viernes, 30 de diciembre de 2011

Matching Machine


Confesad. ¿Cuántos de vosotros habéis pedido a los Reyes o a Papá Noel una pareja? Me da que más de uno. Pero tal como lo veo, ¡pide un bolso o una cartera!, por ejemplo, que les va a resultar mucho más fácil de conseguir.

Y es que... ¡Qué difícil es eso de encontrar al que, en tu interior, intuyes que sería tu pareja perfecta!

Jaime, ¡tan cariñoso y dulce!, pero demasiado servil; Laura, inteligente y divertida, pero una amante pésima; Pablo, de naturaleza vital, pero lleno de miedos y negatividad...

Cualquiera de esos ejemplos es válido. No es que una relación falle por una pega concreta, es una suma de muchos "peros", tuyos y del otro, que desgastan poco a poco y al final llevan la relación al traste. A lo largo del camino vas aprendiendo a apreciar algunas cualidades en el otro que consideras, si no básicas, sí importantes, con las que dibujas en tu corazón un prototipo. Puede que no seas consciente, pero ahí está, hecho de los pedacitos que te vas llevando contigo de cada una de tus parejas, con los que vas formando un  puzzle. Claramente no eres la misma persona a los 18 que a los 30 ni a los 50. Vas evolucionando, y van cambiando las cualidades a las que das más peso, el molde que perfilas se ve modificado. Y se guarde esa información en el corazón o el cerebro, ¡qué fácil sería si te pudieran hacer un análisis y captar la esencia de lo que buscas! Si fuera posible extraerla, ¡imagina una gran base de datos mundial de esencias en la que buscar tu pareja! Un potente software que, con tu esencia codificada como dato de entrada, pudiera dar con aquellas que son afines a la tuya, tal como vemos en las pelis la búsqueda de personas a partir de una huella dactilar, una cadena de ADN, una voz o un rostro. Un sistema que fuera fácil y sencillo, cuestión de unos minutos: lanzar el proceso de búsqueda y ¡tachán!, ver como resultado varios positive matchs. ¿Dónde? ¡Quién sabe! Aquí y allá. Tal vez en New York, San Petersburgo, Kenia, Lanzarote, Tailandia... ¡Uffff! Ver puntitos latiendo en la pantalla que indican que ahí existe una persona muy afín a ti. ¡Qué emoción! ¿Qué haces? ¿Preparar las maletas y escapar al aeropuerto? Hum... tal vez no sea tan sencillo, lo mismo te entra el miedo, y hasta te pasa por la mente que tal vez no resulte, pues piensas, y con razón, que ya en el pasado te has enamorado varias veces y no usaste ningún cachivache predictor, ni sabías a priori nada de las posibles compatibilidades con el sujeto. Te lanzabas a la piscina sin más, y siempre era un juego maravilloso, una aventura emocionante ir descubriendo al otro, y fuera por la Química, la Física o todas las ciencias juntas, terminabas colada, enamorada hasta la médula, presa en unas redes de las que no querías salir.

Speech recognition and fingerprint
Dando vueltas a la idea pienso que la chispa del amor salta muchas veces, y son después el tiempo, la rutina, la realidad o una mezcla de matailusiones variada lo que la va apagando pero, ¿funciona al revés? ¿Funcionaría una relación con alguien elegido para ti por una máquina? ¿Lograría encenderse esa chispa que te hace sentirte enamorado? ¿Surgiría el amor al cabo del tiempo?

Si existiera esa máquina de probables emparejamientos, el dirigirte a un destino concreto a conocer a alguien que encaje contigo según unos estudios, se me antoja como ir al encuentro de aquél que otros han elegido para ti al igual que en los matrimonios concertados, como abrir una lata de amor en conserva o una caja de pastillas prescritas para tomar 3 veces al día después de las comidas, como hacer el amor en un ambiente de laboratorio rodeada de cables y maquinitas midiéndolo todo.

Es ciencia ficción claro, pero decididamente me parece más divertido el proceso estándar de conocer a alguien sin necesidad de análisis previos, aunque no ocurra cuando te apetece sino cuando menos te lo esperas, lo cual es parte del encanto. Aun así, no sé yo qué haría si el puntito que parpadea en la pantalla estuviera muy cerca, tal vez en mi ciudad. ¿Podría resistir y no lanzarme al encuentro? Difícil asunto. Pero vamos, que mejor que no inventen esto por si acaso, que malo es que salgan pocos resultados y encima en la otra punta del globo, pero ¿y si no saliera ninguno? Al menos ahora, por muy bicho raro que seas, siempre tienes la esperanza de que en alguna parte del mundo debe haber alguien hecho para ti, aunque de momento no tengas ni idea. ¡Nah!, definitivamente creo que es mucho mejor que la ciencia dedique su tiempo a otras cosas. Y en cuanto a la carta a los Reyes Magos, lo del bolso está bien pero... ¿qué tal una petición especial de mejoras en el transporte? ¿Puedo pedir el teleport? ¡Ains!... eso sí que me vendría de perlas ;)

PD: Como este es el último post del año, aprovecho a hacer un brindis virtual por la vida y desearos a todos un ¡Feliz 2012!


jueves, 8 de diciembre de 2011

Amnesia

Los movimientos silenciosos de la enfermera controlando sus constantes vitales la despertaron. Seguía en el hospital. Había sido hallada sin conocimiento en un callejón, sin documentación ni pista alguna que permitiera identificarla. Llevaba ocultos en el sujetador 300€. Un atraco rápido probablemente, en el que la golpearon y salieron huyendo con su bolso, sin pararse a buscar más. Un taxista la había visto en su ronda nocturna y había avisado al 112. Eso fue la noche anterior. Afortunadamente no había indicios de agresión sexual y, aparte de un gran chichón en la cabeza, parecía estar bien, pero seguía sin recordar. El golpe que había recibido le había borrado su vida. Era extraño y desconcertante encontrarse en ese estado. Sólo podía juzgar su aspecto exterior. La imagen que le devolvía el espejo era la de una mujer de unos 32 años, de mediana estatura, delgada y fibrosa. Su melena cobriza enmarcaba un rostro ovalado en el que unos ojos azules la escrutaban queriendo recordar. Decidió que le gustaba lo que veía, pero seguía ignorando si era una buena persona o una perra malvada. ¿De qué sería el dinero? ¿El pago de alguien o simplemente un escondite temporal más seguro que el bolso? ¿Estaría preocupada su familia? ¿Tendría marido? Su vientre plano confirmaba que hijos no, algo que ya le habían comunicado los médicos a juzgar por la ausencia de cicatrices típicas de un parto. Por más que intentaba, no servía de nada cerrar los ojos apretando fuertemente los puños para lograr evocar imágenes, nombres o lugares. Los médicos le habían dicho que se tranquilizara y que, tal como se fue, su memoria volvería probablemente en las próximas 24 horas.

Se acercó a la ventana. Hacía un día primaveral y sintió envidia de los pacientes que paseaban por el jardín o se sentaban en alguno de los bancos a leer. No había necesidad de estar encerrada en la habitación, así que decidió estirar las piernas y salir. Tenía unas horas por delante de no saber, y ello le otorgaba plena libertad. Caminaba disfrutando del calor del sol en su cara. Había un banco que estaba libre y se sentó.

