lunes, 31 de diciembre de 2012

New Year's Wishes

Acaba en unas pocas horas el 2012, y yo no puedo evitar añadir... ¡por fin! Nada asegura que el año que le sigue vaya a ser mejor, pero yo, como buena optimista, así lo espero y necesito creer que así será. Y, puestos a pedir, deseo:
 
...No tener que decir adiós a nadie más para siempre, aunque los que se me han ido, siempre estarán conmigo.
 
...Seguir contando en mi vida con personas tan maravillosas como las que ya son parte intrínseca de mí e incorporando a más, porque los amigos de verdad nunca sobran. 
 
...Seguir adelante con fuerza, vitalidad y alegría, batallando contra lo que haya que batallar, celebrando por lo alto la vida en cada ocasión en que resulta vencedora y deseo que éstas sean las más de las veces.
 
...Poder compartir mi camino contigo, donde quiera que estés, si el destino decide que por fin nos encontremos.
 
...Que este maltrecho país mejore, encuentre honestidad y un camino hacia su recuperación.
 
...Ser capaz de sonreír cada día por algún motivo.
 
...Que tú estés ahí para leerlo, verlo, sentirlo y contarme cómo te va, porque sin ti al otro lado, este blog es un cúmulo de papelotes arrugados, y solo cobra sentido si te comunicas conmigo.
 
¡Feliz Año 2013!
 
 

viernes, 28 de diciembre de 2012

The Laugh

Solo conocía su risa. Abierta, alegre, fresca, contagiosa, elegante —¿acaso una risa puede ser definida como tal?, cristalina, musical... Se sorprendía pensando en ella durante el día, imaginando cómo sería su dueña. No tenía datos, ni de edad, ni de altura, ni de aspecto físico. No sabía cómo era su caracter o a qué se dedicaba, pero ardía en deseos de conocerla, de hablar con ella, de ver cómo era el gesto en su cara cuando explosionaba su risa. Se le había metido en lo más hondo, directa desde el oído al corazón. La dueña de tal cascada de sonidos festivos no era otra que su vecina, con la que compartía pared del salón. Cada uno haciendo su vida a un lado, y sin coincidir jamás en el descansillo o el ascensor, ya que cada uno vívía en un portal de la urbanización, y las únicas zonas comunes que les podrían permitir coincidir, no habían dado fruto aún.
 
Kissable, don't you think?
 
Cierto día, justo al aparcar y salir del coche, escuchó claramente esa risa que le tenía enloquecido, y aceleró y corrió en su dirección como si le fuera la vida en ello, llegando a tiempo de vislumbrar una bufanda roja que desaparecía tras una esquina, seguramente en dirección a su portal. Ya tenía algo más: su risa y una bufanda roja. Pero no era suficiente y no pensaba darse por vencido, y menos ahora que estaba tan cerca. A riesgo de parecer un loco o de encontrarse con una visión que rompiera el sueño que le mantenía ilusionado, confió en su instinto y recorrió los pasos que le separaban de ella. Siguió aquella risa hasta su dueña, y hoy... ríen juntos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Feeling Young

Acababa de zafarse de continuar la juerga con sus compañeros tras el evento navideño de su empresa. No le apetecía seguir bebiendo ni tanto barullo. Se le pasó de pronto por la mente la idea de ver a Hugo, su mejor amigo, y sin pensarlo más, marcó su teléfono y quedó en pasarse por su casa.
 
Cuando llegó, él le abrió la puerta con el móvil pegado a la oreja y un dedo en los labios pidiendo silencio, y le hizo señas de que pasara y se pusiera cómoda, que en nada estaba con ella. Se conocían tan bien, que no eran necesarios entre ellos los típicos formalismos cuando alguien viene a tu casa. Mientras él se metía en la habitación a terminar su conversación, ella dejó su bolso sobre la mesa y se quitó el abrigo, dejando al descubierto sus hombros. Solía vestir siempre muy informal y cómoda, pero aquel día, el cóctel en el hotel de lujo había hecho que se arreglara un poco más, y se había puesto un top anudado al cuello, que mostraba gran parte de sus espalda y un generoso escote, que él apenas vislumbró. Se fue directa al salón y se sentó cómodamente en el sofá, a juguetear con el móvil. Estaba algo destemplada, y agarró la manta del sofá, cubriéndose con ella. Al ratito él asomó, deshaciéndose en disculpas, y le tendió una mano para que se levantara y poder envolverla en un abrazo y recibirla como se merecía. Al hacerlo, la manta resbaló. Cuando él vio sus hombros al desnudo, descolgó la mandíbula  sin poder evitarlo. La atrajo hacia sí, y le hizo darse la vuelta para admirarla. Recorrió su espalda a besos, sus hombros, el nacimiento de sus pechos... Ella estaba encantada de ver esa reacción en él, y aunque un tanto cohibida al principio, se dejó llevar por el deseo. Dejó que él la desnudara con hábiles movimientos, y le entregó su cuerpo sin reservas. Gozó  sintiendo sus cálidas manos, acariciando su piel, tomando sus pequeños pero firmes pechos en sus manos, sujetando sus caderas. Se deleitó saboreando sus labios y su lengua, y dándoles permiso para que exploraran su cuerpo. Cerraba los ojos, y se sentía transportada al paraíso; los abría, y ahí estaba él, admirando su cuerpo con deseo.

Beautiful Back
Pasó allí el resto de la noche, disfrutando de la complicidad que existía entre ellos. Cuando las primeras luces entraron en la habitación, abrió los ojos y lo vio dormido a su lado, con una sonrisa. Apartó con cuidado la mano que reposaba en su vientre plano y le dio un beso dulce en los labios. Se escabulló sigilosa fuera de la cama, se vistió en silencio y se fue de puntillas sin hacer ruido.

Cuando él despertó, encontró una nota en la almohada que decía:

—Volver a sentirse joven y deseable es maravilloso. Gracias por el regalo, gracias por llevarme de viaje hasta los treinta.

Sabía que, a sus más de cincuenta años, despertar el deseo en alguien tan joven como Hugo, que estrenaba la treintena, es un regalo que el Universo te brinda, y no era algo que pudiera poner sobre la repisa de la chimenea para admirarlo. Era un regalo a atesorar en un mágico cofre lleno de sensaciones que llevaría impresas en su piel, con la mirada de él grabada a fuego en su retina cada vez que, en plena pasión, ella abría los ojos y se encontraba con los suyos, llenos de un deseo y admiración impagables.
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Treacherous Dreams

Está muy excitada. Pensar en Rick un compañero del trabajo al que secretamente adora le provoca a menudo esa sensación. Se deja llevar, lánguidamente, y al poco no puede evitar retorcerse de placer, anticipando el momento del clímax, saboreándolo. Lleva sus manos al pecho, lo pellizca, gime. Necesita sentir contacto de otro cuerpo en su boca y se lleva una mano hasta sus labios. Lame sus dedos, los besa, los mordisquea, cada vez más excitada.

Baja la otra mano desde el pecho hacia las bragas, para apartarlas con habilidad y despojarse de ellas, dejando que se pierdan bajo las sábanas, pero descubre gustosa que no lleva. Mejor, piensa. Menos obstáculos. Sus manos alcanzan su sexo y juegan, hábiles. Está ardiendo de placer, completamente húmeda. Sus dedos exploran, y cada punto produce más placer que el anterior. Le sobra la ropa de cama y la aparta hacia atrás de un plumazo. Su cuerpo, su piel, quedan expuestos, pero no siente frío. Está ardiendo de gusto y disfrutando de pequeños orgasmos que la inundan, previos a la explosión final. Y sintiendo que llega ese momento, gime, grita de placer, arqueando su cuerpo para recibirlo por completo. Siente el palpitar extendiéndose a cada fibra de su ser. Queda exhausta y feliz, completamente relajada, y abre los ojos...

Devoted to her pleasure

Kate parpadea dos veces, porque no entiende lo que ve. ¡Ahí está Rick!, y... más gente. Está confusa, traga saliva y siente como el ardor que un momento antes recorría su cuerpo se posiciona por completo en sus mejillas, que le queman de vergüenza. Alarga una mano para estirar de la sábana y cubrir su desnudez. No hay palabras que decir. Solo quiere cubrirse la cabeza y desaparecer, hacerse diminuta, mientras varios pares de ojos, divertidos, completamente abiertos e impactados aún por lo que han presenciado, son testigos de su azoramiento, y asoman desde el otro lado de la cortinilla verde del box.

