más temible fantasma de todos los tiempos hizo su aparición en la habitación de Harry. Aún recuerdan en el pueblo los alaridos que daba el pobre diablo mientras huía en la moto, gritando como un poseso que el castillo estaba encantado.




Nota: Post escrito para la Escena 17 "Móntame una escena: en un castillo" propuesta por Literautas.
 

viernes, 28 de marzo de 2014

Taste of Guilt


Disfruta del parque a esa hora de la tarde. Las madres que pasean a los bebés y dejan corretear por el césped a sus pequeños, ya empiezan a retirarse. Toca la tanda de baños y cenas, supone Nela. Los ancianos abandonan también los bancos junto al lago, caminando despacio hacia la salida entre el revoloteo de las palomas. Es buena hora para los patinadores, los que pedalean en sus bicis o los que, como ella, van a correr. A veces se cruza algún perro tras algo que le lanzó su dueño. Se ve también a algún trajeado que, zapatos y chaqueta en mano, afloja la corbata y camina descalzo sobre el césped o se sienta a leer en algún banco. Los más retirados se llenan de parejas que intercambian arrumacos y se buscan las bocas. Nela les mira con envidia mientras completa su tercera vuelta. Hace semanas que no queda con Álvaro. Tal vez le llame luego por si le apetece ir al cine. Piensa en las distintas opciones mientras corre, observando todo a su alrededor y escuchando la música de su iPod. Héctor, el chico que hace de estatua viviente junto al lago, ya está empezando a recoger. Lo ve a diario, e intercambian un saludo con la mano. Dirige sus zancadas hacia su banco de descanso. Suele estar vacío, y allí acostumbra a reponer líquidos, darse un respiro y estirar un poco.

Mientras bebe con avidez, ve un periódico doblado en la papelera. Es de ayer, pero le servirá para echar un vistazo a la cartelera. Al cogerlo, resbala un sobre de su interior. Lo recoge, curiosa, y levanta la solapa. Está lleno de billetes. Nerviosa, mira a derecha e izquierda y, sin sacarlos, pasa su pulgar por el lateral, comprobando que todos son de 500 euros. "¡Debe haber unos cien mil!", piensa. Sin dudarlo un instante, cierra el sobre, lo desliza bajo sus mallas bien pegado a su vientre, y anuda a su cintura la sudadera para sujetar bien el sobre. No puede quedarse ahí ni un segundo más y se pone en marcha para alejarse.
 
Park bench

Corre con ganas. Su mente alberga ideas agitadas. “He visto demasiadas películas pero, ¿qué diablos hacía ese dinero ahí? ¿De quién es?". Solo le vienen a la mente respuestas peligrosas y ahora se lamenta de haberlo cogido. "¿Y si me han visto?". Sabe que en esa zona del parque no hay cámaras, tan solo en las entradas, pero no está segura de si alguien la vio. Corre intranquila. Tras ella viene alguien y gana terreno. Siente acercarse los pasos. Cuando la alcanzan cierra fuertemente los ojos, pero los abre al notar que la sobrepasan y ve que era solo un corredor más.

Cualquiera cerca de ella le parece amenazador y sospechoso. Un chico encapuchado se dirige hacia ella patinando. Se prepara por si viene directo a derribarla y quitarle el sobre, pero pasa también de largo. Se está poniendo muy nerviosa y por el esfuerzo de la carrera, le resulta difícil respirar. Se detiene de golpe. Se lleva las manos a las rodillas mientras boquea para recuperar el aliento. No quita ojo al camino ni a las parejas que charlan en los bancos. Esa zona está más poblada y ve amenazas por todas partes. Está paranoica y su corazón late desbocado. De pronto escucha ruido de sirenas. Se oyen cada vez más cerca. Están en el parque. Se incorpora y se gira, percibiendo las luces de coches de policía y ambulancias cerca del lago. La gente se encamina hacia allí para saber más. Nela debería salir ya, pero algo le impulsa a seguir al resto. Presiente que, lo que haya ocurrido, tiene relación con el tesoro que esconde bajo sus mallas.

Los curiosos rodean la escena. Ella se acerca también, y ahoga un grito en su garganta llevándose la mano a la boca al contemplar a Héctor tendido en el suelo. La sangre se extiende desde su estómago tiñendo de rojo el color bronce de su disfraz, mientras el médico de la ambulancia intenta detener la hemorragia. La policía ha encontrado droga en una de las mochilas de Héctor. A Nela le flaquean las piernas, su mente parece estallar. Ni entiende, ni quiere entender, pero le asalta la idea de que el agresor tal vez está ahí, observando. “Normalidad”, piensa, “actúa con normalidad, y vete”. Se une a los que emprenden la retirada y, aparentando tranquilidad, camina hacia la salida del parque, sintiendo una mezcla de vulnerabilidad, éxito, miedo y… un amargo sabor de culpa en la boca.