Bench in the park
Miraba hacia el cielo las formas caprichosas de las nubes, y pensaba que eso era ahora su vida, vapor de agua buscando dibujar las imágenes de su presente. "Aquella parece un caballito de mar. Esa otra era hace un momento un sombrero, pero se está agrupando con las de al lado y parece querer formar una cara", pensaba. "¿Será mi cara?", susurró. No había advertido que un hombre había ocupado el otro extremo del banco, y se sobresaltó cuando le dijo:

—¿Tu linda cara?

—¿Perdón? —replicó volviéndose hacia él como pillada in fraganti.

—Oh, perdona. Creo que hablabas sola, o con alguien allá arriba —dijo señalando el cielo—. Escuché la pregunta y no pude evitar contestar.

Ella se volvió hacia él. Era un chico aproximadamente de su edad. Tenía una sonrisa encantadora y franca, que le otorgaba un atractivo especial. Iniciaron una conversación y se dieron cuenta de que ambos estaban en la misma situación. Él había ingresado también la noche anterior víctima de un asalto. Había entrado en urgencias por su propio pie, descalzo, sangrando por una ceja y sin recordar ni quién era ni qué había ocurrido. Tampoco llevaba documentación o un teléfono móvil que pudieran ayudar a identificarle. Charlaron animadamente un rato acerca de esa extraña sensación de no pertenecer a nadie ni a nada, de no tener raíces, ni preocupaciones, ni obligaciones de ningún tipo.

—¡Vaya! Veo que mis dos casos de amnesia se han conocido —dijo el doctor que les trataba—. ¿O ya os conocíais? Es broma. No contestéis. ¿Todo igual?.

—Sí —respondieron al unísono.

—Bueno, pues no queda más que esperar.

—Doctor, —dijo ella—, justamente de eso hablábamos. Nos ha dicho que a juzgar por los análisis y pruebas que nos han hecho, recuperaremos la memoria en las próximas horas.

—Así es —dijo el doctor.

—Pues bien, siendo así, hemos decidido pedir el alta voluntaria para pasar el día recorriendo la ciudad. Seremos como dos turistas más con plano en mano, aunque sin cámara de fotos. Será más divertido que estar en el hospital, y tal vez se despierte lo que está dormido o alguien nos vea y nos reconozca.

—No quiero ser aguafiestas pero creo que no es conveniente. El plazo que les menciono es aproximado. No tenemos la certeza de que así será y...

Ahora fue él quien interrumpió al doctor:

—Ya, ya, lo sabemos. No hay certezas. Ustedes los médicos siempre curándose en salud. Pero escuche, doctor, está decidido.

—Muy bien. En ese caso no puedo detenerles, pero sí les pido que al menor síntoma extraño o preocupante vuelvan de inmediato, y sí me gustaría que en cualquier caso se pasaran por aquí en 24 horas para verificar su estado.

—Prometido, doctor. Llevaremos anotada la dirección del hospital y su nombre y así, aunque volvamos a sufrir más percances de memoria, volveremos aquí. ¿Le parece? —preguntó él sonriendo.

—Ok. No puedo negarme.

—Una cosa más, doctor..., —le miraba los pies y parecía dudar, pero se dio ánimos y prosiguió—, ¿cree usted que podría alguien prestarme unos zapatos o unas deportivas? Tengo la sensación de que con estas chanclas de felpa no llegaré muy lejos.

—¡Jajaja! Veremos qué puedo hacer. Va a tener suerte. Creo que calzamos el mismo número.

Ready to go
Quedó en recoger unas deportivas que guardaba el doctor en su taquilla y se levantaron alegres como dos chiquillos, corriendo a sus habitaciones, para hacer cuanto antes el papeleo, vestirse y vivir la aventura del olvido. Unos cuarenta minutos más tarde, salían del hospital. Pasaron todo el día juntos, yendo de acá para allá, del muelle al parque, de la zona comercial a las tascas del casco viejo, charlando y riendo, parando a desayunar, comer, tomar un café. Es curioso, pues no sabían quiénes eran, pero recordaban si les gustaba o no el sushi o el Chardonnay, sus ideas políticas, los personajes famosos, y mil cosas más, lo cual hizo que charlaran sin parar de infinidad de temas a medida que recorrían la ciudad, guiados por un plano que pidieron en un hotel. Parecían conocerse de toda la vida, y sin embargo no sabían nada de su pasado, pero congeniaban y claramente lo estaban pasando bien, no había más que verles.

Ella se detuvo un momento y se llevó la mano a los labios, como pidiendo silencio.
 
—¿Lo escuchas? —dijo.

Él se quedó quieto y giró sus verdes ojos como para captar el origen del supuesto sonido.
 
Nop. ¿Qué cosa?

—¡Mis tripas! —remató ella riendo—. Tanta caminata me ha abierto el apetito y no recuerdo nada concreto de esta zona, pero... yo diría que un par de calles más allá hay varios restaurantes. ¿Cenamos?

Andiamo! —dijo él emprendiendo la marcha.

Efectivamente un par de manzanas después llegaron a una plaza llena de restaurantes. Optaron por el que les pareció más tranquilo. Ya dentro, conversaban animadamente tomando un cocktail y un aperitivo mientras esperaban la llegada de la cena.

—Llevamos casi 24 horas amnésicos, —dijo ella—, ¿y si no recordamos nada? ¿Te ha venido algún destello de algo?

—No, la verdad, pero no me preocupa, ya vendrá. No tengo ninguna prisa por saber. Me siento bien y feliz.

—Sí, yo también, pero no me quito de la cabeza que tal vez nos estén buscando y... ¿sabes? No sé si quiero que me encuentren.

—¿De qué tienes miedo? —le preguntó él acariciando su mano dulcemente.

—Pues, te parecerá una tontería... Te conozco solo desde esta mañana, pero cuando recuerde mi vida temo no volver a verte, y no necesito recuperar la memoria para saber lo que ya sé. Querré verte —dijo mirándole a los ojos, y desvió la mirada hacia sus manos temiendo haber hablado de más.

Él soltó su mano y le agarró la barbilla para encontrar sus ojos de nuevo y le dijo:

—No me parece una tontería, sino una locura, —ella cerró los ojos como queriendo no escuchar pero él prosiguió y le hizo abrirlos—, una locura que también sufro yo. Jamás habría imaginado esto, pero no pienso asustarme por lo me está pasando, ni dar un paso atrás. No sé quién soy ni qué soy, y puede que el tema de la amnesia reste importancia a lo que voy a decir, pero... hoy he pasado el día más feliz de mi vida, y ha sido gracias a ti. No quiero perderte. Eres maravillosa.

—Tú también —dijo ella sonriendo.