—Señorita Emmerson, no se alarme —dice el doctor, sin poder evitar una sonrisa, mientras se acerca a la camilla en la que Kate, muerta de vergüenza, intenta hacerse invisible con el poder de su mente—. Soy el Dr. Schunt. ¿Cómo se encuentra? Ha sufrido una caída en la oficina y ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, que le ha hecho perder el conocimiento. Sus compañeros la han traído hace un par de horas —dice señalando a las cabezas que asoman—.  Enfermera, por favor, vaya a comprobar si ya están los resultados de la analítica mientras exploro a la paciente. Y, —añade girándose al resto—, por favor, ustedes dispérsense, que el espectáculo ha terminado y esto es un hospital. ¡Vamos, vamos!

sábado, 8 de diciembre de 2012

There's Life Out There

Despertó sin saber dónde se hallaba. Se estiró largamente, dejando que sus músculos se liberaran del agarrotamiento producido tras llevar mucho tiempo en una postura incómoda. Abrió bien sus grandes ojos, captando el leve haz de luz que parecía aumentar de intensidad poco a poco. Había estado sumida en las tinieblas, ajena a la vida que seguía imparable a su alrededor. Quería dejar atrás esa ceguera de los sentidos. Necesitaba y ansiaba ver, oler, oír, sentir, paladear la vida, aunque le hiciera daño, aunque se encontrara con visiones horrendas, olores nauseabundos, palabras horrísonas, tactos ásperos, sabores acres y desagradables. Vivir era eso también, sin duda. Era necesario lo ácido para poder distinguir y valorar lo dulce, era necesario conocer el dolor para que la felicidad fuera plena. Había vivido anestesiada, pero estar oculta y protegida de todo lo oscuro no le había hecho feliz como pensaba, tan solo le había ahorrado algún mal rato o mal sabor de boca, pero en contraposición, se había perdido imágenes bellísimas, aromas deliciosos, melodías divinas, caricias apasionadas, sabores de otras bocas.

Muchacha en la ventana - Dalí (1925)

Resuelta, aún entumecida, se levantó del sillón y abrió las ventanas, dejando que la luz entrara a raudales. Descalza como estaba salió al jardín, donde la maleza había cubierto todo. Necesitaría quitar las malas hierbas, podar, rastrillar, ensuciarse las manos de nuevo removiendo la tierra, pincharse con rosas y ortigas, aspirar polvo y trabajar duramente, pero no volvería a dejar abandonado su destino.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Once Upon A Time

Cuentan los más ancianos de Yshar, que las cosas han cambiado mucho y que antes se vivía mejor. Cualquiera que tenga interés en escuchar sus historias es bienvenido a esta pequeña aldea e invitado a compartir la tarde con ellos, sentado cómodamente en un sofá junto a la chimenea, o fuera, en el jardín, si el tiempo lo permite, degustando un delicioso té y pastas caseras cuya receta milenaria aún hoy sigue siendo secreta. Solo hay que relajarse y escuchar, dejarse llevar, mientras sus cascadas voces van explicando, emocionadas, cómo era Yshar...

Cientos de años atrás, la villa estaba gobernada por el Consejo, un grupo de personas elegidas popularmente para dirigir la ciudad en beneficio de todos. No se trataba de personas de lo que podríamos llamar hoy un partido. No. Cada una era elegida individualmente para su cometido y estaba encargada de un, podríamos decir, ministerio, por equipararlo a la actualidad. Todos y cada uno de ellos rendía cuentas de sus acciones y decisiones a la ciudad cada bimestre, o antes, si algún ciudadano así lo requería.

Las leyes eran acordadas y votadas popularmente, y su incumplimiento era castigado. Por ejemplo, aunque los delitos ocurrían de modo muy poco frecuente, aquel que mataba a otro era expulsado de la ciudad. No era necesario ningún batallón policial para mantener el orden, ni papeleos interminables para que se celebrara un juicio, que en Yshar era popular y a puerta abierta, y era el pueblo quien tenía la última palabra y dictaba veredicto, gracias a existir una representación rotativa de personas que ejercían de jurado. Todo habitante de Yshar estaba involucrado en el proceso y se sentía parte de ello.

No había iglesias ni catedrales, pues no creían que hubiera que erigir monumento o edificio alguno para adorar a nadie. Daban gracias a la vida y se regían por las normas de conducta que la razón natural dicta y que, aun así, estaban publicadas para evitar malentendidos. Se reunían con frecuencia para premiar a las personas de la comunidad que hubieran realizado una labor destacada en beneficio de todos.

Cada habitante tenía una vivienda del tamaño adecuado y suficiente para sus necesidades. Todas eran bastante similares funcionalmente, y era la imaginación y gusto de cada yshariano lo que las distinguía. No existía el matrimonio como institución. Si dos habitantes de Yshar sentían amor, o incluso cierto apego, y decidían que querían vivir juntos, no firmaban ningún contrato, sino que se unían sin más. Y de igual modo se separaban si así lo sentían. En cualquier caso, era normal que, tanto los habitantes libres como los unidos con otros, vieran como algo normal tener sexo con cualquier otro, del mismo modo que si se tratara de dar un paseo, salir a comer o practicar alguna otra actividad juntos. No le daban mayor importancia. Era una actividad lúdica y de gozo para ellos, y esto era posible porque no habían desarrollado el sentido de la posesión, ni en consecuencia el de los celos. Así pues, en Yshar había libertad sexual. Si dos ciudadanos se atraían, podían tener relaciones, fueran homosexuales o heterosexuales. Nadie juzgaba a otro por sus gustos o creencias. Esta forma de ser de los ysharianos lograba crear un clima agradable en la ciudad.


Pueblo Moon - ©2009 Daniel A. Brown
It could be Yshar, couldn't it?
Si fruto de alguna relación nacía un niño, era llevado al Nido, un conjunto de edificios donde vivían todos los menores de la ciudad, agrupados por edades. Era el lugar más colorido y alegre de Yshar, poblado de risas y ojos brilllantes. Los niños eran cuidados y educados por personas preparadas para ello y dedicadas específicamente a dicha labor. De este modo, ninguna mujer se quedaba sin ser madre, pues aunque alguna fuera estéril, todos los niños eran del pueblo y recibían visitas constantemente. Para ellos era como tener muchos padres y madres. A medida que iban creciendo se iba desarrollando su potencial, y se intentaba orientar a cada niño hacia lo que mejor sabía hacer según sus aptitudes, pero no se les forzaba a ello. Si un niño mostraba un deseo por algún campo para el que no pareciera apto iniciialmente, se le animaba y ofrecía ayuda para permitir su desarrollo en esa línea. En cualquier caso, todos eran importantes y necesarios, desde el que se dedicaría en el futuro a fabricar el pan, hasta el que formaría parte del Consejo, pasando por los que tendrían la ciudad limpia, pintarían o diseñarían ropa y calzado.

Llegado a este punto de la historia, salpicado de anécdotas a medida que describen Yshar, habrás perdido la noción del tiempo, hipnotizado por las voces de los ancianos, y habrás observado que parecen vivir lo que cuentan como si sucediera en ese momento y, aunque sus ojos brillan, verás que también resbala por ellos alguna lágrima y que muestran una infinita tristeza y desolación al recordar cuán diferente era entonces la aldea. Te surgirán muchas preguntas, querrás saber más, pero una duda destacará en tu mente sobre todas ellas y es ¿qué pasó?, ¿qué hizo que Yshar sea ahora tan diferente de cómo era entonces? Y los ancianos, te devolverán una mirada confusa y llena de pena, sin ser capaces de brindarte una respuesta a eso.

—Vayan despidiéndose, por favor —se oye la monótona voz de la celadora, alta y clara, por megafonía—. La hora de visitas de la residencia acaba en diez minutos.


Note: Thank you very much to Daniel A. Brown, who gave me permission to use his painting 'Pueblo Moon' to illustrate this entry. You can see his great work here.
 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Curlers, Scissors & Hairdryers

Pasaban por sus manos muchas cabezas cada día. De mujeres, principalmente, pero también de hombres, niños y niñas. La diversidad era enorme. Cabellos rubios, morenos, pelicanos, castaños y pelirrojos, naturales y teñidos, lisos y rizados, largos y cortos. Lavaba y peinaba cabezas de estudiantes, de profesores, de amas de casa, de abogados estirados, de humildes panaderos, de mozos de hotel, de políticos, de aficionados al fútbol, de lectores de prensa rosa, de pilotos, de intelectuales sesudos, de deportistas, de jubilados, de banqueros, de chonis, de pijas, de curas...
 