Nota: Post escrito para la Escena 16 "Móntame una escena: el parque y el periódico" propuesta por Literautas.
 

domingo, 23 de marzo de 2014

A Thief In Your Dreams

El caluroso día había dado paso a una noche fresca, de esas en las que, al dar media vuelta en la cama, recuperas la sábana con gusto y tu cuerpo se esconde bajo ella con alivio. Vivian dormía por fin, mientras la brisa que se creaba entre su ventana y la del salón refrescaba la atmósfera. Siempre había sentido cierta inquietud al irse a la cama en las noches de verano, un cierto temor a que las ventanas abiertas atrajeran a sigilosos ladrones que se sienten tentados de colarse en tu casa. Sus amigos se reían de su miedo pues, viviendo en un octavo piso de una torre de diez, ¿quién iba a poder entrar salvo Spiderman o algún otro superhéroe? Pero sus amigos no contaban con que el ingenio lo puede todo y que, logrando entrar al edificio y accediendo a la azotea, cualquiera sin vértigo y con un poco de habilidad, podría descolgarse por la pared y entrar por la primera terraza cuya ventana estuviera abierta. Y esa noche, el destino quiso que Eric eligiera la terraza de Vivian.

Ella soñaba plácidamente. Estaba junto al mar. Pasaba la noche al raso, durmiendo tumbada en una manta sobre la arena de la playa, escuchando el lenguaje de las olas y la suave respiración de Matt, —un chico de su oficina que le gustaba mucho pero a quien aún no había logrado acercarse como quisiera—, que yacía acostado junto a ella.

Con total sigilo, el intruso avanzó por el salón, deteniéndose a cada paso para asegurar que no había sido detectado. Enfocaba aquí y allá con una pequeña linterna, en busca de objetos que iba metiendo en su mochila. No iba en pos de nada grande, pues se descolgaría de nuevo por la terraza hacia la calle o la siguiente terraza, y no podía llevar nada pesado consigo.

La brisa del mar era fresca, y Vivian sintió un escalofrío, e inconscientemente, o tal vez no tanto, se pegó un poco a Matt, que medio dormido aceptó el acercamiento y pasó un brazo por su cintura, dejando descansar la mano junto a su vientre plano. Vivian notaba el calor de esa mano, tan cerca de su sexo y tan apetecible que se movió un poco hacia él para intentar que cobrara vida, que explorara su cuerpo.

Revisado el salón, el estudio y la cocina, ésta más por curiosidad que por esperar un gran hallazgo, Eric se dirigió a la habitación donde Vivian dormía. La claridad de la Luna le permitía ver su cuerpo delgado, semioculto por parte de la sábana que arrebujaba en torno a la cintura, pero que dejaba expuestas sus largas piernas y su maravillosa espalda. Al contemplarla sintió una erección involuntaria y se acercó despacio a la cama.

Los cimbreos de Vivian bajo la manta habían logrado sacar del sueño a Matt, que empezó a acariciarla, mientras ella simulaba estar dormida, dejándose hacer. Él levantó con suavidad su camiseta y empezó a recorrer su espalda a besos, bajando hacia su cintura, mientras hábilmente le bajaba las braguitas y comenzaba a acariciar su sexo húmedo.


http://fineartamerica.com/featured/sleeping-woman-paula-justus.html
Sleeping Woman by Paula Justus

Vivian, excitada, jadeaba suavemente y se removía en la cama. Eric dudó un instante, pero como atraído por una fuerza desconocida, se descalzó, dejó sus cosas en el suelo y se recostó en la cama junto a Vivian. Olía maravillosamente bien. Se acercó con suavidad a aspirar su perfume. Su boca rozaba sutilmente la piel de su espalda y comenzó a besarla tímidamente, temiendo escuchar un grito en cualquier instante. Pero no hubo tal, y alentado por los gemidos de Vivian, Eric retiró con suavidad la sábana y descubrió con agrado que dormía desnuda. Se desnudó él también y se deslizó hacia abajo sin dejar de besar su piel, volteando con delicadeza su cuerpo hacia arriba y entreabriendo sus piernas, que lo recibieron sin reservas.