¿Cómo decir? Era la típica escena en que una pareja se mira con ojos llenos de amor (de cordero degollado dicen, ¡qué horror!, prefiero pensar que no), y sobra todo lo que hay alrededor. La iluminación indirecta y tenue, las velas, la música que sonaba, todo contribuía a un ambiente romántico, y como no podía ser menos... se besaron. Un beso dulce, pequeñito primero, seguido de un segundo beso como afianzando la boca del otro, y de un tercer beso perfecto. Se separaron justo cuando el camarero les servía lo que habían pedido.


Hmmmm... A kiss
Cenaron tranquilos, hablando unas cosas y callando otras, pero para los postres, mientras intercambiaban algún beso más, ya habían decidido que el día en blanco que el Universo les había otorgado debía ser especial. Lo habían iniciado libres, dando rienda suelta a lo que les había ido apeteciendo a cada instante, y querían acabarlo igual. Dado que ninguno de los dos recordaba nada aún, lo tomaron como una señal para dejarse llevar y escuchar sólo a sus corazones y a sus cuerpos. El cerebro era el que había perdido la memoria, ¿no?, pues bien, no tenía voz a la hora de tomar una decisión. Que hubiera puesto más cuidado en saber dónde dejaba las cosas. ¡Mira que perder la memoria!

Salieron del restaurante y caminaron felices hacia el hotel donde tomaron el plano por la mañana, cerca del hospital y no lejos de donde estaban, pues habían ido dando un recorrido casi circular por la ciudad. Habían decidido pasar la noche juntos y descubrir por la mañana, juntos también, cuál era su vida si es que la memoria había vuelto para entonces. Hicieron el amor varias veces y quedaron dormidos, exhaustos y abrazados, a una hora incierta de la noche.

Fue ella la primera en despertar. Abrió los ojos sin saber dónde estaba. Miró tiernamente por unos minutos al hombre que la abrazaba y sonrió. Le despertó con un beso en los labios y diciendo:

—Buenos días, Mike.

Él abrió los ojos, somnoliento aún, y sonrió, atrayéndola hacia él. De pronto entendió y preguntó sin comprender del todo:

¿Mike?

—¡Ajá! Ése es tu nombre —respondió ella viéndolo todo muy divertido.

—¿Has decidido rebautizarme y que nos fuguemos, princesa? Sé que ayer barajamos mil ideas, a cual más extraña. ¿Cómo quieres llamarte tú? ¿Puedo elegir un nombre para ti? —le dijo mirándola con ternura.

—Me temo que ya tengo nombre. Me llamo Diane.

Le explicó con excitación que ella ya había recordado quién era, y que no, no es que estuviera inventando un nombre para él, sino que ¡le conocía y sabía su nombre!. Fue contándole poco a poco todo lo que recordaba. Eran novios y vivían juntos. Se querían, pero llevaban más de medio año con continuas discusiones y la situación se había vuelto insostenible. Él la iba a dejar. La noche del accidente se habían peleado al salir de un restaurante. Cuando volvían a casa él no paraba de gritar y ella, viendo que no podía aguantar más frenó en seco, haciendo sin querer que él se golpeara en la ceja. Le ordenó que bajara del coche, y aunque al principio él se negó diciéndole que estaba loca, al final salió dando un portazo y dejando dentro los zapatos que se había quitado como siempre hacía. Hasta que él no recuperara la memoria no sabrían el resto de la historia, pero seguramente le atracaron por la zona donde le obligó a bajarse, pues no era muy recomendable y había frecuentes atracos.

Dark alley
Ella, por su parte, siguió conduciendo hacia casa. No paraba de llorar y el vino ayudaba a nublar su visión. Decidió aparcar y tomar un taxi. Necesitaba sacar dinero antes y paró en un cajero. La calle parecía solitaria y se sentía insegura. Sacó 300€ y en un acto reflejo se los guardó en el sujetador. Guardó la tarjeta en la cartera y ésta en el bolso, y echó a andar a buen paso hacia una avenida más grande para encontrar un taxi. Fue al pasar delante de un callejón cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza y todo se volvió negro. Debieron arrancar su bolso y salir corriendo, y un taxista la encontró poco después.

Paró un momento, y la diversión con que había empezado a hablar había terminado en una mirada triste. Él parecía recordar vagamente lo que ella acababa de contar, aunque en él el proceso iba más despacio.

—Diane, amor... Borra esa cara triste. No más discusiones absurdas, no más peleas, lo superaremos. Vamos a aprovechar esta oportunidad que se nos brinda. Y ya lo has visto, si el azar nos ha vuelto a reunir por segunda vez, será por algo. Tuve que perder la memoria para recordar lo mucho que te amo, pero no volveré a olvidarlo nunca más.

Se besaron, con la certeza de saber quiénes eran, mezclando sentimientos pasados y presentes y sintiendo su amor más real que nunca.

—¡Chocolate! —dijo ella con determinación y sonriendo tras el beso. Y ante la mirada perdida de él prosiguió, mientras se levantaba de la cama—. Una de nuestras estúpidas discusiones, amor. La de anoche fue por el color del sofá, y ya lo he decidido. Quiero un sofá color chocolate. ¡Qué bien que se acabaron las discusiones! —sonrió traviesa—. Y ahora me voy a la ducha.

—¡Tramposa! No creas que vas a salirte con la tuya porque me pilles en un momento de debilidad. No vale huir. ¡Ven aquí, que te vas a enterar! —dijo riendo y yendo tras ella.

Y se oyeron las risas de ambos, ahogadas en breves segundos por los besos.

jueves, 20 de octubre de 2011

Path of Pebbles To My Heart

Soy libre y feliz, pero si me conocieras bien y leyeras en mi alma, sabrías que tengo ganas de estar contigo, aunque aún no sé ni quién eres, ni tan solo dónde estás. Tal vez no es aún momento de que aparezcas en mi camino pero me apeteces. Y como no sabré si eres tú ni al cabo de dos horas, ni de dos días, ni tal vez de varios meses, me sigue valiendo lo que he hecho siempre y es vivir el presente.

Tengo la sensación de haber estado haciendo un puzzle durante toda mi vida, pieza a pieza pero a ciegas, sin ver la foto del resultado final. Adoro mi independencia (algo que no voy a perder por el hecho de hallar a alguien), pero echo de menos compartir contigo el día a día y los fines de semana, salir a cenar, ver una peli, hacer planes de escapada, "apechuscarme" cuando estoy mimosa o con el corazón "arrugaíto", disfrutar de una buena charla, comerte a besos si me da un ataque de amor y ¡tantas cosas!