Mandy les dejaba hablar. No sabía si era cosa del sillón tan cómodo donde les colocaba, dispuesta a dejar que sus mágicas manos iniciaran el contacto, o si se trataba de algún ingrediente del champú lo que les afectaba de tal modo, pero el caso es que todos, sin excepción, a medida que les masajeaba y frotaba la cabeza, se confesaban ante ella como si hablaran consigo mismos, y de sus bocas brotaba todo aquello en lo que creían, lo que les motivaba o preocupaba, sus convicciones, sus miedos. Ella escuchaba, asentía, reía, hacía preguntas precisas al hilo de la conversación, y para cuando el agua corría abundantemente aclarando esas cabezas, ella tenía una opinión bastante formada. Ya sabía dónde estaban los problemas, qué convenía dejar como estaba y qué no, qué clamaba por una abrupta eliminación para evitar que causara males mayores y qué convenía incentivar y promover para mejorar el mundo. Sí. Mejorar el mundo, ese era su propósito. Mandy no sabía desde cuándo había comenzado, ni desde luego a qué podía deberse, pero cierto día descubrió su "poder".

Mandy's tools
 
Al principio fantaseaba, como siempre, y según cortaba un mechón, daba baño de color o domaba una onda rebelde a golpe de secador, su mente se concentraba y, sin dejar entrever nada, imaginaba estar realizando cambios en las ideas que poblaban esa cabeza parlante, ideas erróneas desde su punto de vista, que convenía modificar cuanto antes. A medida que cada uno de sus clientes iba regresando al cabo de la semana o del mes e iniciaban la charla, ella empezó a darse cuenta de que algo en ellos era diferente, como cuando se rebana el trozo pocho de una fruta. La pija que abusaba de la polaca que tenía por interna, tenía menos aires de superioridad; el empresario que pagaba en negro había ido regularizando a su plantilla y se había convertido en alguien honrado; el presuntuoso que apoyaba con vehemencia toda decisión de su partido, ahora parecía pensar por sí mismo y le notaba más propenso al diálogo y a ver puntos de vista diferentes. Todo ello empezó desde el momento en que se afanó, tijera o secador en mano, en eliminar mentalmente todas esas tontunas que escuchaba mientras recortaba una nuca o alisaba una melena. ¿Era ella la responsable de esos cambios que observaba? Mandy tenía los pies muy en la tierra, y al principio pensó que era casualidad, claro, ¿qué otra cosa podía ser? Pero al ir comprobando que todos, en mayor o menor medida, habían cambiado realmente, empezó a sospechar que tal vez no fuera algo casual, más bien causal, y sospechaba que, justamente ella, era la artífice del cambio.
 
Alzó la vista al ver entrar a uno de sus nuevos clientes y le sonrió, enigmática, al tiempo que le acompañaba al sillón de lavado y le colocaba la capa de corte:
 
Buenos días, Sr. Rajoy. ¿Qué va a ser? ¿Lavar y cortar?
 

lunes, 22 de octubre de 2012

Looper

No he hablado nunca en el blog de las series que habitualmente me atrapan o de alguna película que me haya gustado especialmente, pero hoy voy a hacer una excepción. Ayer vi Looper, del director y guionista Rian Johnson, y ¿qué decir? Me suena a muy poco comentar que me dejó encantada. No voy a hacer spoiler ni a desentrañar nada de la trama de este thriller de ciencia ficción, pues quien de verdad esté interesado en verla podrá elegir si quiere o no leer el argumento a priori o dejarse sorprender del todo, sin siquiera saber de qué va, como hice yo.

When they need someone gone
and they want to erase any trace
of the target ever existing,
they use specialized assassins,
like me,
called Loopers.

La intención de este post no es otra que la de recomendarla. Ya alcanza una nota de 8.1 en el IMDb y un 7.2 en Filmaffinity, y es que el argumento atrapa, los personajes están bien construidos e interpretados (Joseph Gordon Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt, Jeff Daniels) y te mantienen pegada a la pantalla, su originalidad e ingenio te hacen llegar hasta el final casi sin que te des cuenta y cuando termine, te quedará la sensación de haber visto un gran film, con varias reflexiones pululando aún por tu mente. Sin duda, una de las películas del año que no te puedes perder. ¿A qué esperas?... The only thing to fear is yourself!


Face to face

 

viernes, 12 de octubre de 2012

Shelter For Feelings & Dreams

Sus ojos la contemplan con deseo, con la muda advertencia de un inminente ataque en toda regla, del que no podrá escapar. Nadia conoce esa mirada y es fan de esos deliciosos instantes. Una sensación atenaza su vientre y se expande en oleadas por todo su cuerpo. Es tan fácil con él. Un simple toque de la yema de sus dedos en el cuello, activa, infalible, el mecanismo del deseo y el placer en ella. Fue así desde el primer día y aún hoy continúa siéndolo. Ella pensaba que, pasada la novedad, sus cuerpos se acostumbrarían a las sensaciones que mutuamente se provocaban y tendrían que conformarse con encuentros más normales, pero lejos de ser así, y sin necesidad de practicar cada día una nueva postura del Kamasutra o de hacer acopio de artilugios eróticos para lograrlo, cosas ambas que también habían probado, sus cuerpos siempre sabían ejecutar la danza con maestría, provocando un inenarrable placer en ambos. Debía de tratarse de algo químico, pensaba ella, pero en lugar de analizarlo, siempre se volcaba en vivirlo, ya se tratara de una noche especial con escena preparada por él en un marco incomparable, o de un delicioso aquí-te-pillo-aquí-te-mato en la ducha antes de escapar a la oficina.

Mientras los pensamientos de ella vagan por esos derroteros, él no ha quitado sus inmensos ojos de ella, y se ha ido acercando a su presa, quien se ha rendido ya a su atacante. La atrae hacia sí, agarrándola con la mano izquierda por la cintura, y acercando su boca a la de ella sin llegar a tocarla, dejando solo que sienta su cálido aliento. Ella muere por saborear esa boca, pero se excita por la espera y porque la lengua de él empieza a dibujar algoritmos de amor en su cuello, que ella entrega a su verdugo sin condiciones, abandonada al placer, dejando escapar un jadeo. Él acaricia su barbilla con la mano derecha y le pone sobre los labios sus dedos, que ella besa, mordisquea y chupa con avidez. Suavemente él retira su mano y, subiéndole la falda del vestido, la lleva hacia su sexo, que la recibe con hambre.

—Ahhhh... —jadea excitada.

—Di mi nombre —dice Carlos con voz queda.

Nadia baila entre dos mundos, entre dos Universos paralelos. Mientras se desdibujan las escenas y se diluyen las sensaciones en uno, se redibujan los contornos y se recuperan los sentidos en el otro. Se concentra y lucha por controlar su respiración, cuidando no alterarla, manteniendo de forma consciente la impresión externa de que sigue soñando y de que está excitada disfrutando en un mar de placeres. Con la voz semironca y susurrando responde:

—Carlos... Carlos...

Dreams... A different Universe

Y Carlos sonríe, recuperando un poco de la seguridad que segundos antes se balanceaba en una cuerda floja, cuando temía que soñara con otro. Se acerca a ella muy despacio, pues no quiere despertarla, y con infinito amor y ternura retira un mechón rebelde de su cara y acaricia su pómulo. Su respiración se calma y parece seguir profundamente dormida, soñando.

Nadia, por su parte, ha salido airosa una vez más sin revelar su secreto. Ha pronunciado conscientemente el nombre de su marido, que permanece ajeno a la realidad y no sabe que ella miente, ni que la boca que besaba ávida hace unos segundos en sus sueños, no era la de él. Ella no ha desvelado su secreto, no ha renunciado a su mágico mundo paralelo, a volar con su imaginación, a sus sueños, al refugio donde escapa cuando siente que la vida se le escapa por las rendijas de pura monotonía y necesita llenar los vacíos que acumula. Quiere a Carlos, pero necesita volar de tanto en tanto y se niega a abandonar la única posibilidad que se concede a sí misma para vivir su historia de amor con Leo, a quien ama y a quien ha relegado a ese Universo onírico para mantener a salvo su matrimonio y su familia.

martes, 9 de octubre de 2012

The Missing Verbs

... velas... ropa por el suelo... vino... baño de espuma... tus manos sabias... desnuda... mi piel... nuevas sensaciones... espalda arqueada... mis labios entreabiertos y hambrientos... felina... mi boca... juguetona... la tuya, sedienta... ombligo... caricias... terminaciones nerviosas... mi lengua... salvaje... un trozo de tu piel... mi cuello... música... delicia... más... suave mordisco... cada fibra... al borde del desmayo... lóbulo... besos húmedos... rincón preferido... mi turno... secretos... aire... tu voz ronca... abandono... susurros... pliegues recónditos... tus embestidas... jadeos... mis movimientos... tu pelo revuelto... caderas acompasadas... placer... paz...