Matt seguía explorando y hacía morir de placer a Vivian, juntos ya sus cuerpos, moviéndose al compás de las olas que lamían la orilla y huían de nuevo al mar. Ella no quería abrir los ojos, quería absorber todo con el resto de sus sentidos, quería grabarlo a fuego en cada terminación nerviosa de su ser.

Eric, con la luz de la Luna sobre su torso, se erguía ante la desconocida que yacía abandonada al placer mientras soñaba, con la melena rojiza diseminada por la almohada. Vivian gemía con cada embestida, abrazándole con las piernas en torno a su cintura, curvando la espalda como una gata en el momento del orgasmo. Él cayó sobre ella, jadeando, y aguardó a recuperar la respiración. Tenía miedo de moverse y romper el momento. Besó su cuello con suavidad y, lentamente, se separó de ella. Bajó de la cama y se vistió en silencio, sin saber muy bien qué le había hecho comportarse así, ponerse en riesgo de esa manera.

Recogió sus cosas, renuente a abandonar la habitación, y según salía escuchó su voz murmurar:

—Creo que... me gusta esto de dejar las ventanas abiertas...

Y Eric supo en ese instante, que la próxima vez entraría por la puerta.
 

viernes, 28 de febrero de 2014

Casual Jump

El pub bullía a esas horas de la noche. El sábado era el día estrella. Maya había ido con un par de amigas, ganosas de soltar tensiones bailando en la pista y de tomar un par de tragos echando unas risas con algún valiente que se atreviera a acercarse a ellas. Mientras Laura y Simone pedían la segunda copa e intercambiaban risas y miradas con unos tíos, Maya, aburrida, se escabulló hacia la pista al escuchar Lithium, de Nirvana, una de sus canciones favoritas. Esa había que bailarla, saltarla, brincarla y vivirla. Se contoneaba, sintiendo la música salir de dentro, y en el momento álgido en que Kurt eleva la voz en su Yeah, yeah, yeah, Maya saltó, sin preocuparse de dónde fuera a parar su cuerpo. Chocó de espaldas con otra tía que, como ella, brincaba poseída por los acordes. Todo podía haber quedado en un "perdona, fue sin querer", pero la mirada asesina con la que se topó Maya al volverse para disculparse, le hizo comprender que de nada valdría una disculpa, así que la omitió y siguió bailando. Los verdes ojos de Pía echaban fuego cuando vio que Maya la miraba y volvía a lo suyo sin más. Ambas siguieron bailando, pero mientras Maya había olvidado el incidente, para Pía fue solo el primer round, y a la menor oportunidad, arremetió frontalmente contra Maya, tirándola de bruces contra el suelo, y siguió bailando como si nada de espaldas a ella. 

—¡Eh, tú, zorra! ¿De qué vas? —gritó Maya incorporándose.

Para Maya no valía disimulo alguno, y fue directa hacia Pía. La empujó y se quedó esperando el contraataque, bien plantada y lista para lo que pudiera ocurrir, enfrentándola mientras Pía se ponía en pie. Sabía que la sorpresa era el mejor ataque, así que, sin darle oportunidad a incorporarse del todo, según tuvo a Pía a su altura, le lanzó un puñetazo al estómago. Pía se dobló de dolor, pensando "si quieres juego sucio lo vas a tener".

Imagen de freepik

En la pista ya se había apartado la gente, nadie quería recibir un golpe por error. Pía, aún doblada, visualizó por el rabillo del ojo dónde estaba la cabeza de Maya, y saltó para darle un cabezazo en la barbilla. El golpe hizo que Maya se mordiera la lengua y pronto empezó a sangrar por la boca. Pía, decidida a no darle tregua, echó el puño hacia atrás para tomar impulso y lanzó un directo a su mandíbula. Maya lo vio venir, y con gran rapidez de reflejos, elevó su codo derecho, logrando que el puño se estrellara contra él. El gesto de dolor en la cara de Pía fue evidente y aprovechando ese momento, Maya lanzó una patada lateral directa al costado y Pía cayó al suelo de nuevo. La multitud asistía impasible al espectáculo, nadie intentaba separarlas, y algunos las jaleaban. Desde el suelo, a cuatro patas, Pía agarró a Maya por los pies y la hizo caer, y saltó encima de ella, sujetando sus manos e intentando paralizar sus piernas. Maya se había hecho daño y parecía estar vencida, se debatía y retorcía para zafarse y esquivar los puñetazos de Pía. Laura y Simone asomaron en ese momento y comprobaron atónitas que era su amiga la que estaba en pleno meollo. Se abrieron paso a codazos hasta el improvisado ring y sacaron a Maya de allí, recibiendo alguna patada de Pía, que sentía que aún le faltaba leña que repartir.