Confío en que, algún día, toparás con el rastro de piedrecitas que he ido dejando en mi camino, y acaso, intrigado y aventurero, decidas seguirlo para ver dónde conduce. Y si llegas al final y es a mí a quien encuentras, tal vez me halles dando un paseo por las nubes o perdida en mis pensamientos soñándote mientras salto de estrella en estrella, así que no lo dudes, chístame, silba, bésame, haz algo que me traiga a este mundo de vuelta para verte, olerte y sentirte, y tal vez después volver a perderme, sí,... pero contigo :)

tiny pebbles
Tiny pebbles by caris j

sábado, 10 de septiembre de 2011

Not Anymore

Llevo más de la mitad de mi vida fumando, y tras varios años acariciando la idea de abandonar este hábito definitivamente, esta semana fue la elegida. ¿Por qué no antes? Pues supongo que porque el fumador buscará siempre mil y una excusas para zafarse y postergar la decisión: que el 1 de enero no es buena fecha con toda la de eventos familiares y con amigos que quedan (como si fumar los hiciera más divertidos); que casi mejor después de las vacaciones no sea que me dé un poco de ansiedad y me ponga irascible; que cuando apruebe los exámenes; que total no fumo tanto (esto te lo dicen los que fuman mucho más que tú, no te engañes); que ahora no, porque estoy en plena crisis con mi novio (o mi vida o mi trabajo) y no aguantaría; que cuando pierda unos kilitos, que sé que engordaré al dejarlo y no quiero estar como una vaca burra, y así ad infinitum.

Se acabaron las excusas para mí. Decidí enfrentarme a lo que todo fumador sabe:

  • no está rico: quien diga lo contrario miente, por muy rico que nos creamos que nos sabe y si no, recuerda a qué te supo aquel primer pitillo,
  • es un ataque directo a nuestra salud: varias de nuestras delicadas piezas internas sufren por ello aunque no lo veamos por fuera,
  • hace que nuestros dientes y dedos amarilleen, que nuestros labios y ojos se frunzan al dar cada calada, aumentando las arrugas,
  • nos envuelve en un olor apestoso (nos gastamos dinero en geles y perfumes para después echarnos un poco de eau de cigarette y fastidiarlo todo),
  • cada vez está más caro,
  • está de moda no fumar, abrazarse al verde y dejar de ser un paria

En resumen: es dejarse una pasta en fastidiar la salud consumiendo, cada vez en menos lugares permitidos, algo asqueroso que no alimenta ni es vital para el organismo, que nos hace oler a demonios y nos pone cada vez más feos, por dentro y por fuera.

Cada vez que pienso lo absurdo del tabaco me pongo negra. Y es que lo es de todo punto: sujetar entre los dedos, con mayor o menor estilo, un pequeño objeto cilíndrico, —el pitillo—, para inhalar una suerte de gas venenoso y expelerlo poco después, proceso el cual no nos alimenta ni proporciona nada necesario para nuestro organismo, sino que se encarga de mermar un poquito más nuestra salud y nos deja mal olor. Y si a eso le añadimos un temporal de lluvia, hielo, nieve, granizo, o de lo que sea, ahí estará el aguerrido y valiente fumador para luchar contra viento y marea y conseguir llevarse a la boca el pitillo para dar una calada. Absurdo no, lo siguiente.

Si antes de caer en el vicio del tabaco alguien nos hubiera contado que íbamos a estar dominados por un objeto de apenas unos 7 cm no lo habríamos creído. E igual que ahora, años después de las prohibiciones que se van extendiendo por todo el mundo, nos parece casi imposible que se fumara en autobuses, aviones, salas de espera de hospitales, etc y no hace tanto de todo ello.

Así que inicié mi aventura de vuelta al redil el lunes. Preferí hacerlo en jornada laboral, y más ahora que vuelvo a salir a las seis. No me costó demasiado resistir el primer día. Martes. Genial, ya llevaba dos de dos, y eso que salí a cenar con cuatro amigos, todos ellos fumadores. Miércoles. Seguía imbatible. Jueves. No sé qué pasó el jueves, pero caí. Sí. Dos o cuatro, ¡qué más da!, pero me fallé a mí misma. Muy mal, me dije. Muy mal, muy mal, muy mal. Pero de pronto, aunque aún lejos de optar por infligirme el harakiri, paré de autocastigarme. Igual que no actuarías así con un amigo, ¿por qué hacerlo contigo? No, he de animarme, pensé, ser dura, sí, pero no hasta ese punto, y confiar en mí, porque sé que puedo.


No es igual de sencillo para todos los que lo intentan. Cada uno busca sus motivaciones y apoyos, pero siempre es una decisión personal. En mi caso, sigo firme en mi propósito de dejarlo, pero me faltó tal vez el apoyo de alguien que te anime cuando estás a punto de recaer, alguien que no te deje engañarte de nuevo y te recuerde que tú también puedes lograrlo. Ese alguien existe, y no es sólo una persona, sois muchas, así que, no, no me he rendido. Y pronto llegará el día en que, cuando me ofrezcan un pitillo, diga orgullosa con una sonrisa: "No, gracias, no fumo. Ya no".

lunes, 22 de agosto de 2011

Are You A Pícaro?


Cuando te cobran de menos en una tienda o restaurante, ¿les avisas del error? Y si encuentras una cartera con dinero y la documentación del dueño, ¿intentas devolvérsela?

Circulaba la semana pasada con la radio puesta. Sonaban las noticias. Hablaban de la subida que el billete de metro y autobús había experimentado y las protestas que ello causó, unidas también al hecho de que había descuentos para los peregrinos de la JMJ. El locutor contaba que los "descontentos" amenazaban con colarse pues eso de hacer diferencias por religión era discriminatorio, y que el Consorcio de Transportes había dicho que tal acción llevaría multa. El Consorcio recordaba también que el abono especial de los peregrinos no debería usarse una vez terminadas las jornadas, pero que, de hacerlo, sus usuarios no serían multados. Pensé de inmediato que, probablemente los peregrinos de otros países que permanecieran en Madrid, pasadas las fechas de validez del abono, no lo usarían al no estar permitido, pero que los peregrinos españoles sí lo harían, y más sabiendo que no habría multa aunque les pillaran.

Todo ello me hizo meditar en todas esas ocasiones en que el ingenio te permite detectar un agujero en el sistema, y dependiendo de lo ética que seas, lo usas en tu beneficio o no, pero estás programado de tal modo que, detectarlo lo detectas. Supongo que es la llamada picaresca, un tópico más de españoles y latinos en general, que tiene connotaciones negativas por mucho pecho que a veces se saque presumiendo de ello, y que tiene más de caradura y artimañas disfrazadas de simpatía que de otra cosa.


El Lazarillo de Tormes y el ciego (Salamanca)
Me viene a la mente el cine de Boston, por ejemplo. Tras pasar las taquillas y el área hacerse con palomitas y “bebestibles” para la peli, hay varias salas para las películas que se proyectan. Hasta ahí, todo normal. La alerta no salta aún en el pícaro. Pero tras ver la película de turno, descubres que la salida de la sala no da a la calle o a algún espacio concreto, de modo que te obligue a entrar de nuevo en el cine y pasar por taquilla para ver otra película. No, nada de eso. Sales a la misma zona donde se encuentran las puertas de acceso a cada sala. Bing! Se activa la alarma y descubres el fallo en el sistema, porque puedes entrar en otra sala donde acaba de comenzar otra película. Nadie se va a enterar si eres discreto. Termine colándose o no, ¿le asalta este pensamiento a un noruego, por ejemplo?