A veces... sobran los verbos.


Hhhmmmm...
 

lunes, 1 de octubre de 2012

Scatterbrain

Me viene a la mente una anécdota de hace mucho tiempo, que prueba una vez más lo despistada que era y, ¿para qué voy a disimular a estas alturas?, que sigo siendo. Es de la época en que salía con mi segundo novio, mi adorado Nino—, quien cumplió años este fin de semana. Tal vez ese haya sido el detonante del recuerdo. Yo debía tener por esa época unos 21 o 22 años. Él tenía un Ibiza blanco, y había quedado en recogerme en casa de mis padres a cierta hora. Yo ya estaba preparada, y esperaba en casa, mirando tras la ventana, a ver si aparecía o no. Cuando vi un coche blanco con techo solar y reconocí su matrícula, salí rauda hacia la puerta avisando en casa con un "¡Me voy!" y repartiendo besos de despedida. Corrí escaleras abajo, de dos en dos y de tres en tres, y salí del portal.

En la calle donde vivían mis padres, los coches aparcan en batería a ambos lados de la calle, con lo que, cuando yo salí, había varios coches delante y, a través de ellos, aparcado detrás en doble fila, vi un coche blanco. Sin pensarlo más, me colé toda chula entre dos coches y dirigí la mano a abrir la puerta del coche blanco aparcado sin prestar demasiada atención. Iba ya a tocar la manilla pero, justo antes de poder hacerlo, el coche se puso en marcha y salió. Me quedé a cuadros, con la mano tendida en el aire, con cara de puzzle y sin comprender, y avancé un par de pasos hasta el medio de la calle, mirando cómo se iba el coche y diciendo en alto "Pero ¡Ninoooo!, ¿estás tonto?, ¿dónde vas? ¡Da la vuelta!", haciendo gestos con la mano, segura de que estaba de guasa y de que tal vez me vería desde el espejo retrovisor. Pero no, el coche se alejaba y yo no entendía. Cuando comprendí que no podía hacer nada —en esa época no había móviles— y me tocaba esperar a que diera la vuelta a la manzana o qué sé yo, me giré a la derecha para entrar de nuevo al portal y... ¡vi a Nino! Estaba allí mismo, dentro de su coche, muerto de risa sobre el volante. Cuando fue capaz de parar de reír, me contó que mientras él esperaba tranquilamente aparcado, ahí mismo donde estaba y dando tiempo a que yo bajara, otro coche blanco se había puesto delante de él en doble fila, justamente segundos antes de que yo saliera del portal y diera tres zancadas, pretendiendo abrir la puerta del coche de un desconocido y colarme dentro. No sé si el tipo llegó a verme y justamente por eso salió pitando antes de permitir que una loquita entrara en su coche, o si ni siquiera se enteró, pero sin duda, su colaboración me regaló esta anécdota.


Laughing out loud

sábado, 29 de septiembre de 2012

Optimism Under Maintenance

Pues sí, a veces hay que reciclar el optimismo, renovarlo, darle la vuelta por completo acariciando peligrosamente la depresión. Toca hacer un refill, como con la Coca-Cola en el McDonalds, aunque en este caso es algo más complicado. Hay que purgar todo lo que nos hemos ido tragando día a día, expulsarlo, eliminar hasta la última gota de mierda y poner a punto de nuevo la máquina, limpiar a fondo los escudos protectores, que siempre atrapan algo peor que el polvo y cuesta desprenderse de ello, abrillantar, encerar y cargar el depósito.


Works... Be careful
No es malo llorar, es de hecho necesario y reconfortante. Dejar fluir las lágrimas, por nada, por todo, porque sí, por los que quieres, por los que ya no están, por los que te preocupan, por los que te hacen daño, por los que te vuelven la espalda, por las cosas que se tuercen y no hay manera de enderezar, por un cúmulo de situaciones adversas que se han hecho una bola gorda y difícil de digerir. Y el optimista, ese ser que no se rinde fácilmente, que se enfada consigo mismo cuando detecta un amago de pesimismo, que derrocha buen rollo normalmente y alimenta con él a los que le rodean, para poder seguir brindando ayuda al resto, necesita irse solo, marcharse por un tiempo incierto a otro Universo, y una vez allí tal vez pegar cuatro gritos bien "daos" lanzados al viento y hasta reír con todas sus fuerzas, como si estuviera loco. Liberado, recompuesto y pleno de energía, ya es tiempo de volver como nuevo, más ligero, casi dando saltitos y danzando por el camino. Sabe que no está curado aún, que eso solo es una primera fase, pero estará listo para dar lo mejor de sí en unos días y dejar que la sonrisa vuelva a ser parte de él.

martes, 25 de septiembre de 2012

Autumn Leaves

La eterna duda. La larga espera. El tiempo avanza y los interrogantes se pintan en el cielo en diferentes tipos de letra de distintos tamaños. Me dejo llevar. Dejé mi espada, mi casco y mi capa olvidados en una playa, ¿o acaso fuera en un bosque? Ya no me enfrento al viento. Ahora me dejo mecer por él y doblo mi cintura a cada vaivén que dicta. Soy un junco que baila mirando al cielo azul de día, y contando las estrellas cada noche. Me relajo suavemente en el fluir del tiempo. De alguna parte me llega el sonido del mar, que me susurra al oído y me hace cosquillas, recordándome que volverá a venir a verme, dando la mano al Sol, para lamer mi cuerpo y llenarlo de sal. La Luna me conoce, Ella me entiende, y se sienta a mi lado, coqueta, en la cama por las noches, mientras me arropa y me acompaña hasta el amanecer. Llegan los días grises, esos en que notaré más tu ausencia, esos en que los lunes de sol, tras un fin de semana incierto, serán un regalo y borrarán una lágrima furtiva de un plumazo para colorear las páginas de mi vida, para dibujar hadas y duendes, para esconder pequeñas gratas sorpresas en un cajón y poder encontrarlas más adelante, haciendo que rasguen cierto día futuro, cambiando su signo y rompiéndolo en mil pedazos, creando así infinitos caminos. Barajar las cartas de nuevo y jugar otra mano, sin faroles, pero sin miedo alguno, con la mirada franca prendida en tus ojos y dispuesta a seguir avanzando, siempre. Without a doubt, the winter fall is coming... y yo pienso dejar que se llene de colores y que no se lleve mi sonrisa.
 
 
 
The falling leaves drift by the window
The autumn leaves of red and gold
I see your lips, the summer kisses
The sun-burned hands I used to hold
Since you went away the days grow long
And soon I'll hear old winter's song
But I miss you most of all my darling
When autumn leaves start to fall

jueves, 6 de septiembre de 2012

The Secret Ingredient

—Bueno, tranquilízate, mujer, y ahora cenando me cuentas más despacio —dice Ivana a su amiga mientras echa un vistazo final a la carta.

—Es que ha sido un infierno. Estoy agotada, y este dolor de cabeza no se me va. ¿No tendrás por ahí un ibuprofeno? —pregunta Sandra.

—Algo llevo, sí, tranquila. Te tomas luego uno —contesta levantando la vista hacia el camarero, que ya está listo para tomar nota.