Se retiraron las tres de la pista, camino a la barra para calmar a Maya y pedir un trago. Laura y Simone acusaban a Maya de camorrista e inconsciente. Ella, acodada en la barra y pasándose un hielo por los labios y la barbilla, aguantaba el chaparrón y echaba miradas a la pista, buscando la melena pelirroja de Pía. La divisó al cabo de un rato, yendo hacia los lavabos.

—Ahora vuelvo, chicas.

Se escurrió entre la gente y entró a los lavabos. No se veía a Pía. Debía estar dentro de uno de los baños. Mientras esperaba a que saliera, se lavó las manos y se refrescó la cara, limpiando la sangre seca del labio. Le dolía la barbilla. Se miró al espejo y vio que ya se formaba un círculo morado alrededor de su ojo derecho, pero estaba satisfecha de haber salido casi ilesa.

—Me jodiste la mano, ¿sabes? ¿Vienes a por más? —preguntó Pía con chulería al salir y verla allí parada.

—Depende... —dijo acercándose a ella, felina y sensual. Se llevo la mano de Pía a sus labios y la besó suavemente—. ¿Te cuento un secreto? Te pones increíblemente sexy cuando peleas.



Nota: Post escrito para la Escena 15 "Móntame una escena: enfrentada" propuesta por Literautas.

sábado, 8 de febrero de 2014

Nominación a los Premios Liebster

No estoy nada puesta en estas cosas de las nominaciones, y las cadenas de blog-a-blog y tiro-porque-me-toca, pero admito que, unido al tembleque de piernas inicial que me entra, cuando alguien como Désirée, escritora de El Tercer Estado (no sé a qué esperáis para leerlo), decide mencionarte en uno de sus posts, se me ensancha un poco el corazoncito.
 
Normas del premio:
  1. Agradecer al blog que te ha nominado y seguirlo.
  2. Responder a las 11 preguntas que te han hecho.
  3. Nominar a 11 blogs de menos de 200 seguidores (es posible nominar a un número inferior de blogs siempre que el número de preguntas a realizar se reduzca en proporción).
  4. Avisarles.
  5. Realizar 11 preguntas a los blogs que has nominado.
  
Me toca ahora agradecerle la nominación (¡gracias, artistaza!) y contestar lo mejor que pueda a las cinco preguntas que me lanza, lo cual he de confesar que me parece más difícil que algunos exámenes de la carrera. ¡Allá voy!
 
 
1. ¿A qué personaje de novela te gustaría tener como amigo en la vida real?
 
Como amigo no sé, pero me encantaría conocer a personajes de lo más variado: desde el mítico Hari Seldon de la saga Fundación de Isaac Asimov, hasta Momo, de la novela de Michael Ende, pasando, ¿por qué no?, por el increíble Sherlock Holmes.
 
 
2. ¿Qué personaje literario se parece más a ti?
 
Supongo que alguno habrá, pero no caigo ahora en ninguno, o lo mismo no nos hemos encontrado aún frente a frente. A veces pienso que soy un poco extraterrestre.
 
 
3. ¿De qué libro te gustaría que se hiciera una película o serie?
 
Hay muchos libros dignos de ser llevados a la gran pantalla. Por decir alguno, podría ser el maravilloso Mundodisco de Terry Pratchett, o el de la tetralogía de Añoranzas y Pesares de Tad Williams.
  
 
4. Si pudieras viajar a una ciudad de ficción, ¿a cuál sería?
 
¿Una solo? Me encantaría colarme en el mundo descrito por Terry Pratchett, viajar con Bastián en esa Historia Interminable, conocer la vida en Arrakis (con destiltraje bien puesto, por supuesto), y tantos y tantos otros...
 
  
5. ¿Qué libro estás leyendo ahora?
 
Acabo de terminar "La verdad sobre el caso Harry Quebert" de Joël Dicker, y acabo de empezar "Muuu!" de David Safier.
 
 
Para continuar con la cadena he de nominar a cinco blogs, así que, sean pues los de estas cinco grandes mujeres:
 
Sentíos libres de contestar a estas cinco preguntas que me propuso Désirée a mí, o de arrancar con las once preguntas originales del premio.