Y también recuerdo el boom de una de las máquinas de vending en el edificio donde trabajaba hace tres años. Alguien descubrió que al cargar la tarjeta, si no la retirabas, la máquina entraba en una especie de bucle y seguía añadiendo dinero a tu tarjeta monedero sin necesidad de volver a insertar monedas, hasta un tope de 6€. Os podéis imaginar el éxito que de pronto empezó a suscitar la mencionada maquinita de cafés. Los reponedores del resto de máquinas de comestibles variados se hacían de cruces y andaban investigando sin poder averiguar dónde estaba el pufo, pues desaparecía la mercancía pero las pocas monedas que contenían los cajones de cada máquina, no cuadraban con lo “vendido”. También es cierto que, una cosa era realizar una recarga extra de la tarjeta, por aquello de compensar todos los cafés erróneos que te dio, los donuts pasados de fecha o cualquier caso en que tu dinero se fue al garete, y otra muy distinta era sacar todo lo posible de las máquinas e irse a casa con la “compra” de las bebidas, zumos y demás productos hecha, y encima gratis. Hubo gente que se pasó tres pueblos y salía diariamente con bolsas repletas, hasta el punto de que si tenías hambre por la tarde, no había modo de encontrar nada que llevarse a la boca. La “promoción” duró un par de semanas, hasta que por fin, alguien, con un punto ético y honrado o con suficientes remordimientos, dio el aviso y señaló el fallo de la máquina y todo volvió a la normalidad. ¿Habría realizado esta recarga “mágica” un japonés?

He visto este tipo de actitudes toda mi vida. No sé si sólo se da en los latinos, como si tuviéramos un gen de Lazarillo de Tormes y usáramos ese ingenio y picardía de modo natural, o si también el resto de los europeos y gentes de otros países y continentes actúan igual. ¿Tú qué opinas? ¿A qué se debe esa antena especial detectora de "picardías"?

jueves, 11 de agosto de 2011

Just Feel It & Live It

—¿Me da un amor de fin de semana? —pidió un chico.

—Yo quiero uno para el verano, por favor —clamó ilusionada una señora.

—No se me arremolinen, tengan paciencia que hay para todos. Por favor, un poco de orden, he de atenderles uno por uno —se alzó con calma la voz del anciano al otro lado del mostrador—. No sé yo por qué deseché eso del turnomatic.

Entre las peticiones al dependiente y las conversaciones cruzadas, la algarabía era enorme.
 
—¿Le quedan frascos de un año? —preguntaba un trajeado caballero.

—Uno de una noche para mí —gritó otra mujer al fondo.

—Yo..., yo quiero amor eterno —dijo una dulce voz desde el fondo de la tienda.

Todas las personas que abarrotaban la estancia callaron de repente y cada una de las cabezas se volvió hacia la joven que, desde la puerta, agitaba aún su mano levantada y se empinaba de puntillas para hacerse ver. La luz brillaba en sus ojos soñadores que parecían flotar sobre un mar de pecas, y su boca seguía entreabierta, expectante por escuchar una respuesta afirmativa.

—¿Amor eterno? —dijeron varios a coro, y las carcajadas llenaron la tienda, rebotando en las paredes y multiplicándose en ecos, como si alguien le hubiera aplicado algún extraño efecto de reverb a una, ya de por sí, confusa pista de audio.

La extraña petición provenía de una chica muy joven. Debía rondar los 19 años. Se había quedado petrificada en la puerta al sentir sobre ella vueltas todas las miradas. Bajó lentamente la mano cerrando la boca, como a cámara lenta, y una pátina de tristeza e incomprensión se adueñó de sus ojos.

El Sr. Kuπdo se aclaró la garganta y pidió un poco de silencio para terminar de sofocar las risas y comentarios. Se dirigió a la joven diciendo:

—Acércate, jovencita, y déjame que te cuente. Eres nueva en la aldea, ¿verdad?

—Sí —asintió en tono casi inaudible, mientras se aproximaba al mostrador por el pasillo que la gente abría ante ella a medida que avanzaba—. Llegué ayer. Me dijeron…, me dijeron que aquí encontraría…

—Amor eterno —completó el anciano—. Te engañaron, pequeña. El amor no tiene duración conocida de antemano, no tiene fecha de caducidad conocida, ni tiene garantías de eternidad o de éxito. Todas estas personas y sus familias llevan aquí toda la vida, y por ello ya saben qué encontrar en mi humilde tienda. Han cambiado los tiempos y mi familia se ha adaptado a ellos, pero el amor siempre ha sido así, por mucha poesía y novela romántica que indique lo contrario.

El Sr. Kuπdo se ajustó las gafas y, aclarándose la garganta, prosiguió:

—Deja que te explique. Me llamo Evol Kuπdo. Habrás oído hablar sin duda de mis antepasados. ¡Qué tiempos! Flechas doradas con plumas de paloma para el amor, o de plomo con plumas de búho para la indiferencia.

—¡C…up…ido! —exclamó Nayh llevándose la mano a la boca como para ocultar semejante idea.

—Veo que sabes de qué hablo, jovencita. Ese método daba mucho trabajo, como podrás imaginar, y había que adaptarse a los tiempos. En la actualidad, sólo se administra amor.  ¡Que no está el mundo para complicaciones extras de añadirle desdén e indiferencia a los que ya desarrolla el ser humano por sí solo! —dijo con vehemencia—. Ocurrió que, uno de mis antepasados, hace ya varios siglos, era entomólogo, y realizó experimentos y cruces muy complejos de mosquitos diversos, que le permitieron obtener lo que llamamos en la familia el culex amoris o mosquito del amor. Es resistente a las extremas temperaturas de glaciares y desiertos, a la humedad de las zonas tropicales y a la contaminación de las ciudades, con lo que está por todas partes. Su picadura inocula una pequeña cantidad de la esencia a cambio de un poco de sangre, y el efecto en los humanos es el desarrollo de un sentimiento de amor hacia el humano que tienen más cerca o que antes entra en su campo de visión tras la picadura.
En el fondo parece un tipo majo, ¿no?
Evol hizo una pausa para beber un poco de agua. Sentía la boca seca, pero le encantaba tener audiencia y disfrutaba contando la leyenda de los Kuπdo. Desde el momento en que empezó, todos los allí presentes le escuchaban boquiabiertos a pesar de que, salvo Nayh, conocían la historia, y ninguno había hecho ademán de salir de la tienda ni mostraba tener prisa, aunque apenas unos minutos antes el local era un guirigay de voces que pedían ser atendidas.

El anciano carraspeó y reanudó la historia:

—Querida niña, la fórmula es la misma que se usaba antaño, y los resultados no han variado. Esta pequeña tienda es la única en el mundo que distribuye gratuitamente la poción en minúsculos frasquitos con distintas dosis, y perdura aún hoy por tradición a través de los siglos, ya que es en esta aldea donde surgió el laboratorio que creó aquel mosquito del que te hablaba. Entenderás que había que hacer pruebas sobre la población. Los aldeanos de entonces se prestaron voluntarios para probar los efectos y ganaron con ello el derecho de suministro para siempre.

—Pero, Sr. Kuπdo, no lo entiendo. He escuchado cómo pedían amor para una noche, un fin de semana, un año… ¿por qué no va a ser posible más tiempo?, ¿por qué no para toda la vida?