Ivana y Sandra son muy buenas amigas desde hace años. Suelen verse con frecuencia, pero durante el verano no han tenido muchas ocasiones, y han quedado a la vuelta de las vacaciones para ponerse al día. Ivana acaba de volver de pasar dos semanas en Tailandia. Vuelve encantada de la vida, descansada, con un bonito bronceado, miles de fotos y muchas anécdotas que contar. Sandra, muy al contrario, ha pasado uno de los peores veranos de su vida. El día antes de emprender el vuelo que les llevaría a ella y a Marco, —su novio—, al continente africano, se enteró de rebote de que él llevaba poniéndole los cuernos durante un par de meses, llevando en secreto una relación paralela con una tía de la oficina. Discutieron hasta la saciedad, se llamaron de todo, se perdieron el respeto por momentos y al final, exhaustos, decidieron calmarse y comportarse como adultos que han compartido buenos momentos y, a pesar de todo, marcharse a Egipto al día siguiente. Pensaron que merecía la pena ir y no tirar por la borda un viaje que les había costado un pastón, y que les llevaría una semana por El Cairo y en crucero por el Nilo, y finalizaría con una estancia de completo reláx en las playas de Mauritius Island. Como era de esperar, no fue la decisión acertada, y han pasado las dos peores semanas de su vida, sin poder escapar uno del otro y lanzándose continuas pullas. Al final él ha prometido terminar con la aventura y luchar por su relación con Sandra, a quien ha pedido perdón en todos los idiomas posibles, pero la convivencia de estos últimos días les ha desgastado tanto que han decidido darse un tiempo, calmarse y aclarar sus ideas separados, por lo cual él se ha ido al piso de un amigo mientras tanto. Sandra por su parte tiene solo una idea fija en mente, que sabe que no le aportará solución alguna, pero sí una especie de paz interior y un poco de ayuda para recobrar su autoestima perdida: necesita tener una aventura, para vengarse, liberarse y darse el gustazo, para sentirse menos idiota en el fondo.

Images from Egypt, Thailand & Mauritius Island
 
Mientras mantienen su charla, van dando buena cuenta de un delicioso tartar de atún rojo y de una botella de Chardonnay helado. Una lubina a la sal hace su aparición como plato de fondo, y llegado el momento del postre y café, ya se han contado con detalle su verano.

—No puedo más, Ivana. De verdad que ha sido una tortura. Necesito otras vacaciones para recuperarme. Llevo tres días sin dormir, con ataques de ansiedad.

—A pesar de la pasta que os haya costado, yo creo que no habría ido al viaje. ¿Para qué? Estaba claro que discutiríais —replicó Ivana.

—¡Yo qué sé! Decidimos que intentaríamos disfrutar las vacaciones como amigos, pero yo me sentía engañada y no podía disimularlo, la verdad, y al final se armaba la bronca a diario. ¡Qué agotamiento lo del discutir! Ahora solo puedo pensar en disfrutar un poco. Me lo debo a mí misma.

—No sé, creo que no arreglas nada teniendo una aventura. Lo que tenéis que pensar de verdad es si tenéis algo por lo que merezca la pena luchar o no.

—Que quiero disfrutar, ¡he dicho! —dijo resueltamente—. ¿No ha tenido él sus ratos de gozo? Pues yo también los merezco. ¡Ainnnsss!, y no se me va este maldito dolor de cabeza.

—Ahora te doy algo para que te lo tomes en casa —dice Ivana levantándose de su asiento—. Pero dame un momento, ahora vuelvo. Tenía que haber ido al baño cuando entramos, llevo toda la cena aguantándome por no dejarte a medias con la historia, pero ya no puedo más —dice susurrando y desapareciendo entre las mesas directa al WC.

Sandra asiente con una sonrisa mientras ve a su amiga alejarse. Se lleva a la boca el último bocado del postre con la mirada perdida. Su mente vaga por recuerdos de sus primeros años con Marco. Tal vez su amiga tenga razón. Una aventura no soluciona nada, y lo que tienen que pensar ambos es si quieren seguir juntos, aunque ve difícil poder hacerlo si no equilibra la balanza. Pero tendrán que rehacer entre ambos el puzzle de la, ahora rota, confianza, muy despacio, pieza a pieza. ¡Qué complicado todo! Y su dolor de cabeza va a peor. Necesita tomar algo ya, y sin pensarlo dos veces echa mano del bolso de Ivana y rebusca hasta encontrar un bote de pastillas y saca una. "Esto debe ser", piensa. Intenta leer lo que pone en el bote, pero ni su inglés ni su vista están en su mejor momento. "¿Que me lo tome al llegar a casa? No, no, no way!, que así empieza a hacer efecto ya", se dice. Vierte un poco de vino en la copa y se traga la pastilla, mientras divisa a Ivana volviendo hacia la mesa.

Reanudan su conversación mientras les sirven los cafés. Ivana está contando lo bien que lo ha pasado en Tailandia.

—Merece mucho la pena a pesar de volar tan lejos. Es otro mundo. Ya te enseñaré las fotos —dice Ivana.

—Sí, tengo que ir a Asia... algún día —replica Sandra, sonriendo con la vista un tanto desenfocada.

—¿Estás bien, linda? Te noto... —pregunta Ivana, fijándose por primera vez en el bote de pastillas sobre la mesa—. Sandra, dime que no has...

—Mmmmsssí, me siento muy relajada... —dice con una bobalicona sonrisa—. Esas pastillas... eeehhh... ¡Jajaja! No serán... eeeehh... droga, ¿no? ¡Jajaja!

—¡Ay!, ¿pero qué has hecho? —dice Ivana entre preocupada y divertida.

—¡Mmmmhh, mmmhhhh...! ¡Oooohhh! Esto... ¡es genial! ¡Mmmmhhh...! —dice Sandra, quien verdaderamente parece drogada.

—¡Sshhhh...! Baja el tono —suplica Ivana a su amiga en voz baja.

—¡Aaaaahh! ¡Mmmmhhhh, mmmhhhh, mmmhhhh, aaahh...! ¡Oooh, sí! ¡Mmmhhsssseeeh! ¡Mmmhhhssssí, mmmmhhhssssíiiiiiii!

—¡Sandra! Pero... ¡jajaja! ¡Sshhhh...! ¡Calla un poco, por favor!, ¡que nos mira todo el mundo! ¡Te dije claramente que lo tomaras al llegar a casa! —suplica Ivana a su amiga, intentando como sea disimular ante las miradas que ya reciben—. Lo traje de Tailandia. Es una pastilla buenísima para el dolor de cabeza, pero tiene... eeehhh... ciertos efectos —le dice bajando la voz todo lo posible, aliviada al ver que su amiga parece haber parado y se muestra completamente relajada mientras sonríe al vacío.

Ivana se vuelve hacia el camarero para pedir la cuenta y, subiendo un poco el tono para que las mesas cercanas lo escuchen, le dice:

—Es actriz, ¿sabe? Está ensayando la famosa escena de Meg Ryan en esa peli, ya sabe, la de When Harry Met Sally. Lo hace bien, ¿eh? —dice como mostrando orgullo para disimular el bochorno que siente.

Meg Ryan in the famous scene
El camarero sonríe sin saber qué pensar y se va a preparar la cuenta. Sandra, que parece haber vuelto de su viaje al éxtasis más absoluto y estar de nuevo de vuelta en el restaurante, alarga la mano hacia el bote.

—Me siento mejor que nunca. ¡Qué momentazo! Esta maravilla..., no tengo palabras... ¡Me lo quedo! Lo necesito más que tú, ¡jajaja! —dice guardándolo en el bolso.

—Tranquila, si lo traje para ti. Me he traído varios, ¡jajaja! Te lo iba a dar luego, y advertirte de tomarlo en privado. Ahora ya sabes por qué —sonríe Ivana.

En la mesa de al lado, tras Sandra, está sentada una mujer de unos sesenta y tantos años. Ha cenado sola, aparentemente sumida en un infinito aburrimiento mientras se concentraba en su plato. Ya ha pagado la cuenta y se dispone a salir. Se cuelga el bolso en el lado izquierdo y se levanta despacio de la silla, apoyándose en la mesa para no perder el equilibrio. Se lleva la mano derecha a la cabeza, haciendo una ostensible mueca de dolor, que no le pasa desapercibida a Ivana, quien la tiene de frente. Ya de pie, la mujer se gira con cuidado y pasa junto a ellas, caminando despacio y arrastrando un poco los pies, con el dolor plasmado en el rostro. Rebasa su mesa y parece dirigirse hacia la puerta, pero a un par de pasos, se gira y desanda el camino, deteniéndose frente a la mesa de Ivana y Laura.
 
—Perdonad, jovencitas, ehhhh... ¿no tendréis, por casualidad, una aspirina? Se me ha puesto un dolor de cabeza inaguantable —pregunta con voz muy débil y la mano en la sien que la tortura.

—¡Claro! —dice rápidamente Sandra sacando el bote de su bolso y ofreciéndole una a la anciana—. Tómela mejor en cuanto llegue a casa, que produce... somnolencia y... es mejor así —recalca bajando la voz.

