No recordaba cuándo había sido la primera vez. No es que antes fueran íntimos, pero su relación podría decirse que era más o menos cordial. Trabajaban en distintos departamentos, y ella no había notado jamás especial animadversión por parte de él. Coincidían en reuniones, tomaban café, intentaban resolver problemas juntos,… vamos, lo normal, tenían una relación profesional estándar. En cierto momento ella fue transferida al departamento de él, y éste comenzó a comportarse como si fuera su jefe, sin serlo realmente por entonces. Tal vez todo empezó aquel día en que chocaron por algo que él le ordenó, y que ella, lejos de tomar como orden, no solo ignoró, sino que rechazó en público. No un gran público, no, pero sí recuerda vagamente que en aquel momento otras dos personas estaban presentes en el despacho. Él siempre hablaba sentando cátedra, con un tono machacón que se hacía especialmente irritante, creyéndose en posesión de la razón absoluta. Desconocedor del efecto de rechazo que ello provocaba en las demás personas, no hacía nada por suavizarlo, ni con gestos, ni con sonrisas, ni admitiendo estar equivocado cuando era evidente, y ello ponía al pobre sujeto, objeto de su verborrea, en actitud, no solo defensiva, sino de ataque. Así había sido en aquella ocasión. Intentaban resolver un problema y cada uno aportaba sus ideas y explicaba al resto su razonamiento, y habían llegado a un punto de discusión en que ella consideró que la energía que necesitaba para que él entendiera su razonamiento había llegado a su fin, y excedía de lo que consideraba razonable para no quedar al momento exangüe, así que su cuerpo activó el escudo protector, y como casi siempre nos ocurre en este tipo de situaciones, le dio un subidón de adrenalina y su voz salió crispada cuando se levantó para ir hacia su sitio, dejando muy claro que no estaba de acuerdo, que él estaba equivocado y que no estaba dispuesta a perder un solo segundo más, que tenía cosas más importantes que hacer. Sentía los latidos a toda tralla en su pecho y la cara arder.
Lose one's temper |
Desde aquella ocasión, habían seguido coincidiendo aquí y allá, y hasta tomando café echando unas risas. Ella jamás había sido rencorosa y siempre estaba haciendo borrón y cuenta nueva con las personas cuando sentía que le daban un revés. De hecho, apenas recordaba aquel incidente. Él, por el contrario, aunque ante ella mostraba de vez en cuando su falsa sonrisa, debió anotar su nombre en la lista de “seres a aniquilar”, y efectivamente lo hizo, creando pacientemente una red de personas a las que fue abduciendo de algún modo, hasta lograr que no la tuvieran en cuenta profesionalmente y quedara anulada. Desde entonces, ella había meditado mucho y había tenido tiempo suficiente para observar su comportamiento con tranquilidad, para ver que a todo al que estaba cerca de él y podía suponer una amenaza o arrebatarle el puesto, antes o después le ponía la zancadilla. Demostraba ser un cobarde y una serpiente rastrera, porque jamás lo hacía de frente. Se valía de hacer política de pasillo para sembrar en las mentes de los más influyentes ideas negativas sobre aquellos a los que tenía en el punto de mira. De cara a sus superiores, nadie en su equipo merecía una palmada, nadie hacía bien su trabajo, nadie salvo él, que era quien más trabajaba, más aportaba y más valioso era.
Sí, Nadia había meditado largo y tendido, respirando y llenando sus pulmones, juntando los dedos en un mudra y diciendo Om infinitas veces. Al principio se concentró en ignorarlo y salir de sus redes, y ya en una posición a salvo, empezó a observarlo desde la distancia, casi admirando su habilidad pasmosa de hacer daño a todo el que se interpusiera y salir siempre ileso. Algunos de sus compañeros fueron blanco de sus juegos de poder, y hubo un caso especial que hizo colmar su vaso de paciencia. Se dijo ¡basta ya! Sintió que debía hacer algo. Tal vez el Universo tuviera preparado algún castigo en alguna de sus vidas futuras, donde al ver su karma se le haría pasar por lo que fuera para aprobar las asignaturas que se había encargado de suspender en esta vida, pero llegó a la conclusión de que no podía esperar a otras vidas. Necesitaba venganza en ésta, quería ser testigo de ello, aunque significara complicar su propio karma. Estaba claro que no podía hacerlo en el trabajo. No tenía medios, ni poderosos aliados. Tendría que centrarse en su vida personal y encontrar su punto débil.
Continuará...
Continuará...
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Un acto así requiere una venganza igualmente sutil... :)
ResponderEliminarBueno, yo que sé de qué va la segunda parte, no sé si lo calificaría de sutil, jajaja... Ya lo sabrás, que no quiero yo hacerme auto spoiler :)
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