El anciano sonrió ante la inocencia de Nayh y le dijo:

—Cupido era travieso y usaba las flechas de forma caprichosa, como caprichosa es la picadura de los mosquitos. John puede ser picado y enamorarse de Susan. Aunque ésta le corresponda, cualquiera de los dos puede ser picado por un nuevo mosquito que eche por tierra la aventura de la pareja, y ello puede ocurrir en cualquier momento. Los frasquitos que entrego tienen distintas dosis y concentración, de ahí las curiosas peticiones que escuchaste, lo cual no da garantía de que sea esa la duración del efecto como bien detalla la etiqueta impresa, pues mosquitos hay en todas partes y en concreto, en esta aldea, estas gentes usan además la esencia contenida en cada frasco para dejarla escapar ante la persona elegida, o a veces arbitrariamente, jugando a ser el culex amoris ellos mismos. Saben que no hay garantías, pero se aseguran de disfrutar de un poco de amor y lo viven intensamente, que es como debería ser vivido, sin lanzar la vista al mañana perdiendo el instante del hoy.

Nayh quedó muda ante la explicación y un tanto abatida. Había cruzado el país de punta a punta porque llegó a sus oídos el rumor acerca de la pequeña aldea. Había sufrido su primer revés y había roto con su novio al pillarle con otra. Se le partió el corazón, y pensó en hacerse con un frasquito de la mágica esencia y poder usarlo para recuperarlo. Ahora comprendía que no habría certeza.

Una mujer que se hallaba junto a ella le tomó del brazo y le dijo:
 
—Cielo, me parece leerte el pensamiento y, créeme, no es el fin del mundo. Anima esa cara. Antes de que te des cuenta te habrás vuelto a enamorar, y tal vez tengas más suerte la próxima vez, pero como dice Evol, no hay garantía alguna. De todas formas, —prosiguió—, no dijo que no exista el amor eterno, pues sí han existido parejas que se han amado toda la vida, sino que nunca tendrás la certeza de que será eterno. No persigas ese sueño porque si lo haces, dejarás pasar tu vida tontamente. Hazme caso, pídele un frasquito para una noche y sal al mundo. Vive una noche como si no hubiera un mañana. ¿Quién sabe? Tal vez te dure mucho tiempo.

Tras las palabras de la mujer, todos empezaron a animar a Nayh a que lo probara sin miedo. Ella se sintió tan el centro de atención y tan arropada que venció sus reservas iniciales, y apoyando los codos sobre el mostrador con decisión dijo:

—¡Está bien! Sr. Kuπdo, por favor, ¿puede darme un amor de una noche?

Mientras Evol le tendía el pequeño frasco, hubo aplausos espontáneos para la joven que decidía enfrentar y vivir la vida intensamente. Nayh sujetó el pequeño tesoro, dio las gracias a todos y caminó hacia la puerta extrañamente feliz. Se detuvo un instante en el umbral, aspiró ansiosa el fresco aire de la noche y dio un paso con decisión, o más bien con demasiada decisión. En su aturdimiento no reparó en el chico que caminaba apresurado por la acera, y el destino quiso que chocaran bruscamente. Ambos cayeron al suelo, provocando que el frasquito se rompiera y dejara escapar su esencia mágica. Se pusieron en pie, frente a frente.

—Lo siento muchísimo. Iba tan rápido que ni te vi —dijo él.

—No, fue culpa mía. Salí sin mirar, la verdad —se explicaba Nayh.

—Tuya o mía, ¡qué más da! El golpe me ha hecho olvidar adónde iba con tanta prisa, y la verdad, me alegro de haberme topado con esas pecas tan divertidas —y la sonrisa que asomaba en su cara era de auténtico placer—. No me suenas, esta aldea es pequeña y te aseguro que tus ojos son imposibles de olvidar. ¿Puedo quitarte el susto invitándote a tomar algo mientras me cuentas de dónde vienes?

—¡Claro que sí!, —dijo Nayh resuelta colgándose de su brazo—. ¡Tú diriges!

miércoles, 27 de julio de 2011

Krásná Praha

Por fin tuve la oportunidad de conocer Praga, o Praha, como dicen sus gentes. Siempre ha estado en mi mente desde aquel momento en que mi hermana, hace muchos años, llegó a casa contando maravillas tras su breve recorrido por algunas ciudades europeas con el InterRail, y Praga es una de esas ciudades que no puede faltar. Tuve la inmensa suerte de que mi amigo Kike, quien anteriormente ya había estado allí, se apuntara a acompañarme y mostrarme Praga a través de sus ojos. No me ha defraudado, es una ciudad deliciosa y llego con ganas de volver, pues dos días no dan para mucho. El tercer día lo empleamos en visitar Karlovy Vary, una bonita ciudad balneario situada en la Bohemia, que me permitió imaginar perfectamente por sus calles a los adinerados de los siglos XIX y XX yendo a recibir sus tratamientos de baños termales y paseando a media tarde siguiendo el curso del río. Está llena de rincones que observar, algunos un poco recargados para mi gusto o con demasiado adorno dorado.


Cartel de la calle Namesti Republiki
Praga es una ciudad bella, repleta de edificios de distintos estilos y de estampas de foto, muy limpia, llena de detalles que te hacen percibir que estás inmersa de lleno en Europa. A pesar de las previsiones iniciales de lluvia, fuimos afortunados. De hecho, sólo nos pilló una breve tormenta de verano que desapareció en lo que Kike tomaba un apple strudel y yo un café. El resto del tiempo, el sol se dejó ver y sentir a ratos, y hubo momentos de cielos nublados que nos permitieron recorrer largas caminatas más fácilmente. El inglés nos sirvió de puente para entendernos con las gentes de restaurantes y comercios. Me gustaron especialmente el barrio judío (de donde es el golem que ahora habita en mi casa), el Castillo de Praga y sus alrededores, —como el Callejón del Oro, donde vivió Kafka durante varios años, en el nº 22—, The Dancing House (también conocido como Dancing Building o Ginger & Fred) y el Puente Carlos (Karlův most), el más antiguo de Praga, que permite asomarse al mágico río Moldava y observar la ciudad nueva a un lado y la vieja al otro.
Mi golem
Soy más de ver las calles y las gentes de las ciudades que visito, empaparme de impresiones, oír su habla, probar su cocina y calmar la sed con los caldos que la ciudad ofrezca, que de encerrarme en museos, y más cuando la escapada es tan breve, pero Praga está tan llena de museos y tan variados, que habrán de tener su hueco asignado en mi próxima visita.
La aprendiz de fotógrafa fotografiada
En esta ocasión, me dejé llevar por la ciudad viva. No sé de dónde proviene su magia, pero se deja sentir. Afortunadamente, mi amigo era el encargado del reportaje gráfico, y gracias, no sólo a su cámara, sino a su ojo experto, me traigo muchas fotos que me permitirán recordar y compartir Praga. Y como algunas escenas y sensaciones son imposibles de captar, llevo conmigo muchas conversaciones y anécdotas vividas con un gran compañero de viaje, al que agradezco que se animara a venir. Atesoro todos esos momentos no captados que vienen a tu mente cuando ves las fotos una a una tras un viaje, y me quedo, por elegir uno, con la noche memorable en el Jazz Dock, donde disfrutamos de una deliciosa cena y un concierto de jazz, y el paseo de vuelta al hotel, con las imágenes de los edificios iluminados reflejados en las aguas del Moldava aún en mi retina.
A orillas del Moldava
¿Próximo destino? Incierto aún, que hay varias ciudades interesantes aún por ver, pero vamos,... que a Praga vuelvo :)