—Ya, sí, sí, no te preocupes..., —le dice la anciana a Sandra, guardando la pastilla en su bolso—, que la tomaré en casa. Muchísimas gracias —dice con una leve sonrisa girando de nuevo hacia la salida.

La anciana camina, tal vez más ligera ahora, ¿o son imaginaciones de Ivana?, que se ha vuelto a verla alejarse. Lo que no ve, pues la anciana está de espaldas, es el modo en que acaricia el bolso, con los ojos llenos de brillo y luciendo una gran sonrisa, entre pícara y culpable, al salir a la calle.


martes, 28 de agosto de 2012

Personal Matters

Natalia iba por su segunda copa. Acodada en una esquina de la barra y sumida en sus pensamientos, no prestaba atención, ni a la música, ni a las escasas conversaciones que había dentro. La gente parecía preferir la terraza a pesar del calor, pero ella había bajado justamente para encontrar un poco de frescor huyendo del horno de su apartamento, y dentro del garito, el aire acondicionado lo hacía posible. De tanto en tanto el led de su móvil se iluminaba y dedicaba un momento a mirar la pantalla y escribir algo.

Al otro extremo de la barra, Bosco le dirigía miradas de vez en cuando, tal vez tratando de sopesar sus posibilidades de éxito en caso de acercarse. Sin disimulo admiró sus largas piernas, sus brazos torneados, la manera en que se llevaba el pelo tras la oreja para retirarlo de su cara de vez en cuando. Convino en que, sin duda, era una mujer atractiva y decidió que le caía bien. Había algo en ella que le producía esa sensación. Se acabó la copa y se escabulló hacia los baños, pasando junto a Natalia. Aunque no era demasiado tarde y aún faltaban horas para el cierre, empezaba a plantearse la retirada. Y ya casi estaba convencido, pero cuando se acercó a la barra con la intención de pagar, algo le hizo sentarse en un taburete a dos metros de ella para pedir otra copa.

—¡Hola! —se dirigió a ella—. Te veo muy volcada en ese cacharro.

—Sí —respondió lacónicamente sin siquiera volver la vista.

—Entretiene mucho desde luego, pero cuando es posible yo prefiero interactuar con personas reales —dijo intentando iniciar una conversación.

—Tú mismo —respondió ella aún con la vista en el móvil.

—¡Vaya! No te veo muy habladora. ¿Te apetece una copa? —le dijo, conciliador—. ¡Yo invito! Los hielos de la tuya pasaron a mejor vida hace rato.

—Si esa es tu táctica para ligar, olvídate. No vas a conseguir sexo de mí —respondió tajante.

—¿Sexo? Eh, eh... ¡que solo pretendía charlar! —se defendió Bosco, levantando las manos en señal de inocencia y pensando que era pésimo juzgando a la gente al primer vistazo.

—Vale, perdona —dijo ella mirándole y sonriendo por primera vez—. Lo siento, me puse muy borde sin motivo. No llevo un buen día y este calor no ayuda, y no es justo que lo pague contigo. Aunque eso sí, es cierto que lo de tener sexo es algo muy íntimo que no acostumbro a practicar con desconocidos que pesco en garitos.

—¡Jajaja! Te entiendo, —dijo Bosco, confiando de nuevo en su primera impresión, animado sobre todo por la sonrisa que aún bailaba en el rostro de ella—, pero... ¿eso significa que lo de charlar un rato sí lo consideras? A veces es mucho más sencillo hablar con un desconocido, que no sabe nada de tu vida, no te juzga, no te verá mañana, no te señalará con el dedo —dice Bosco girando un instante hacia el barman, y haciendo un gesto con la mano para señalar las copas vacías—. E incluso si lo hace, te la trae al pairo.
 
The bar

—Mira, en eso te doy la razón. Hay cosas que no contaría a nadie de mi círculo de amigos, familia o personas cercanas, pero tal vez sí a un desconocido, precisamente porque la opinión o imagen que se forme de mí me importa bien poco, y eso a veces te brinda una magnífica oportunidad para sacar todo lo que llevas dentro.

—¿Ves?, ya tenemos tema de conversación. Podemos intercambiar anécdotas. A ver, ¿cuál es la situación más bochornosa que has vivido? —preguntó él acercando su taburete junto a ella—. De esas en que das gracias porque no te haya visto nadie y ni siquiera comentas despúes.

—¡Huy!, de esas me vienen a la mente varias. Como una vez en la oficina, en uno de esos momentos en que te estás meando y tienes una reunión a la que llegas tarde. Entras rauda al baño como una exhalación. Dejas tus cosas en la repisa de los lavabos y pasas al retrete, y casi según estás cerrando la puerta ya estás subiéndote la falda o bajándote los pantalones. Entiéndeme, es todo muy rápido. Te estás meando, joder, ¡¡no puedes más!! Y llega por fin el momento de liberar esa tensión. Pssssssss... comienza a caer, y ooops!, el sonido no es del todo el esperado. Pero, "¿¿¡¡qué diantres...!!??", te preguntas. Te detienes a la mitad, y miras horrorizada hacia abajo, para descubrir que... ¡la tapa está bajada! "¡Mierda!", te dices. Y es que las tías no nos sentamos en los baños públicos, con lo que si no has prestado atención a la tapa al entrar con prisa, no te das cuenta justamente hasta que no empiezas. Tuve que recoger todo lo mejor que pude y a la velocidad del rayo para volar hacia la reunión, y usé metros y metros de papel higiénico que era lo único que, afortunadamente, tenía a mano, porque una es despistada, pero muy limpia.

—¡Jajaja! ¡Menudo caso! Y luego nos abroncáis por dejar la tapa abierta en casa.

—Ya, ya, ya, pero este es otro caso, no mezclemos. En un sitio público es distinto y casi siempre suelen estar levantadas, sobre todo por eso de tocar lo menos posible. Pero vamos, las anécdotas de las mujeres en los baños dan para escribir un libro, te lo digo yo —replicó, dando un trago a la bebida que el camarero había colocado frente a ella—. Ya me gustaría a mí veros entrar en el baño encharcado e inmundo de un garito, con el bolso, el abrigo, a veces hasta con la copa, de puntillas, bajándote los pantalones al tiempo que intentas subirles el bajo por no mojarlo con el líquido del suelo, cosa que te aseguro no es fácil, y todo ello haciendo equilibrios para no rozar ni suelo, ni paredes, y aun así ¡lograr tu objetivo!, por supuesto sin mancharte y sin tirar nada al charco en el que estás. Te reto a que lo intentes un día. Lo vuestro es mucho más fácil, ¡dónde va a parar!

—¡Uffff! Calla, calla... Pido seguir siendo un ser simple en mi próxima vida y reencarnarme en hombre. Si tengo que montar eso simplemente para mear, no quiero ni pensar en todo el resto —dijo riendo.

—¡Jajaja! Bueno, confieso que aun así, a mí me compensa ser mujer, y no lo cambiaría por nada —sonrió Natalia—. Pero, no nos desviemos del tema, que ahora te toca a ti contar una anécdota bochornosa.

—A ver, déjame pensar qué te cuento yo...

Y así continuaron, charlando animadamente, intercambiando anécdotas y aventuras que a más de uno de sus conocidos le habrían espantado pero, esa confianza que a veces surge entre dos desconocidos, parecía innata entre ellos, como si realmente se conocieran de toda la vida y no se juzgaran, y les permitió desnudar sus almas con absoluta naturalidad. Se sentían tan cómodos desvelando todo tipo de secretos el uno al otro, que el tiempo pasó volando de historia a historia, y llegó la hora de cierre sin que apenas fueran conscientes.

Abonaron las consumiciones y, con un poco de cara de resignación, se avinieron a salir a la calle. Al menos había refrescado y Natalia lo agradeció. Su apartamento estaba a solo una manzana del pub. Se habían hablado con la frescura y naturalidad de quienes hace tiempo que se conocen, y ahora la conversación se impregnaba del nerviosismo de una primera cita. Iniciaron las consabidas frases de despedida y cuando no quedaba mucho más que decir, o tal vez quedara todo, Natalia se quedó mirando a Bosco, con un amago de duda dibujado en su rostro y, un poco azorada, pero con los ojos brillantes y pícaros dijo:

—Mi apartamento está aquí al lado. Me has dicho que viniste en coche, y no creo que conducir sea la mejor idea por ahora. Si te apetece seguir charlando, creo que tengo lo necesario para preparar unos mojitos.

