martes, 31 de mayo de 2011

Talks In The Middle Of The Night

Se despierta en la noche. Sin abrir los ojos ni tantear al otro lado de la cama, sabe que está sola. Sin tener conciencia de la hora que es y acaso tampoco del día, su primer pensamiento es para él, como lo fue el último de anoche. Y en ese especial duermevela, dialoga con cada fibra de su ser y escucha…

Su cuerpo clama por él, y no está. Si pudiera traerlo con poderes prestados por un gran mago, lo invocaría al instante, porque le echa de menos. Le añora a su lado, para acurrucarse pequeña y sentirse segura entre sus brazos. Alimentarse de los besos que le roba su boca. Sentir la de él en su espalda, en su vientre plano, en lugares imposibles e inimaginables mientras avanza, segura, sabia y dueña, hacia su isla. Jugar a ser traviesa y despertarle con mimos o con ataque de felina en celo, porque quiere que le haga el amor una vez más, no importa que haya rozado el cielo hace apenas horas, quiere llegar más alto y cada fibra de su cuerpo lo grita a los cuatro vientos…

Su corazón le añora, porque hacía mucho que nadie le había hablado como él lo hace, con tanta sinceridad, sin escudos ni corazas, diciendo lo que siente a cada instante, sin tantear si es conveniente o no, sino hablando de tú a tú con el de ella, que es transparente también. Es el encuentro de dos espejos, de dos cristales, de dos ríos que se mezclan, porque vienen del mismo manantial que nace en el planeta Gaia y son parte de una conciencia común…

Su cerebro le pone los pies en el suelo, a pesar de estar flotando tras escuchar las conversaciones previas. No quiere asustarla, y le habla como a una niña, pero con firmeza. Le dice que es una locura, que no debe comprometerse a nada que no sea vivir el presente, el ahora. Esa masa de células grises que ahora capta su atención, la conoce desde que nació y controla todo: es consciente del clímax que alcanza su cuerpo, porque él es quien hace horas extras para evitar que se desmaye de puro placer, y está al tanto de los latidos y brincos extra de su corazón, que hace cabriolas y tiene alterados al resto de los órganos cercanos. Y porque la conoce, porque sabe que es una loca enamoradiza, sensible y mimosa, que se emociona y deshace de amor en cuanto le tocan la fibra, le dice que se calme, que su actitud puede traer consecuencias no deseadas, que puede herir al otro y eso es lo último que desearía…
 

Las charlas la adormecen de nuevo, y pasa del duermevela al sueño profundo, y el despertador, implacable, la saca de cualquiera que sea la aventura que está viviendo en ese instante. Lo apaga con mohín y se estira en la cama... ¡Está feliz!… No está segura, pero tiene la sensación de haber soñado con él, y hasta haberle sentido en cuerpo y alma, mientras le hacía el amor como si nunca se lo hubiera hecho y le susurraba dulces frases al oído, haciéndole cosquillas con las palabras. ¡Lástima no recordarlo para detenerse y saborear los detalles! “Este cerebro mío”, piensa, “es un desastre y no tiene memoria”…

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