 Nota añadida horas después de publicar el post: Olvidé comentar que, justamente cuando dábamos descanso a nuestros pies, sentados en una terraza del barrio judío, pasó tranquilamente Pierce Brosnan a escasos centímetros de nuestra mesa. A punto estuve de saludarle como si tal cosa. Curioso pensar que al día siguiente iríamos a Karlovy Vary, donde tiene lugar la película Casino Royale, en la que es Daniel Craig quien pone cara a 007. Monísimo Pierce, por cierto :) 

miércoles, 20 de julio de 2011

Renewal Anecdotes

Las anécdotas me persiguen cuando se trata de renovar el DNI. Ya tuve una hace dos años, y pensé que todo quedaría ahí, pero este año, al tener que volver a pasar por comisaría por haberlo perdido en Roma, ha vuelto a ocurrir.

En la primera ocasión, el día antes a la cita para hacerme el DNI, fui a hacerme las fotos a un Fotomaton cercano. El simpático cacharrito me obsequió con una bonita pantalla azul de la muerte al más puro estilo de Windows. Se debió acojonar en cuanto me vio el careto y le produjo algún evento no contemplado por el programa, con lo que salió por peteneras dándome con esto en las narices:

"Pantallazo" azul de Windows por cortesía de Fotomaton

A mí me parece ponerse incluso un poco borde eso de decir "Windows has been shut down to prevent damage to your computer" porque, vamos, una cosa es tener mala cara y otra muy distinta es dañar al computador con ella, ¿no?

Ahí no quedó la cosa. A pesar del chasco me arriesgué a intentar con otra maquinita, y tuve por fin mis fotos. Así que, toda ufana, me fui a la comisaría al día siguiente. Llegado mi turno, me piden DNI anterior y foto de rigor. Tiendo ambos a la auxiliar que me atendía y según posa la vista en mi foto me dice:

—Huys, no, no, no. Esta foto no te vale —muy convencida. Y añade: —Ángel, ¿verdad que con este flequillo no? —dice mostrándola a su compañero.

Le explico que siempre he llevado flequillo porque me gusta, y que si se fija en el DNI que tiene en su mano puede comprobarlo. Y me espeta:

—Mira, guapa, esta foto no es para un book, —reconozco que me hizo gracia la frase. Y prosigue: —Se trata de un documento oficial, donde se te ha de ver la cara, así que, anda, ve al estudio de ahí enfrente y retírate el flequillo un poco y el pelo de los lados, que se te vea mejor. Y a ver si puede hacer algo con el color, que al digitalizar la foto en blanco y negro, como no ponga un fondo que haga que destaques, va a parecer que no tienes pelo.

"Sí, hija, tú complícalo", pensé, y salí frustrada y cabreada, pero no tenía más opción. Fui donde dijo, y le expliqué al buen hombre que necesitaba una foto con contraste por mi color de pelo y pregunté si tenía algo para sujetarme un poco el flequillo. Casi me parto cuando me acerca una cajita con toda suerte de horquillas y plis-plas. Debía ser común el tema.

Me hizo las fotos. Me parecieron horrorosas, pero no tuve más gaitas que entrar al matadero y salir al poco con mi flamante DNI en la mano, pensando en la mala pata de que no caducara antes.
Nuevo DNI electrónico
Justamente por ello, en Roma, superado el primer momento de cabreo tras notar que había perdido el DNI en la estación de Piazza di Spagna (y acompañado de unos 150 euros), me sentí liberada al haber dicho adiós a esa foto.

Por fin hoy llegaba el día y esta mañana tenía la cita en comisaría. Las fotos me las hice ayer, de nuevo en un Fotomaton, y esta vez sin contratiempos. Antes de salir del curro hacia la zona, eché un ojillo en Google Maps para ver el camino, y esta mañana cogí mi GPS para que me fuera guiando, porque la zona de Ventas es liosa para aparcar y no la tengo muy controlada. Nada más salir del parking de la oficina, paro a encender el aparato. Nada. Insisto, presionando el botón como siempre. Que no. Que se niega. Debí dejarlo sin batería y no había cogido el cable con las prisas. Era la 1:10 pm y la cita era a las 2:00 pm. Lanzo todo tipo de juramentos en arameo y recuerdo que en el HTC tengo navegador. Me pongo a ello. Pruebo primero con Aura de Sygic, y a pesar de haberla utilizado antes con éxito, desisto, porque decide ignorarme y no funcionar. Intento con Maps de Google. ¡Bien! Localiza el destino, pero para colmo compruebo que me queda poca batería, así que decido tirar de intuición y conectarlo más tarde, cuando ya haya recorrido el trozo de M40 y M30 y esté cerca de la zona.

Me salgo de la M30 hacia Alcalá y me paro en doble fila en cuanto veo que puedo. Repito conexiones y empiezo a ser guiada. Faltaban 15 minutos para la cita. "Gire a 200 m", "siga 80 m", y así hasta que veo que no, que me suena y recuerdo las calles de la otra vez, pero que la "tipa" no es suficientemente clara a veces y recalcula. Es más, creo que estoy dando vueltas. Al tercer "gire al oeste" que me suelta, decido pasar de ella, que después de tanto giro ya no sé ni dónde está el norte. En cada semáforo, aprovecho a desplegar el plan C: el callejero de toda la vida, y descubro que estoy ya al lado, pero que la calle donde está la comisaría tiene tan mala uva que no hay quien aparque. Por fin, en un golpe de suerte, descubro muchos sitios de zona azul libres no muy lejos y sin pensarlo aparco, saco el ticket y camino deprisa los 400 m hasta la comisaría. Entro por la puerta a las 2:00 pm.

Ya no hay apenas gente y no me toca esperar. Me atiende un chico muy simpático. Le digo que perdí el DNI y le doy la nueva foto. Muestra sus dudas, esta vez no por el flequillo, del que no dice nada tal vez porque lo aparté un poquito, sino por el fondo blanco y mi color de pelo. Va a proceder a digitalizarla cuando dice contento:

—¡Ah, no! No hace falta. Si veo que es duplicado, no renovación. Tengo que usar la foto del DNI anterior.
¡Tierra, trágame! Le suplico que la cambie, pero me dice  que el programa informático no lo permite si es duplicado, sólo cuando ha caducado y hay que renovarlo. Desecho el soborno porque estoy rodeada de "polis" por todas partes, y si achaca el tema a la informática, ¡apañados estamos! Como pille al analista que no ha dejado opción para casos de extrema necesidad de cambio de foto, me lo cargo. Así que, he salido ¡la mar de contenta!: DNI hermano gemelo del que perdí en Roma y que estaba deseando sustituir, y encima a un coste de unos 165 euros: los perdidos en Roma, más el duplicado y más las fotos.