—¡Hecho! —dijo Bosco de inmediato, tal vez pensando que era mejor contestar antes de que retirara la oferta—. El tiempo se me pasó volando contigo y es pronto aún, la verdad, así que... ¡vengan esos mojitos! Aunque..., no sé si eres consciente de que eso no mejorará mi estado para la conducción.

A refreshing mojito 

—¡Jajaja! Tranquilo, soy muy consciente. Sé que fui muy borde al principio, pero me caes bien y confieso que, después de tanta confidencia, tú ya eres de todo menos un desconocido, —dijo guiñando un ojo—, así que, no sé dónde aún, pero te puedes quedar a dormir en casa.

Y con una sonrisa y recobrando la naturalidad como de conocerlo desde siempre, se colgó del brazo de Bosco y echaron a andar camino del apartamento de Natalia, dejando que el eco de sus pasos y sus risas se fuera diluyendo en la noche.


jueves, 23 de agosto de 2012

The Night Thief

Con todos los sentidos alerta, se deslizó fuera de la cama, sigilosa como una gata. Se vistió a oscuras, poniéndose en silencio las prendas que descansaban en la banqueta. Salió descalza y de puntillas de la habitación, llevando en su mano los zapatos de robar vidas, que se puso antes de coger su bolso y salir, con sumo cuidado de no hacer ruido al cerrar la puerta de la casa.

Deambuló por la ciudad el resto de la noche, aprovechando que esos zapatos le daban la magia necesaria para atisbar lo que a simple vista no se ve, para poder colarse en las casas y situarse a los pies de la cama de la persona elegida, concentrarse en ella durante la fase del sueño, y de ese modo ver su verdadera vida en imágenes. Había salido justo a eso, a recorrer el escaparate de vidas deseadas y poder elegir una que sustituyera a la suya. Así, en la noche, como una espía, fue acercándose a los sueños y realidades de aquellas mujeres a quienes consideraba afortunadas y felices, al menos a juzgar por lo que proyectaban.

Vio a esa mujer de armas tomar que trabajaba en el bufete de abogados. Era una diva que derrochaba éxito y perfume a partes iguales allá por donde pisaba y que, en el fondo, no era sino una pobre desgraciada que vivía sola, arrinconada en el sofá de cuero beige de su espacioso y caro salón, sin hacer otra cosa que lamentarse por su soledad, ganada a pulso por su forma de tratar a la gente, a la que usaba solo para sus fines y conveniencia.

Curioseó en los entresijos de la vida de esa otra chica del gimnasio, la que iba para top model o eso creía ella, rodeada siempre de hombres alabando su belleza y riéndole las gracias. ¡Pobre! También descubrió en ella la infelicidad, la dureza de una vida dominada por la báscula y por el espejo, que la hacían sentirse culpable por haber tomado para cenar una hoja de lechuga de más.

Magic Shoes, by Aleksandra Nowak

Descubrió que Marina, su vecina, la que parecía tener una vida perfecta con su marido y sus gemelos, se retorcía de celos cada día, dejando que su inseguridad creciera, y veía una posible amenaza cada vez que su marido mencionaba el nombre de una compañera de trabajo. Ello le había hecho ponerle los cuernos en repetidas ocasiones, como venganza, sin siquiera estar segura de que el bueno de su marido hubiera hecho lo mismo, pero aun así, con ello, no había calmado su creciente infelicidad.

Y así, una tras otra, desde su jefa a la encantadora novia de su amigo Jorge, fue visitando por unos minutos a aquellas mujeres a las que en algún momento había conocido, y habían dejado en ella la impronta de una mujer fracasada, algo debido tan solo al ejercicio que ella misma había ejecutado mentalmente al comparar ciertos instantes de su anodina vida con la aparente perfección y felicidad que parecían abundar en las de ellas. 

Tras su recorrido, decidió, aún sorprendida de descubrir lo equivocada que había estado, que la gran mayoría de ellas eran un asco de vida, y que el resto no se diferenciaban tanto de la suya. Comprendió de pronto que, de hecho, prefería mil veces su vida, en la que detectaba ahora matices que había ido olvidando e ignorando. Tenía una familia maravillosa a la que adoraba, una pareja que la quería y con la que compartía innumerables momentos especiales, amigos de los buenos, un trabajo que le permitía desarrollar su creatividad... ¿Por qué había ignorado todo eso?, se preguntaba. Mucho se temía que de un tiempo a esta parte se había dejado llevar por lo que veía en algunas películas, y había obviado el hecho de que son solo ficción, y que, cuando aparece el The End, nos quedamos sin ver lo que viene después, tal vez no tan idílico, ya que al final siempre aparece algo de rutina, y alguna que otra discusión en esa pareja, por muy de cine que sea. Se había dejado tentar, añorante, por los recuerdos de ese maravilloso inicio de toda relación, en que, precisamente por no conocer del todo al otro, vivimos el momento de forma mágica, magnificando las sensaciones que nos recorren. Incluso había acariciado en sueños la idea de tener una aventura por revivir esos instantes. Pero por fin, su viaje nocturno le había abierto los ojos, su vida estaba bastante bien sin necesidad de compararla con ninguna otra. El paseo había logrado que viera la escena desde fuera y valorara todo lo positivo que estaba dejando de lado.

Pronto amanecería, y sintió de repente una urgencia por volver a su casa, por meterse de nuevo en su cama y abrazar a Lucas, por hacerle el amor con desatada pasión. Se sentía más viva y despierta que nunca. Dirigió los pasos de sus zapatos mágicos rumbo al hogar y, silenciosa como había salido unas horas antes, se paró ante la puerta de su casa, se descalzó y abrió con infinito cuidado. Anduvo de nuevo de puntillas, desnudándose por el pasillo a medida que se acercaba a la habitación. Entró en silencio y dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad mientras se metía en la cama, alargando sus manos hacia Lucas. Pero allí no había nadie. La cama estaba vacía. Encendió la luz, asustada, y de un salto corrió a mirar en el resto de la casa. No había nadie más que ella. No entendía dónde podía estar. No había nota que explicara nada, ni llamadas en su móvil.

Empty bed
Se sentó en la cama, intranquila y confundida, ocultando la cara entre sus manos, intentando pensar, sin entender. Pero tímidamente una idea oscura surcó su mente. Se levantó y se giró hacia el armario de Lucas y lo abrió. Allí, en las barras de la parte baja del armario, perfectamente limpios y alineados, estaban sus pares de zapatos. Todos menos uno. Descubrió horrorizada que faltaban sus zapatos de robar vidas.

lunes, 30 de julio de 2012

The Threesome

Jaime es alto, moreno y de cuerpo atlético. Es guapo, sin duda, y lo sabe, pero no ejerce de ello. Odia que las mujeres se acerquen a él solo por su físico imponente, y tal vez por ello tiende a endurecer el gesto, y andar como malhumorado sin estarlo, asustando con ello a muchas que piensan de él que es el típico chulito ligón de gimnasio. Solo cuando ya actúa en confianza y sin reservas, descubres que de duro tiene más bien poco, que su sonrisa es mágica y que es inteligente, divertido, educado y tierno. Está enamorado secretamente de Laura, pero no se ha atrevido a dar ningún paso, pues sus sensores no detectan en ella el más mínimo interés por él.

Laura es menuda y grácil, camina como si danzara de puntillas por la vida. Su delgadez y delicadeza se ven rotas tan solo por unos pechos redondos y perfectos, regalo de su padre, a quien lloró durante meses para que le pagara la operación. Su rostro es ovalado, y en él destacan sus marcados pómulos y sus grandes ojos color miel. Cuando sonríe, su boca grande, concebida para besar, deja ver una hilera de dientes blancos y un piercing en la lengua. Es una tía moderna, luchadora, con madera de líder, con las ideas muy claras y capacidad para llevarlas a cabo. Ha tenido relaciones con hombres, pero también con mujeres, y de un tiempo a esta parte se declara lesbiana. Su dominante personalidad ha sido la causa de sus últimos fracasos amorosos, pues atrae a chicas igualmente dominantes, engatusadas por su engañoso aspecto delicado, y al final el choque resulta inevitable. Últimamente ha puesto sus ojos en Carlota, pero ella parece no ser receptiva en absoluto.