Y como el que no se consuela es porque es un masoquista, he decidido relajarme compartiendo la anécdota en mi blog. De aquí al 2019, día en que me caducará, tengo tiempo de sobra para planear una estrategia de foto y documento sin percances :)

domingo, 3 de julio de 2011

Still Dreaming? (English version)

I published this entry in Spanish (you can read it here), but now, thanks to my friend Céline, who was kind enough to help me with the translation, you can also read it in English.

She stretches her body, slim but voluptuous with soft curves ... She looks like a sweet kitten, and she half-opens her feline eyes just to verify what her hands have already felt when she touches the other side of the bed and doesn’t find anybody: she’s alone. The sun is about to come up and, with sleepy eyes, she stares at the blue figures of the alarm clock. It says 6:33. She smiles and stretches to snuggle again and try to go back to sleep for an hour, or at least, lulled by the early riser chirping of sparrows that greet from the street, to let her mind wander in that particular half-sleep in which part of the mind remains stuck in the dream world. She dreamed of... what was it?... She searches carefully into her memory the images that filled her brain just a few minutes ago. It's night… the fire lights up the beach... The memory is blurry, and her mind struggles to grasp the fleeting scenes that come to pieces, her body seems to remember, and she feels aroused... It's a dance... no!... it’s a wild dance... drums...? Various thoughts come to her mind, but she can’t find out the origin of that feeling. Her body moves at a wild rate...


She enjoys feeling over her almost naked skin a gentle breeze, that moves the curtains and the pages of the book on her bedside table. She tries to fix the breeze to her body, to make it stay with her during the day when the overwhelming heat will stop her from breathing and sprinkle her skin with sweat. Her hands touch other bodies, and various hands touch hers... Her left hand rests on the sharp curve of her waist, and playful, explores the surrounding area. She quenches the thirst with other mouths... Swaying, with still no memory, but encouraged and spurred on by signals emanating from her body, she twirls in the bed and starts to touch herself. Her body falls under the ecstasy and pleasure that other bodies give her… She slides her shorts and enjoys her nudity kissed by the breeze. Her left hand plays with her nipples, hard as stone, while her right hand covers the short distance that separates it from her sex, expectant and hungry for her soft touch...
 
Sweet About Me, ♫ Nothing Sweet About Me, ♪ Yeah! ♫
Sweet About Me, ♫ Nothing Sweet About Me, ♪ Yeah! ♫
 
Damn! Although it is better to wake up with the soft voice of Gabriella Cilmi instead of the nasty alarm beep, Charlotte goes mad and turns it off immediately, extending her arm unwillingly. She feels the temptation to continue with her sweet awakening. She lays still and thinks about it, reluctant to get out of bed... "Well," she tells herself, "next time, maybe!", and, leaving her hot wishes behind, she goes to the shower.

It's a catchy tune and she hums it while the water runs from her head to her toes and down the drain, taking with it all the heat that was dominating her just a few moments ago.

♪ If There's Lessons To Be Learned, I'd Rather ♫ Get My Jamming Words In First Oh ♪
♫ Tell Ya Something That I've F...

She suddenly stops, the water still flowing... "Oooooohhh, noooo!", she cries out loud and then starts laughing. The water falls in her mouth and gushes out while she laughs and laughs ... "Hahaha!... I can't believe it! Hahaha!... Today is Saturday! "...

martes, 28 de junio de 2011

Still Dreaming?

Se despereza y estira su cuerpo, delgado, pero voluptuoso y de suaves curvas… Parece una gata mimosa, y entreabre apenas sus ojos de felina para verificar lo que ya constatan sus manos al tantear el otro lado de la cama y no palpar cuerpo alguno: está sola. Está a punto de amanecer y, con mirada somnolienta, logra enfocar la vista en las cifras azules del despertador. Son las 6:33 am. Sonríe volviendo a estirarse para acurrucarse de nuevo e intentar conciliar el sueño por una hora más, o al menos, acunada por los trinos mañaneros de los gorriones que saludan desde la calle, para dejar vagar su mente en ese duermevela especial en que parte de la mente sigue anclada en el mundo onírico. Soñaba… ¿qué era?... rebusca en su memoria las imágenes que poblaban su cerebro hace solo unos minutos. Es de noche… el fuego ilumina la playa… Está borroso, y mientras su mente pugna por agarrar las huidizas escenas que le llegan a retazos, su cuerpo parece recordar, y se nota excitada... Un baile… ¡no!... es más una danza… ¿tambores?... Le asaltan pensamientos diversos, pero no da con el origen de esa sensación. Su cuerpo se mueve frenético siguiendo un ritmo salvaje…


Disfruta sintiendo sobre su piel casi desnuda una suave brisa, que mueve las cortinas y las páginas del libro abierto sobre la mesilla. Intenta prenderla a su cuerpo para que la acompañe el resto del día, cuando el calor aplastante le impida respirar y perle de sudor su piel. Sus manos tocan otros cuerpos, y diversas manos tocan el suyo… Su mano izquierda reposa en la marcada curva de su cintura, y juguetona, recorre sus alrededores. Sacia su sed con otras bocas… Cimbreante, aún sin recordar del todo, pero impulsada y espoleada por las señales que emana su cuerpo, se revuelve en la cama y se acaricia. Su cuerpo se abandona al éxtasis y al placer que otros cuerpos le producen… Hace deslizar su culotte y disfruta de la desnudez besada por la brisa. Su mano izquierda juega con sus pezones duros, y la derecha recorre la distancia que la separa de su sexo, expectante y hambriento de caricias...

Sweet About Me, ♫ Nothing Sweet About Me, ♪ Yeah! ♫
Sweet About Me, ♫ Nothing Sweet About Me, ♪ Yeah! ♫

Damn! Aunque es mejor despertar con la suave voz de Gabriella Cilmi en lugar del odioso pitido del despertador, Carlota cree morir y lo apaga de inmediato, alargando el brazo de mala gana. Está tentada de seguir ejecutando su particular y dulce despertar. Se queda quieta y duda, remisa a levantarse de la cama… “En fin”, se dice a sí misma, “¡otra vez será!”, y dejando atrás las ganas marcha camino de la ducha.

Se le ha pegado la melodía, y tararea el Sweet About Me mientras el agua resbala por su cuerpo, apagando todo rastro del fuego que lo consumía hace un momento.

♪ If There’s Lessons To Be Learned, ♫ I’d Rather Get My Jamming Words In First Oh ♪ 
♫ Tell Ya Something That I’ve F…

Se queda paralizada y la canción congelada en su boca… “¡Oooooohhh, noooo!”, dice en voz alta, y empieza a reír a carcajadas. El agua cae en su boca y sale a borbotones mientras ella ríe y ríe... “¡Jajaja!... ¡No puedo creerlo! ¡Jajaja!... ¡¡¡Hoy es sábado!!!”…