Carlota es puro nervio y pura fibra en la oficina, habladora incansable no para quieta un momento, sus ojos azules bailan al compás que su dulce boca dicta. Expresiva por naturaleza, se acompaña de gestos con sus manos para enfatizar o modular cada palabra. Acude al gimnasio tres veces por semana, a quemar un poco de nervio, como ella dice, y su cuerpo es fiel resultado del esfuerzo que dedica a su cuidado. Cuando llega a casa se transforma en una chica hogareña y tranquila, que ansía encontrar una relación después de sus sonados fracasos, pues se enamora con facilidad y no sabe más que darse al 100%, lo cual hace que la caída sea dura cuando descubre que el otro no está dispuesto a dar lo mismo. Ha puesto los ojos en Jaime, tras descubrir que no es lo que parece y que, en el fondo, es dulce y tierno, pero no quiere precipitarse como siempre y, de momento, se mantiene en actitud observadora.

Los tres trabajan en diferentes departamentos de la misma empresa, pero en la misma planta, lo cual hace que coincidan a menudo en la zona de vending. Ello, unido a que el verano anterior les tocó trabajar durante un par de meses en horario nocturno, les permitió conocerse mejor. Se han hecho amigos y quedan con frecuencia muchos viernes, para poner el broche de cierre a la semana laboral. Fue uno de esos días cuando salió el tema. Los tres llevaban tiempo sin pareja, y de vez en cuando se lanzaban pullas al respecto, sin desvelar nunca lo que cada uno siente hacia otro de ellos. Pero aquel viernes, ayudados y desinhibidos por el vino de la cena, Laura confesó, medio en broma, medio en serio, que no le importaría nada intentarlo con Carlota. Ésta, en respuesta, dijo lo mismo en relación a Jaime, y él, finalmente, confesó que quien le atraía era Laura. Estallaron al unísono en una gran carcajada. Les parecía el colmo del despropósito que no se diera ni una sola coincidencia, y así, achispados y lanzados como estaban, empezaron a bromear acerca de ¿por qué no probar cada uno con los otros dos y al final decidir si había alguna posibilidad? Era como montar un trío, pero dos a dos. Hablaron de tomarse los tres unos días el siguiente fin de semana, desde el jueves, y dedicar así cada día a la prueba de una de las posibles parejas, dejando el domingo para la reflexión. El lunes sería el momento de compartir opiniones, sentimientos e ideas, quedando prohibido desvelar nada al resto hasta ese momento. No obstante, como eran conscientes de que habían bebido bastante, decidieron confirmar el plan el lunes siguiente en la oficina, y efectivamente así lo hicieron, pues ninguno de ellos se echó atrás. Quedó planificado qué pareja se asignaba a cada día, y ya solo quedaba esperar.

Mixed up feet

El fin de semana llegó. El jueves se citaron Jaime y Laura, el viernes les tocó a Laura y a Carlota, y el sábado cerraron el ciclo Carlota y Jaime. No había reglas. Cada pareja pasó el día y noche como más le apeteció, decidiendo juntos qué hacer para conocerse mejor, si habría o no sexo, si les bastaba con una hora o si necesitaban de todo el día. El domingo cada uno meditó y reflexionó a su manera, valorando cada aspecto de la persona que inicialmente les atrajo y también de la persona a la que atrayeron. Era complicado, desde luego. Cuando descubres que atraes a alguien, que de pronto eres especial para esa persona, germina en ti una especie de sentimiento recíproco aunque hasta el momento no hubiera existido semilla alguna. Es como si brotara por generación espontánea. Por otra parte, tener en carne y hueso ante ti a la persona que ha poblado tus fantasías más secretas y ha campado a sus anchas por tus sueños, produce una emoción y vértigo deliciosos, unidos también al miedo a chocar con una verdad y realidad diferente a la imaginada.

El lunes cada uno de ellos llegó a la oficina con una idea en mente. El momento elegido para ponerlas en común era la hora de la comida. Se juntarían en la cantina, y tal vez descubrieran al menos una coincidencia. Podía ocurrir de todo, desde que a cada uno ahora le motivara justo el que antes no, a que saliera una pareja con tan solo que uno de ellos cambiara su opción. Dado que eran amigos habían acordado aceptar lo más deportivamente posible el resultado, y seguir celebrando sus noches de viernes.

A la una y media en punto, cada uno de ellos se dirigió al ascensor para unirse al resto. Bajaron a la cafetería nerviosos y en silencio, casi evitando mirarse por no desvelar lo que les pasaba por la mente. En fila, cada uno con su bandeja llena, se dirigieron a la mesa del rincón donde solían sentarse.

—¡Qué buena pinta tiene hoy la ensaladilla! —dijo Carlota rompiendo el hielo.

—Yo no pude resistirme a los tortellini —replicó Laura.

—Chicas, si queréis hacemos preámbulo de conversación de relleno o diálogo de besugos, pero, seamos serios, creo que todos nos morimos por saber, ¿me equivoco? —confesó finalmente Jaime.

—Tú como siempre tan práctico y directo al grano —le miró Laura con una sonrisa—. Pero sí, tienes razón, cuanto antes empecemos a hablar, antes terminaremos. Detestaría que llegara la hora de volver y se hubieran quedado las cosas en el aire.

—Estoy contigo —dijo Carlota—. Queda ver quién habla primero, y os propongo que, para empezar, digamos uno a uno si hemos cambiado nuestra visión anterior a este fin de semana tan intenso. Si todos pensamos igual, me temo que indicará que seguimos en un círculo amoroso que gira solo en un sentido; si no, solo aquéllos para los que haya cambiado su sentimiento serán libres de decidir, en función de las respuestas de los otros, si aclaran que el sentimiento inicial ya no existe, y si ha sido sustituido por otro o no.

—Me parece una idea genial, la verdad —contestó Jaime.

—Y a mí —añadió Laura—. En cuanto a quién empieza, salvo que haya algún voluntario, si os parece lo podemos resolver con mi dado de la suerte —dijo al tiempo que metía la mano en su bolso para recuperar el mencionado cubito—. En cuanto sea capaz de encontrarlo en este bolso tan grande, lo lanzo. Si sale 1 o 4 empiezas tú, Jaime; si sale 2 o 5 empieza Laura; si sale 3 o 6, seré yo la primera en confesar. Y para ver quien sigue después, asignamos pares a uno e impares a otro, y vuelvo a lanzar.

Laura fue sacando cosas del bolso y apilándolas sobre la mesa, para poder rebuscar mejor y dar con el maldito dado, mientras Jaime observaba atónito la cantidad de cosas tan dispares, y aparentemente tan inútiles, que salían de allí.

—¡Por fin! ¡Aquí está! —dijo poniendo un pequeño dado rojo sobre la mesa—. Bueno, —prosiguió intentando captar la atención sobre el objeto—, ¡atentos!, que voy a hacer el primer lanzamiento.

The red dice that lives in Laura's handbag

Viendo que Carlota permanecía muda y con la vista puesta insistentemente en alguna parte que quedaba a espaldas de ella y Jaime, Laura llamó su atención.

—Nena, estás ida. ¿Qué miras tan atentamente?

—Os escucho, pero no os veo. No puedo parar de mirarlo. Me acabo de transportar a otro universo paralelo —respondió Carlota sin desviar la vista de lo que fuera que atraía su atención.

Laura y Jaime, sin ningún tipo de disimulo, volvieron la cabeza al unísono para descubrir a un tío que acababa de pagar en caja y avanzaba por el pasillo con su bandeja. Debía tener unos treinta años, era alto, con buena planta, de pelo castaño y ojos claros. Llevaba una arreglada barba de dos días y, no es que fuera demasiado guapo, pero algo en su aspecto lo hacía atractivo, y evidentemente a Carlota se lo pareció hasta el punto de quedarse colgada de esa manera. También Laura y Jaime parecían estar embobados con él.

Se veía claramente que estaba echando un vistazo al comedor, en busca de un hueco donde sentarse, y Laura no se lo pensó dos veces. Haciendo señas con la mano como cuando llamas a un taxi y luciendo su mejor sonrisa, le dijo:

—¡Vente! Tenemos hueco y acabamos de sentarnos.

El chico sonrió a su vez, aliviado y agradecido por la ayuda, y mientras se dirigía a la mesa, Carlota, bajando la voz para que solo Laura y Jaime la oyeran, pero muy convencida de sus palabras, dijo:

—¡Chicos! Me da el presentimiento de que tal vez el círculo se amplíe, así que... game over! ¡Tenemos que empezar de nuevo!